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2011/09/14

Fernando de Aragón y el Reino de Nabarra

Fernando de Aragón y el Reino de Nabarra
Iñigo Saldise Alda

Según el filósofo, político, escritor, diplomático y funcionario florentino, Niccolò di Bernardo dei Machiavelli, conocido por nosotros como Nicolás Maquiavelo, el rey Fernando II de Aragón fue un hombre que consiguió grandes conquistas amparado bajo el manto protector de la religión católica; pero realmente, Fernando II de Aragón desconocía los principios de la piedad, la fe, la humanidad y la integridad, elementos básicos y esenciales en los que se fundamenta el cristianismo.

La boda de Juan II de Nabarra con la hija del almirante del Reino de Castilla y León, Juana Enríquez y Fernández de Córdoba, fue realmente la llama que prendió la guerra banderiza dentro del Reino de Nabarra, pues tras su matrimonio apartó de la lugartenencia del Reino que ostentaba en el Estado nabarro, al príncipe de Biana, Carlos de Trastámara y Evreux, legítimo heredero de la Corona de Nabarra tras la muerte de su madre, la reina Blanca de Nabarra(1).

En ese contexto bélico existente en el Reino de Nabarra, el 10 de mayo del año 1456, en una cuneta del camino entre Zangoza y Sos(2), paría la castellana Juana Enríquez y Fernández a un hijo barón, al cual puso de nombre Fernando. Las intenciones de Juana Enríquez y Fernández eran claras. Ante la imposibilidad legítima de que Fernando pudiera reinar en el Estado de Nabarra, su hijo debía nacer en el Reino de Aragón, por ser esta la única vía, aunque supuestamente remota, con la cual su hijo podía acceder al trono de algún Estado, al no contar con descendencia el magnánimo Alfonso V de Aragón. Pero antes que su hijo Fernando y después que su marido Juan II el Usurpador, en el orden sucesorio del reino de Aragón, Nápoles y Sicilia, estaba su hijastro y gran enemigo, el príncipe nabarro Carlos de Biana.

En el año 1458, el rey de Aragón Alfonso V el Magnánimo muere y Juan II de Nabarra, el Usurpador, es coronado como rey de Aragón, mientras que a Carlos de Biana se le ofrecen las coronas de Nápoles y Sicilia, pero éste las rechaza. Carlos de Biana se presta a asegurar, en varias embajadas, su obediencia y su voluntad de comprometerse como heredero universal de su padre, siendo esto precisamente, lo que no quiere el Usurpador. Juan II de Nabarra, Aragón y Sicilia, rechazaba considerar al príncipe de Biana como heredero en Aragón, y para ello contaba con más armas para el mismo pleito que ya existía en el Reino de Nabarra. El sucesor de Aragón ya había sido designado in pectore, en las mentes de Juan II y de su segunda esposa, la castellana Juana Enríquez y Fernández, y se llamaba Fernando.

En el año 1459, el lugarteniente del príncipe de Biana y de Girona, Juan de Beaumont(3), comienza las conversaciones para casar a Carlos de Trastámara y Evreux, legítimo heredero a las coronas de Nabarra, Aragón y Sicilia, con la hermanastra del rey de Castilla y León, de nombre Isabel. Juan II el Usurpador es contrario al matrimonio que prepara el prior de la Orden de Jerusalén para su primogénito, ya que la joven infanta castellana la tenía reservada para su otro hijo, Fernando. Para ello encomienda a Mosén Pierres de Peralta el joven(4), la tarea de comenzar con urgencia las negociaciones necesarias para alcanzar un acuerdo matrimonial entre el infante de Aragón, Fernando y la infanta de Castilla y León, Isabel.

Carlos de Biana y Girona, en el año 1460 y tras recibir el apoyo catalán en la ciudad condal, se entrevistó con su padre, Juan II de Nabarra, Aragón y Sicilia, y su madrastra, Juana Enríquez y Fernández, en Igualada, para comunicarles su firme intención de contraer matrimonio con Isabel de Castilla y León, pero Juan II el Usurpador rechazó firmemente tal pretensión del príncipe de Biana y Girona. En una entrevista posterior Juan II encarceló a su hijo Carlos, congelándose los compromisos políticos existentes que pudieran resultar favorables al príncipe de Biana y Girona. Las intenciones de Juan el Usurpador eran claras, ya que no pensaba devolverle la libertad al príncipe Carlos mientras éste no renunciase a todos sus legítimos derechos sobre Nabarra y Aragón, y con ello dejar el destino del infante Fernando de Aragón despejado.

Juan II de Nabarra, Aragón y Sicilia tiene que capitular a comienzos del año 1461 ante el ataque de tropas catalanas(5) y por tropas castellanas encabezadas por Luís III de Beaumont(6), a lo que había que sumar la petición de liberación del príncipe Carlos realizada por los habitantes de Zaragoza. Incluso el propio Papa envía la Bula Recipiet fraternitas tua a los obispos catalanes para que soliciten la libertad del príncipe nabarro, que tras la Capitulación de Villafranca del Panadés fue reconocido primogénito y heredero de todas las posesiones del rey, protegido bajo inmunidad general y convirtiéndolo en la práctica en lugarteniente general de Cataluña, Rosellón y Cerdeña.

Pero el 23 de septiembre del año 1461, Carlos de Biana y Girona moría(7) en tierras catalanas pertenecientes a la corona de Aragón, despejando el camino hacia el trono a su hermanastro Fernando de Aragón.

Mosén Pierres de Peralta busca un aliado dentro del Reino de Castilla y León que le facilite y apoye en las pretensiones de Juan II el Usurpador. Estas son las de casar a Fernando con Isabel. El apoyo finalmente lo encuentra en Alfonso Carrillo de Acuña, arzobispo de Toledo. Para ello, en el año 1467, casa a su hija Juana de Peralta y Brabante con el conde de Agosta, Troilo Carrillo, hijo bastardo del arzobispo de Toledo. Un año después, Isabel pasa a ser la heredera del Reino de Castilla y León, por lo que la apuesta matrimonial de Mosén Pierres de Peralta y Alfonso Carillo se incrementa.

Juan II el Usurpador deposita en ellos toda su confianza para que este enlace se realice y para ello, el gran condestable de Nabarra se presentó ante Isabel en Ocaña, llevando con él instrucciones dadas por el rey de Nabarra, Aragón y Sicilia a dos familias importantes en la nobleza castellana. Una dirigida a los Pacheco y otra a los Mendoza. Mosén Pierres de Peralta llevó también las capitulaciones, concretamente en pergaminos en blanco, solo con la firma del infante aragonés Fernando, para que ellos las rellenasen con las donaciones que desearan.

