Iñigo Saldise Alda
La nueva cruzada española
Soberanía de Navarra
“Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”. Paul Joseph Goebbels
Desde el pasado día 12 de enero del año 2009, cuando el presidente de las instituciones impuestas en la Navarra reducida, don Miguel Sanz, realizara la presentación, junto al ministro de cultura del reino de España, don César Antonio Monila, de su “comisión oficial”, el goteo de quijotes andantes, más o menos iluminados y protegidos por el brazo incorrupto de Santiago apóstol, que tienen como único objetivo la defensa a cualquier precio de la unidad nacional española, se ha incrementado sustancialmente y lo que nos queda por soportar aún a las navarras y navarros, ante la inminente llegada del año 2012, año en el cual se cumplen 500 años de la invasión y ocupación de nuestro Estado, llevada a cabo por las tropas castellano-leonesas y aragonesas, es decir, por el ejército del español Fernando el Falsario.
A pesar de que a muchos de nosotros, nos puedan parecer que estos quijotes españoles del siglo XXI, son meros iluminados que trabajan de forma individual, la verdad que siguen un patrón o plan, bien detallado y orquestado por los medios propagandísticos españoles, los cuales sencillamente buscan dar continuidad a las mentiras vertidas sobre los navarros del año 1512, que entonces les sirvieron para intentar legitimar una conquista realizada manu militari, es decir, la invasión, ocupación y sometimiento, tanto militar, como civil y eclesiástico y que a pesar de ello, aún hoy día a comienzos del siglo XXI, no han logrado.
La semana pasada, pude leer unas delirantes líneas del señor del Burgo, en las cuales atacaba a la comisión oficial de los navarros o Nafarroa Birizik! manipulando una vez más la historia del Estado de Navarra y atacando directamente a los convocantes, entre los cuales me incluyo, de la manifestación del 28 de junio del 2008, antes incluso de la creación de su “comisión oficial”. Después el nacionalista español, don Jaime Ignacio del Burgo, ni corto ni perezoso, nos pasa a detallar una visión lisérgica de la historia del Estado de Navarra y de cómo los españoles (castellano-leoneses y aragoneses) invadieron nuestro territorio para salvar a nuestros antepasados de las garras francesas, ante la inoperancia de nuestro legítimos soberanos, Catalina I de Foix y Juan III de Albret y posteriormente se dedica una y otra vez, a justificar las acciones político-militares sucesivas desde el nefasto 1512, hasta llegar al espejismo del llamado Amejoramiento del Fuero del año 1982.
Bien, este y otros actos llevado a cabo por los nacionalistas españoles, me ha llevado a analizar de una forma detenida, los movimientos que están tomando los españoles, y podemos ver claramente, cual es la persona que les sirve como paradigma o ejemplo a seguir, al realizar su propaganda unionista española. Esta persona no es otra más que Paul Joseph Goebbels, quien fue el jefe de propaganda del partido nazi de Adolf Hitler.
Ya desde la presentación de las funciones de esa “comisión oficial” o equipo de propaganda españolista no oficial, hemos podido comprobar del propio señor Sanz, donde la falsedad de sus palabras, solo es comparable a las falsificaciones realizadas por Fernando II de Aragón para justificar la invasión militar del Reino de Navarra, serían aprobadas e incluso incentivadas por el jefe de propaganda de la Alemania nazi, ya que si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan* y que peor noticia para nosotros los navarros, que la perdida de nuestra libertad a manos españolas y también, no se nos olvide aunque de momento se muestren callados, a mano de los franceses.
* Frase atribuida a Paul Joseph Goebbels
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2009/03/27
2009/03/24
Iruinea, marzo 2009
Iñigo Saldise Alda
Bizkaia (I)
De comarca vascona a señorío castellano
Soberanía de Navarra
Bizkaia era una comarca más englobada en el Ducado de Baskonia, durante las épocas de Otsoa I Lupo y su hijo Eudon I el Grande, siendo invadida y posteriormente saqueada junto a otras zonas occidentales vasconas, por parte de las tropas de Alfonso I de Asturias, quien se aprovecha de las luchas que comenzaron a sostener los vascones contra los francos, antiguos aliados por la incursión del ejército musulmán, al norte del Pirineo y que pretendían someter al pueblo vascón.
