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2008/09/23

Iruinea, Septiembre de 2008

Iñigo Saldise Alda
Los herederos de San Pedro contra los navarros (I)
Soberanía de Navarra

Según la doctrina católica, Jesús de Nazaret fundó una comunidad cristiana jerárquicamente organizada y con autoridad, dirigida por los apóstoles y siendo el primero San Pedro. Posteriormente y siempre según dicha doctrina, los apóstoles y los primeros seguidores de Jesús estructuraron una iglesia organizada, al repartir responsabilidades entre obispos, presbíteros y diáconos, a medida que iban propagando el cristianismo, encontrándose el centro neurálgico de dicha iglesia en Roma.

Durante el reinado de Alfonso I el Batallador, el Estado de los navarros, alcanzó su mayor esplendor territorial desde los tiempos del Ducado de Vasconia, pero a su vez, las tendencias pre-romanas que mantuvieron y potenciaron sus antecesores, Sancho V y Pedro I, alcanzaron al fin su mayor esplendor, gracias a incrementar el Batallador, de una manera considerable, la relación existente hasta entonces entre la dinastía vascona y el emperador de Roma.

Iruñea, volvía a ser la sede más importante del Estado navarro y su obispo se vinculó directamente con el rey de Pamplona y Aragón, facilitando con este gesto, una renovación de los altos cargos eclesiásticos, lo que provocó un principio de deterioro en las buenas relaciones que se mantenía hasta entonces el Estado navarro con el heredero de San Pedro, jefe de la cristiandad.

El testamento de Alfonso I, trajo unas duras consecuencias para el Estado de los Navarros. En la última voluntad del Rey de Pamplona y Aragón, el rey vascón entregaba los Reinos de Pamplona y Aragón a tres ordenes militares cristianas, el Santo Sepulcro, San Juan de Jerusalén y el Temple.

Los navarros se opusieron y eligieron como rey a García Ramírez el Restaurador, con la misión de reponer la monarquía vascona en los Reinos de Pamplona y Aragón, pero la intervención del maestre de la orden del Temple y conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, que contó con el apoyo del autotitulado emperador Alfonso VII de León y Castilla, proponiendo al mejor candidato posible para emperador de Roma, Ramiro el Monje como rey para ambos reinos, provocó la división definitiva del antiguo condado vascón, con el resto del Estado navarro.

El emperador de Roma, Benedicto IX, se negó a reconocer a García Ramírez como rey, otorgándole solo el título de dux, facilitando con ello las pretensiones invasores de los vecinos de los navarros, lo que provocaría un continuo desmembramiento territorial del Estado navarro durante el siglo XII.

Sancho VI el Sabio, tampoco fue reconocido como rey por San León IX, lo que obligó al monarca vascón, entre otras cosas, a cambiar el nombre del Reino, cambiando Pamplona por Navarra. El emperador de Roma, tardó más de setenta años en reconocer el título de rey a los monarcas navarros y para entonces, Castilla-León, Inglaterra, Aragón y Francia, que ya comenzaban a dar muestras su apetito imperial, se aprovecharon de ello, invadido y ocupado numerosas tierras navarras, asestando con ello, una importante herida para la soberanía navarra.

El año 1212 y ante las amenazadas de excomunión y una nueva retirada del título de rey de Navarra, provenientes del emperador de Roma, Inocencio III, lo que facilitaría una nueva invasión de los hostiles vecinos de los navarros, el monarca vascón Sancho VII el Fuerte, se ve obligado a luchar junto al mayor enemigo de los navarros, el rey de Castilla, Alfonso VIII, mientras el rey de León se negaba a asistir junto al resto de “aliados” cristianos, que gracias al rey de Navarra, alcanzaron la victoria en la batalla de Las Navas de Tolosa.

Hasta la invasión y ocupación española de comienzos del siglo XVI, las relaciones entre los sucesivos emperadores de Roma y los navarros, fueron más o menos cordiales. El Reino de Navarra participó en varias cruzadas contra los musulmanes, junto a diferentes reinos europeos, entre ellos Francia y participando, junto al resto de estados europeos, en diferentes concilios organizados por orden del emperador de Roma.

