Iñigo Saldise Alda
Imperios (IV)
Nabarralde
De los francos a la Gran Francia
Este pueblo germánico que formó parte del Imperio Romano, en su última etapa en forma de foederati, lo que actualmente podríamos llamar de una forma federal, se asentó en la actual Bélgica y norte de Francia en el siglo IV.
A comienzos del siglo VI expulsan a los visigodos a la Península Ibérica y comienzan su presión contra los vasco-aquitanos. La dominación militar de esta parte del pueblo vascón ocasiona una diferenciación para los francos: los vascones dominados del norte de los Pirineos y los vascones libres del sur, a los que llaman navarros.
El emperador Carlomagno, invencible en innumerables campos de batalla, es derrotado en Orreaga en el 778, por los vascones, que llegados de todos los territorios, libres u ocupados, acuden a la llamada para vengar la destrucción de la principal ciudad vascona, Iruñea. Esta derrota hizo que en el siglo XII, apareciera La Chanson de Roland, poema épico y primera pieza importante de la literatura francesa, la cual oculta el hecho de que los vascones fueron los triunfadores, dando falsamente esa atribución a los árabes.
Hacia mediados del siglo X un cronista franco señala al Conde de Gascuña como dux Navarrae, destacando la unidad de los vascones o navarros de ambas vertientes de los Pirineos. Durante el reinado del “señor de los vascones” o Sancho III “El Mayor”, en sus relaciones con el rey de Francia, los cronistas franceses nos indican la unidad de las dos Navarras, la del norte y la del sur de los Pirineos en torno al Reino de Pamplona.
Pero a finales del siglo XI, los duques de Aquitania rompen con Navarra debido a las presiones del Reino de Francia. Pero otra vez con “El Batallador” se recupera esta unidad, de nuevo en torno al Reino de Pamplona. La presión francesa en la Navarra del norte de los Pirineos se vio mitigada por la presencia de un nuevo imperio, el británico, durante aproximadamente tres siglos.
La entrada de dinastías francesas en la corona de Navarra ocasiona diferentes disturbios y rebeliones entre la población local. La destrucción y aniquilación de los burgos, por tropas francesas, sobre todo en la Navarrería, o las Juntas de Infanzones navarros, esos que se reunían normalmente en Obanos, son muestras significativas de ello.
La llegada de las Dinastías de Foix y Albret a la corona provoca una nueva unidad de las dos Navarras. Gascuña y Foix forman parte de Navarra, como lo comunica la reina Catalina I a las Cortes. Navarra continuaría independiente y soberana al norte de los Pirineos tras la invasión militar española.
El ascenso del rey de Navarra, Enrique III “el Bearnés”, al trono francés, no supone una unidad con el Reino de Francia. Es su sucesor, el rey Luis XIII de Francia, influenciado por el Cardenal Richelieu, quien realiza el decreto de la Unión, anexionando unilateralmente al Reino de Navarra. Los franceses le llaman “el Justo”.
BIBLIOGRAFÍA
ADOT, Álvaro. Juan de Albret y Catalina de Foix o la defensa del Estado navarro, 2005
ESARTE, Pedro. Los infanzones navarros ( s.XIII y XIV ), 2007
ESARTE, Pedro. Derecho a rebelión, 2007
SORAUREN, Mikel. Historia de Navarra, el Estado Vasco, 1999
URZAINQUI, Tomás. Navarra sin fronteras impuestas, 2002
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2007/09/28
2007/09/20
Iruñea, Septiembre de 2007
Iñigo Saldise Alda
Imperios (III)
Nabarralde
El estado Vaticano. El Imperio nacido de un pesebre.
Hace más de 2000 años, en un pesebre de Belén nacía el hijo de María y José, llamado Jesús de Nazaret. Este profeta judío se nombra hijo de dios, siendo éste su dogma de fe. Asesinado en torno a los treinta años de edad por medio de la crucifixión, sus discípulos continuarían con su doctrina y formaran una nueva religión, de la cual surgió un estado, gobernado por el "representante" de dios en la Tierra.
Durante más de tres siglos sufrieron persecuciones, y condenas, entre las cuales estaba la de ser el alimento de los leones del circo. Estos martirios por motivos de su fe no acabaron con ellos, mejor dicho, no acabaron con la fe cristiana, ya que consiguieron subsistir en las catacumbas de la ciudad de Roma y así conservar el dogma de Jesucristo.
Un emperador romano, conocido por "el Grande", legaliza e implanta la religión de Cristo en todo su Imperio a comienzos del siglo IV. Posteriormente se producen las invasiones bárbaras que consiguen apoderarse de un decadente Imperio romano, pero estos bárbaros respetaron y asimilaron la religión cristiana, llegando incluso a una alianza basada en lo espiritual y militar, con el emergente reino del "descendiente" de Pedro, en la iglesia de Roma.
La influencia de dicho estado en la política se va incrementando con el paso de los años, con el paso de los siglos. La amenaza que representa otra religión para mantener la hegemonía de su fe, en la que se sustentaba su poder en toda Europa, origina las Cruzadas o Guerra Santa contra el poder del Islam.