Finalmente, la confirmación con el sí al infante aragonés Fernando se la da la infanta castellano-leonesa Isabel a Mosén Pierres de Peralta en el año 1469. Fernando, ya rey de Sicilia y heredero de Aragón, marchó con Mosén Pierres de Peralta disfrazado de arriero en una mula para que no le reconocieran al encuentro con su prometida, la princesa de Asturias, Isabel de Castilla y León. Juan II de Nabarra y Aragón decidió correr el riesgo de que su hijo se aventurase a entrar en el Reino de Castilla y León disfrazado, pero contando como guardaespaldas una de las mejores espadas(8) de la época, la del gran condestable de Nabarra.

Fernando de Sicilia, ya casado con Isabel de Castilla y León en el año 1472, comienza a dar muestras de sus pretensiones sobre el Reino de Nabarra. A pesar de su ilegitimidad, tiene un poderoso aliado en el ambicioso conde de Lerin y condestable de Nabarra, Luís III de Beaumont.

Juan II de Nabarra y Aragón muere en el año 1479. El rey consorte de Castilla y León, Fernando, accede al trono de Aragón volviéndose a unir bajo su persona los Reinos de Aragón y Sicilia. Mientras, la Corona del Reino de Nabarra recae, tras la pertinente y debida aprobación de las Cortes soberanas, en su hija Leonor, viuda del vizconde de Biarno, Gastón IV de Foix. Tras la prematura muerte de Leonor de Nabarra, le sucede en el trono del Reino su nieto Francisco, al cual los gascones le apodan Febo, debido a su inaudita belleza. Sin todavía cumplir 12 años, este niño nacido en Orthez o Pau, es el heredero legítimo del Estado de Nabarra a espera de la coronación. La regencia recae entonces sobre su madre Magdalena de Valois, hermana de Luís XI de Francia, contando como consejero con el cardenal Pedro de Foix.

Con el debilitamiento del poder real, en el Estado de Nabarra retorna la violencia banderiza entre agramonteses y beaumonteses. Ardiles, masacres y engaños de todo tipo se suceden, favorecidos por la laguna de poder que prima la astucia y la facultad de maniobrar, sin mirar por ningún bando la legitimidad de los medios. Fernando II de Aragón y Sicilia muestra sus malas artes al introducir tropas castellanas en apoyo del cabecilla del bando beaumontés, el conde de Lerin y condestable del Nabarra.

La regenta de Nabarra, Magdalena de Valois, se presenta en Zaragoza. Allí es recibida junto a su acompañante el cardenal Pedro de Foix, de una manera fastuosa. Fernando II de Aragón y Sicilia comprende rápidamente que la princesa no es un juguete en sus manos, ni en las del rey de Francia. Cuando se aborda la espinosa y capital cuestión de Luís III de Beaumont, Fernando II de Aragón y Sicilia, principal y único benefactor del bando beaumontés, admite que la única salida es llegar a un acuerdo, que finalmente no se alcanza debido a las desmedidas pretensiones del aragonés, rey consorte de Castilla y León.

Fernando II de Aragón y Sicilia se mantiene expectante ante los acontecimientos que se van desencadenando en el Reino de Nabarra, pero siempre dispuesto a apoyar la causa de Luís III de Beaumont, que realmente es su causa. Tras la coronación como rey de Nabarra de Francisco I Febo, los meses siguientes transcurren en cierta calma, pero una triste noticia recorre el Reino nabarro. El joven monarca, Francisco I de Nabarra, muere mientras estaba tocando la flauta(9) en el año 1483, haciéndose de nuevo cargo de la regencia la princesa Margarita de Valois.

El duque de Carbona, Juan de Foix, se auto titula rey de Nabarra enviando una embajada a los reyes católicos sin que Fernando II de Aragón y Sicilia le preste atención, ya que para entonces el rey español tenía otros planes para el Reino de Nabarra después de haber recibido el ofrecimiento de la Corona del Estado Pirenaico por los tenientes de su cuñado, Luís III de Beaumont. Mientras las Cortes de Iruñea reconocen a Catalina de Foix como la futura reina de Nabarra, y junto a ellos los Estados Generales del vizcondado de Biarno.

Los reyes españoles, Isabel de Castilla y León y su marido Fernando II de Aragón y Sicilia, comienzan a realizar gestiones para un contrato matrimonial de la princesa nabarra, Catalina, con uno de sus hijos. Concretamente con Juan de Castilla y León. Mientras una embajada española comandada por Rodrigo de Maldonado de Talavera llega a Pau, en la frontera entre España y Nabarra las diferentes tropas españolas realizan exhibiciones de fuerza como medida de presión para que se acepte su candidatura, incluso Mosén Pierres de Peralta presta vasallaje al rey español por su castillo ante la amenazante presencia del aragonés en Tarazona, pero finalmente Catalina de Foix es prometida al noble gascón Juan II de Albret.

Magdalena de Valois acude a Valencia en el año 1487 donde le esperan los reyes españoles. En dicha ciudad levantina, el Reino de Nabarra alcanza un Tratado con el incipiente Reino de España tras la propuesta de Alain de Albret. Así Fernando II de Aragón y Sicilia reconoce la unidad política de Nabarra y el Biarno al estilo de Castilla y León, a cambio, los reyes españoles, Fernando e Isabel, se benefician de la neutralidad del Reino de Nabarra-Biarno en sus disputas con el Reino de Francia, y para los reyes nabarros significa la independencia de sus posesiones respecto al Reino de Francia, integrándolas así de nuevo en el Estado de Nabarra.

En el año 1491 el obispo de Iruñea muere en Roma. El papa Inocencio VIII nombra como sucesor al joven Cesar Borgia con apenas 16 años, pero de una manera administrativa hasta los 27 años. En un principio provoca las protestas de los nabarros, pero ante el extraño apoyo de Fernando II de Aragón y Sicilia intentan que las zonas de Gipuzkoa y de Aragón, antiguas tierras pertenecientes al Estado de Nabarra, dependan del obispado de Iruñea.

El embajador español Ontañón viaja hasta Pau en el año 1493, exigiendo que para hacer efectiva la aceptación de aceptar la coronación de Catalina de Foix y Juan II de Albret por parte española, los soberanos nabarros deben hacer las paces con Luís III de Beaumont o lo que es lo mismo, hacer las paces con el rey español Fernando II de Aragón, Sicilia y Granada.