En mayo del año 1512, ante la amenaza militar proveniente del autotitulado rey de España, Fernando el Falsario, la neutral Navarra, mediante su Consejo Real, requiere el Pase o exequáter, de las Bulas Pontificias por el Consejo, al estar el Reino de Navarra totalmente asentado en el espacio de las naciones europeas, pero esta petición nunca fue atendida por el emperador de Roma, Julio II, aliado acérrimo del maquiavélico Fernando de España.

Para facilitar las ansias invasoras de Fernando de España, el 21 de julio de 1521, aparece la Bula Pastor ille celestis, donde el emperador de Roma no nombra a los monarcas navarros, Catalina I de Foix y Juan III de Albret, en cambio, se refiere a cierta veneno de herejía que afectaba a los cántabros y navarros, lo que no justificaba ni de lejos, la invasión y ocupación del Estado de Navarra por parte española.

La presión y manipulación por parte del rey de España, Fernando el Falsario, o bien en la Curia romana o más probablemente en la Cancillería de Aragón, consiguió una segunda Bula, Exigit contumatiam, ese mismo año, vinculada al Estado de Navarra a la condición de colonia española y ha servido al estado español, para justificar toda suerte de atropellos y crímenes realizados por su inquisición, la destrucción de los castillos navarros y la expulsión de la nobleza e intelectualidad humanista del territorio ocupado por soldados españoles, extranjeros en esta tierra.

La tercer Bula, etsi obstinati es ya una clara condenación de los reyes navarros, Catalina I de Foix y Juan III de Albret. Es muy probable que el emperador de Roma, Julio II sólo proclamó la bula contra Luís XII de Francia, Universis Santae Matris Ecclesiae y las otras tres serían prefabricadas o incluso falsificadas por el rey de España, Fernando, ante la pasividad del emperador cristiano.

Pero fue la Bula Exigit contumatiam, no anulada aún día por el estado católico del Vaticano, la que asentó realmente la ocupación militar española en el Estado de Navarra. En ella se dispensaba a los navarros bajo pena de excomunión, de continuar obedeciendo a sus legítimos monarcas, Catalina I y Juan III, a quienes habían jurado "por fuero sacrosanto ancestral" lealtad, nunca jamás hasta entonces violado de manera unilateralmente. Con ella, el rey de España condenaba personalmente Catalina y Juan, más a todos los navarros que masivamente les defendían, por lo que España no dudó en imponer en esta tierra, su horrenda ley de excepción, la cual arruinó a los navarros y devastó nuestro territorio, al menos los situados al sur del Pirineo.

BIBLIOGRAFÍA

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2008/09/17

Iruinea, Septiembre de 2008


Iñigo Saldise Alda
El último rey de Navarra
Soberanía de Navarra

El 16 de noviembre del año 1528, Enrique II de Navarra tuvo que soportar las mofas despectivas hacia su persona, tras el nacimiento de Juana, princesa de Viana, en las que también estaban incluidas la recién nacida y su esposa Margarita de Navarra. Las maléficas burlas provenían del mayor enemigo de los navarros, el emperador Carlos I de España y V de Alemania, que entre satíricas risotadas afirmó lo siguiente:

“¡Milagro: la vaca ha parido una oveja y el pastor guardará su rebaño”.

El 1 de abril del año 1553, en el palacio de Pau, la princesa de Viana, Juana de Albret, pare a un hijo varón, al cual le dan el mismo nombre que su abuelo el rey de Navarra, Enrique II el Sangüesino. El júbilo se apoderó del monarca navarro, “bautizando” con sus propias manos al joven infante de Navarra con un diente de ajo y una gota de vino de Jurançon y contestó gozoso a los absurdos de los españoles:

“¡Este es el milagro: la oveja ha parido un león”.

Tras la muerte en el año 1555 de Enrique II el Sangüesino y el ascenso al trono del Reino de Navarra de su madre Juana de Albret, el niño Enrique adquiere el título de príncipe de Viana. Junto a su hermana Catalina adquiere una educación humanista y conforme, en materia religiosa, a las creencias reformadoras de su madre Juana III de Navarra, adquiriendo así una formación acorde con el Navarrismo.

Su padre, Antonio de Borbón y Vedôme, rey consorte de Navarra, es apresado junto algunos aliados protestantes en Ruan, el día 10 de noviembre de 1562, siendo asesinado posteriormente a manos de los católicos franceses, en el marco de la primera guerra de religión que asoló el reino de Francia. Sus títulos pasan al joven príncipe de Viana. Los Borbón eran descendientes directos de San Luis IX, siendo por ello herederos de la casa de Valois, reinante en Francia.