La política del estado de la iglesia de Roma con los vascones, integrados en el Reino de Navarra, tuvo consecuencias desastrosas para éstos. Navarra era un reino cristiano y como tal acudía a los concilios generales de la Iglesia, lo que otorgaba un reconocimiento internacional a nuestro estado.
Pero un testamento de Alfonso I "El Batallador", nefasto, donde otorga el Reino de Pamplona y Aragón a tres órdenes religiosas y militares, desencadena por un lado la restauración del Reino por parte de los navarros, y por otro las iras del gobernador de Roma.
La iglesia de Roma, irritada ante esos sucesos, toma, a modo de represalia, la decisión de negar el título de rex a los gobernantes navarros, relegándolos a mero dux. Con ello daban la oportunidad a cualquier reino cristiano para conquistar por la vía militar el reino. Navarra quedaba así en el punto de mira del mejor postor, gracias a dios o, mejor dicho, gracias a los hombres de Roma.
En 1198, Roma vuelve a reconocer el título de rey a los soberanos navarros. Con ello pretendía que el rey y el Reino de Navarra participaran en las cruzadas contra los musulmanes. A pesar de ello, el Imperio castellano insiste en su conquista de Navarra, amparado por el estado pontificio.
En la conquista de 1512 de lo que quedaba del reino navarro, el católico Fernando II urde una versión falsa y anterior a la del Tratado de Blois, en la que se especifica una falsa alianza de Francia y Navarra contra la Santa Liga de la Iglesia. Esta versión fue presentada al papa Julio II y éste dictó las bulas de excomunión contra los reyes de Navarra, otorgando una legitimidad artificial a la invasión y conquista de los restos del territorio vasco(n) que permanecía soberano.
Tras la invasión y conquista comienza un sometimiento político y militar de la población, pero también este sometimiento se da en materia eclesiástica en Navarra. Los altos puestos de la iglesia del país son para los extranjeros, en su mayoría de España. Esta imposición continúa en la actualidad.
La continuidad de la independencia al norte de los Pirineos conllevó una Corte en la cual entra la reforma de Lutero. Los reyes de Navarra se hacían protestantes, pero incluso en esos delicados tiempos, los intentos por recuperar las tierras navarras del sur hacen que la Reina Juana III de Albret y el rey Antonio de Borbón envíen a través del embajador francés en la Santa Sede una oración solemne de adhesión al Papa Pío IV, buscando la restauración de todo el Reino.
BIBLIOGRAFÍAS
ARBELOA Víctor Manuel, La corte protestante de Navarra (1527-1563), 1992.
ASIMOV Isaac, El Imperio Romano, 1967.
BOISSONNADE P., Batalla de Noain, pérdida de la independencia de Navarra, Separata de la Obra La conquista de Navarra, 1981
CROSSAN, John Dominic: Jesús, vida de un campesino judío, 1994.
ESARTE Pedro, Navarra, 1512-1530. Conquista, ocupación y sometimiento militar, civil y eclesiástico, 2001.
ESARTE Pedro, Vasconia en el siglo XII. De Reino de Pamplona a Reino de Navarra, 2004.
SORAUREN Mikel, Historia de Navarra, el Estado Vasco, 1999.
URZAINQUI Tomás, Navarra, sin fronteras impuestas, 2002.
URZAINQUI Tomás, Navarra Estado europeo, 2003.
Imperios (III)
Nabarralde
El estado Vaticano. El Imperio nacido de un pesebre.
Hace más de 2000 años, en un pesebre de Belén nacía el hijo de María y José, llamado Jesús de Nazaret. Este profeta judío se nombra hijo de dios, siendo éste su dogma de fe. Asesinado en torno a los treinta años de edad por medio de la crucifixión, sus discípulos continuarían con su doctrina y formaran una nueva religión, de la cual surgió un estado, gobernado por el "representante" de dios en la Tierra.
Durante más de tres siglos sufrieron persecuciones, y condenas, entre las cuales estaba la de ser el alimento de los leones del circo. Estos martirios por motivos de su fe no acabaron con ellos, mejor dicho, no acabaron con la fe cristiana, ya que consiguieron subsistir en las catacumbas de la ciudad de Roma y así conservar el dogma de Jesucristo.
Un emperador romano, conocido por "el Grande", legaliza e implanta la religión de Cristo en todo su Imperio a comienzos del siglo IV. Posteriormente se producen las invasiones bárbaras que consiguen apoderarse de un decadente Imperio romano, pero estos bárbaros respetaron y asimilaron la religión cristiana, llegando incluso a una alianza basada en lo espiritual y militar, con el emergente reino del "descendiente" de Pedro, en la iglesia de Roma.
La influencia de dicho estado en la política se va incrementando con el paso de los años, con el paso de los siglos. La amenaza que representa otra religión para mantener la hegemonía de su fe, en la que se sustentaba su poder en toda Europa, origina las Cruzadas o Guerra Santa contra el poder del Islam.
La política del estado de la iglesia de Roma con los vascones, integrados en el Reino de Navarra, tuvo consecuencias desastrosas para éstos. Navarra era un reino cristiano y como tal acudía a los concilios generales de la Iglesia, lo que otorgaba un reconocimiento internacional a nuestro estado.