Tras la coronación de Catalina I de Nabarra y Juan III de Nabarra, los ya reyes hacen saber a las Cortes la pertenencia al Reino de Nabarra del vizcondado de Biarno, del condado de Foix y de los diferentes señoríos pertenecientes a la casa de Albret que se encuentran en la Gascuña.

Fernando II de Aragón, Sicilia y Granada es bastante más maquiavélico que Luís III de Beaumont. Así para controlar al demoníaco condestable de Nabarra, acepta que éste fuera confinado en Castilla-León, aunque confortablemente instalado y dotándole del marquesado de Huéscar. Juan de Foix, conde de Lautrec, se encarga de destruir los fuertes del conde de Lerin y condestable de Nabarra en territorio vascón, entre ellos el de Irulegi. Fernando II de Aragón y Sicilia toma revancha al exigir a los soberanos nabarros la custodia de su hija Magdalena de Nabarra, de un año de edad y por un plazo de 5 años. Incluso tropas españolas ocupan las plazas de Biana y Zangoza, siendo supervisadas por el conde de Lautrec para estupor de las Cortes del Reino. Además el capitán general español, Juan de Ribera, ocupa algunas fortalezas claves como Lerin, Larraga, Cárcar, Andosilla, Allo, Monjardín, Santacara, etc, viéndose obligados los reyes de Nabarra a firmar reiteradamente su vasallaje a los reyes españoles hasta finales del año 1495, realizando el último concretamente en la localidad de Alfaro(10).

En el año 1498, con el apoyo de Luís XII de Francia, los soberanos nabarros presentan algunas demandas a los reyes españoles que incluso se remontaban a los tiempos de Juan II el Usurpador, hasta el punto que el propio rey Juan III de Nabarra se presenta en Sevilla donde reside Fernando II de Aragón, Sicilia y Granada. La recepción es fastuosa, lo que asombra al rey nabarro que no vio ninguna malicia en todas esas gentilezas y promete un nuevo perdón para Luís III de Beaumont y sus partidarios, mientras que los jefes de la fortaleza de Biana deberán rendir homenaje al rey español. La tregua alcanzada duró algún tiempo, hasta que el condestable de Nabarra muestra sus largas y afiladas uñas de nuevo.

Fernando II de Aragón, Sicilia y Granada comienza de nuevo una campaña de amenazas y falsos rumores, lo que obliga a los reyes Catalina I y Juan III de Nabarra a acudir de nuevo a la ciudad de Sevilla en el año 1500, viéndose obligados a aceptar todas las exigencias españolas.

La prematura muerte en el año 1506 del aliado de Nabarra, Felipe el Hermoso, allana el camino a Fernando II de Aragón, Sicilia y Granada por el poder en el Reino de Castilla y León, manteniendo así la unidad española. El posicionamiento adoptado por los nabarros, matizado en el total apoyo al príncipe flamenco, nunca es perdonado por el español, Fernando II de Aragón, Granada, Nápoles y Sicilia.

Tras la muerte de capitán general de Nabarra, Cesar Borgia, a manos de los esbirros de Luís III de Beaumont, que nuevamente se había sublevado contra los reyes de Nabarra, Juan III de Nabarra asola todas las tierras de Luís III de Beaumont, tomando militarmente la villa de Lerin. Después mandó arrasar sus casas, arrancar sus viñas y talar sus bosques, y a continuación hizo lo mismo con las demás plazas y castillos de los partidarios del conde de Lerin, obligando con ello al aliado del monarca español, no sin antes perder todos sus bienes y ser desposeído de todos los títulos nobiliarios en el año 1507 por el tribunal nabarro de Baiona, que abandone el Reino de Nabarra y se refugie en España, donde reina su cuñado Fernando II de Aragón, Granada, Nápoles y Sicilia, regente de Castilla y León. El monarca español a modo de represalia confisca los bienes que la Corona de Nabarra poseía en el Reino de Aragón.

Así desde estos actos bélicos, Fernando de España(11), Nápoles y Sicilia, tiene más que clara la idea de anexionar de cualquier forma el Reino de Nabarra al Reino España. Pero a su vez, el rey francés también se plantea anexionar el Estado de Nabarra, al menos, todas las tierras pertenecientes al Reino de Nabarra del norte del Pirineo. Luís IV de Beaumont, se pone rápidamente a las órdenes de Fernando de España, Nápoles y Sicilia una vez acaecida la muerte de su padre en Aranda de Jarque, siendo premiado por el rey español, de manera totalmente ilegítima según la jurisprudencia nabarra, con los títulos de conde de Lerín y condestable de Navarra.

El rey español, a pesar de la derrota sufrida en Ravenne en el año 1512, logró mantener intacta su alianza con el estado Pontificio del retorcido y terrorífico Julio II. En la guerra entre los Reinos de Francia y de España solo el Reino de Nabarra era neutral, además de ser el único Estado que quería la paz. El rey de Francia cede al rey español el Rosellón y Cerdeña en poder del Reino de Francia desde los dramáticos tiempos del príncipe de Biana y Girona, Carlos de Trastámara y Evreux.

El rey francés comete el error y la torpeza de patrocinar un concilio organizado por algunos cardenales descontentos en la ciudad de Pisa primeramente, después en Milan y Asti, para acabar finalmente en Lyon. El objetivo era simple, destituir al papa Julio II. El emperador Maximiliano se une a esa idea, pero el rey español no, arrastrando con él a suizos y venecianos, así como a su yerno Enrique VIII de Inglaterra tras la promesa que le hace el español de ayudarlo en la recuperación de la Guyena. Así nace, ante esa tentativa cismática, la Liga Santísima, cuya proclamada misión es hacer la guerra a los franceses para salvar a la iglesia y devolver la Guyena a los ingleses. Los nabarros son conscientes del peligro que corren al estar el Reino de Nabarra entre los Estados de Francia y de España. Así las Cortes se reúnen y se comprometen a hacer todo lo que está a su alcance para conservar la independencia nacional.

Mientras los reyes de Nabarra no pensaban más que en alianzas y arreglos, los beaumonteses que permanecían en el interior del Reino solo piensan en rendir vasallaje al rey de España. Además, Fernando de España se mueve en silencio, preparando la paz-la suya-, preparando solamente la guerra. El ejército español cuenta con 1000 caballeros bardados, 1500 ligeros, 6000 infantes, más veinte piezas de artillería para forzar a las plazas nabarras que se resistan.