La alianza entre el rey de Oviedo, Ordoño I y el segundo rey de los navarros o vascones independientes, García Iñiguez, conocido por los musulmanes como el emir de los baskunis, no significa, de momento, un retorno de las comarcas occidentales vasconas al ya Reino de Pamplona. Concretamente en la comarca de Bizkaia son continuas las sublevaciones vasconas contra el poder astur, destacando entre ellas la que da lugar a la batalla de Arrigorriaga del año 870 contra el rey de Oviedo, Alfonso III.
La comarca de Bizkaia, junto a las demás zonas occidentales vasconas, se libera definitivamente de la imposición astur-leonesa, al formar parte del Reino de los navarros o vascones independientes durante el gobierno de Sancho I Garcés, quien mantiene la alianza con el rey astur-leonés, Ordoño II frente al poder militar musulmán de Abd Al-Rahman III.
Es durante el reinado de el señor de los vascones, el monarca navarro Sancho III el Mayor, quien tras casarse con la hija del conde Sancho de Castilla, firma con éste un tratado fronterizo en el año 1016, delimitando de una vez por todas, cuales son las tierras de los navarros y cuales la de los astur-castellanos, quedando la comarca de Bizkaia dentro del Reino de Pamplona.
“Una concordia y acuerdo acerca de la división del reino entre Pamplona y Castilla, como ordenaron Sancho conde de Castilla y Sancho rey de Pamplona, tal como les pareció. Esto es, desde la suma cima al río Valle Venarie, hasta el Grañe donde está el mojón sito y collado Muño, y desde Biciercas y desde siguiendo hacia el río Razon, donde nace; después por medio del monte de Calcaño, después por la cima de la cuesta y por medio de Galaza, y allí está el mojón, y hasta el río Tera, allí esta Garrahe, antigua ciudad abandonada, y hasta el río Duero. Don Nuño Álvaro de Castilla y el señor Fortún Oggoiz de Pamplona, testigos y confirmantes. Año 1016”.*
La tenencia de la comarca de Bizkaia, recae por orden de el Mayor, en Fortún Galindones, que hasta entonces ostentaba la regencia de Naiara o Nájera. Posteriormente, la tenencia de Bizkaia pasa a manos de Eneko Lúpiz, el cual aparece en algunos documentos navarros, durante el reinado de Sancho III, con el título de conde, a pesar de ser un tenente o señor sin jurisdicción, ni dominio feudal.
Ante invasión de la parte occidental del Reino de Pamplona, realizada por las tropas castellanas tras la derrota navarra en Atapuerca el año 1054, Eneko Lúpiz, tenente de Bizkaia, se mantiene fiel al nuevo rey navarro, Sancho IV, a pesar de las promesas lanzadas por el invasor, Fernando I de León y Castilla.
Gracias a su lealtad, tras la muerte de Eneko Lúpiz, le sucede en la tenencia su hijo Lope Iñiguez, quien se adhirió en el año 1076, tras el magnicidio del rey navarro en Peñalen, al monarca castellano Alfonso VI cuando este ocupa rápidamente las tierras de la Rioja, lo que le vale recibir el título castellano de señor de Vizcaya, título que recayó tras su muerte en su primogénito, Diego López de Haro.
Tras la muerte del rey de Pamplona, Alfonso I el Batallador, Lope Díaz de Haro, señor de Vizcaya, entra junto a las tropas castellanas de Alfonso VII en las tierras navarras, recuperando así las posesiones que le habían sido otorgadas a su abuelo tras su traición al Reino de Pamplona, que momentáneamente habían sido recuperadas para el reino vascón por el Batallador. A la muerte de Alfonso VII, rey de Castilla, el señor de Vizcaya vuelve a rendir vasallaje a su sucesor e hijo Sancho el Deseado, obteniendo por ello un nuevo título, el de Alferez Real de Castilla, como aparece desde 1158.
*Cartulario de San Millán de la Cogolla, doc. 166.