Pero un testamento de Alfonso I "El Batallador", nefasto, donde otorga el Reino de Pamplona y Aragón a tres órdenes religiosas y militares, desencadena por un lado la restauración del Reino por parte de los navarros, y por otro las iras del gobernador de Roma.
La iglesia de Roma, irritada ante esos sucesos, toma, a modo de represalia, la decisión de negar el título de rex a los gobernantes navarros, relegándolos a mero dux. Con ello daban la oportunidad a cualquier reino cristiano para conquistar por la vía militar el reino. Navarra quedaba así en el punto de mira del mejor postor, gracias a dios o, mejor dicho, gracias a los hombres de Roma.
En 1198, Roma vuelve a reconocer el título de rey a los soberanos navarros. Con ello pretendía que el rey y el Reino de Navarra participaran en las cruzadas contra los musulmanes. A pesar de ello, el Imperio castellano insiste en su conquista de Navarra, amparado por el estado pontificio.
En la conquista de 1512 de lo que quedaba del reino navarro, el católico Fernando II urde una versión falsa y anterior a la del Tratado de Blois, en la que se especifica una falsa alianza de Francia y Navarra contra la Santa Liga de la Iglesia. Esta versión fue presentada al papa Julio II y éste dictó las bulas de excomunión contra los reyes de Navarra, otorgando una legitimidad artificial a la invasión y conquista de los restos del territorio vasco(n) que permanecía soberano.
Tras la invasión y conquista comienza un sometimiento político y militar de la población, pero también este sometimiento se da en materia eclesiástica en Navarra. Los altos puestos de la iglesia del país son para los extranjeros, en su mayoría de España. Esta imposición continúa en la actualidad.
La continuidad de la independencia al norte de los Pirineos conllevó una Corte en la cual entra la reforma de Lutero. Los reyes de Navarra se hacían protestantes, pero incluso en esos delicados tiempos, los intentos por recuperar las tierras navarras del sur hacen que la Reina Juana III de Albret y el rey Antonio de Borbón envíen a través del embajador francés en la Santa Sede una oración solemne de adhesión al Papa Pío IV, buscando la restauración de todo el Reino.
BIBLIOGRAFÍAS
ARBELOA Víctor Manuel, La corte protestante de Navarra (1527-1563), 1992.
ASIMOV Isaac, El Imperio Romano, 1967.
BOISSONNADE P., Batalla de Noain, pérdida de la independencia de Navarra, Separata de la Obra La conquista de Navarra, 1981
CROSSAN, John Dominic: Jesús, vida de un campesino judío, 1994.
ESARTE Pedro, Navarra, 1512-1530. Conquista, ocupación y sometimiento militar, civil y eclesiástico, 2001.
ESARTE Pedro, Vasconia en el siglo XII. De Reino de Pamplona a Reino de Navarra, 2004.
SORAUREN Mikel, Historia de Navarra, el Estado Vasco, 1999.
URZAINQUI Tomás, Navarra, sin fronteras impuestas, 2002.
URZAINQUI Tomás, Navarra Estado europeo, 2003.
2007/09/19
Iruñea, Septiembre de 2007
Iñigo Saldise Alda
Recuperando nuestra memoria, recuperaremos la soberanía
Nabarralde
Desde hace ya algunos años, el movimiento cultural vasco se encamina a recuperar nuestra memoria histórica, a la par de la lengua y cultura, a pesar de las dificultades que plantean las instituciones actuales, herederas de la dictadura franquista, dificultades en principio económicas, que frenan el rápido avance de asociaciones como Nabarralde, un avance que busca la divulgación de cuál debería ser nuestro Estado, una divulgación con la que se continúa haciendo camino, pasos lentos, pero seguros mirando hacia delante, sin retroceder. En definitiva: pasico a pasico.
La tarea es difícil y no solo por motivos económicos que limitan la información y divulgación, sino porque la propia memoria del ser humano es selectiva. Esta selección muchas veces nos es inconsciente. Tenemos ejemplos en nosotros mismos, por ejemplo en el recordar cómo era una población por la que pasábamos cuando íbamos a la playa o a recolectar setas a uno de nuestro valles o montañas, por aquella carretera anterior a la variante o autovía, donde veíamos las casas, la evolución demográfica y a los habitantes de esos bellos pueblos.
Aún es más difícil recordar cuál era el Estado que nos representaba ante Europa o el mundo conocido en otros siglos. El desconocimiento de las continuas invasiones militares a lo largo de nuestra historia, realizadas por muchos pueblos, la extensión territorial donde en un principio se asentaron nuestros antepasados… es algo que desconoce la inmensa mayoría de nuestra comunidad, promovida por quienes nos someten, por el impedimento a acceder a muchos datos y documentos que ocultan. Por la negación continua de nuestra existencia a través de los años, de los siglos, a lo largo de la historia de la humanidad.
La negativa de ayudas y subvenciones es permanente por parte de las diferentes instituciones, tanto francesas como españolas, intentando frenar la información de nuestra historia, para impedir que conozcamos quiénes somos y cuál es nuestra patria. Mantienen las divisiones que ocasionaron sus continuas agresiones militares, imponiendo sus leyes y su historia, negando y ocultando la nuestra.
