Fernando
el
Falsario
y el Reino de Nabarra
Iñigo
Saldise Alda
Según
el filósofo, político, escritor, diplomático y funcionario
florentino, Niccolò di Bernardo dei Machiavelli, conocido por
nosotros como Nicolás Maquiavelo, el rey Fernando II de Aragón fue
un hombre que consiguió grandes conquistas amparado bajo el manto
protector de la religión católica; pero realmente, Fernando II de
Aragón desconocía los principios de la piedad, la fe, la humanidad
y la integridad, elementos básicos y esenciales en los que se
fundamenta el cristianismo.
La
boda de Juan II de Nabarra con la hija del almirante del Reino de
Castilla y León, Juana Enríquez y Fernández de Córdoba, fue
realmente la llama que prendió la guerra banderiza dentro del Reino
de Nabarra, pues tras su matrimonio apartó de la lugartenencia del
Reino que ostentaba en el Estado nabarro, al príncipe de Biana,
Carlos de Trastámara y Evreux, legítimo heredero de la Corona de
Nabarra tras la muerte de su madre, la reina Blanca de Nabarra(1).
En
ese contexto bélico existente en el Reino de Nabarra, el 10 de mayo
del año 1456, en una cuneta del camino entre Zangoza y Sos(2), paría
la castellana Juana Enríquez y Fernández d Córdoba a un hijo
barón, al cual puso de nombre Fernando. Las intenciones de Juana
Enríquez y Fernández de Córdoba eran claras. Ante la imposibilidad
legítima de que Fernando pudiera reinar en el Estado de Nabarra, su
hijo debía nacer en el Reino de Aragón, por ser esta la única vía,
aunque supuestamente remota, con la cual su hijo podía acceder al
trono de algún Estado, al no contar con descendencia el magnánimo
Alfonso V de Aragón. Pero antes que su hijo Fernando y después que
su marido Juan II el
Usurpador,
en el orden sucesorio del reino de Aragón, Nápoles y Sicilia,
estaba su hijastro y gran enemigo, el príncipe nabarro Carlos de
Biana.
En
el año 1458, el rey de Aragón Alfonso V el Magnánimo muere y Juan
II de Nabarra, el
Usurpador,
es coronado como rey de Aragón, mientras que a Carlos de Biana se le
ofrecen las coronas de Nápoles y Sicilia, pero éste las rechaza.
Carlos de Biana se presta a asegurar, en varias embajadas, su
obediencia y su voluntad de comprometerse como heredero universal de
su padre, siendo esto precisamente, lo que no quiere el
Usurpador.
Juan II de Nabarra, Aragón y Sicilia, rechazaba considerar al
príncipe de Biana como heredero en Aragón, y para ello contaba con
más armas para el mismo pleito que ya existía en el Reino de
Nabarra. El sucesor de Aragón ya había sido designado in
pectore,
en las mentes de Juan II y de su segunda esposa, la castellana Juana
Enríquez y Fernández de Córdoba, y se llamaba Fernando.
En
el año 1459, el lugarteniente del príncipe de Biana y de Girona,
Juan de Beaumont(3), comienza las conversaciones para casar a Carlos
de Trastámara y Evreux, legítimo heredero a las coronas de Nabarra,
Aragón y Sicilia, con la hermanastra del rey de Castilla y León, de
nombre Isabel. Juan II el
Usurpador
es contrario al matrimonio que prepara el prior de la Orden de
Jerusalén para su primogénito, ya que la joven infanta castellana
la tenía reservada para su otro hijo, Fernando. Para ello encomienda
a Mosén Pierres de Peralta el joven(4), la tarea de comenzar con
urgencia las negociaciones necesarias para alcanzar un acuerdo
matrimonial entre el infante de Aragón, Fernando y la infanta de
Castilla y León, Isabel.
Carlos
de Biana, en el año 1460 y tras recibir el apoyo catalán en la
ciudad condal, se entrevistó con su padre, Juan II de Nabarra,
Aragón y Sicilia, y su madrastra, Juana Enríquez y Fernández de
Córdoba, en Igualada, para comunicarles su firme intención de
contraer matrimonio con Isabel de Castilla y León, pero Juan II el
Usurpador rechazó
firmemente tal pretensión del príncipe de Biana. En una entrevista
posterior Juan II encarceló a su hijo Carlos, congelándose los
compromisos políticos existentes que pudieran resultar favorables al
príncipe de Biana. Las intenciones de Juan el
Usurpador
eran claras, ya que no pensaba devolverle la libertad al príncipe
Carlos mientras éste no renunciase a todos sus legítimos derechos
sobre Nabarra y Aragón, y con ello dejar el destino del infante
Fernando de Aragón despejado.
Juan
II de Nabarra, Aragón y Sicilia tiene que capitular a comienzos del
año 1461 ante el ataque de tropas catalanas(5) y por tropas
castellanas encabezadas por Luís III de Beaumont(6), a lo que había
que sumar la petición de liberación del príncipe Carlos realizada
por los habitantes de Zaragoza. Incluso el propio Papa envía la Bula
Recipiet fraternitas tua
a los obispos catalanes para que soliciten la libertad del príncipe
nabarro, que tras la Capitulación de Villafranca del Panadés fue
reconocido primogénito y heredero de todas las posesiones del rey,
protegido bajo inmunidad general y convirtiéndolo en la práctica en
lugarteniente general de Cataluña, Rosellón y Cerdeña.
Pero
el 23 de septiembre del año 1461, Carlos de Biana moría(7) en
tierras catalanas pertenecientes a la Corona de Aragón, despejando
el camino hacia el trono a su hermanastro Fernando de Aragón.
Mosén
Pierres de Peralta busca un aliado dentro del Reino de Castilla y
León que le facilite y apoye en las pretensiones de Juan II el
Usurpador.
Estas son las de casar a Fernando con Isabel. El apoyo finalmente lo
encuentra en Alfonso Carrillo de Acuña, arzobispo de Toledo. Para
ello, en el año 1467, casa a su hija Juana de Peralta y Brabante con
el conde de Agosta, Troilo Carrillo, hijo bastardo del arzobispo de
Toledo. Un año después, Isabel pasa a ser la heredera del Reino de
Castilla y León, por lo que la apuesta matrimonial de Mosén Pierres
de Peralta y Alfonso Carillo se incrementa.
Juan
II el
Usurpador
deposita en ellos toda su confianza para que este enlace se realice y
para ello, el gran condestable de Nabarra se presentó ante Isabel en
Ocaña, llevando con él instrucciones dadas por el rey de Nabarra,
Aragón y Sicilia a dos familias importantes en la nobleza
castellana. Una dirigida a los Pacheco y otra a los Mendoza. Mosén
Pierres de Peralta llevó también las capitulaciones, concretamente
en pergaminos en blanco, solo con la firma del infante aragonés
Fernando, para que ellos las rellenasen con las donaciones que
desearan.