Tras ello Enrique, príncipe de Viana, fue enviado a la corte francesa de Paris, donde sería presentado a Carlos IX de Francia. Durante la visita conoció a Michel de Nôtre-Dame, más conocido por Nostradamus, quien realiza una predicción al joven navarro, ante la madre del monarca francés, Catalina de Médicis, en la cual le dice que llegará a ser rey de Navarra y Francia.

Con apenas quince años y por orden de su madre, la reina Juana III de Navarra, el joven príncipe de Viana se pone al mando del ejército de Navarra y acude a socorrer a la sede protestante y francesa de La Rochelle, consiguiendo la victoria ante tropas católicas francesas, que involucraría definitivamente al Reino de Navarra en la segunda guerra de religión, después de haberse mantenido relativamente al margen tras la primera, que solo se había desarrollado en el reino de Francia.

El príncipe de Viana tuvo que retornar al Reino Pirenaico al mando de las tropas navarras, para combatir a los católicos y proespañoles que se levantaron en armas a comienzos del año 1568 y que habían expulsado a los ministros protestantes e incluso se habían apoderado de varios castillos. El joven Enrique, príncipe de Viana, intervino consiguiendo una paz entre las facciones católicas y protestantes del Reino de Navarra. Su madre la reina Juana III de Navarra, otorgó el perdón total a los rebeldes, y tras ello proclamó la libertad de conciencia mediante el Manifiesto de los Gentileshombres y del pueblo de Navarra, algo que nunca olvidaría el joven príncipe de Viana.

La guerra religiosa prosiguió entretanto en el reino de Francia. Así en 1569, el barón de Terride, en nombre de Carlos IX, ocupa el señorío de Bearne, perteneciente al Reino Pirenaico, y restablece el catolicismo como única doctrina de fe. El señor de Luxe, junto algunos católicos, se revela de nuevo contra la reina Juana III de Navarra. Las tropas navarras, comandadas por Enrique, príncipe de Viana, consiguen expulsarlo del castillo de Maule.

La religión católica vuelve a ser prohibida en el Reino de Navarra, pero un año después de la paz de Saint-Germain del año 1570, en las cortes de la Rochelle y a petición realizada por los Estados de Navarra, la reina Juana III de Albret, restablece la libertad de culto para el Reino Pirenaico. También se firma las Confesiones de Fe de la Iglesias Reformadas de Francia y el joven Enrique, príncipe de Viana, se instala en la ciudad portuaria a orillas del océano Atlántico.

La reina Juana III de Navarra, comienza las conversaciones con la corte francesa, en busca de una paz duradera con el Reino de Francia. Para ello promueve un matrimonio entre el príncipe de Viana y Margarita de Valois, hermana del rey francés Carlos IX. A dicho enlace se muestra contrario, en un principio, el joven príncipe de navarro.

En 1572 la reina de Navarra es envenenada en París por orden de su archienemiga, Catalina de Médicis. Enterado de la noticia y tras ser coronado rey de Navarra, Enrique III entra en París junto a 900 caballeros navarros vestidos de negro, color representativo los protestantes.

Enrique III de Navarra se muestra partidario de continuar con el matrimonio con la bella princesa Margarita de Valois. Esta boda no contó con el apoyo del papa, y se realizó en la puerta de la iglesia de Nôtre-Dame, debido a las creencias reformistas de Enrique III de Navarra.

En la noche de S. Bartolomé del mismo año, los católicos atacaron a los protestantes, esgrimiendo como simple excusa la herejía y la defensa de la fe católica. En total, en el reino de Francia, fueron asesinadas unas cien mil personas, protestantes mayoritariamente, y con ellos la inmensa mayoría del séquito de 900 navarros del rey de Navarra. El propio monarca navarro, fue hecho prisionero y forzado a convertirse al cristianismo, además de verse obligado a proclamar el catolicismo como religión única del reino de Navarra, teniendo que permanecer de manera forzada en la Corte de París.