De la Vasconia histórica a lo que muchos consideran la Euskal Herria actual hay mucha diferencia. La más evidente es la del territorio que abarcan las gentes que hablaban el euskera. Pero el elemento principal de organización política que han tenido los vascones, término con el que se designaron los visigodos a nuestro pueblo, fue un Reino, primero con el nombre de Pamplona y después con el nombre de Navarra.
El Reino de Navarra fue la expresión política de los vasco(ne)s ante el resto de Europa. Ese Reino no sólo acogía a los vascones, fundadores del mismo, sino que integraba otros pueblos o naciones, que también defendían dicho estado, donde por los avatares de la historia se encontraban. Todos estos pueblos o naciones eran lo que ahora nosotros somos; eran navarros.
Lo que debemos hacer desde los medios que poseemos las diferentes asociaciones culturales es informar de cuál debería ser nuestro estatus político. Para ello tendremos que trabajar muchas veces con delicadeza, con pedagogía, tratando no herir los sentimientos de otros compatriotas, que desconocen que todos los vascos son navarros.
Este desconocimiento de que los vascos son navarros se debe a la labor propagandística de los estados que nos someten. Existen entre nosotros opiniones que curiosamente se repiten, de unos lugares a otros, entre personas en principio no informadas, pero que coinciden. Algunos de nuestros compatriotas llegan a afirmar que consiguieron liberarse del yugo de los reyes navarros. La verdad es que cayeron en el yugo de los reyes españoles, a causa de las invasiones militares de Castilla y la colaboración de funcionarios navarros que facilitaron dichas agresiones; por supuesto, estos matices históricos desaparecen en la historia oficial del Reino de España. La poca presencia del euskara o lingua navarrorum en la actual Navarra reducida hace pensar a algunos vascos que las autoridades navarras (los reyes, se dice) no cuidaron su lengua. Lo cierto es que el primer libro en euskera lo mandó escribir una reina de Navarra, de la Navarra soberana del norte de los Pirineos.
Conociendo y difundiendo la historia de nuestro país, recuperaremos el término político para la palabra navarro. Con ello sabremos que la soberanía de los vascos pasa por recuperar el Estado de Navarra. Un estado del siglo XXI, donde las monarquías están abocadas a su desaparición. Donde el pueblo coja las riendas de la economía, de la política, de la cultura y los idiomas... En nuestro caso, saber y reivindicar que somos navarros y que nuestro estado es Navarra.
Recuperando nuestra memoria, recuperaremos la soberanía
Nabarralde
Desde hace ya algunos años, el movimiento cultural vasco se encamina a recuperar nuestra memoria histórica, a la par de la lengua y cultura, a pesar de las dificultades que plantean las instituciones actuales, herederas de la dictadura franquista, dificultades en principio económicas, que frenan el rápido avance de asociaciones como Nabarralde, un avance que busca la divulgación de cuál debería ser nuestro Estado, una divulgación con la que se continúa haciendo camino, pasos lentos, pero seguros mirando hacia delante, sin retroceder. En definitiva: pasico a pasico.
La tarea es difícil y no solo por motivos económicos que limitan la información y divulgación, sino porque la propia memoria del ser humano es selectiva. Esta selección muchas veces nos es inconsciente. Tenemos ejemplos en nosotros mismos, por ejemplo en el recordar cómo era una población por la que pasábamos cuando íbamos a la playa o a recolectar setas a uno de nuestro valles o montañas, por aquella carretera anterior a la variante o autovía, donde veíamos las casas, la evolución demográfica y a los habitantes de esos bellos pueblos.
Aún es más difícil recordar cuál era el Estado que nos representaba ante Europa o el mundo conocido en otros siglos. El desconocimiento de las continuas invasiones militares a lo largo de nuestra historia, realizadas por muchos pueblos, la extensión territorial donde en un principio se asentaron nuestros antepasados… es algo que desconoce la inmensa mayoría de nuestra comunidad, promovida por quienes nos someten, por el impedimento a acceder a muchos datos y documentos que ocultan. Por la negación continua de nuestra existencia a través de los años, de los siglos, a lo largo de la historia de la humanidad.
La negativa de ayudas y subvenciones es permanente por parte de las diferentes instituciones, tanto francesas como españolas, intentando frenar la información de nuestra historia, para impedir que conozcamos quiénes somos y cuál es nuestra patria. Mantienen las divisiones que ocasionaron sus continuas agresiones militares, imponiendo sus leyes y su historia, negando y ocultando la nuestra.
De la Vasconia histórica a lo que muchos consideran la Euskal Herria actual hay mucha diferencia. La más evidente es la del territorio que abarcan las gentes que hablaban el euskera. Pero el elemento principal de organización política que han tenido los vascones, término con el que se designaron los visigodos a nuestro pueblo, fue un Reino, primero con el nombre de Pamplona y después con el nombre de Navarra.
El Reino de Navarra fue la expresión política de los vasco(ne)s ante el resto de Europa. Ese Reino no sólo acogía a los vascones, fundadores del mismo, sino que integraba otros pueblos o naciones, que también defendían dicho estado, donde por los avatares de la historia se encontraban. Todos estos pueblos o naciones eran lo que ahora nosotros somos; eran navarros.