Finalmente,
la confirmación con el sí al infante aragonés Fernando se la da la
infanta castellano-leonesa Isabel a Mosén Pierres de Peralta en el
año 1469. Fernando, ya rey de Sicilia y heredero de Aragón, marchó
con Mosén Pierres de Peralta disfrazado de arriero en una mula para
que no le reconocieran al encuentro con su prometida, la princesa de
Asturias, Isabel de Castilla y León. Juan II de Nabarra y Aragón
decidió correr el riesgo de que su hijo se aventurase a entrar en el
Reino de Castilla y León disfrazado, pero contando como
guardaespaldas una de las mejores espadas(8) de la época, la del
gran condestable de Nabarra.
Fernando
de Sicilia, ya casado con Isabel de Castilla y León en el año 1472,
comienza a dar muestras de sus pretensiones sobre el Reino de
Nabarra. A pesar de su ilegitimidad, tiene un poderoso aliado en el
ambicioso conde de Lerin, Luís III de Beaumont.
Juan
II de Nabarra y Aragón muere en el año 1479. El rey consorte de
Castilla y León, Fernando, accede al trono de Aragón volviéndose a
unir bajo su persona los Reinos de Aragón y Sicilia. Mientras, la
Corona del Reino de Nabarra recae, tras la pertinente y debida
aprobación de las Cortes soberanas, en su hija Leonor, viuda del
vizconde de Biarno, Gastón IV de Foix. Tras la prematura muerte de
Leonor de Nabarra, le sucede en el trono del Reino su nieto
Francisco, al cual los gascones le apodan Febo,
debido a su inaudita belleza. Sin todavía cumplir 12 años, este
niño nacido en Orthez o Pau, es el heredero legítimo del Estado de
Nabarra a espera de la coronación. La regencia recae entonces sobre
su madre Magdalena de Valois, hermana de Luís XI de Francia,
contando como consejero con el cardenal Pedro de Foix.
Con
el debilitamiento del poder real, en el Estado de Nabarra retorna la
violencia banderiza entre agramonteses y beaumonteses. Ardiles,
masacres y engaños de todo tipo se suceden, favorecidos por la
laguna de poder que prima la astucia y la facultad de maniobrar, sin
mirar por ningún bando la legitimidad de los medios. Fernando II de
Aragón y Sicilia muestra sus malas artes al introducir tropas
castellanas en apoyo del cabecilla del bando beaumontés, el conde de
Lerin.
La
regenta de Nabarra, Magdalena de Valois, se presenta en Zaragoza.
Allí es recibida junto a su acompañante el cardenal Pedro de Foix,
de una manera fastuosa. Fernando II de Aragón y Sicilia comprende
rápidamente que la princesa no es un juguete en sus manos, ni en las
del rey de Francia. Cuando se aborda la espinosa y capital cuestión
de Luís III de Beaumont, Fernando II de Aragón y Sicilia, principal
y único benefactor del bando beaumontés, admite que la única
salida es llegar a un acuerdo, que finalmente no se alcanza debido a
las desmedidas pretensiones del aragonés, rey consorte de Castilla y
León.
Fernando
II de Aragón y Sicilia se mantiene expectante ante los
acontecimientos que se van desencadenando en el Reino de Nabarra,
pero siempre dispuesto a apoyar la causa de Luís III de Beaumont,
pues realmente es su causa. Tras la coronación como rey de Nabarra
de Francisco I Febo,
los meses siguientes transcurren en cierta calma, pero una triste
noticia recorre el Reino nabarro. El joven monarca, Francisco I de
Nabarra, muere mientras estaba tocando la flauta(9) en el año 1483,
haciéndose de nuevo cargo de la regencia la princesa Margarita de
Valois.
El
duque de Carbona, Juan de Foix, se auto titula rey de Nabarra
enviando una embajada a los reyes católicos sin que Fernando II de
Aragón y Sicilia le preste atención, ya que para entonces el rey
español tenía otros planes para el Reino de Nabarra después de
haber recibido el ofrecimiento de la Corona del Estado Pirenaico por
los tenientes de su cuñado, Luís III de Beaumont. Mientras las
Cortes de Iruñea reconocen a Catalina de Foix como la futura reina
de Nabarra, y junto a ellos los Estados Generales del vizcondado de
Biarno.
Los
reyes españoles, Isabel de Castilla y León y su marido Fernando II
de Aragón y Sicilia, comienzan a realizar gestiones para un contrato
matrimonial de la princesa nabarra, Catalina, con uno de sus hijos.
Concretamente con Juan de Castilla y León. Mientras una embajada
española comandada por Rodrigo de Maldonado de Talavera llega a Pau,
en la frontera entre España y Nabarra las diferentes tropas
españolas realizan exhibiciones de fuerza como medida de presión
para que se acepte su candidatura, incluso Mosén Pierres de Peralta
presta vasallaje al rey español por su castillo ante la amenazante
presencia del aragonés en Tarazona, pero finalmente Catalina de Foix
es prometida al noble gascón Juan de Albret.
Magdalena
de Valois acude a Valencia en el año 1487 donde le esperan los reyes
españoles. En dicha ciudad levantina, el Reino de Nabarra alcanza un
Tratado con el incipiente Reino de España tras la propuesta de Alain
de Albret. Así Fernando II de Aragón y Sicilia reconoce la unidad
política de Nabarra y el Biarno al estilo de Castilla y León, a
cambio, los reyes españoles, Fernando e Isabel, se benefician de la
neutralidad del Reino de Nabarra-Biarno en sus disputas con el Reino
de Francia, y para los reyes nabarros significa la independencia de
sus posesiones respecto al Reino de Francia, integrándolas así de
nuevo en el Estado de Nabarra.
En
el año 1491 el obispo de Iruñea muere en Roma. El papa Inocencio
VIII nombra como sucesor al joven Cesar Borgia con apenas 16 años,
pero de una manera administrativa hasta los 27 años. En un principio
provoca las protestas de los nabarros, pero ante el extraño apoyo de
Fernando II de Aragón y Sicilia intentan que las zonas de Gipuzkoa y
de Aragón, antiguas tierras pertenecientes al Estado de Nabarra,
dependan del obispado de Iruñea.
El
embajador español Ontañón viaja hasta Pau en el año 1493,
exigiendo que para hacer efectiva la aceptación de aceptar la
coronación de Catalina de Foix y Juan de Albret por parte española,
los soberanos nabarros deben hacer las paces con Luís III de
Beaumont o lo que es lo mismo, hacer las paces con el rey español
Fernando II de Aragón, Sicilia y Granada.
Tras
la coronación de Catalina I de Nabarra y Juan III de Nabarra, los ya
reyes hacen saber a las Cortes la pertenencia al Reino de Nabarra del
vizcondado de Biarno, del condado de Foix y de los diferentes
señoríos pertenecientes a la casa de Albret que se encuentran en la
Gascuña.