En mayo del año 1512, ante la amenaza militar proveniente del rey de España, Fernando, la neutral Nabarra mediante su Consejo Real requiere el pase o exequáter de las Bulas Pontificias por el Consejo, al estar el Reino de Nabarra totalmente asentado en el espacio de las naciones europeas; pero esta petición nunca fue atendida por el emperador de Roma, Julio II, aliado acérrimo del hipócrita Fernando de España.

Ante las promesas españolas de restitución de la Guyena, Enrique VIII de Inglaterra envía al marqués de Dorset al puerto de San Sebastián al mando de 8000 arqueros elegidos entre los mejores de todo el Reino inglés, los cuales estaban preparados para desembarcar en Baiona, donde se le debían unir las tropas españolas comandadas por el duque de Alba. Pero el día 10 de julio del año 1512, tropas españolas invaden y ocupan el pueblo de Goizueta dentro del Reino neutral de Nabarra.

Dispuestos a mantenerse neutrales, Catalina I y Juan III de Nabarra firmaron el 18 de julio de 1512 el Tratado de Blois con Luís XII, palpablemente similar a otros realizados con el rey de España. Fernando de España, Nápoles y Sicilia conocía el contenido del Tratado antes de su firma, dándolo a conocer de víspera pero de manera tergiversada, acusando a los reyes de Nabarra de cismáticos y excomulgados, merecedores de ser despojados de su Corona y del Reino de Nabarra.

Finalmente, el ejército invasor español estaba formado por 1000 hombres de armas, 1000 caballeros bardados, 1500 caballeros ligeros, 12.000 infantes y 20 piezas de artillería. Antonio de Acuña, obispo de Zamora, pronto se une al grueso de las tropas españolas. Eran 400 hombres armados más, entre los que se encontraba el temido tercio de Bugía, conocido por los numerosos estragos realizados entre la población del norte de África. Junto a ellos se encontraba también Luís IV de Beaumont.

Luís IV de Beaumont iba junto a su cuñado el Duque de Nájera capitaneando 700 coraceros reales españoles. El duque de Alba dividió al ejército invasor en tres poderosas columnas, dos de ellas capitaneadas por los coroneles Villalba y Renfijo, mientras que la tercera era comandada por Luís IV de Beaumont. Así el grueso del ejército español que comandaba Fabrique Álvarez de Toledo, duque de Alba, irrumpe en territorio nabarro el día 19 de julio por la Burunba y Lekunberri.

El 20 de julio de 1512 aparece el monitorio Etsi hii y la bula Pastor ille celestis, donde en ninguna de las dos el emperador de Roma nombra a los monarcas nabarros Catalina I y Juan III, en cambio sí se refiere a cierto veneno de herejía que afectaba a los cántabros y nabarros, lo que no justificaba ni de lejos, la invasión y ocupación del Reino de Nabarra por parte española. Ambos documentos llegaron al Reino de Nabarra un mes después, momento que aprovechó Fernando de España, Nápoles y Sicilia, para auto titularse de forma ilegítima como rey de Nabarra.

En Uharte-Arakil el día 21 de junio la vanguardia del ejército español es atacada por un pequeño grupo de valientes y patriotas nabarros formado por leales roncaleses, teniéndose que retirar rápidamente los nabarros al paso de Oskia ante la abrumadora superioridad bélica del invasor español. El ejército español no se dirige a la Guyena, sino al corazón del Reino de Nabarra.

El día 23 de julio las tropas españolas acampan a 2 leguas de la capital del Reino nabarro, concretamente en Arazuri. Juan III de Nabarra asegura la salida de su esposa y de sus hijos hacia el Biarno, alertando a continuación a la leal villa de Tutera, la cual envía a 500 hombres hasta Tafalla. El rey de Nabarra se retira hasta Lunbier y a continuación pasa hasta el Biarno, para intentar contener la invasión española organizando la resistencia. Mientras tanto los habitantes de Iruñea, sin artillería ni provisiones para soportar un prolongado asedio, se rinden. El día de Santiago Apóstol entra el duque de Alba en la ciudad y tras adorar las Santas Reliquias en la catedral, invita a las villas, pueblos y ciudades a la rendición, so pena de ser atacados a sangre y fuego.

Las tropas españolas del hijo bastardo del rey español Fernando, el arzobispo de Zaragoza, se encaminan hacia Tutera. El ejército español fue visto en Cascante el día 31 de junio bloqueando con ello la ciudad ribera. Ese mismo día Fernando de España publica un falso manifiesto intentando demostrar que la ocupación del Reino de Nabarra es conforme a los términos acordados en la Liga Santísima, intentando dar un carácter de empresa Santa a la invasión y ocupación del Reino de Nabarra, buscando así una justificación ante el pueblo nabarro y sus aliados, los ingleses, que observaban atónitos desde Pasajes la invasión española del Reino de Nabarra.

Tutela se rinde no sin antes informar y pedir ayuda a los legítimos soberanos de Nabarra el día 9 de septiembre, seis días más tarde que la valiente tierra del Ronkal. Así el 15 septiembre de 1512, y con lágrimas de sangre en los ojos, los mensajeros de bella ciudad de Tutela rinden vasallaje al rey español en Logroño. El rey de Nabarra realiza una enérgica proclama en Donapaleu el 30 de Septiembre denunciando al rey español, usurpador y tirano, por ocupar por la fuerza de las armas el Reino de Nabarra. Los soberanos nabarros comienzan a recaudar dinero, víveres y soldados en el Biarno, tratando así de activar la resistencia. Fernando el Falsario envía como espía al Biarno al obispo de Zamora. Los bearneses pronto descubren las oscuras intenciones del obispo español y lo encierran en prisión, para soltarlo únicamente a cambio de un rescate. Colérico el duque de Alba apunto está de presentarse en el Biarno, pero tenía otros problemas que perturbaban seriamente la mente del español; los nabarros de Ultrapuertos no se doblegaban. Mientras el duque de Alba convoca a los representantes de Iruñea en el convento de San Francisco, buscando legitimar la invasión y ocupación con un largo discurso, pero algunos lugares del Reino de Nabarra continuaban sin ser ocupados, entre ellos el emblemático castillo de Monjardín, defendido por patriotas nabarros leales comandados por los Belaz de Medrano. Una vez asegurada la ocupación de Iruñea y la dominación de la mayoría las tierras nabarras del sur del Pirineo, las tropas españolas toman rumbo a la tierra de Ultrapuertos. El ejército español atraviesa los Pirineos por el paso de Orreaga para llegar a la fortaleza de Donibane Garazi. Los soberanos nabarros buscan aliarse con Luís XII de Francia. La alianza va tomando cuerpo mientras los españoles realizan numerosos estragos entre la población de la Nabarra ocupada. Muchos nabarros esperan la reacción del rey Juan III de Nabarra. Los nabarros sufren la ocupación, pero ni se sienten, ni están conquistados. Las tropas inglesas permanecían en Pasajes. Ante las continuas y reiteradas invitaciones realizadas por emisarios españoles buscando su implicación en la guerra contra la neutral Nabarra, el marqués de Roset se niega a combatir contra los nabarros, pero de momento, los ingleses permanecen amenazantes en el puerto guipuzcoano.