Lo que debemos hacer desde los medios que poseemos las diferentes asociaciones culturales es informar de cuál debería ser nuestro estatus político. Para ello tendremos que trabajar muchas veces con delicadeza, con pedagogía, tratando no herir los sentimientos de otros compatriotas, que desconocen que todos los vascos son navarros.
Este desconocimiento de que los vascos son navarros se debe a la labor propagandística de los estados que nos someten. Existen entre nosotros opiniones que curiosamente se repiten, de unos lugares a otros, entre personas en principio no informadas, pero que coinciden. Algunos de nuestros compatriotas llegan a afirmar que consiguieron liberarse del yugo de los reyes navarros. La verdad es que cayeron en el yugo de los reyes españoles, a causa de las invasiones militares de Castilla y la colaboración de funcionarios navarros que facilitaron dichas agresiones; por supuesto, estos matices históricos desaparecen en la historia oficial del Reino de España. La poca presencia del euskara o lingua navarrorum en la actual Navarra reducida hace pensar a algunos vascos que las autoridades navarras (los reyes, se dice) no cuidaron su lengua. Lo cierto es que el primer libro en euskera lo mandó escribir una reina de Navarra, de la Navarra soberana del norte de los Pirineos.
Conociendo y difundiendo la historia de nuestro país, recuperaremos el término político para la palabra navarro. Con ello sabremos que la soberanía de los vascos pasa por recuperar el Estado de Navarra. Un estado del siglo XXI, donde las monarquías están abocadas a su desaparición. Donde el pueblo coja las riendas de la economía, de la política, de la cultura y los idiomas... En nuestro caso, saber y reivindicar que somos navarros y que nuestro estado es Navarra.
2007/09/12
Iruñea, Septiembre de 2007
Iñigo Saldise Alda
Imperios (II)
Nabarralde
Aragón: De Condado navarro a Corona de España.
La historia de Aragón está íntimamente ligada a la historia de los comienzos del Reino de Pamplona, posterior Reino de Navarra. En la creación del Reino de Navarra por parte de los vascones, es la continuación política de los sucesos acaecidos a finales del siglo VIII, como la batalla de Orreaga . Este pequeño Condado, promovido en su día por los Carolingios (como nos indica Mikel Sorauren en su libro Historia de Navarra, el Estado Vasco), es desde el principio parte del Reino vasco(n).
La histografía española nos indica, no sin gran e intencionada malicia, la división del Reino de Pamplona a la muerte del “señor de los vascones”. El conde de Aragón controla ciertamente dicho Condado, pero supeditado a la autoridad del rey de Pamplona. A pesar de un suceso rocambolesco, ocurrida en 1043 en Tafalla (ver Pierre Narbaitz, Navarra o cuando los vascos tenían reyes), la división del Condado y el Reino vasco(n) no es efectiva.
Ante las primeras agresiones a la frontera occidental, por parte del todavía Condado de Castilla, el conde de Aragón acude en defensa de dicha frontera pactada en 1016 entre castellanos y navarros. Pero ante el cruel asesinato de Peñalen en 1076, promovido por Castilla y llevado a efecto por hermanos del rey navarro, la defensa del Condado de Aragón evita la total conquista del Reino vasco(n).
De nuevo la histografía española nos dice que estos “reyes” de Aragón son de la dinastía de Navarra, mientras que la realidad histórica nos dice que estos reyes navarros gobernaban en Pamplona y Aragón. Es cierto que uno de estos reyes otorga el título de Reino al Condado, sin ir más lejos el primero Sancho V Ramírez.
Pero el rey conocido como “El Batallador” consigue expulsar y reconquistar de las garras imperiales castellanas todas las tierras navarras hasta Montes de Oca, además de cumplir el mandato del Papa y dedicarse a guerrear contra los musulmanes, bajo el manto religioso de la Cruzada. Se firma un nuevo Tratado, ratificando el de 1016, el Tratado de Támara de 1127 (ver Tomás Urzainqui Mina, Navarra sin fronteras impuestas).
Tras la muerte de este rey guerrero, el testamento que lega es nefasto para la unidad del Reino pirenaico. Los Condados de Gascuña y Toulouse se apartan de Navarra, perdiéndose así la antigua unidad de los vascones a ambos lados del Pirineo, antes de la invasión del Imperio romano. Pero no sólo desaparece esta unidad, sino que el Conde de Barcelona, un templario, junto con el rey de Castilla, aprovechan la ocasión, con el beneplácito del estado pontificio y provocan la división del Reino.
La frontera, no siempre sin sobresaltos, se mantiene prácticamente inamovible hasta la invasión de Castilla en 1512. El Reino de Aragón se expande por la Península, incluso por el Mediterráneo.
En numerosas ocasiones las coronas de Castilla y Aragón firman Tratados en los cuales se reparten el Reino de Navarra. La obsesión es absoluta por los restos del Reino de los vasco(ne)s. Pero dicha conquista tenía que esperar, ya que la carrera imperial continuaba por la Península, por el mandato “divino” y la ambición desmedida de gobernantes castellanos y aragoneses.