Fernando
II de Aragón, Sicilia y Granada es bastante más maquiavélico que
Luís III de Beaumont. Así para controlar al demoníaco conde,
acepta que éste fuera confinado en Castilla-León, aunque
confortablemente instalado y dotándole del marquesado de Huéscar.
Juan de Foix, conde de Lautrec, se encarga de destruir los fuertes
del conde de Lerin en territorio vascón, entre ellos el de Irulegi.
Fernando II de Aragón y Sicilia toma revancha al exigir a los
soberanos nabarros la custodia de su hija Magdalena de Nabarra, de un
año de edad y por un plazo de 5 años. Incluso tropas españolas
ocupan las plazas de Biana y Zangoza, siendo supervisadas por el
conde de Lautrec para estupor de las Cortes del Reino. Además el
capitán general español, Juan de Ribera, ocupa algunas fortalezas
claves como Lerin, Larraga, Cárcar, Andosilla, Allo, Monjardín,
Santacara, etc, viéndose obligados los reyes de Nabarra a firmar
reiteradamente su vasallaje a los reyes españoles hasta finales del
año 1495, realizando el último concretamente en la localidad de
Alfaro(10).
En
el año 1498, con el apoyo de Luís XII de Francia, los soberanos
nabarros presentan algunas demandas a los reyes españoles que
incluso se remontaban a los tiempos de Juan II el
Usurpador,
hasta el punto que el propio rey Juan III de Nabarra se presenta en
Sevilla donde reside Fernando II de Aragón, Sicilia y Granada. La
recepción es fastuosa, lo que asombra al rey nabarro que no vio
ninguna malicia en todas esas gentilezas y promete un nuevo perdón
para Luís III de Beaumont y sus partidarios, mientras que los jefes
de la fortaleza de Biana deberán rendir homenaje al rey español. La
tregua alcanzada duró algún tiempo, hasta que el conde de Lerin
muestra sus largas y afiladas uñas de nuevo.
Fernando
II de Aragón, Sicilia y Granada comienza de nuevo una campaña de
amenazas y falsos rumores, lo que obliga a los reyes Catalina I y
Juan III de Nabarra a acudir de nuevo a la ciudad de Sevilla en el
año 1500, viéndose obligados a aceptar todas las exigencias
españolas.
Germana
contrajo matrimonio por poderes en primeras nupcias con Fernando de
Aragón, Sicilia y Granada el 15 de marzo del año 1506, en
Dueñas. Germana tenía dieciocho años y Fernando tenía cincuenta y
cuatro. Este matrimonio resultó del II Tratado de Paz de Blois del
12 de octubre del año 1505 entre Luis XII de Francia y Fernando de
Aragón. En los acuerdos de Bois, el rey de Francia cedió a su
sobrina Germana los derechos dinásticos del Reino de Nápoles y
le concedió el título de reina de Jerusalén,
derechos que retornarían a Francia en
caso de que el matrimonio no tuviese descendencia.
Cuando,
a la llegada de la reina Juana de Castilla, León y Granada y del rey
consorte Felipe el
Hermoso,
la mayor parte de la nobleza castellana da la espalda al regente
Fernando, éste abandona la regencia y se embarca con Germana en
Barcelona el 4 de septiembre del año 1506 rumbo a su Reino de
Nápoles, Pocos días después, el 25 de septiembre, muere Felipe el
Hermoso.
Pero Fernando y Germana permanecerán en Nápoles durante algún
tiempo hasta su vuelta a Castilla. El 28 de agosto del año 1507
Fernando tomará de nuevo las riendas como gobernador - soberano de
facto -  de Castilla.  
Germana
había cedido sus derechos sobre el Estado de Nabarra a Fernando ese
mismo año 1507. Esta cesión de los derecho sobre el Reino de
Nabarra a Fernando es apoyada por el rey de Francia, que no pone
reparos, a que su sobrina Germana los ceda. Con ello, Fernando de
Aragón, Granada, Sicilia y Nápoles introdujo el blasón de Nabarra
en su escudo.
La
prematura muerte en el año 1506 del aliado de Nabarra, Felipe
el Hermoso,
allana el camino a Fernando II de Aragón, Granada, Sicilia y Nápoles
por el poder en el Reino de Castilla y León, manteniendo así la
unidad española. El posicionamiento adoptado por los nabarros,
matizado en el total apoyo al príncipe flamenco, nunca es perdonado
por el español, Fernando II de Aragón, Granada, Sicilia y Nápoles.
Tras
la muerte de capitán general de Nabarra, Cesar Borgia, a manos de
los esbirros de Luís III de Beaumont, que nuevamente se había
sublevado contra los reyes de Nabarra, Juan III de Nabarra asola
todas las tierras de Luís III de Beaumont, tomando militarmente la
villa de Lerin. Después mandó arrasar sus casas, arrancar sus viñas
y talar sus bosques, y a continuación hizo lo mismo con las demás
plazas y castillos de los partidarios del conde de Lerin, obligando
con ello al aliado del monarca español, no sin antes perder todos
sus bienes y ser desposeído de todos los títulos nobiliarios y
cargos nabarros en el año 1507 por el tribunal nabarro de Baiona,
que abandone el Reino de Nabarra y se refugie en España, donde reina
su cuñado Fernando II de Aragón, Granada, Nápoles y Sicilia,
regente de Castilla y León. El monarca español a modo de represalia
confisca los bienes que la Corona de Nabarra poseía en el Reino de
Aragón.
Así
desde estos actos bélicos, Fernando de España(11), Nápoles y
Sicilia, tiene más que clara la idea de anexionar de cualquier forma
el Reino de Nabarra al Reino España. Pero a su vez, el rey francés
también se plantea anexionar el Estado de Nabarra, al menos, todas
las tierras pertenecientes al Reino de Nabarra del norte del Pirineo.
Luís IV de Beaumont, se pone rápidamente a las órdenes de Fernando
de España, Nápoles y Sicilia una vez acaecida la muerte de su padre
en Aranda de Jarque, siendo premiado por el rey español, de manera
totalmente ilegítima según la jurisprudencia nabarra, con el título
de conde de Lerin y el cargo de condestable de Nabarra.
El
rey español, a pesar de la derrota sufrida en Ravenne en el año
1512, logró mantener intacta su alianza con el estado Pontificio del
retorcido y terrorífico Julio II. En la guerra entre los Reinos de
Francia y de España solo el Reino de Nabarra era neutral, además de
ser el único Estado que quería la paz. El rey de Francia cede al
rey español el Rosellón y Cerdeña en poder del Reino de Francia
desde los dramáticos tiempos del príncipe de Biana, Carlos de
Trastámara y Evreux.