Las tropas españolas comandadas por el duque de Alba llegan a la fortaleza de Donibane Garazi tras atravesar el paso pirenaico de Orreaga. En la fortaleza ocupada les espera el coronel español Villalba y sus tropas, las cuales ya habían realizados estragos entre los naturales del país mediante acciones de depredación y de exterminio, buscando con ellas el sometimiento de los nabarros.

El 18 de octubre del año 1512, la alianza de los soberanos nabarros, Catalina I y Juan III con el rey de Francia está sellada. El capitán general de Francia, La Palisse, se instala con sus tropas en Salvatierra de Biarno, uniendo el ejército francés al ejército nabarro de liberación. Al capitán general francés le acompañaban el duque de Longueville y el delfín de Francia, Francisco de Angulema.

El 26 de octubre del año 1512, Fernando el Falsario escribe una carta al emperador de Roma pidiendo un documento(12) más explícito contra los monarcas nabarros, buscando la justificación a su vil atropello. Las tropas españolas del duque de Alba realizan innumerables actos de pillaje y bandidaje en los alrededores de Salvatierra de Biarno. El ilustre general francés ordena saltar los puentes, mientras 6000 infantes gascones y bearneses, es decir nabarros, esperan dentro de la plaza fuerte.

El duque de Alba desde Donibane Garazi, envía una nueva delegación a los ingleses a través de Hasparren, Ustaritz y Urtubie. La intención era convencerlos, una vez más, para que entraran en combate contra los nabarros y sus aliados franceses, pero los ingleses se niegan y abandonan los puertos de Pasajes y Hondarribia, obligando al duque español a reforzar la fortaleza de Donibane Garazi bajando la artillería española que se encontraba en Orreaga.

La estrategia del ejército de aliados nabarros y franceses está decidida. 12000 infantes del ejército de liberación, comandados por Francisco de Angulema, se encaminan hacia Donibane Garazi con las intenciones de enfrentarse al ejército invasor español. El duque de Alba ordena quemar el pueblo de Mongelos, retardando la marcha de las tropas del delfín de Francia. A su vez, las tropas nabarras comandadas por Juan III de Nabarra y el señor de La Palisse atraviesan los Pirineos accediendo al leal valle del Ronkal. Los espías españoles alertan al duque de Alba, el cual decide abandonar la fortaleza de Donibane Garazi dejando 800 infantes españolas, para tomar rumbo a la ciudad de Iruñea.

Los españoles vuelven por Orreaga. Al llegar a Burguete, el duque de Alba recibe informes de sus espías que le indican la cercanía del ejército de Juan III de Nabarra, formado por 12000 hombres. Las tropas españolas aceleran su marcha llegando rápidamente a la Larrasoaña. Las tropas de Juan III de Nabarra habían atravesado los valles del Ronkal, Salazar y Aezkoa, no sin antes combatir a todo invasor español que encontraron a su paso en busca de las tropas del duque de Alba. Mientras 4000 franceses, 4000 bearneses y gascones, es decir nabarros, junto a 1500 lansquenetes alemanes y albaneses comandados por el duque Luís de Longueville, Carlos de Borbón y el delfín de Francia y conde de Angulema, Francisco, al no lograr entretener al ejército español del duque de Alba en Donibane Garazi, ponen rumbo a Donostia.

Tropas del ejército de liberación comandas Odet de Foix, vizconde de Lautrec, se encontraban en Gipuzkoa en operaciones de distracción, buscando impedir que los guipuzcoanos acudieran en ayuda de las tropas del Falsario asentadas en Iruñea y comandadas por Luís IV de Beaumont. Las noticias del retorno a Iruñea del rey Juan III de Nabarra alimentan la esperanza de los nabarros. El mariscal Pedro de Nabarra extiende el fuego sagrado de Nabarra secundado rápidamente por todos los agramonteses, como por ejemplo Juan de Baquedano, que mantenía el estandarte rojo de Nabarra en el castillo de Lizarra, al igual que los Belaz de Medrano en el castillo de Monjardín.

En Iruñea, la población nabarra sufría una auténtica vigilancia policial que buscaba impedir cualquier alzamiento patriótico. Vigilancia impuesta por los beaumonteses, que impedían la comunicación con las tropas nabarras del exterior. Francisco de Beaumont, primo de Luís IV de Beaumont, ataca la villa de Lizarra. Juan de Baquedano tras defender heroicamente el castillo de la villa, llega a un acuerdo con los españoles para salvar la vida de sus hombres, dejando el castillo con las banderas coloradas desplegadas y partiendo en busca del ejército de Juan III de Nabarra con la clara intención de unirse a él.

Pedro de Beaumont, por orden de su hermano Luís IV de Beaumont, se apodera de la fortaleza histórica de Monjardín tras varias semanas de asedio. En San Martín de Unx, 90 valientes y patriotas ronkaleses derrotan a 600 españoles. Miranda, Tafalla, Murillo, Satacara, entre otras muchas localidades se levantan contra el invasor, dando con ello, impresionantes muestras de lealtad y patriotismo nabarro.