El Reino de Aragón se convierte en Corona, y vía matrimonial se une a la Corona de Castilla, formando el Reino de España. La unión de ambos Imperios se complementa con la conquista de Navarra. En ella toman parte tropas aragonesas, comandadas por el obispo de Zaragoza, hermano del falsario. Su implicación es determinante en la conquista de Tutera y otras plazas fuerte navarras (ver Peio Esarte Muniain, Navarra 1512-1530.Conquista, ocupación y sometimiento militar, civil y eclesiástico, título muy expresivo que podríamos trasladar a las acciones sufridas por otros países a manos del Imperio español).
Imperios (II)
Nabarralde
Aragón: De Condado navarro a Corona de España.
La historia de Aragón está íntimamente ligada a la historia de los comienzos del Reino de Pamplona, posterior Reino de Navarra. En la creación del Reino de Navarra por parte de los vascones, es la continuación política de los sucesos acaecidos a finales del siglo VIII, como la batalla de Orreaga . Este pequeño Condado, promovido en su día por los Carolingios (como nos indica Mikel Sorauren en su libro Historia de Navarra, el Estado Vasco), es desde el principio parte del Reino vasco(n).
La histografía española nos indica, no sin gran e intencionada malicia, la división del Reino de Pamplona a la muerte del “señor de los vascones”. El conde de Aragón controla ciertamente dicho Condado, pero supeditado a la autoridad del rey de Pamplona. A pesar de un suceso rocambolesco, ocurrida en 1043 en Tafalla (ver Pierre Narbaitz, Navarra o cuando los vascos tenían reyes), la división del Condado y el Reino vasco(n) no es efectiva.
Ante las primeras agresiones a la frontera occidental, por parte del todavía Condado de Castilla, el conde de Aragón acude en defensa de dicha frontera pactada en 1016 entre castellanos y navarros. Pero ante el cruel asesinato de Peñalen en 1076, promovido por Castilla y llevado a efecto por hermanos del rey navarro, la defensa del Condado de Aragón evita la total conquista del Reino vasco(n).
De nuevo la histografía española nos dice que estos “reyes” de Aragón son de la dinastía de Navarra, mientras que la realidad histórica nos dice que estos reyes navarros gobernaban en Pamplona y Aragón. Es cierto que uno de estos reyes otorga el título de Reino al Condado, sin ir más lejos el primero Sancho V Ramírez.
Pero el rey conocido como “El Batallador” consigue expulsar y reconquistar de las garras imperiales castellanas todas las tierras navarras hasta Montes de Oca, además de cumplir el mandato del Papa y dedicarse a guerrear contra los musulmanes, bajo el manto religioso de la Cruzada. Se firma un nuevo Tratado, ratificando el de 1016, el Tratado de Támara de 1127 (ver Tomás Urzainqui Mina, Navarra sin fronteras impuestas).
Tras la muerte de este rey guerrero, el testamento que lega es nefasto para la unidad del Reino pirenaico. Los Condados de Gascuña y Toulouse se apartan de Navarra, perdiéndose así la antigua unidad de los vascones a ambos lados del Pirineo, antes de la invasión del Imperio romano. Pero no sólo desaparece esta unidad, sino que el Conde de Barcelona, un templario, junto con el rey de Castilla, aprovechan la ocasión, con el beneplácito del estado pontificio y provocan la división del Reino.
La frontera, no siempre sin sobresaltos, se mantiene prácticamente inamovible hasta la invasión de Castilla en 1512. El Reino de Aragón se expande por la Península, incluso por el Mediterráneo.
En numerosas ocasiones las coronas de Castilla y Aragón firman Tratados en los cuales se reparten el Reino de Navarra. La obsesión es absoluta por los restos del Reino de los vasco(ne)s. Pero dicha conquista tenía que esperar, ya que la carrera imperial continuaba por la Península, por el mandato “divino” y la ambición desmedida de gobernantes castellanos y aragoneses.
El Reino de Aragón se convierte en Corona, y vía matrimonial se une a la Corona de Castilla, formando el Reino de España. La unión de ambos Imperios se complementa con la conquista de Navarra. En ella toman parte tropas aragonesas, comandadas por el obispo de Zaragoza, hermano del falsario. Su implicación es determinante en la conquista de Tutera y otras plazas fuerte navarras (ver Peio Esarte Muniain, Navarra 1512-1530.Conquista, ocupación y sometimiento militar, civil y eclesiástico, título muy expresivo que podríamos trasladar a las acciones sufridas por otros países a manos del Imperio español).
2007/09/05
Iruñea, Septiembre de 2007
Iñigo Saldise Alda
Imperios (I)
Nabarralde
De Castilla a España. Consecuencias en Navarra
Los estados imperialistas siempre han querido mantener sus conquistas militares. Unas conquistas con las que primero intentan exterminar a los pueblos conquistados. Si esta vía es larga y costosa, comienzan la colonización. Con ella buscan que los pueblos sometidos pierdan su lengua, su cultura y cualquier recuerdo de que eran un pueblo libre, por lo tanto soberano.
En el caso del pueblo vasco(n) la conquista del condado de Castilla vino por una invasión del territorio navarro en 1054. En la batalla de Atapuerca el conde de Castilla, y rey de León, mata al rey de Pamplona o Navarra. El apetito imperial castellano daba muestras de su existencia.