El
rey francés comete el error y la torpeza de patrocinar un concilio
organizado por algunos cardenales descontentos en la ciudad de Pisa
primeramente, después en Milan y Asti, para acabar finalmente en
Lyon. El objetivo era simple, destituir al papa Julio II. El
emperador Maximiliano se une a esa idea, pero el rey español no,
arrastrando con él a suizos y venecianos, así como a su yerno
Enrique VIII de Inglaterra tras la promesa que le hace el español de
ayudarlo en la recuperación de la Guyena. Así nace, ante esa
tentativa cismática, la Liga Santísima, cuya proclamada misión es
hacer la guerra a los franceses para salvar a la iglesia y devolver
la Guyena a los ingleses. Los nabarros son conscientes del peligro
que corren al estar el Reino de Nabarra entre los Estados de Francia
y de España. Así las Cortes se reúnen y se comprometen a hacer
todo lo que está a su alcance para conservar la independencia
nacional.
Mientras
los reyes de Nabarra no pensaban más que en alianzas y arreglos, los
beaumonteses que permanecían en el interior del Reino solo piensan
en rendir vasallaje al rey de España. Además, Fernando de España
se mueve en silencio, preparando la paz-la suya-, preparando
solamente la guerra. El ejército español cuenta con 1000 caballeros
bardados, 1500 ligeros, 6000 infantes, más veinte piezas de
artillería para forzar a las plazas nabarras que se resistan.
En
mayo del año 1512, ante la amenaza militar proveniente del rey de
España, Fernando, la neutral Nabarra mediante su Consejo Real
requiere el pase o exequáter
de las Bulas Pontificias por el Consejo, al estar el Reino de Nabarra
totalmente asentado en el espacio de las naciones europeas; pero esta
petición nunca fue atendida por el emperador de Roma, Julio II,
aliado acérrimo del hipócrita Fernando de España.
Ante
las promesas españolas de restitución de la Guyena, Enrique VIII de
Inglaterra envía al marqués de Dorset al puerto de San Sebastián
al mando de 8000 arqueros elegidos entre los mejores de todo el Reino
inglés, los cuales estaban preparados para desembarcar en Baiona,
donde se le debían unir las tropas españolas comandadas por el
duque de Alba. Pero el día 10 de julio del año 1512, tropas
españolas invaden y ocupan el pueblo de Goizueta dentro del Reino
neutral de Nabarra.
Dispuestos
a mantenerse neutrales, Catalina I y Juan III de Nabarra firmaron el
18 de julio de 1512 el Tratado de Blois con Luís XII, palpablemente
similar a otros realizados con el rey de España. Fernando de España,
Nápoles y Sicilia conocía el contenido del Tratado antes de su
firma, dándolo a conocer de víspera pero de manera tergiversada,
acusando a los reyes de Nabarra de cismáticos y excomulgados,
merecedores de ser despojados de su Corona y del Reino de Nabarra.
Finalmente,
el ejército invasor español estaba formado por 1000 hombres de
armas, 1000 caballeros bardados, 1500 caballeros ligeros, 12.000
infantes y 20 piezas de artillería. Antonio de Acuña, obispo de
Zamora, pronto se une al grueso de las tropas españolas. Eran 400
hombres armados más, entre los que se encontraba el temido tercio de
Bugía, conocido por los numerosos estragos realizados entre la
población del norte de África. Junto a ellos se encontraba también
Luís IV de Beaumont.
Luís
IV de Beaumont iba junto a su cuñado el Duque de Nájera
capitaneando 700 coraceros reales españoles. El duque de Alba
dividió al ejército invasor en tres poderosas columnas, dos de
ellas capitaneadas por los coroneles Villalba y Renfijo, mientras que
la tercera era comandada por Luís IV de Beaumont. Así el grueso del
ejército español que comandaba Fabrique Álvarez de Toledo, duque
de Alba, irrumpe en territorio nabarro el día 19 de julio por la
Burunba y Lekunberri.
El
20 de julio de 1512 aparece el monitorio Etsi
hii y
la bula Pastor
ille celestis,
donde en ninguna de las dos el emperador de Roma nombra a los
monarcas nabarros Catalina I y Juan III, en cambio sí se refiere a
cierto veneno de herejía que afectaba a los cántabros y nabarros,
lo que no justificaba ni de lejos, la invasión y ocupación del
Reino de Nabarra por parte española. Ambos documentos llegaron al
Reino de Nabarra un mes después, momento que aprovechó Fernando de
España, Nápoles y Sicilia, para auto titularse de forma ilegítima
como rey de Nabarra.
En
Uharte-Arakil el día 21 de junio la vanguardia del ejército español
es atacada por un pequeño grupo de valientes y patriotas nabarros
formado por leales roncaleses, teniéndose que retirar rápidamente
los nabarros al paso de Oskia ante la abrumadora superioridad bélica
del invasor español. El ejército español no se dirige a la Guyena,
sino al corazón del Reino de Nabarra.
El
día 23 de julio las tropas españolas acampan a 2 leguas de la
capital del Reino nabarro, concretamente en Arazuri. Juan III de
Nabarra asegura la salida de su esposa y de sus hijos hacia el
Biarno, alertando a continuación a la leal villa de Tutera, la cual
envía a 500 hombres hasta Tafalla. El rey de Nabarra se retira hasta
Lunbier y a continuación pasa hasta el Biarno, para intentar
contener la invasión española organizando la resistencia. Mientras
tanto los habitantes de Iruñea, sin artillería ni provisiones para
soportar un prolongado asedio, se rinden. El día de Santiago Apóstol
entra el duque de Alba en la ciudad y tras adorar las Santas
Reliquias en la catedral, invita a las villas, pueblos y ciudades a
la rendición, so pena de ser atacados a sangre y fuego.
Las
tropas españolas del hijo bastardo del rey español Fernando, el
arzobispo de Zaragoza, se encaminan hacia Tutera. El ejército
español fue visto en Cascante el día 31 de junio bloqueando con
ello la ciudad ribera. Ese mismo día Fernando de España publica un
falso manifiesto intentando demostrar que la ocupación del Reino de
Nabarra es conforme a los términos acordados en la Liga Santísima,
intentando dar un carácter de empresa Santa a la invasión y
ocupación del Reino de Nabarra, buscando así una justificación
ante el pueblo nabarro y sus aliados, los ingleses, que observaban
atónitos desde Pasajes la invasión española del Reino de Nabarra.
Tutela
se rinde no sin antes informar y pedir ayuda a los legítimos
soberanos de Nabarra el día 9 de septiembre, seis días más tarde
que la valiente tierra del Ronkal. Así el 15 septiembre de 1512, y
con lágrimas de sangre en los ojos, los mensajeros de bella ciudad
de Tutela rinden vasallaje al rey español en Logroño. El rey de
Nabarra realiza una enérgica proclama en Donapaleu el 30 de
Septiembre denunciando al rey español, usurpador y tirano, por
ocupar por la fuerza de las armas el Reino de Nabarra. Los soberanos
nabarros comienzan a recaudar dinero, víveres y soldados en el
Biarno, tratando así de activar la resistencia. Fernando el
Falsario
envía como espía al Biarno al obispo de Zamora. Los bearneses
pronto descubren las oscuras intenciones del obispo español y lo
encierran en prisión, para soltarlo únicamente a cambio de un
rescate. Colérico el duque de Alba apunto está de presentarse en el
Biarno, pero tenía otros problemas que perturbaban seriamente la
mente del español; los nabarros de Ultrapuertos no se doblegaban.