BIBLIOGRAFÍA
CAMPIÓN, Arturo. Obras completas, 1983
CLAVERÍA, Carlos. Historia del Reino de Navarra, 1971
JIMENO JURIO, José Mª. Historia de Navarra. Desde los orígenes hasta nuestros días, 1980
LACARRA, José Mª. Historia política del Reino de Navarra desde sus orígenes hasta su incorporación a Castilla, 1972
LACARRA, José Mª. Historia del Reino de Navarra en la Edad Media, 1976
MONTERUBIO DEL POZO, Rosa. Santa Mª la Real de Nájera, la piedra labrada como un exquisito bordado, 2001
MORET Y ALESON. Annales del Reyno de Navarra, 1980
NARBAITZ, Pierre. Navarra o cuando los vascos tenían reyes, 2007
SAGREDO, Iñaki. Navarra. Castillo que defendieron el Reino, Tomo I, II y III, 2006 y 2007
SERRANO, Bixente. Navarra. Las tramas de la historia, 2006
SORAUREN, Mikel. Historia de Navarra, el Estado Vasco, 1999
URZAINQUI, Tomás Y DE OLAZIOLA, José Mª. La Navarra marítima, 1998
URZAINQUI, Tomás. Navarra, sin fronteras impuestas, 2002
URZAINQUI, Tomás. Navarra Estado europeo, 2003
VILLANUEVA, Antonio. Señores de Vizcaya, caballeros de Castilla, 2006
VV.AA. Historia Ilustrada de Navarra, 1993
Bizkaia (I)
De comarca vascona a señorío castellano
Soberanía de Navarra
Bizkaia era una comarca más englobada en el Ducado de Baskonia, durante las épocas de Otsoa I Lupo y su hijo Eudon I el Grande, siendo invadida y posteriormente saqueada junto a otras zonas occidentales vasconas, por parte de las tropas de Alfonso I de Asturias, quien se aprovecha de las luchas que comenzaron a sostener los vascones contra los francos, antiguos aliados por la incursión del ejército musulmán, al norte del Pirineo y que pretendían someter al pueblo vascón.
La alianza entre el rey de Oviedo, Ordoño I y el segundo rey de los navarros o vascones independientes, García Iñiguez, conocido por los musulmanes como el emir de los baskunis, no significa, de momento, un retorno de las comarcas occidentales vasconas al ya Reino de Pamplona. Concretamente en la comarca de Bizkaia son continuas las sublevaciones vasconas contra el poder astur, destacando entre ellas la que da lugar a la batalla de Arrigorriaga del año 870 contra el rey de Oviedo, Alfonso III.
La comarca de Bizkaia, junto a las demás zonas occidentales vasconas, se libera definitivamente de la imposición astur-leonesa, al formar parte del Reino de los navarros o vascones independientes durante el gobierno de Sancho I Garcés, quien mantiene la alianza con el rey astur-leonés, Ordoño II frente al poder militar musulmán de Abd Al-Rahman III.
Es durante el reinado de el señor de los vascones, el monarca navarro Sancho III el Mayor, quien tras casarse con la hija del conde Sancho de Castilla, firma con éste un tratado fronterizo en el año 1016, delimitando de una vez por todas, cuales son las tierras de los navarros y cuales la de los astur-castellanos, quedando la comarca de Bizkaia dentro del Reino de Pamplona.
“Una concordia y acuerdo acerca de la división del reino entre Pamplona y Castilla, como ordenaron Sancho conde de Castilla y Sancho rey de Pamplona, tal como les pareció. Esto es, desde la suma cima al río Valle Venarie, hasta el Grañe donde está el mojón sito y collado Muño, y desde Biciercas y desde siguiendo hacia el río Razon, donde nace; después por medio del monte de Calcaño, después por la cima de la cuesta y por medio de Galaza, y allí está el mojón, y hasta el río Tera, allí esta Garrahe, antigua ciudad abandonada, y hasta el río Duero. Don Nuño Álvaro de Castilla y el señor Fortún Oggoiz de Pamplona, testigos y confirmantes. Año 1016”.*
La tenencia de la comarca de Bizkaia, recae por orden de el Mayor, en Fortún Galindones, que hasta entonces ostentaba la regencia de Naiara o Nájera. Posteriormente, la tenencia de Bizkaia pasa a manos de Eneko Lúpiz, el cual aparece en algunos documentos navarros, durante el reinado de Sancho III, con el título de conde, a pesar de ser un tenente o señor sin jurisdicción, ni dominio feudal.
Ante invasión de la parte occidental del Reino de Pamplona, realizada por las tropas castellanas tras la derrota navarra en Atapuerca el año 1054, Eneko Lúpiz, tenente de Bizkaia, se mantiene fiel al nuevo rey navarro, Sancho IV, a pesar de las promesas lanzadas por el invasor, Fernando I de León y Castilla.