A pesar de mantenerse momentáneamente las fronteras, la intromisión castellana, no sólo hacia los tenentes o señores navarros sin jurisdicción ni dominio feudal (como nos indica Tomás Urzainqui Mina en su obra: Navarra sin fronteras impuestas), sino incluso hacia la misma familia real de Pamplona, es una constante por parte del imperio español. Asesinatos, sobornos, invasiones militares, apoyo de otros reinos, como Inglaterra y el papado, son las armas con las que el imperio castellano mermó, y en qué medida, el territorio del Reino de Navarra.
Pero eso no era suficiente. La existencia de un reino vasco(n) nunca ha sido asimilada por las Coronas que formaron el Reino de España. Así, tras la reconquista de Granada, último bastión musulmán en la Península, la mirada del católico Fernando II de Aragón, el Falsario, se centra en el Reino de Navarra.
Aprovecha la insubordinación de los beaumonteses, y en especial se beneficia de la mezquina ambición de Luis de Beaumont, al cual igual daba pactar con el imperio español que con el francés, ya que buscaba poder. Esta arma ya la utilizó el Reino de Castilla con diferentes tenentes o funcionarios navarros, siendo los más destacados Diego Álvarez, García Ordóñez, Eneko Lúpiz, señor de Vizcaya…
¡Cuantos desertores de Navarra, que pasarán a campeones de Castilla y grandes de España!
Tras la derrota de Noain en 1521, las resistencias en Amaiur en 1522 y Hondarribia en 1524 son insuficientes ante las garras de águila imperial. El falso y vano juramento de los fueros navarros, por parte del Falsario, que anexiona unilateralmente el Reino de Navarra a la Corona de Castilla en 1515, es seguido sucesivamente por otros monarcas, por otros emperadores, que imponen la figura extranjera del virrey.
Durante muchos años las cortes títeres e ilegítimas de Iruñea son un nido de pequeños cuervos, los cuales se reparten los despojos que deja el gran águila imperial, en un Reino que fue en otros tiempos el estado de todos los vasco(ne)s.
La revuelta carlista de 1836 fue ampliamente apoyada por la población vasca. A pesar de ser una guerra por el trono del Reino de España, también estaba en juego la posible desaparición de los restos del reino de los vascos. La derrota de los carlistas trajo una nueva forma de imposición. Se eliminaron esas cortes residuales de Navarra, se perdió el poder acuñar moneda propia, impuestos sobre tabaco y, lo más importantes a la par de surrealista, las fronteras españolas se trasladaron a los Pirineos, unas fronteras desconocidas o ignoradas por el resto de los estados del mundo. Navarra se convierte en una provincia española por la Ley, mal llamada Paccionada, de 1841.
Las imposiciones fiscales de Gamazo producen una nueva revuelta. Los fueros se creen salvados. ¿Qué fueros? Bueno, algo quedaba. Luego, durante la guerra civil española de 1936, en la cual las cunetas navarras se llenaron de cadáveres, las viudas de Sartaguda, los presos de San Cristóbal… la imposición lingüística y cultural por parte del imperio del nuevo águila fascista se convierte en una auténtica apisonadora contra nuestro pueblo.
La mentira es el arma que acompaña al miedo impuesto por los sables imperiales. La falsedad en la enseñanza de nuestra historia en colegios, institutos y universidades, a pesar de la llamada Transición, se puede decir que ha llegado hasta nuestros días. La lengua más antigua de Europa, por no decir del planeta, como harían los chovinistas franceses, es apartada de las instituciones que ostentan el nombre residual de un estado soberano, cuyos habitantes la hablaban. Continúan buscando su desaparición, pues la lingua navarrorum es la lengua de Navarra.
Los imperios no descansan, y más aún cuando perciben cómo territorios que creían dominados van recuperando la soberanía o consiguiendo la independencia. La desinformación es actualmente su mejor arma. Tienen ejército y jueces con los que asegurar sus fronteras, pero es en la mentira y la desinformación donde se legitiman sus leyes y la invasión militar.
La negación de un estado como el navarro, la ocultación de sus verdaderas fronteras, la privación del pueblo vasco de su estatus político, es decir, el negar que lo vasco es navarro, es una constante por los nuevos imperialistas demócratas.
Nuestro deber es seguir “luchando” para conseguir recuperar el verdadero significado del término navarro. Debemos seguir peleando para dar a conocer nuestra auténtica historia. Para recuperar la soberanía plena de Navarra debemos restablecer nuestra memoria. En definitiva, para coger las riendas de nuestro pueblo, con la soberanía plena del estado de Navarra.
Imperios (I)
Nabarralde
De Castilla a España. Consecuencias en Navarra
Los estados imperialistas siempre han querido mantener sus conquistas militares. Unas conquistas con las que primero intentan exterminar a los pueblos conquistados. Si esta vía es larga y costosa, comienzan la colonización. Con ella buscan que los pueblos sometidos pierdan su lengua, su cultura y cualquier recuerdo de que eran un pueblo libre, por lo tanto soberano.