Mientras el duque de Alba convoca a los representantes de Iruñea en
el convento de San Francisco, buscando legitimar la invasión y
ocupación con un largo discurso, pero algunos lugares del Reino de
Nabarra continuaban sin ser ocupados, entre ellos el emblemático
castillo de Monjardín, defendido por patriotas nabarros leales
comandados por los Belaz de Medrano. Una vez asegurada la ocupación
de Iruñea y la dominación de la mayoría las tierras nabarras del
sur del Pirineo, las tropas españolas toman rumbo a la tierra de
Ultrapuertos. El ejército español atraviesa los Pirineos por el
paso de Orreaga para llegar a la fortaleza de Donibane Garazi. Los
soberanos nabarros buscan aliarse con Luís XII de Francia. La
alianza va tomando cuerpo mientras los españoles realizan numerosos
estragos entre la población de la Nabarra ocupada. Muchos nabarros
esperan la reacción del rey Juan III de Nabarra. Los nabarros sufren
la ocupación, pero ni se sienten, ni están conquistados. Las tropas
inglesas permanecían en Pasajes. Ante las continuas y reiteradas
invitaciones realizadas por emisarios españoles buscando su
implicación en la guerra contra la neutral Nabarra, el marqués de
Roset se niega a combatir contra los nabarros, pero de momento, los
ingleses permanecen amenazantes en el puerto guipuzcoano.
Las
tropas españolas comandadas por el duque de Alba llegan a la
fortaleza de Donibane Garazi tras atravesar el paso pirenaico de
Orreaga. En la fortaleza ocupada les espera el coronel español
Villalba y sus tropas, las cuales ya habían realizados estragos
entre los naturales del país mediante acciones de depredación y de
exterminio, buscando con ellas el sometimiento de los nabarros.
El
18 de octubre del año 1512, la alianza de los soberanos nabarros,
Catalina I y Juan III con el rey de Francia está sellada. El capitán
general de Francia, La Palisse, se instala con sus tropas en
Salvatierra de Biarno, uniendo el ejército francés al ejército
nabarro de liberación. Al capitán general francés le acompañaban
el duque de Longueville y el delfín de Francia, Francisco de
Angulema.
El
26 de octubre del año 1512, Fernando el
Falsario
escribe una carta al emperador de Roma pidiendo un documento(12) más
explícito contra los monarcas nabarros, buscando la justificación a
su vil atropello. Las tropas españolas del duque de Alba realizan
innumerables actos de pillaje y bandidaje en los alrededores de
Salvatierra de Biarno. El ilustre general francés ordena saltar los
puentes, mientras 6000 infantes gascones y bearneses, es decir
nabarros, esperan dentro de la plaza fuerte.
El
duque de Alba desde Donibane Garazi, envía una nueva delegación a
los ingleses a través de Hasparren, Ustaritz y Urtubie. La intención
era convencerlos, una vez más, para que entraran en combate contra
los nabarros y sus aliados franceses, pero los ingleses se niegan y
abandonan los puertos de Pasajes y Hondarribia, obligando al duque
español a reforzar la fortaleza de Donibane Garazi bajando la
artillería española que se encontraba en Orreaga.
La
estrategia del ejército de aliados nabarros y franceses está
decidida. 12000 infantes del ejército de liberación, comandados por
Francisco de Angulema, se encaminan hacia Donibane Garazi con las
intenciones de enfrentarse al ejército invasor español. El duque de
Alba ordena quemar el pueblo de Mongelos, retardando la marcha de las
tropas del delfín de Francia. A su vez, las tropas nabarras
comandadas por Juan III de Nabarra y el señor de La Palisse
atraviesan los Pirineos accediendo al leal valle del Ronkal. Los
espías españoles alertan al duque de Alba, el cual decide abandonar
la fortaleza de Donibane Garazi dejando 800 infantes españolas, para
tomar rumbo a la ciudad de Iruñea.
Los
españoles vuelven por Orreaga. Al llegar a Burguete, el duque de
Alba recibe informes de sus espías que le indican la cercanía del
ejército de Juan III de Nabarra, formado por 12000 hombres. Las
tropas españolas aceleran su marcha llegando rápidamente a la
Larrasoaña. Las tropas de Juan III de Nabarra habían atravesado los
valles del Ronkal, Salazar y Aezkoa, no sin antes combatir a todo
invasor español que encontraron a su paso en busca de las tropas del
duque de Alba. Mientras 4000 franceses, 4000 bearneses y gascones, es
decir nabarros, junto a 1500 lansquenetes alemanes y albaneses
comandados por el duque Luís de Longueville, Carlos de Borbón y el
delfín de Francia y conde de Angulema, Francisco, al no lograr
entretener al ejército español del duque de Alba en Donibane
Garazi, ponen rumbo a Donostia.
Tropas
del ejército de liberación comandas Odet de Foix, vizconde de
Lautrec, se encontraban en Gipuzkoa en operaciones de distracción,
buscando impedir que los guipuzcoanos acudieran en ayuda de las
tropas del
Falsario
asentadas en Iruñea y comandadas por Luís IV de Beaumont. Las
noticias del retorno a Iruñea del rey Juan III de Nabarra alimentan
la esperanza de los nabarros. El mariscal Pedro de Nabarra extiende
el fuego sagrado de Nabarra secundado rápidamente por todos los
agramonteses, como por ejemplo Juan de Baquedano, que mantenía el
estandarte rojo de Nabarra en el castillo de Lizarra, al igual que
los Belaz de Medrano en el castillo de Monjardín.
En
Iruñea, la población nabarra sufría una auténtica vigilancia
policial que buscaba impedir cualquier alzamiento patriótico.
Vigilancia impuesta por los beaumonteses, que impedían la
comunicación con las tropas nabarras del exterior. Francisco de
Beaumont, primo de Luís IV de Beaumont, ataca la villa de Lizarra.
Juan de Baquedano tras defender heroicamente el castillo de la villa,
llega a un acuerdo con los españoles para salvar la vida de sus
hombres, dejando el castillo con las banderas coloradas desplegadas y
partiendo en busca del ejército de Juan III de Nabarra con la clara
intención de unirse a él.
Pedro
de Beaumont, por orden de su hermano Luís IV de Beaumont, se apodera
de la fortaleza histórica de Monjardín tras varias semanas de
asedio. En San Martín de Unx, 90 valientes y patriotas ronkaleses
derrotan a 600 españoles. Miranda, Tafalla, Murillo, Satacara, entre
otras muchas localidades se levantan contra el invasor, dando con
ello, impresionantes muestras de lealtad y patriotismo nabarro.