Gracias a su lealtad, tras la muerte de Eneko Lúpiz, le sucede en la tenencia su hijo Lope Iñiguez, quien se adhirió en el año 1076, tras el magnicidio del rey navarro en Peñalen, al monarca castellano Alfonso VI cuando este ocupa rápidamente las tierras de la Rioja, lo que le vale recibir el título castellano de señor de Vizcaya, título que recayó tras su muerte en su primogénito, Diego López de Haro.
Tras la muerte del rey de Pamplona, Alfonso I el Batallador, Lope Díaz de Haro, señor de Vizcaya, entra junto a las tropas castellanas de Alfonso VII en las tierras navarras, recuperando así las posesiones que le habían sido otorgadas a su abuelo tras su traición al Reino de Pamplona, que momentáneamente habían sido recuperadas para el reino vascón por el Batallador. A la muerte de Alfonso VII, rey de Castilla, el señor de Vizcaya vuelve a rendir vasallaje a su sucesor e hijo Sancho el Deseado, obteniendo por ello un nuevo título, el de Alferez Real de Castilla, como aparece desde 1158.
*Cartulario de San Millán de la Cogolla, doc. 166.
BIBLIOGRAFÍA
CAMPIÓN, Arturo. Obras completas, 1983
CLAVERÍA, Carlos. Historia del Reino de Navarra, 1971
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MONTERUBIO DEL POZO, Rosa. Santa Mª la Real de Nájera, la piedra labrada como un exquisito bordado, 2001
MORET Y ALESON. Annales del Reyno de Navarra, 1980
NARBAITZ, Pierre. Navarra o cuando los vascos tenían reyes, 2007
SAGREDO, Iñaki. Navarra. Castillo que defendieron el Reino, Tomo I, II y III, 2006 y 2007
SERRANO, Bixente. Navarra. Las tramas de la historia, 2006
SORAUREN, Mikel. Historia de Navarra, el Estado Vasco, 1999
URZAINQUI, Tomás Y DE OLAZIOLA, José Mª. La Navarra marítima, 1998
URZAINQUI, Tomás. Navarra, sin fronteras impuestas, 2002
URZAINQUI, Tomás. Navarra Estado europeo, 2003
VILLANUEVA, Antonio. Señores de Vizcaya, caballeros de Castilla, 2006
VV.AA. Historia Ilustrada de Navarra, 1993
2009/03/17
Iruinea, marzo 2009
Iñigo Saldise Alda
El escudo del pueblo (y III)
Soberanía de Navarra
La defensa de los Fueros vasco-navarros a lo largo del siglo XIX, se vio reflejada en dos nuevas guerras carlistas. En el año 1875, el autoproclamado Carlos VII de España, jura los Fueros ante el árbol de Gernika, un juramento que no olvidará hasta el final de sus días. Un año después finalizará la III guerra carlista.
Nada más terminada la contienda, el presidente del consejo de ministros español, Cánovas del Castillo, citó a los representantes de las Diputaciones vascongadas. Cánovas estaba decidido a introducir, acogiéndose a lo dispuesto en el artículo II de la ley española del 39, las modificaciones necesarias para acomodar los Fueros a la “unidad constitucional” del reino de España.
Las posibilidades de alcanzar un acuerdo se disiparon pronto. Si la fe del proyecto político del ministro español estaba manifiesta por su incompatibilidad con la exclusión fiscal y militar de las provincias vascongadas, hizo que los representantes de las Diputaciones vascongadas no renunciaran a ninguno de los fundamentos del régimen foral, pero en las cortes españolas, los parlamentarios vascongados no encontraron ningún apoyo a sus reclamaciones y los Fueros vascongados fueron abolidos por la ley española del 21 de julio de 1876.
El siguiente objetivo español fue el de abolir el Fuero residual existente en el antiguo Reino de Navarra, que tras la imposición por parte española de la ley paccionada del año 1841, solamente consistía en algunos asuntos fiscales y administrativos, los cuales eran gestionados por la Diputación provincial de Navarra.
El ministro de hacienda español, Germán Gamazo, intentó mediante la ley de presupuestos españoles de los años 1893 y 1894, suprimir cualquier autonomía fiscal existente en la residual administración Foral de Navarra. Este proyecto de Gamazo desencadena un nuevo e intenso movimiento en defensa de estos Fueros residuales.