Enrique III de Navarra, ese mismo año, consigue huir de París. Abjura de la religión católica nada más entrar el Reino Pirenaico y de inmediato se pone al mando de las tropas protestantes en la cuarta guerra de religión, que pronto se transformaría en la conocida como la guerra de los tres Enriques, que implicaba al propio rey de Navarra, al nuevo rey de Francia y Enrique I de Guisa.

Enrique III de Francia, tras reconocer a Enrique III de Navarra como heredero o sucesor al trono francés, muere asesinado por un ultra católico, del partido de Guisa, en el año 1589. La muerte del último Valois, permitía, en teoría al rey de Navarra convertirse en rey de Francia. Pero para poder lograrlo, Enrique III de Navarra mantuvo una guerra abierta contra la Liga Católica, el emperador de Roma y el rey de España, Felipe II, que se negaban a reconocerlo como rey de Francia. En fases de este enfrentamiento, Enrique III tuvo que retirarse al Reino de Navarra, donde preparó un ejército que debería facilitarle el acceso al trono francés mediante la vía militar.

En el año 1585, el emperador de Roma, Sixto V, excomulga por hereje a Enrique III de Navarra. Las tropas protestantes consiguieron algunas victorias, pero París resiste gracias al apoyo de las tropas españolas comandadas por Alejando Farnesio. En 1593, el rey de Navarra se convierte al catolicismo con el fin de obtener el trono de París, algo que se resumiría con una frase que falsamente se le atribuye:

“París bien vale una misa”.

Esta coronación no supuso la unión de los reinos, ya que Enrique III de Navarra y IV de Francia mantuvo la independencia de Navarra, cuyas Cortes legítimas estaban situadas en Pau, mientras que en Donapelau se continúa acuñando la moneda del Reino Pirenaico.

En 1598 firma la paz de Vervins con el reino de España. En ese tratado sobre el conflicto existente en Flandes entre los reinos de Francia y España, el rey navarro introduce una clausura concerniente a la anexión de las tierras del sur del Pirineo por parte española, negándose claramente en ella, a legitimar el atropello español.
Ese mismo año realiza el Edicto de Nantes, donde se reconoce la libertad de religión en Francia y Navarra, a semejanza de aquel Manifiesto de los Gentileshombres y del pueblo de Navarra, realizado treinta años antes por su madre Juana III de Albret. Enrique III de Navarra pretendía que el Edicto de Nantes se extendiera a los demás reinos europeos, legitimando el protestantismo y poniendo las bases definitivas para acabar con las guerras de religión en Europa, que en menos de un siglo habían costado millones de muertos. Esta decisión le supone una nueva excomunión a Enrique III de Navarra y IV de Francia, por parte del emperador de Roma.

Enrique III casó en segundas nupcias con María de Médicis en el año 1600. De esta unión nacería el futuro Luis XIII de Francia, el cual no fue educado según las condiciones existentes en el Fuero navarro, paso obligado para ostentar el título de príncipe de Viana y así acceder al trono del Reino de Navarra, sino que recibió su educación católica en la corte francesa de Paris, de manos del Cardenal Richelieu.

El 14 de mayo del año 1610, el rey de Navarra y Francia, era asesinado en una calle de París por un jesuita, llamado Ravaillac. A pesar de ello, el Reino Pirenaico mantuvo su intendencia hasta el año 1620, cuando Luis XIII de Francia visita las Cortes de Pau y restaura la religión católica en Reino de Navarra, prohibiendo la religión protestante en todos los reinos bajo su dominio.

Luis XIII de Francia disuelve militarmente las Cortes de Navarra ese mismo año y realiza el decreto de unión desde las Cortes de París. Así el Reino de Navarra quedaba anexionado de forma ilegítima al reino de Francia y el Navarrismo existente en los reyes navarros desde los tiempos de Margarita de Navarra, era exterminado por un soberano francés.


BIBLIOGRAFÍA

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2008/09/11

Iruinea, Septiembre de 2008


Iñigo Saldise Alda
Leyendas en torno al Estado de Navarra
Soberanía de Navarra

Las leyendas son narraciones orales o escritas, con mayor o menor existencia de elementos imaginativos, que generalmente se intentan pasar por verdades fundadas o ligadas a elementos históricos de la realidad. Las leyendas se transmiten de generación en generación, casi siempre de forma oral, supeditadas a supresiones, nuevos añadidos e incluso, modificaciones.

