Iñigo Saldise Alda
Imperios (I)
Nabarralde
De Castilla a España. Consecuencias en Navarra
Los estados imperialistas siempre han querido mantener sus conquistas militares. Unas conquistas con las que primero intentan exterminar a los pueblos conquistados. Si esta vía es larga y costosa, comienzan la colonización. Con ella buscan que los pueblos sometidos pierdan su lengua, su cultura y cualquier recuerdo de que eran un pueblo libre, por lo tanto soberano.
En el caso del pueblo vasco(n) la conquista del condado de Castilla vino por una invasión del territorio navarro en 1054. En la batalla de Atapuerca el conde de Castilla, y rey de León, mata al rey de Pamplona o Navarra. El apetito imperial castellano daba muestras de su existencia.
A pesar de mantenerse momentáneamente las fronteras, la intromisión castellana, no sólo hacia los tenentes o señores navarros sin jurisdicción ni dominio feudal (como nos indica Tomás Urzainqui Mina en su obra: Navarra sin fronteras impuestas), sino incluso hacia la misma familia real de Pamplona, es una constante por parte del imperio español. Asesinatos, sobornos, invasiones militares, apoyo de otros reinos, como Inglaterra y el papado, son las armas con las que el imperio castellano mermó, y en qué medida, el territorio del Reino de Navarra.
Pero eso no era suficiente. La existencia de un reino vasco(n) nunca ha sido asimilada por las Coronas que formaron el Reino de España. Así, tras la reconquista de Granada, último bastión musulmán en la Península, la mirada del católico Fernando II de Aragón, el Falsario, se centra en el Reino de Navarra.
Aprovecha la insubordinación de los beaumonteses, y en especial se beneficia de la mezquina ambición de Luis de Beaumont, al cual igual daba pactar con el imperio español que con el francés, ya que buscaba poder. Esta arma ya la utilizó el Reino de Castilla con diferentes tenentes o funcionarios navarros, siendo los más destacados Diego Álvarez, García Ordóñez, Eneko Lúpiz, señor de Vizcaya…
¡Cuantos desertores de Navarra, que pasarán a campeones de Castilla y grandes de España!
Tras la derrota de Noain en 1521, las resistencias en Amaiur en 1522 y Hondarribia en 1524 son insuficientes ante las garras de águila imperial. El falso y vano juramento de los fueros navarros, por parte del Falsario, que anexiona unilateralmente el Reino de Navarra a la Corona de Castilla en 1515, es seguido sucesivamente por otros monarcas, por otros emperadores, que imponen la figura extranjera del virrey.
Durante muchos años las cortes títeres e ilegítimas de Iruñea son un nido de pequeños cuervos, los cuales se reparten los despojos que deja el gran águila imperial, en un Reino que fue en otros tiempos el estado de todos los vasco(ne)s.
La revuelta carlista de 1836 fue ampliamente apoyada por la población vasca. A pesar de ser una guerra por el trono del Reino de España, también estaba en juego la posible desaparición de los restos del reino de los vascos. La derrota de los carlistas trajo una nueva forma de imposición. Se eliminaron esas cortes residuales de Navarra, se perdió el poder acuñar moneda propia, impuestos sobre tabaco y, lo más importantes a la par de surrealista, las fronteras españolas se trasladaron a los Pirineos, unas fronteras desconocidas o ignoradas por el resto de los estados del mundo. Navarra se convierte en una provincia española por la Ley, mal llamada Paccionada, de 1841.
Las imposiciones fiscales de Gamazo producen una nueva revuelta. Los fueros se creen salvados. ¿Qué fueros? Bueno, algo quedaba. Luego, durante la guerra civil española de 1936, en la cual las cunetas navarras se llenaron de cadáveres, las viudas de Sartaguda, los presos de San Cristóbal… la imposición lingüística y cultural por parte del imperio del nuevo águila fascista se convierte en una auténtica apisonadora contra nuestro pueblo.
La mentira es el arma que acompaña al miedo impuesto por los sables imperiales. La falsedad en la enseñanza de nuestra historia en colegios, institutos y universidades, a pesar de la llamada Transición, se puede decir que ha llegado hasta nuestros días. La lengua más antigua de Europa, por no decir del planeta, como harían los chovinistas franceses, es apartada de las instituciones que ostentan el nombre residual de un estado soberano, cuyos habitantes la hablaban. Continúan buscando su desaparición, pues la lingua navarrorum es la lengua de Navarra.
Los imperios no descansan, y más aún cuando perciben cómo territorios que creían dominados van recuperando la soberanía o consiguiendo la independencia. La desinformación es actualmente su mejor arma. Tienen ejército y jueces con los que asegurar sus fronteras, pero es en la mentira y la desinformación donde se legitiman sus leyes y la invasión militar.
La negación de un estado como el navarro, la ocultación de sus verdaderas fronteras, la privación del pueblo vasco de su estatus político, es decir, el negar que lo vasco es navarro, es una constante por los nuevos imperialistas demócratas.
Nuestro deber es seguir “luchando” para conseguir recuperar el verdadero significado del término navarro. Debemos seguir peleando para dar a conocer nuestra auténtica historia. Para recuperar la soberanía plena de Navarra debemos restablecer nuestra memoria. En definitiva, para coger las riendas de nuestro pueblo, con la soberanía plena del estado de Navarra.
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"De pie la gente libre a favor de la libertad de la patria"
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