Una representación de la Diputación de Navarra, se presenta en Madrid y se entrevista con Gamazo el 14 de febrero de 1894. La reunión está cargada de tensión y el ministro español de Hacienda amenaza a los representantes navarros, con suprimir enteramente el régimen foral. Los diputados no transigen y regresan a Navarra como héroes, siendo recibidos en Castejón por una muchedumbre, cifrada en unas 50.000 personas y donde se encontraban bastantes vascongados, siendo los más destacados los futuros fundadores de EAJ-PNV-PNB, Sabino y Luís Arana.
Un posterior enfrentamiento del ministro español Gamazo, con el jefe del partido liberal español, Sagasta, lleva a la dimisión del primero. Su sucesor en el ministerio de Hacienda español es Amós Salvador, quien paraliza la puesta en marcha la reforma ideada por su antecesor, lo que beneficia en gran media a las tesis navarras, salvaguardándose con ello, los últimos residuos del Fuero navarro.
Tras la "Gamazada", dentro del movimiento popular vascón que se había creado en defensa de los Fueros, los navarros decidieron perpetuar la memoria de lo que había sucedido, con la intención de que fuera transmitida a las generaciones posteriores. Para ello se construyó el monumento a los Fueros en Iruñea, ante el Palacio de Navarra, el cual hoy, más de un siglo después de su construcción, sigue sin ser inaugurado por las instituciones residuales del antiguo reino de Navarra.
El monumento a los Fueros se construyó mediante suscripción popular, por lo que se admitieron donativos de entre 25 céntimos de peseta y 25 pesetas. El diseño seleccionado fue el realizado por el arquitecto de Iruñea, Manuel Martínez de Ubago, y las obras concluyeron en el año 1903.
En el año 1982, tras votar cuatro años antes contra una nueva constitución española, los navarros sufrimos un nuevo ataque a lo poco que nos quedaba de Fueros. Esta vez, disfrazado bajo el término de Amejoramiento, y sustentada por la constitución no aceptada en Navarra del año 1978 y la impuesta ley paccionada del año 1841, las condiciones fiscales han sido duramente empeoradas a la sociedad de la denominada actualmente Comunidad Foral de Navarra o Navarra Reducida, incrementándose cuantiosamente y paulatinamente, el pago del tributo al reino de España disfrazado bajo el nombre de cupo, mientras que el reino de España, proporcionalmente y raquíticamente, cada vez revierte menos dinero en el territorio de los que aún y de manera residual, se nos conoce como navarros y navarras.
2009/03/16
2009/03/13
Iruinea, marzo 2009
Iñigo Saldise Alda
El escudo del pueblo (II)
Soberanía de Navarra
El Fuero General recopilado durante el reinado de Teobaldo I el Trovador, se basó substancialmente en los diferentes Fueros otorgados con anterioridad por diferentes reyes vascones, destacando principalmente la figura del rey navarro, Sancho VI el Sabio, quien otorgó Fueros tan importantes como el que aparece en el acta fundacional de la villa de Donostia, primer Fuero en derecho marítimo.
El Fuero navarro era realmente el fruto del pacto mantenido con lealtad y firmeza, entre la sociedad navarra y su legítimo gobernante, el cual ejercía el poder soberano del Estado y debía respetar las leyes propias del país de los vascones, solo realizándose mejoras al Fuero, para actualizarlo a las necesidades de la época, existentes en el pueblo navarro.
El Reino de Navarra ha sufrido numerosas invasiones a lo largo de su historia. La invasión castellana de 1076 realizada por el monarca Alfonso VI. Rápidamente el invasor castellano, tras presentarse junto a su ejército en Nájera y Calahorra jura el Fuero de cada lugar a continuación, para asentar la ocupación. A su vez, el caos existente en el Reino vascón tras el magnicidio de Sancho Garcés IV en Peñalen, facilitó la labor del invasor e instigador del magnicidio, todo hay que decirlo, quién compró a base de títulos nobiliarios a diferentes funcionarios navarros, aceptando el Fuero existente en cada comarca que supuestamente estos vascones defendían. El más significativo de estos tenentes desertores es Lope Iñiguez, cuya traición le valdría la concesión por parte castellana, del título de señor de Vizcaya.
Tras la invasión y el posterior asentamiento ocupación de la Alta Navarra por parte española, con tropas castellano-leonesas y aragonesas, los traidores a su patria, principalmente pertenecientes a la facción beaumontesa, intentan sin éxito total, que el rey español Fernando el Falsario, cumpla el Fuero, algo que desde el primer momento no logran ya los españoles imponen la figura del virrey, dándose el contrafuero al gobernar a los navarros un extranjero.