Una de las leyendas que han llegado a la actualidad al pueblo navarro, es la que concierne a las cadenas que mantenían cautivos a los esclavos del Príncipe de los Creyentes, Muhammad Al-Nasir o más conocido en la actualidad como Miramamolim, el de la batalla de Las Navas de Tolosa del año 1212, las cuales fueron rotas por el rey vascón Sancho VII el Fuerte posibilitando con ello, que los aliados cristianos alcanzasen la victoria, y siempre según dicha leyenda, las asignó o introdujo desde ese momento, en el escudo del Reino soberano de Navarra.

Esta leyenda no surgió realmente de los navarros, sino que fue introducida por los invasores españoles en la Navarra cispirenaica, los cuales eran actores principales de la contrarreforma surgida con el arte Barroco por mandato del emperador de Roma, tras asentar de una manera brutal y plausible la ocupación militar, mediante una gran represión política y eclesiástica para el pueblo navarro del sur del Pirineo.

Los españoles buscaban con ella, introducir en el imaginario navarro, una falsa unidad de los territorios ocupados, con las coronas que conformaron el reino de España, debido simplemente, ante la gran política Estatal existente en la Navarra ultrapireniaca o soberana, durante el Renacimiento Humanista, la cual era llevaba a cabo por la Reina legítima de todas las tierras de Vasconia, Juana III de Albret y cuya denominación correcta es Navarrismo.

En contra posición a la leyenda de las cadenas de Miramamolim, surgió particamente en la misma época, una leyenda en los valles ocupados por los invasores españoles más próximos a la frontera impuesta con el Reino soberano de Navarra. Concretamente tuvo lugar en los valles colindantes a la selva de Irati, Aezkoa y Zaraitzu, donde comenzó a ser escuchada una auténtica leyenda patriótica, entorno a la legítima reina de Navarra, Juana III de Albret, la cual siguió siendo transmitida de boca en boca, alcanzando los valles próximos, en un primer lugar y extendiéndose por el resto del territorio de nuestro Estado, hasta la actualidad.

En los días de niebla, las personas que se introducen sin temor el la selva de Irati, si prestan un pelín de atención, podrán ver la majestuosa figura de la reina Juana III de Navarra, la cual está acompañada por al menos, cien leales caballeros navarros, valientes y patriotas, que se disponen seguros de ello, a reconquistar todas las tierra pertenecientes al Estado de Navarra del sur de los Pirineos, donde aún día, el pueblo navarro se encuentra esclavo por la ocupación y la represión de las tropas invasoras españolas.

Esta no es la única leyenda entorno a la gran Juana III de Navarra. En el Vizcondado del Bearne, donde el Navarrismo caló ampliamente en el pensamiento del pueblo bearnés desde los tiempos de Margarita de Navarra, madre de Juana, surgió una nueva leyenda, que gracias a Jon Oria Oses, en su libro Navarra es una colonia española y francesa, la tenemos todos los navarros a nuestro alcance.

Se dice que un día llegó a la corte navarra de Pau, un misterioso personaje y comenzó a preguntar sobre el Navarrismo. Según parece ser, era el mismísimo Rey del Cielo, buscando audiencia con Juana III de Navarra, tras contemplar las maravillas logradas en el Estado gobernado por los navarros.

El Rey de los Cielos, tras varios días de charlas con Juana, logró convencer a la reina de los navarros para realizar una visita al emperador de Roma, y ejecutar una defensa conjunta de los logros conseguidos en el Estado Humanista de Navarra, en el estado pontificio.

Los dos viajeros quedaron atónitos al entrar en una Roma decorada de manera Renacentista por grandes maestros como Miguel Angel, Leonardo y Raphael. El Rey de los Cielos se adelantó para pedir una recepción, pero al volver, mostró su indignación a la reina de Navarra:

“Con estos paganos no queda nada que hacer, Juana, pues ni me han entendido. Yo dije que sobre esta piedra se edificaría mi Iglesia, pero no de esta manera”.

Entonces, el extraño viajero acompañó a Juana de Albret hasta que ésta, estaría fuera de cualquier peligro y tras despedirse en los límites del Estado de Navarra, recurrió al pronóstico y al sermón:

“No olvides, Juana, que a mi me crucificaron gentes de esta calaña, y que de Navarra no quedará piedra sobre piedra, pero un día se levantará gloriosa”.