En Donostia las tropas del Delfín de Francia y del vizconde de Lautrec se encuentran con toda la nobleza castellana de Guipúzcoa y de Vizcaya, siervos leales del rey Fernando el Falsario, bien atrincherados dentro de las murallas de la ciudad costera. La nobleza española comandada por el viejo Ayala, con el permiso del Falsario, derrota en ocho ocasiones a los aliados de los nabarros. El duque de Alba consigue llegar a Iruñea, antes que el ejército nabarro. Las tropas nabarras del rey Juan III se habían entretenido al recuperar Auritze, un éxito militar ante tropas españolas asentadas allí y se encaminan a Iruñea, para comenzar el asedio de la ciudad, pero las tropas de refuerzo del ejército aliado que debían llegar desde Donostia no aparecen para el asedio de Iruñea. Al no contar con dichas tropas, el asedio a Iruñea se revelaba imposible, centrándose las tropas de Juan III de Nabarra en un solo punto de la ciudad, la puerta de San Nicolás, intentando con ello impedir el avituallamiento de los españoles que ocupaban la ciudad.

Las acciones del ejército nabarro fueron con todo fuertes y vigorosas, abriéndose pronto una brecha en la muralla. El asalto tuvo lugar el 27 de Noviembre del año 1512 con la nieve ya blanqueando las montañas que rodean la cuenca de Iruñea. Los españoles consiguieron rechazar las continuas intentonas nabarras. Antes ya habían quemado los campos y almacenes de la cuenca, y por ello los víveres empezaron a escasear a las tropas nabarras. Los nabarros por orden del rey Juan III y ante la presencia de tropas españolas en Erreniega levantan el asedio, justo en el preciso instante que llegan las tropas aliadas del delfín de Francia. El duque de Nájera, Pedro Manríquez, al mando de 15000 hombres, amenazada desde el Perdón a las tropas nabarro-francesas, entre las que comienza a cundir el desasosiego.

En un arranque de desesperación, no carente de valentía, y viendo que el asalto a Iruñea se relevaba ya imposible, La Palisse envía un mensajero al duque de Nájera proponiéndole una batalla campal, a lo que el español se niega. Así con nieve helada cubriendo no solo las cimas, sino la mayoría de los puertos pirenaicos, el ejército nabarro-francés se ve obligado a regresar al Biarno por la ruta más abordable en esos instantes, por el puerto de Belate y el hermoso valle del Baztan. Las tropas nabarras y francesas iban al frente de la marcha, mientras que en retaguardia se encontraban los laskanetes alemanes y albaneses protegiendo la artillería. En eso que unos españoles comandados por el señor de Góngora y el de Lizarza, caen sobre la retaguardia del ejército aliado.

Los españoles atrapan a los alemanes y albaneses en el interior de los taludes de Belate y Elizondo. Era un 13 de diciembre del año 1512 y al grito de ¡España! ¡España!, atacan a la retaguardia del ejército aliado. Estos españoles, oriundos de Guipúzcoa, logran hacer huir a los alemanes y albaneses capturando 12 piezas variadas de artillería, que trasladan rápidamente a Iruñea, donde les espera el General del ejército español, el duque de Alba. Las tropas nabarras y aliadas consiguen al fin alcanzar el Biarno. Con ello el primer contraataque nabarro, realizado el mismo año de la invasión y ocupación española no logra su objetivo, el cual era liberar a los nabarros de las afiladas garras españolas.

El 18 de febrero del año 1513, Fernando el Falsario consigue(14) finalmente la bula Exigit contumacium, teniendo para entonces ya ocupada militarmente todo el Reino de Nabarra a excepción del Biarno y diferentes condados nabarros en la Gascuña. Los españoles dejan correr el rumor(13) de que el rey Juan III de Nabarra era excomulgado por apoyar al hereje rey de Francia, Luis XII. Aprovechando el tirón, Fernando el Falsario para controlar el Reino nabarro, manda reunir de forma ilegítima a las Cortes de Navarra el 23 de marzo del año 1513, acudiendo solo beamonteses, para que le dieran su apoyo, algo que consigue tras prometer respetar todos los derechos del Reino(15).

Fernando el Falsario, con el fin de consolidar la Corona de Navarra para sí, una vez jurado los Fueros de Navarra, removió su diplomacia cerca del Papa, de su yerno Enrique VIII de Ingaterra, del emperador Maximiliano su consuegro, e incluso hasta ante el propio Luís XII de Francia. A Julio II le pidió bulas de excomunión. A los soberanos inglés y alemán que prosiguieran su lucha contra el francés acometiéndole por las fronteras de Flandes, como en efecto lo hicieron(16). Para obtener este resultado, en el mes de octubre del año 1513, fue otorgado en Lille un Tratado que obligaba a Enrique, a Maximiliano y a Fernando a una invasión combinada de Francia antes del mes de junio del siguiente año, cuyo texto aparece en documentos y cartas del Estado español, pacto que el alemán y el inglés ejecutaron, pero que Fernando dejó incumplido, ya que para entonces, tras el fallecimiento de emperador de Roma, Julio II el 25 de febrero del año 1513, propuso una tregua a Luis XII, aceptada por un año y prorrogada después por varios otros(17).

Enrique VIII de Inglaterra no reconocía el derecho de Fernando el Falsario a la Corona de Nabarra, a pesar de la interesada insistencia de su yerno, pero el rey español logró aplacar las iras del inglés por el engaño sufrido, y dejaron sin efecto intentos de venganza que reiteradamente exteriorizó el soberano inglés(18). El rey español, ese mismo año, presenta ante el pueblo nabarro una tercera bula, etsi obstinati. Esta es ya una clara condenación de los reyes nabarros, Catalina I y Juan III(19), buscando de nuevo justificar su violenta acción contra la soberanía del Reino de Nabarra.

En el año 1514 el Reino ocupado de Navarra, ve cómo se cambia el virrey extranjero que presidía en contrafuero las Cortes ilegítimas de Iruñea. Al virrey Alcide de los Donceles le reemplazaba en el puesto, después el vizconde de Isla, ambos castellanos.

Fernando el Falsario, en las cortes castellanas de Burgos, el 7 de julio del año 1515, sin ningún nabarro presente en las mismas, ni si quiera de su fiel facción beaumontesa, incorpora de manera unilateral e ilegítima el Reino de Nabarra a la corona de Castilla-España, mientras Juan III y Catalina I de Nabarra buscan la alianza con Francisco I, nuevo rey de Francia; incluso envían una embajada ante el rey español, buscando la restitución del Estado nabarro, pero éste se niega a recibirles.

El archiduque Carlos de Gante, heredero del cetro español y alemán, que a comienzos de aquel año 1515 asumió el gobierno de Holanda, se exigió no prestar ayuda alguna a su abuelo Fernando el Falsario, mientras éste no devolviera el Reino de Nabarra a Juan III(20).