En
Donostia las tropas del Delfín de Francia y del vizconde de Lautrec
se encuentran con toda la nobleza castellana de Guipúzcoa y de
Vizcaya, siervos leales del rey Fernando el
Falsario,
bien atrincherados dentro de las murallas de la ciudad costera. La
nobleza española comandada por el viejo Ayala, con el permiso del
Falsario,
derrota en ocho ocasiones a los aliados de los nabarros. El duque de
Alba consigue llegar a Iruñea, antes que el ejército nabarro. Las
tropas nabarras del rey Juan III se habían entretenido al recuperar
Auritze, un éxito militar ante tropas españolas asentadas allí y
se encaminan a Iruñea, para comenzar el asedio de la ciudad, pero
las tropas de refuerzo del ejército aliado que debían llegar desde
Donostia no aparecen para el asedio de Iruñea. Al no contar con
dichas tropas, el asedio a Iruñea se revelaba imposible, centrándose
las tropas de Juan III de Nabarra en un solo punto de la ciudad, la
puerta de San Nicolás, intentando con ello impedir el
avituallamiento de los españoles que ocupaban la ciudad.
Las
acciones del ejército nabarro fueron con todo fuertes y vigorosas,
abriéndose pronto una brecha en la muralla. El asalto tuvo lugar el
27 de noviembre del año 1512 con la nieve ya blanqueando las
montañas que rodean la cuenca de Iruñea. Los españoles
consiguieron rechazar las continuas intentonas nabarras. Antes ya
habían quemado los campos y almacenes de la cuenca, y por ello los
víveres empezaron a escasear a las tropas nabarras. Los nabarros por
orden del rey Juan III y ante la presencia de tropas españolas en
Erreniega levantan el asedio, justo en el preciso instante que llegan
las tropas aliadas del delfín de Francia. El duque de Nájera, Pedro
Manríquez, al mando de 15000 hombres, amenazada desde el Perdón a
las tropas nabarro-francesas, entre las que comienza a cundir el
desasosiego.
En
un arranque de desesperación, no carente de valentía, y viendo que
el asalto a Iruñea se relevaba ya imposible, La Palisse envía un
mensajero al duque de Nájera proponiéndole una batalla campal, a lo
que el español se niega. Así con nieve helada cubriendo no solo las
cimas, sino la mayoría de los puertos pirenaicos, el ejército
nabarro-francés se ve obligado a regresar al Biarno por la ruta más
abordable en esos instantes, por el puerto de Belate y el hermoso
valle del Baztan. Las tropas nabarras y francesas iban al frente de
la marcha, mientras que en retaguardia se encontraban los laskanetes
alemanes y albaneses protegiendo la artillería. En eso que unos
españoles comandados por el señor de Góngora y el de Lizarza, caen
sobre la retaguardia del ejército aliado.
Los
españoles atrapan a los alemanes y albaneses en el interior de los
taludes de Belate y Elizondo. Era un 13 de diciembre del año 1512 y
al grito de ¡España! ¡España!, atacan a la retaguardia del
ejército aliado. Estos españoles, oriundos de Guipúzcoa, logran
hacer huir a los alemanes y albaneses capturando 12 piezas variadas
de artillería, que trasladan rápidamente a Iruñea, donde les
espera el General del ejército español, el duque de Alba. Las
tropas nabarras y aliadas consiguen al fin alcanzar el Biarno. Con
ello el primer contraataque nabarro, realizado el mismo año de la
invasión y ocupación española no logra su objetivo, el cual era
liberar a los nabarros de las afiladas garras españolas.
El
18 de febrero del año 1513, Fernando el
Falsario
consigue(14) finalmente la bula Exigit
contumacium,
teniendo para entonces ya ocupada militarmente todo el Reino de
Nabarra a excepción del Biarno y diferentes condados nabarros en la
Gascuña. Los españoles dejan correr el rumor(13) de que el rey Juan
III de Nabarra era excomulgado por apoyar al hereje rey de Francia,
Luis XII. Aprovechando el tirón, Fernando el
Falsario
para controlar el Reino nabarro, manda reunir de forma ilegítima a
las Cortes de Nabarra el 23 de marzo del año 1513, acudiendo solo
unos pocos beamonteses, para que le dieran su apoyo, algo que
consigue tras prometer respetar todos los derechos del Reino(15).
Fernando
el
Falsario,
con el fin de consolidar la Corona de Nabarra para sí, una vez
jurado los Fueros de Nabarra, removió su diplomacia cerca del Papa,
de su yerno Enrique VIII de Ingaterra, del emperador Maximiliano su
consuegro, e incluso hasta ante el propio Luís XII de Francia. A
Julio II le pidió bulas de excomunión. A los soberanos inglés y
alemán que prosiguieran su lucha contra el francés acometiéndole
por las fronteras de Flandes, como en efecto lo hicieron(16). Para
obtener este resultado, en el mes de octubre del año 1513, fue
otorgado en Lille un Tratado que obligaba a Enrique, a Maximiliano y
a Fernando a una invasión combinada de Francia antes del mes de
junio del siguiente año, cuyo texto aparece en documentos y cartas
del Estado español, pacto que el alemán y el inglés ejecutaron,
pero que Fernando dejó incumplido, ya que para entonces, tras el
fallecimiento de emperador de Roma, Julio II el 25 de febrero del año
1513, propuso una tregua a Luis XII, aceptada por un año y
prorrogada después por varios otros(17).
Enrique
VIII de Inglaterra no reconocía el derecho de Fernando el
Falsario
a la Corona de Nabarra, a pesar de la interesada insistencia de su
yerno, pero el rey español logró aplacar las iras del inglés por
el engaño sufrido, y dejaron sin efecto intentos de venganza que
reiteradamente exteriorizó el soberano inglés(18). El rey español,
ese mismo año, presenta ante el pueblo nabarro una tercera bula,
etsi
obstinati.
Esta es ya una clara condenación de los reyes nabarros, Catalina I y
Juan III(19), buscando de nuevo justificar su violenta acción contra
la soberanía del Reino de Nabarra.
En
el año 1514 el Reino ocupado de Nabarra, ve cómo se cambia el
virrey extranjero que presidía en contrafuero las Cortes ilegítimas
de Iruñea. Al virrey Alcaide de los Donceles le reemplazaba en el
puesto el vizconde de Isla, ambos castellanos.
Fernando
el
Falsario,
en las cortes castellanas de Burgos, el 7 de julio del año 1515, sin
ningún nabarro presente en las mismas, ni si quiera de su fiel
facción beaumontesa, incorpora de manera unilateral e ilegítima el
Reino de Nabarra a la corona de Castilla-España, mientras Juan III y
Catalina I de Nabarra buscan la alianza con Francisco I, nuevo rey de
Francia; incluso envían una embajada ante el rey español, buscando
la restitución del Estado nabarro, pero éste se niega a recibirles.