La novela de Navarro Villoslada, Amaia o los vascos del siglo VIII, se puede consideran en si, un relato de leyenda, con el que el autor, pretende dar una visión romántica de la creación de nuestro Estado. Uno de sus personajes, tras cometer un doble y atroz parricidio, se impone como castigo unas cadenas que traba a su cuerpo, castigándose a vagar las laderas de la sierra de Aralar, soportando tan colosal peso, hasta que las cadenas se rompan, liberándolo tras completar su castigo.

Al encadenado Teodosio de Goñi, en una gruta se le apareció un terrorífico dragón, temeroso por su vida suplicó a los cielos. Sus súplicas fueron escuchadas y apareció el arcángel San Miguel, quien mató al dragón. En ese instante las cadenas se rompieron y quedó en libertad, para así poder marchar a luchar junto al resto de vascones y crear el Reino de Pamplona o Navarra.

Los navarros de hoy en día, debemos dejar aún lado las leyendas y para que las profecías se hagan realidad, solo tenemos un camino, el de trabajar de una manera continuada por nuestro país, hasta alcanzar la libertad mediante la recuperación del Estado propio navarro. Solo así seremos capaces de hacer realidad las palabras proféticas del genial William Shakespeare, y entonces solo entonces, conseguiremos que Navarra sea la admiración del mundo.

2008/09/04

Iruinea, Septiembre de 2008

Iñigo Saldise Alda
Recuperar el auténtico navarrismo
Soberanía de Navarra

Al oír pronunciar el término Navarrismo, algunos soberanistas navarros identifican erróneamente este término con políticos españoles y especialmente con el señor del Burgo, el cual lo definió de la siguiente manera:

“El navarrismo es la corriente política plural, surgida en los años setenta del pasado siglo con la finalidad de defender la navarridad, es decir, la identidad navarra frente a los intentos de absorción impulsados por el unionismo euzkadiano o euskalherríaco. Navarrista es aquel que milita en las filas del navarrismo político para defender la navarridad”.

Con está definición, el señor del Burgo intenta dar la vuelta a un planteamiento anterior del Navarrismo, para seguir manteniendo a la Navarra cispirenaica como una mera colonia del reino de España, a la cual no solo se le niega su estructura política, sino también una unidad territorial propia, existente antes de las invasiones y ocupaciones armadas realizadas por las coronas castellana y aragonesa, con la cual se negó a este pueblo su navarridad.

Con dicha afirmación, el señor del Burgo, intenta negar la existencia de un Navarrismo anterior, que realmente si defendía la identidad propia de Navarra, con sus leyes o fueros, como máximo exponente de ello. Este Navarrismo, fue llevado a cabo por auténticos políticos navarros, siendo el máximo exponente de ellos Arturo Kanpion.

Arturo Kanpion, no se destacó precisamente por unas ideas soberanistas a pesar de militar al final de su vida en el Nacionalista Vasco, pero si por una defensa de la cultura intrínseca y propia de Navarra, que le llevó incluso a enfrentarse ideológicamente con Sabino Arana, pero sin negar en ningún momento, el origen vasco(n) de Navarra, algo que compartía con la pluralidad de miembros de la Sociedad Euskara de Navarra.

En la pluralidad existente en la pro-vinci Navarra tras la mal llamada Ley Paccionada del año 1841, se identificó totalmente con este Navarrismo durante la llamada Gamazada, e incluso las “tres provincias hermanas”, como decían en la época, estaban con el pueblo navarro, uniéndoseles hasta los hermanos Arana. Para que las generaciones siguientes no nos olvidemos nunca de nuestro pasado histórico, estos navarros construyeron el monumento a los Fueros y que hoy en día, todavía no ha sido inaugurado por las instituciones residuales de la C.F. de Navarra, cuya Diputación llegó a ser presidida por el señor de Burgo.

Este Navarrismo opuesto en esencia y origen al que define el señor del Burgo, no era de todas formas el primogénito y auténtico, ya que no buscaba la unidad plena de las tierras pertenecientes al Estado de Navarra, tanto al norte del Pirineo como al sur.