Los intentos diplomáticos realizados por parte de los legítimos reyes nabarros no cesan. Una delegación nabarra, encabezada por el mismísimo mariscal Pedro de Nabarra, se presenta ante el nuevo señor de Roma, León X, buscando un veredicto papal con el cual se llegue a restituir las tierras ocupadas por los españoles a sus legítimos dueños, los reyes de Nabarra. Pero una vez más, el estado Vaticano da largas a los nabarros y defiende a los españoles.

Dentro del Reino ocupado, los beaumonteses dan muestras de su descontento y malestar con las acciones de la inquisición impuesta por el invasor, los actos de pillaje y robo de los soldados españoles, junto al contrafuero continuado llevado a cabo por el Falsario. Se acentúa el malestar general tras la ilegítima anexión unilateral del Reino de Nabarra a la Corona de Castilla-España. Pero Fernando de España logra apaciguar o controlar momentáneamente la revuelta, al confinar al cabecilla de dicha facción, Luís IV de Beaumont, en su casa del pueblo de Lerin y aumentar la ya numerosa presencia militar española.

El 25 de enero del año 1516 Fernando de España muere. Juan III de Nabarra tiene preparados a 5000 infantes a lo largo de la frontera impuesta por los españoles y el mariscal Pedro de Nabarra está posicionado frente a las costas de Gipuzkoa con 2000 hombres más. En las tierras ocupadas, nobles y villas se muestran de nuevo hostiles, esta vez ante el cardenal Cisneros y lo fueron todavía más con el nuevo virrey español, Fabrique de Acuña.