El
archiduque Carlos de Gante, heredero del cetro español y alemán,
que a comienzos de aquel año 1515 asumió el gobierno de Holanda, se
exigió no prestar ayuda alguna a su abuelo Fernando el
Falsario,
mientras éste no devolviera el Reino de Nabarra a Juan III(20).
Los
intentos diplomáticos realizados por parte de los legítimos reyes
nabarros no cesan. Una delegación nabarra, encabezada por el
mismísimo mariscal Pedro de Nabarra, se presenta ante el nuevo señor
de Roma, León X, buscando un veredicto papal con el cual se llegue a
restituir las tierras ocupadas por los españoles a sus legítimos
dueños, los reyes de Nabarra. Pero una vez más, el estado Vaticano
da largas a los nabarros y defiende los intereses de los españoles.
Dentro
del Reino ocupado, los beaumonteses dan muestras de su descontento y
malestar con las acciones de la inquisición impuesta por el invasor,
los actos de pillaje y robo de los soldados españoles, junto al
contrafuero continuado llevado a cabo por el
Falsario.
Se acentúa el malestar general tras la ilegítima anexión
unilateral del Reino de Nabarra a la Corona de Castilla-España. Pero
Fernando de España logra apaciguar o controlar momentáneamente la
revuelta, al confinar al cabecilla de dicha facción, Luís IV de
Beaumont, en su casa del pueblo de Lerin y aumentar la ya numerosa
presencia militar española.
El
25 de enero del año 1516 Fernando de España muere. Juan III de
Nabarra tiene preparados a 5000 infantes a lo largo de la frontera
impuesta por los españoles y el mariscal Pedro de Nabarra está
posicionado frente a las costas de Gipuzkoa con 2000 hombres más. En
las tierras ocupadas, nobles y villas se muestran de nuevo hostiles,
esta vez ante el cardenal Cisneros y lo fueron todavía más con el
nuevo virrey español, Fabrique de Acuña.
NOTAS
(1)
Testamento de Blanca de Nabarra: «Aunque
el príncipe pueda intitularse y nombrarse tras mi muerte, a título
de heredero y por derecho reconocido, rey de Navarra y duque de
Némours, no obstante le ruego afectuosamente que, por el honor
debido al rey su padre, no tome esos títulos sin su consentimiento y
bendición».
Ante este testamento, las Cortes de Nabarra se mostraron pasivas. El
propio príncipe de Biana, Carlos, hizo todo lo que estuvo en sus
manos para evitar la revuelta y el enfrentamiento banderizo entre los
Agramont y los Beaumont, llegando a aceptar considerarse como
lugarteniente del Reino, legitimando así a su padre el infante de
Aragón, Juan de Trastámara como rey de Nabarra, algo que no estaba
considerado en el contrato matrimonial realizado bajo la supervisión
del rey de Nabarra, Carlos III el
Noble,
creador del principado de Biana. Tras el segundo matrimonio de Juan
de Tratámara con la castellana Juana Enríquez y Fernández de
Córdoba, este incumplió el contrato realizado para su primer
matrimonio con Blanca de Nabarra, usurpando sin ningún tipo de
escrúpulo el trono de Nabarra a su hijo Carlos de Biana y
apartándolo incluso de la lugartenencia del Reino tras ceder ante la
política hábil de su ambiciosa segunda esposa, la castellana Juana
Enríquez y Fernández de Córdoba, siendo este realmente el
detonante para que dieran comienzo los violentos enfrentamientos
entre los beaumonteses, partidarios del príncipe y legítimo
heredero, Carlos de Biana, y los agramonteses, que habían cerrado
filas en torno a la figura de Juan II de Nabarra, también conocido
como el
Usurpador.
(2)
La historiografía española afirma que Fernando nació ya en el
pueblo de Sos, concretamente en la casona de los Rada.
(3)
Juan de Beaumont, Gran prior y caballero de la Orden
religioso-militar de San Juan de Jerusalén, señor de la villas de
Santa Cara, Murillo, Cascante, propuesto para obispo de Pamplona sin
llegar a ser elegido. Juan de Beaumont fue tutor y mano derecha del
príncipe de Biana, quien lo nombra Canciller de Nabarra y
lugarteniente en la guerra intestina existente entre Carlos de
Trastámara y Evreux y su padre Juan II el
Usurpador.
Fue gobernador de Iruñea y de la parte del Reino que permaneció
fiel a su amigo Carlos, legítimo heredero del Reino de Nabarra. En
el año 1457, Juan de Beaumont junta Cortes en Iruñea,
exclusivamente formadas por beaumonteses y proclaman rey de Nabarra a
Carlos de Biana. A la muerte del príncipe de Biana, en el año 1461,
sus bienes fueron confiscados y entregados a Alfonso el
Bastardo,
infante de Aragón. Tres años después se reconcilió con el rey de
Nabarra, Juan II. Hombre venerable, cuerdo, de incontestable nobleza
y fuera de lo común en su familia. Fue uno de los pocos hombres que
no perdió el dominio de sí mismo durante la terrorífica guerra
banderiza del Reino de Nabarra.
(4)
Mosén Pierres de Peralta el joven, ricohombre de Nabarra,
condestable de Lerin, gran condestable de Nabarra, mayordomo real de
Juan II, capitán general del Reino de Nabarra, conde de Santisteban
de Lerin, título otorgado por Carlos príncipe de Biana, barón de
Marcilla, señor de Peralta, Funes, Cárcar, Andosilla, Marcilla,
Falces, Indiano, Azagra y Caparroso. Navarro Villoslada o Moret y
Alesón, le definieron como un personaje frío, envidioso, desalmado,
capaz de cualquier cosa para conseguir más poder. El marcillés José
Ramón Ezquerro Ariz en su obra MOSÉN PIERRES DE PERALTA EN SU
TIEMPO, define a Mosén Pierres desde una nueva perspectiva,
aproximándose al hombre ilustrado, formado en la Corte nabarra,
valido del rey, fiel vasallo y un amante de la tierra en la que
vivió. Líder del bando agramontés y enemigo acérrimo de su alter
ego Luís III de Beaumont, condestable de Nabarra y II conde de
Lerin, llegando a decirle al mismísimo príncipe de Biana lo
siguiente: «Señor:
Sepa V. A. que os conocemos por nuestro Rey y Señor, como es razón,
pero si ha de ser para que el Condestable y su hermano nos persigan.
..... etc., etc.».
(5)
Los catalanes fueron considerados traidores a la Corona de Aragón
por el rey Juan II de Nabarra, Aragón y Sicilia, al posicionarse por
el legítimo heredero Carlos de Biana.