Diferentes políticos asentados en la Navarra reducida, se escudan en la mezcla y división de ambos, defendiendo con ello la unidad forzada por la violencia de las armas, de esta parte del Estado de Navarra con el estado de España y a su vez, mantener la división con el resto de tierras naturales navarras, del sur del Pirineo. Valga como ejemplo de ello, la afirmación de una política defensora de la republicana española, la señora Milagros Rubio:

"En Navarra, el vasquismo debe reconocer sin titubeos la realidad política de Navarra como comunidad política diferenciada, y a su vez ese mismo vasquismo ha de ser reconocido por el navarrismo español en su política gubernamental".

La invasión y ocupación española impidió que el Renacimiento se asentara en la Navarra cispirenaica, siendo su inquisición la principal arma contra los naturales del país, especialmente para los que hablaban la lengua propia o lingua navarrorum, el euskara. Así, el Navarrismo, realmente comenzó en la Navarra soberana ultrapirenaica, concretamente en el periodo de mayor esplendor cultural nunca habido en nuestro Estado.

Mientras la Navarra ocupada sufría la violencia española y con ello un freno insalvable para la modernización de la sociedad, en la Navarra libre, el humanismo renacentista floreció a semejanza de Florencia. El Reino soberano de Navarra se llenó de artistas, escritores, arquitectos, filósofos y pensadores, que enriquecieron el carácter nacional navarro de los diferentes pueblos existentes en el Estado pirenaico.

En este ambiente libertario, se gestó el Navarrismo real, el cual servía para defenderse de las diferentes agresiones que sufría el Reino soberano de Navarra, provenientes todas ellas de los reinos español y francés, al que se le sumaba una vez más y desde el estado vaticano, el emperador de Roma. La principal impulsora de este Navarrismo auténtico, fue Margarita de Navarra, conocida por la mayoría de historiadores, como primera mujer moderna, por ser una fabulosa escritora y amiga de la cultura. Gracias a su protección se editó el primer libro en la lengua primogénita de Navarra, titulado: Linguae Vasconum Primitiae.

Este correcto Navarrismo en lo cultural, también tuvo su continuidad en materia del arte de la política, la cual comenzaba a estar basado en una clara y correcta conciencia histórica desde la entrada definitiva del Renacimiento, facilitando las reclamaciones en materia territorial que realizaba el Reino de Navarra, las cuales nunca, todo hay que decirlo, han sido escuchadas por los enemigos del Estado de los navarros.

La continuidad del legítimo Navarrismo, fue llevada a cabo por la hija de Margarita, Juana III de Albret, lo que provocó las burlas malintencionadas y despóticas de los españoles, que llegaron a afirmar que en el Reino de Navarra las mujeres llevaban los pantalones. A su vez, los franceses temían al Navarrismo como si se tratase de la misma peste, debido que en el Estado de Navarra se aceptaba a los refugiados y exiliados renacentistas, humanistas y reformistas.

La actitud de la soberana Juana III de Albret, con respecto al calvinismo, fue de respeto y aceptación, pero adecuándolo a los intereses propios del Reino de Navarra. Esto ocurrió tras mostrar su descontento ante el reiterado, a lo largo de la historia, posicionamiento en contra de Navarra del emperador de Roma, tanto en materia política y territorial, como eclesiástica, ante los reiterados abusos que sufrían los navarros y de la corrupción existente en el clero católico y romano. Así, como bien nos dice Jon Oria Oses, es una adecuación semejante a la realizada en Inglaterra y que ha llegado a la actualidad como Anglicanismo.

Para concluir, decir que el Navarrismo correcto y auténtico esta basado en una defensa a ultranza de la soberanía y libertad del Estado de Navarra, unido a una defensa de las diferentes culturas y lenguas de los pueblos que forman la nación navarra, incentivando la cultura y lengua primogénita, que no es otra que la vascona y sin rechazar nunca los avances positivos que pueda traer la modernidad.

NABARRAKO ERESERKIA

Nabarra, reflexiones de un Patriota

Reflexiones de un Patriota by Iñigo Saldise Alda

ASKATASUNA = Baskoinak x Nafar Paradigma

"PRO LIBERTATE PATRIA GENS LIBERA STATE"

"Aberri askearen alde jende librea jaiki"

"De pie la gente libre a favor de la libertad de la patria"

Navarre shall be the wonder of the world

by WILLIAM SHAKESPEARE

EUSKARA-LINGUA NAVARRORUM

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©NABARTZALE BILDUMA 2011

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