Los navarros del norte del Pirineo, que se mantienen soberanos hasta el año 1620, mantienen a duras penas sus leyes ante el poder del reino de Francia, pero no es hasta el año 1789, año de la revolución francesa, cuando el Fuero que les amparaba es eliminado por los revolucionarios franceses, en beneficio de la gran Francia.
Al sur, Vascongadas y la Alta Navarra, ésta última parte del territorio vascón que todavía mantenía la denominación de Reino de Navarra, logran mantener un Fuero similar muy mermado. Ante el intento por parte de los llamados liberales españoles de eliminar completamente el Fuero que aún les protegía en materia económica e incluso de quintas militares, los vascongados y navarros optan por el pretendiente al trono español Carlos María Isidro de los Dolores.
Como bien nos dice Mikel Sorauren en su obra Fueros y carlistada, la sociedad vasco-navarra no defendía la opción de Carlos, sino que se decantó por este pretendiente ante su juramento de defender los Fueros vasco-navarros e incluso, si nos atenemos a observadores internacionales de la época, una parte de los carlistas vasco-navarros eran partidarios de la independencia, la cual se sustentaría en la figura del general Tomás de Zumalakarregi como rey de Navarra y señor de Vizcaya, según recoge en su trabajo el erudito José María Azcona.
Tras el traicionero abrazo de Bergara del año 1839, que ponía fin a la I guerra carlista, se impone a los navarros en el año 1841, la mal llamada Ley Paccionada. En esta ley se aceptan todas las reformas políticas, institucionales, legislativas y judiciales que la monarquía liberal española, en detrimento de los Fueros vasco-navarros. La Alta Navarra dejó de ser oficialmente Reino y pasó a ser una de las 49 provincias españolas en que había dividido el reino español el ministro Javier de Burgos en 1833. Desaparece por tanto la figura del virrey, la institución de las Cortes de Navarra y se pierde la independencia legislativa y judicial.
Este proceso impositivo, fue abiertamente criticado por Ángel Sagaseta de Ilurdoz Garraza, último síndico de las Cortes, el cual sufrió el castigo, por parte española, al ser desterrado a Valencia. La imposición de las leyes españolas, en detrimento del Fuero navarro, supuso muchos cambios para la sociedad navarra. Se estableció el servicio militar obligatorio que produjo importantes y graves alborotos, las aduanas se trasladaron del Ebro a los Pirineos y se perdió la capacidad de emitir moneda propia. Sólo se mantuvieron algunos asuntos fiscales y administrativos siendo gestionados por la Diputación provincial.
El escudo del pueblo (II)
Soberanía de Navarra
El Fuero General recopilado durante el reinado de Teobaldo I el Trovador, se basó substancialmente en los diferentes Fueros otorgados con anterioridad por diferentes reyes vascones, destacando principalmente la figura del rey navarro, Sancho VI el Sabio, quien otorgó Fueros tan importantes como el que aparece en el acta fundacional de la villa de Donostia, primer Fuero en derecho marítimo.
El Fuero navarro era realmente el fruto del pacto mantenido con lealtad y firmeza, entre la sociedad navarra y su legítimo gobernante, el cual ejercía el poder soberano del Estado y debía respetar las leyes propias del país de los vascones, solo realizándose mejoras al Fuero, para actualizarlo a las necesidades de la época, existentes en el pueblo navarro.
El Reino de Navarra ha sufrido numerosas invasiones a lo largo de su historia. La invasión castellana de 1076 realizada por el monarca Alfonso VI. Rápidamente el invasor castellano, tras presentarse junto a su ejército en Nájera y Calahorra jura el Fuero de cada lugar a continuación, para asentar la ocupación. A su vez, el caos existente en el Reino vascón tras el magnicidio de Sancho Garcés IV en Peñalen, facilitó la labor del invasor e instigador del magnicidio, todo hay que decirlo, quién compró a base de títulos nobiliarios a diferentes funcionarios navarros, aceptando el Fuero existente en cada comarca que supuestamente estos vascones defendían. El más significativo de estos tenentes desertores es Lope Iñiguez, cuya traición le valdría la concesión por parte castellana, del título de señor de Vizcaya.