(6)
Luís III de Beaumont, II conde de Lerin, condestable de Nabarra,
capitán general del príncipe de Biana. Hombre de voracidad
insaciable, incluso llegó a sospechar que la Corona de Nabarra le
correspondía. Déspota, malévolo, criminal, vengativo y
sanguinario. Hombre de pequeña estatura, aspecto atroz y dotado de
una fuerza poco común para su tamaño, teniendo todas las cualidades
necesarias para ser un soldado: arrojo, audacia e indomable empeño.
Duro, no conocía la piedad, torturaba a sus prisioneros, inmoral,
sin escrúpulos, llegando a violar incluso la fe jurada, traidor a su
País y para muchos historiadores fue el verdadero genio malvado del
Reino de Nabarra.
(7)
La muerte de Carlos de Biana le llegó cuando contaba 40 años. La
historiografía europea no se pone de acuerdo como fue su muerte. El
nabarro Moret se hizo eco del rumor de una muerte por envenenamiento
por su madrasta Juana Enríquez, algo en lo que creyó firmemente su
hermana, la infanta Blanca de Nabarra. El historiador francés Favyn,
en su obra HISTOIRE DE NAVARRE nos dice lo siguiente: «(…)
después de que su suegra (realmente madrastra)se hubo ganado a su
médico, hizo que le diera un brebaje a este príncipe, a base de
veneno de acción lenta, cuyo efecto le causara con seguridad la
muerte, en plazo prefijado(…) Era lo que siempre había temido,
pues mientras se encontró prisionero por primera vez en Tafalla y en
Monroy, nunca probó ninguna comida que su hermano bastardo don
Alfonso no hubiese comido delante de él. En su segunda prisión no
pudo evitar las asechanzas de esta mujer, conjurada para buscar su
ruina (…)».
En la actualidad hay mayor divergencia en cómo se produjo la muerte
de Carlos de Biana, ya que a la tesis del envenenamiento le faltan
pruebas y la muerte del heredero legítimo de Nabarra es achacada a
una pleuresía o tisis, NAVARRA O CUANDO LOS VASCOS TENÍA REYES,
Pierre Narbaitz.
(8)
Precisamente por ello, en agradecimiento por las acciones
diplomáticas realizadas por Mosén Pierres de Peralta, dice la
tradición que el rey Fernando permitió al gran condestable de
Nabarra, la posibilidad de elegir una espada de su armería personal
y según cuentan, el nabarro eligió la famosa espada del Cid
Campeador,
conocida como Tizona.
(9)
La sombra de un envenenamiento del joven rey, recayeron sobre el
conde de Lerin, Luís III de Beaumont. Este habría envenenado al rey
de los nabarros a instancias de Fernando II de Aragón y Sicilia.
(10)
Lo ocurrido en este periodo es definido por el francés Favyn con la
siguiente metáfora: «Los
lobos aconsejaron a las ovejas que para vivir juntos en amistad
habitual, éstas les tenían que entregar sus perros, y una vez estos
estrangulados, dieron buena cuenta de las ovejas. »
(11)
Fernando II de Aragón y Silicia, tras la conquista del Reino de
Granada comienza a titularse rey de España.
(12)
Uno de los párrafos de la carta de Fernando de España dirigida al
Papa Julio II dice lo siguiente: «(…)
Su Santidad… no falte en ayudarme acá con las armas espirituales…,
que si Su Santidad agora no me otorgase lo que justamente me puede y
debe otorgar, no habría quien d’aquí adelante quisiere ponerse en
peligro por ayudar a la iglesia, y parecería que yo quedaba burlado
de Su Santidad, lo que no podría creer (…)».
(13)
Extracto del rumor recogido en el trabajo de Aitzol Altuna, FERNANDO
EL FALSARIO, en su segunda parte que trata sobre, LA CONQUISTA DEL
1512: «(...)
Los referidos Juan y Catalina, (...), como nuevos ministros de Satán,
tuvieron la osadía de unirse a dicho rey Luis para ayudar a los
cismáticos, y de tomar las armas contra los ejércitos de los
citados reyes Fernando y Enrique (rey de Inglaterra), aliados de la
Santa Iglesia (…)».
www.osoa.net Fue precisamente la bula Exigit
contumatiam,
no anulada aún día por el Estado católico del Vaticano, la que
asentó realmente la ocupación militar española en el Estado de
Nabarra. En ella se dispensaba a los nabarros bajo pena de
excomunión, de continuar obedeciendo a sus legítimos monarcas,
Catalina I y Juan III, a quienes habían jurado "por
fuero sacrosanto ancestral"
lealtad, nunca jamás hasta entonces violado de manera
unilateralmente. Con ella, el rey de España condenaba personalmente
a Catalina y Juan, más a todos los nabarros que masivamente les
defendían, por lo que España no dudó en imponer en el Reino de
Nabarra, su horrenda ley de excepción, la cual arruinó a los
nabarros y devastó nuestro territorio, al menos los situados al sur
del Pirineo.
(14)
Bula Exigit
contumatiam.
El historiador nabarro Jon Oria Oses, en su trabajo VISIÓN
ANGLOSAJONA DEL PUEBLO VASCO (1351-1991) , data esta bula el 18 de
febrero del año 1512, tildándola de atrófica, pues menciona a la
primera lo mismo que el Tratado de Blois que es posterior, además de
no encontrarse en los archivos del Vaticano, ni en ninguna colección
de bulas papales.
(15)
Los procuradores de esas Cortes ilegítimas juraron obediencia al rey
español, comenzando de la siguiente manera: «Católico
rey don Fernando, rey de Navarra nuestro señor de aquí en
adelante...».
(16)
El padre Moret, en LOS ANNALES DEL REYNO DE NAVARRA, nos dice lo
siguiente: «(…)
siendo el fin de Don Fernando alejar de Navarra las asistencias que
el de Francia pudiera dar al despojado rey y conservar mejor su
conquista».
(17)
Moret añade a esto lo siguiente:
«(…) quedó atado de pies y manos el rey Don Juan de Labrit».
(18)
El historiador inglés Pollard, afirma lo siguiente:
«Enrique VIII exigió a Luis que reconquistara Navarra»,
según consta en su correspondencia oficial, cuyos índices cita
concretamente el historiador inglés.
(19)
El historiador Jon Oria Oses discrepa con esta afirmación. Este
historiador nabarro nos dice que esta bula es demasiado general y que
solo insta a los príncipes cristianos a no aliarse con los
cismáticos, es decir, con los franceses. VISIÓN ANGLOSAJONA DEL
PUEBLO VASCO (1351-1991). Es muy probable que el emperador de Roma,
Julio II, sólo proclamó la bula contra Luís XII de Francia,
Universis
Santae Matris Ecclesiae
y las otras tres serían prefabricadas desde la cancillería de
Aragón o incluso falsificadas por el rey de España, Fernando, ante
la pasividad del emperador cristiano.
(20)
Manuel Irujo, INGLATERRA Y LOS VASCOS. «(…)
se obligó a no prestar ayuda alguna a su abuelo Fernando, mientras
éste no devolviera Navarra a Juan de Labrit».
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