En el caso del pueblo vasco(n) la conquista del condado de Castilla vino por una invasión del territorio navarro en 1054. En la batalla de Atapuerca el conde de Castilla, y rey de León, mata al rey de Pamplona o Navarra. El apetito imperial castellano daba muestras de su existencia.
A pesar de mantenerse momentáneamente las fronteras, la intromisión castellana, no sólo hacia los tenentes o señores navarros sin jurisdicción ni dominio feudal (como nos indica Tomás Urzainqui Mina en su obra: Navarra sin fronteras impuestas), sino incluso hacia la misma familia real de Pamplona, es una constante por parte del imperio español. Asesinatos, sobornos, invasiones militares, apoyo de otros reinos, como Inglaterra y el papado, son las armas con las que el imperio castellano mermó, y en qué medida, el territorio del Reino de Navarra.
Pero eso no era suficiente. La existencia de un reino vasco(n) nunca ha sido asimilada por las Coronas que formaron el Reino de España. Así, tras la reconquista de Granada, último bastión musulmán en la Península, la mirada del católico Fernando II de Aragón, el Falsario, se centra en el Reino de Navarra.
Aprovecha la insubordinación de los beaumonteses, y en especial se beneficia de la mezquina ambición de Luis de Beaumont, al cual igual daba pactar con el imperio español que con el francés, ya que buscaba poder. Esta arma ya la utilizó el Reino de Castilla con diferentes tenentes o funcionarios navarros, siendo los más destacados Diego Álvarez, García Ordóñez, Eneko Lúpiz, señor de Vizcaya…
¡Cuantos desertores de Navarra, que pasarán a campeones de Castilla y grandes de España!
Tras la derrota de Noain en 1521, las resistencias en Amaiur en 1522 y Hondarribia en 1524 son insuficientes ante las garras de águila imperial. El falso y vano juramento de los fueros navarros, por parte del Falsario, que anexiona unilateralmente el Reino de Navarra a la Corona de Castilla en 1515, es seguido sucesivamente por otros monarcas, por otros emperadores, que imponen la figura extranjera del virrey.
Durante muchos años las cortes títeres e ilegítimas de Iruñea son un nido de pequeños cuervos, los cuales se reparten los despojos que deja el gran águila imperial, en un Reino que fue en otros tiempos el estado de todos los vasco(ne)s.
La revuelta carlista de 1836 fue ampliamente apoyada por la población vasca. A pesar de ser una guerra por el trono del Reino de España, también estaba en juego la posible desaparición de los restos del reino de los vascos. La derrota de los carlistas trajo una nueva forma de imposición. Se eliminaron esas cortes residuales de Navarra, se perdió el poder acuñar moneda propia, impuestos sobre tabaco y, lo más importantes a la par de surrealista, las fronteras españolas se trasladaron a los Pirineos, unas fronteras desconocidas o ignoradas por el resto de los estados del mundo. Navarra se convierte en una provincia española por la Ley, mal llamada Paccionada, de 1841.
Las imposiciones fiscales de Gamazo producen una nueva revuelta. Los fueros se creen salvados. ¿Qué fueros? Bueno, algo quedaba. Luego, durante la guerra civil española de 1936, en la cual las cunetas navarras se llenaron de cadáveres, las viudas de Sartaguda, los presos de San Cristóbal… la imposición lingüística y cultural por parte del imperio del nuevo águila fascista se convierte en una auténtica apisonadora contra nuestro pueblo.
La mentira es el arma que acompaña al miedo impuesto por los sables imperiales. La falsedad en la enseñanza de nuestra historia en colegios, institutos y universidades, a pesar de la llamada Transición, se puede decir que ha llegado hasta nuestros días. La lengua más antigua de Europa, por no decir del planeta, como harían los chovinistas franceses, es apartada de las instituciones que ostentan el nombre residual de un estado soberano, cuyos habitantes la hablaban. Continúan buscando su desaparición, pues la lingua navarrorum es la lengua de Navarra.
Los imperios no descansan, y más aún cuando perciben cómo territorios que creían dominados van recuperando la soberanía o consiguiendo la independencia. La desinformación es actualmente su mejor arma. Tienen ejército y jueces con los que asegurar sus fronteras, pero es en la mentira y la desinformación donde se legitiman sus leyes y la invasión militar.
La negación de un estado como el navarro, la ocultación de sus verdaderas fronteras, la privación del pueblo vasco de su estatus político, es decir, el negar que lo vasco es navarro, es una constante por los nuevos imperialistas demócratas.
Nuestro deber es seguir “luchando” para conseguir recuperar el verdadero significado del término navarro. Debemos seguir peleando para dar a conocer nuestra auténtica historia. Para recuperar la soberanía plena de Navarra debemos restablecer nuestra memoria. En definitiva, para coger las riendas de nuestro pueblo, con la soberanía plena del estado de Navarra.
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NABARRAKO ERESERKIA
Nabarra, reflexiones de un Patriota
ASKATASUNA = Baskoinak x Nafar Paradigma
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"Aberri askearen alde jende librea jaiki"
"De pie la gente libre a favor de la libertad de la patria"
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Navarre shall be the wonder of the world
by WILLIAM SHAKESPEARE