Tras la invasión y el posterior asentamiento ocupación de la Alta Navarra por parte española, con tropas castellano-leonesas y aragonesas, los traidores a su patria, principalmente pertenecientes a la facción beaumontesa, intentan sin éxito total, que el rey español Fernando el Falsario, cumpla el Fuero, algo que desde el primer momento no logran ya los españoles imponen la figura del virrey, dándose el contrafuero al gobernar a los navarros un extranjero.
Los navarros del norte del Pirineo, que se mantienen soberanos hasta el año 1620, mantienen a duras penas sus leyes ante el poder del reino de Francia, pero no es hasta el año 1789, año de la revolución francesa, cuando el Fuero que les amparaba es eliminado por los revolucionarios franceses, en beneficio de la gran Francia.
Al sur, Vascongadas y la Alta Navarra, ésta última parte del territorio vascón que todavía mantenía la denominación de Reino de Navarra, logran mantener un Fuero similar muy mermado. Ante el intento por parte de los llamados liberales españoles de eliminar completamente el Fuero que aún les protegía en materia económica e incluso de quintas militares, los vascongados y navarros optan por el pretendiente al trono español Carlos María Isidro de los Dolores.
Como bien nos dice Mikel Sorauren en su obra Fueros y carlistada, la sociedad vasco-navarra no defendía la opción de Carlos, sino que se decantó por este pretendiente ante su juramento de defender los Fueros vasco-navarros e incluso, si nos atenemos a observadores internacionales de la época, una parte de los carlistas vasco-navarros eran partidarios de la independencia, la cual se sustentaría en la figura del general Tomás de Zumalakarregi como rey de Navarra y señor de Vizcaya, según recoge en su trabajo el erudito José María Azcona.
Tras el traicionero abrazo de Bergara del año 1839, que ponía fin a la I guerra carlista, se impone a los navarros en el año 1841, la mal llamada Ley Paccionada. En esta ley se aceptan todas las reformas políticas, institucionales, legislativas y judiciales que la monarquía liberal española, en detrimento de los Fueros vasco-navarros. La Alta Navarra dejó de ser oficialmente Reino y pasó a ser una de las 49 provincias españolas en que había dividido el reino español el ministro Javier de Burgos en 1833. Desaparece por tanto la figura del virrey, la institución de las Cortes de Navarra y se pierde la independencia legislativa y judicial.
Este proceso impositivo, fue abiertamente criticado por Ángel Sagaseta de Ilurdoz Garraza, último síndico de las Cortes, el cual sufrió el castigo, por parte española, al ser desterrado a Valencia. La imposición de las leyes españolas, en detrimento del Fuero navarro, supuso muchos cambios para la sociedad navarra. Se estableció el servicio militar obligatorio que produjo importantes y graves alborotos, las aduanas se trasladaron del Ebro a los Pirineos y se perdió la capacidad de emitir moneda propia. Sólo se mantuvieron algunos asuntos fiscales y administrativos siendo gestionados por la Diputación provincial.
2009/03/12
2009/03/10
Iruinea, marzo 2009
Iñigo Saldise Alda
El escudo del pueblo (I)
Soberanía de Navarra
En el año 824, los vascones libres e independientes, a los cuales se les conocía con el término político de navarros, alzaron como rey sobre un escudo a uno de los suyos, de nombre Eneko Aritza. Este acto político está cargadazo de gran simbolismo, ya que la confianza puesta sobre el monarca, se sustentaba en la confianza del rey en aquellos que sujetaban el escudo, única manera de que el monarca se levantara sobre el resto.
Posteriormente, con la entrada de una dinastía extrajera, ajena y extraña a las costumbres de los navarros, concretamente la dinastía normanda de los Champaña, el pueblo navarro exigió a su nuevo monarca el cumplimiento de las leyes propia de los naturales del país, por lo que Teobaldo I el Trovador, se vio en la obligación de recopilar las costumbres navarras en el Fuero General. Éste trabajo se llevó a cabo por juristas anónimos, no solo del país, entre los años 1234 y 1253.
El texto definitivo del Fuero General del Estado de Navarra, en forma de Reino, se fija a principios del siglo XIV, y se recoge en doce capítulos. Consecutivamente, los reyes Felipe III en 1330 y Carlos III el Noble en 1418 aprobaron amejoramientos de estas leyes navarras o Fuero, siempre con la intención de mejorarlas y nunca realizando modificaciones para empeorarlas.