NOTAS

(1) Testamento de Blanca de Nabarra: «Aunque el príncipe pueda intitularse y nombrarse tras mi muerte, a título de heredero y por derecho reconocido, rey de Navarra y duque de Némours, no obstante le ruego afectuosamente que, por el honor debido al rey su padre, no tome esos títulos sin su consentimiento y bendición». Ante este testamento, las Cortes de Nabarra se mostraron pasivas. El propio príncipe de Biana, Carlos, hizo todo lo que estuvo en sus manos para evitar la revuelta y el enfrentamiento banderizo entre los Agramont y los Beaumont, llegando a aceptar considerarse como lugarteniente del Reino, legitimando así a su padre el infante de Aragón, Juan de Trastámara como rey de Nabarra, algo que no estaba considerado en el contrato matrimonial realizado bajo la supervisión del rey de Nabarra, Carlos III el Noble, creador del principado de Biana. Tras el segundo matrimonio de Juan de Tratámara con la castellana Juana Enríquez y Fernández, este incumplió el contrato realizado para su primer matrimonio con Blanca de Nabarra, usurpando sin ningún tipo de escrúpulo el trono de Nabarra a su hijo Carlos de Biana y apartándolo incluso de la lugartenencia del Reino tras ceder ante la política hábil de su ambiciosa segunda esposa, la castellana Juana Enríquez y Fernández, siendo este realmente el detonante para que dieran comienzo los violentos enfrentamientos entre los beaumonteses, partidarios del príncipe y legítimo heredero, Carlos de Biana, y los agramonteses, que habían cerrado filas en torno a la figura de Juan II de Nabarra, también conocido como el Usurpador.
(2) La historiografía española afirma que Fernando nació ya en el pueblo de Sos, concretamente en la casona de los Rada.
(3) Juan de Beaumont, Gran prior y caballero de la Orden religioso-militar de San Juan de Jerusalén, señor de la villas de Santa Cara, Murillo, Cascante, propuesto para obispo de Pamplona sin llegar a ser elegido. Juan de Beaumont fue tutor y mano derecha del príncipe de Biana, quien lo nombra Canciller de Nabarra y lugarteniente en la guerra intestina existente entre Carlos de Trastámara y Evreux y su padre Juan II el Usurpador. Fue gobernador de Iruñea y de la parte del Reino que permaneció fiel a su amigo Carlos, legítimo heredero del Reino de Nabarra. En el año 1457, Juan de Beaumont junta Cortes en Iruñea, exclusivamente formadas por beaumonteses y proclaman rey de Nabarra a Carlos de Biana. A la muerte del príncipe de Biana y Girona, en el año 1461, sus bienes fueron confiscados y entregados a Alfonso el Bastardo, infante de Aragón. Tres años después se reconcilió con el rey de Nabarra, Juan II. Hombre venerable, cuerdo, de incontestable nobleza y fuera de lo común en su familia. Fue uno de los pocos hombres que no perdió el dominio de sí mismo durante la terrorífica guerra banderiza del Reino de Nabarra.
(4) Mosén Pierres de Peralta el joven, ricohombre de Nabarra, condestable de Lerin, gran condestable de Nabarra, mayordomo real de Juan II, capitán general del Reino de Nabarra, conde de Santisteban de Lerin, título otorgado por Carlos príncipe de Biana, barón de Marcilla, señor de Peralta, Funes, Cárcar, Andosilla, Marcilla, Falces, Indiano, Azagra y Caparroso. Navarro Villoslada o Moret y Alesón, le definieron como un personaje frío, envidioso, desalmado, capaz de cualquier cosa para conseguir más poder. El marcillés José Ramón Ezquerro Ariz en su obra MOSÉN PIERRES DE PERALTA EN SU TIEMPO, define a Mosén Pierres desde una nueva perspectiva, aproximándose al hombre ilustrado, formado en la Corte nabarra, valido del rey, fiel vasallo y un amante de la tierra en la que vivió. Líder del bando agramontés y enemigo acérrimo de su alter ego Luís III de Beaumont, condestable de Nabarra y II conde de Lerin, llegando a decirle al mismísimo príncipe de Biana lo siguiente: «Señor: Sepa V. A. que os conocemos por nuestro Rey y Señor, como es razón, pero si ha de ser para que el Condestable y su hermano nos persigan. ..... etc., etc.».
(5) Los catalanes fueron considerados traidores a la corona de Aragón por el rey Juan II de Nabarra, Aragón y Sicilia, al posicionarse por el legítimo heredero Carlos de Biana y Girona.
(6) Luís III de Beaumont, II conde de Lerin, condestable de Nabarra, capitán general del príncipe de Biana. Hombre de voracidad insaciable, incluso llegó a sospechar que la corona de Nabarra le correspondía. Déspota, malévolo, criminal, vengativo y sanguinario. Hombre de pequeña estatura, aspecto atroz y dotado de una fuerza poco común para su tamaño, teniendo todas las cualidades necesarias para ser un soldado: arrojo, audacia e indomable empeño. Duro, no conocía la piedad, torturaba a sus prisioneros, inmoral, sin escrúpulos, llegando a violar incluso la fe jurada, traidor a su país y para muchos historiadores fue el verdadero genio malvado del Reino de Nabarra.
(7) La muerte de Carlos de Biana y Girona le llegó cuando contaba 40 años. La historiografía europea no se pone de acuerdo como fue su muerte. El navarro Moret se hizo eco del rumor de una muerte por envenenamiento por su madrasta Juana Enríquez, algo en lo que creyó firmemente su hermana, la infanta Blanca de Nabarra. El historiador francés Favyn, en su obra HISTOIRE DE NAVARRE nos dice lo siguiente: «(…) después de que su suegra (realmente madrastra)se hubo ganado a su médico, hizo que le diera un brebaje a este príncipe, a base de veneno de acción lenta, cuyo efecto le causara con seguridad la muerte, en plazo prefijado(…) Era lo que siempre había temido, pues mientras se encontró prisionero por primera vez en Tafalla y en Monroy, nunca probó ninguna comida que su hermano bastardo don Alfonso no hubiese comido delante de él. En su segunda prisión no pudo evitar las asechanzas de esta mujer, conjurada para buscar su ruina (…)». En la actualidad hay mayor divergencia en cómo se produjo la muerte de Carlos de Biana, ya que a la tesis del envenenamiento le faltan pruebas y la muerte del heredero legítimo de Nabarra es achacada a una pleuresía o tisis, NAVARRA O CUANDO LOS VASCOS TENÍA REYES, Pierre Narbaitz.
(8) Precisamente por ello, en agradecimiento por las acciones diplomáticas realizadas por Mosén Pierres de Peralta, dice la tradición que el rey Fernando permitió al gran condestable de Nabarra, la posibilidad de elegir una espada de su armería personal y según cuentan, el nabarro eligió la famosa espada del Cid Campeador, conocida como Tizona.
(9) La sombra de un envenenamiento del joven rey, recayeron sobre el conde de Lerin, Luís III de Beaumont. Este habría envenenado al rey de los nabarros a instancias de Fernando II de Aragón y Sicilia.
(10) Lo ocurrido en este periodo es definido por el francés Favyn con la siguiente metáfora: «Los lobos aconsejaron a las ovejas que para vivir juntos en amistad habitual, éstas les tenían que entregar sus perros, y una vez estos estrangulados, dieron buena cuenta de las ovejas. »
(11) Fernando II de Aragón y Silicia, tras la conquista del reino de Granada comienza a titularse rey de España.
(12) Uno de los párrafos de la carta de Fernando de España dirigida al Papa Julio II dice lo siguiente: «(…) Su Santidad… no falte en ayudarme acá con las armas espirituales…, que si Su Santidad agora no me otorgase lo que justamente me puede y debe otorgar, no habría quien d’aquí adelante quisiere ponerse en peligro por ayudar a la iglesia, y parecería que yo quedaba burlado de Su Santidad, lo que no podría creer (…)».
(13) Extracto del rumor recogido en el trabajo de Aitzol Altuna, FERNANDO EL FALSARIO, en su segunda parte que trata sobre, LA CONQUISTA DEL 1512: «(...) Los referidos Juan y Catalina, (...), como nuevos ministros de Satán, tuvieron la osadía de unirse a dicho rey Luis para ayudar a los cismáticos, y de tomar las armas contra los ejércitos de los citados reyes Fernando y Enrique (rey de Inglaterra), aliados de la Santa Iglesia (…)». www.osoa.net Fue precisamente la bula Exigit contumatiam, no anulada aún día por el estado católico del Vaticano, la que asentó realmente la ocupación militar española en el Estado de Nabarra. En ella se dispensaba a los navarros bajo pena de excomunión, de continuar obedeciendo a sus legítimos monarcas, Catalina I y Juan III, a quienes habían jurado "por fuero sacrosanto ancestral" lealtad, nunca jamás hasta entonces violado de manera unilateralmente. Con ella, el rey de España condenaba personalmente a Catalina y Juan, más a todos los navarros que masivamente les defendían, por lo que España no dudó en imponer en el Reino de Nabarra, su horrenda ley de excepción, la cual arruinó a los navarros y devastó nuestro territorio, al menos los situados al sur del Pirineo.
(14) Bula Exigit contumatiam. El historiador nabarro Jon Oria Oses, en su trabajo VISIÓN ANGLOSAJONA DEL PUEBLO VASCO (1351-1991) , data esta bula el 18 de febrero del año 1512, tildándola de atrófica, pues menciona a la primera lo mismo que el Tratado de Blois que es posterior, además de no encontrarse en los archivos del Vaticano, ni en ninguna colección de bulas papales.
(15) Los procuradores de esas Cortes ilegítimas juraron obediencia al rey español, comenzando de la siguiente manera: «Católico rey don Fernando, rey de Navarra nuestro señor de aquí en adelante...».
(16) El padre Moret, en LOS ANNALES DEL REYNO DE NAVARRA, nos dice lo siguiente: «(…) siendo el fin de Don Fernando alejar de Navarra las asistencias que el de Francia pudiera dar al despojado rey y conservar mejor su conquista».
(17) Moret añade a esto lo siguiente: «(…) quedó atado de pies y manos el rey Don Juan de Labrit».
(18) El historiador inglés Pollard, afirma lo siguiente: «Enrique VIII exigió a Luis que reconquistara Navarra», según consta en su correspondencia oficial, cuyos índices cita concretamente el historiador inglés.
(19) El historiador Jon Oria Oses discrepa con esta afirmación. Este historiador nabarro nos dice que esta bula es demasiado general y que solo insta a los príncipes cristianos a no aliarse con los cismáticos, es decir, con los franceses. VISIÓN ANGLOSAJONA DEL PUEBLO VASCO (1351-1991). Es muy probable que el emperador de Roma, Julio II, sólo proclamó la bula contra Luís XII de Francia, Universis Santae Matris Ecclesiae y las otras tres serían prefabricadas desde la cancillería de Aragón o incluso falsificadas por el rey de España, Fernando, ante la pasividad del emperador cristiano.
(20) Manuel Irujo, INGLATERRA Y LOS VASCOS. «(…) se obligó a no prestar ayuda alguna a su abuelo Fernando, mientras éste no devolviera Navarra a Juan de Labrit».

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