Por lo tanto, decir Fuero es personificar y reseñar a las leyes y costumbres civiles, políticas, administrativas y/o económicas del Estado propio navarro y más esencialmente al régimen jurídico existente durante siglos en el Reino de Navarra, siendo la base de las libertades del pueblo navarro, ante la autoridad del monarca o jefe del Estado de Navarra, viéndose éste supeditado al cumplimiento de las leyes del pueblo.
La Junta de Infanzones de Navarra, que normalmente se reunía en Obanos, se constituyó en tiempos de Sancho VII el Fuerte, quién la reconoció y amplió sus competencias hasta el campo de la justicia. La Junta se dedicó, en este periodo de nuestra historia, a ejercer las potestades civiles, políticas y jurídicas en sus más legítimas formas sociales, defendiendo el Derecho de identidad de Navarra y sus habitantes, ante las dinastías no propias del pueblo, como eran los Champaña y los Capeta.
Ésta Junta tiene más de 100 años de existencia y una rebelión activa contra la tiranía del poder real de más de 50 años, lo que avalan una voluntad de libertad, la cual solo mediante la utilización de la fuerza fue acallada y posteriormente silenciada. Lucharon por un autogobierno y buscaron alcanzar la propia soberanía navarra.
Los infanzones navarros, a diferencia de los grandes barones del Reino, contaban con un tribunal propio, alcanzando rentas que la corona, en manos ajenas al país, ambicionaba. Esta institución independiente y fuera del estamento oficial, precisamente por su malestar con la corona, se creo para defender sus intereses mutuos en contra de los atropellos de los ricos-hombres próximos al poder Real y contra los malhechores en general, que atormentaban al pueblo navarro.
La Junta de Infanzones de Navarra, tenía el derecho de emitir sentencias y ejecutar justicia, mientras que para Goñi Gaztambide, esta Junta es una de las primeras instituciones democráticas del mundo.
El rey Teobaldo I el Trovador, consideró a la Junta de Infanzones como subversiva y que usurpaba las funciones públicas. Teobaldo II el Joven, tuvo las mismas consideraciones y como bien nos señala Pello Esarte, durante estos reinados, la Junta fue perseguida con censura eclesiástica y reiteradas multas. A pesar de ello, los infanzones continuaron su trabajo en post de las libertades navarras, desde la clandestinidad.
Al comienzo de estas Juntas, todos sus miembros eran infanzones de la Alta Navarra, no contando constancia de la participación de la Merindad de Ultrapuertos hasta el año 1298. En los documentos de la reunión celebrada en Iruñea, de 23 de Agosto de ese año, aparecen representantes de Donibane Garazi, de Cize, Arberu, Oses y Baigorri, al igual que del Baztan, lo que demuestra que este movimiento se extendió por todo el Reino, a pesar de su persecución inicial de los primeros monarcas de la dinastía de Champaña
El 1 de Septiembre de 1307 tuvo lugar una reunión, todavía más amplia de la Junta. A esta se le unieron los prelados y nobles, junto a los diputados de las villas, para responder conjuntamente a cuatro cartas escritas en Toulouse por el rey de la dinastía Capeta, Luís I el Obstinado, demandándole ante su impertinencia, su inminente presencia en Iruñea, para jurar el Fuero de Navarra, si quería ser alzado sobre el escudo como rey de los navarros.
Con la entrada de la dinastía francesa de los Capeta, se incentivó aun más la lucha, siendo ésta más abierta contra el poder autoritario de unos monarcas afincados en el extranjero, concretamente en su trono francés, despreciando una y otra vez las leyes propias del Estado de los navarros.
La Junta de Infanzones de Navarra, nos dejó un gran lema en su escudo y sello: "Pro libertate patria gens libera state", que viene a decir lo siguiente: En pie los hombres libres, por la libertad de la patria.
2009/03/06
Mapa realizado por ENEKO DC
2009/03/03
Iruinea, marzo 2009
Iñigo Saldise Alda
Aprendemos de los errores, para no volver a repetirlos
Soberanía de Navarra
La historia mundial esta plagada de errores y más en material política, por lo tanto, nuestro pueblo, no está exento de haber cometido equivocaciones a lo largo y ancho de su historia general. Diferentes discrepancias, deserciones y traiciones durante varios siglos, es decir, en épocas distintas, facilitaron en gran medida la invasión y ocupación de la totalidad del Estado que crearon nuestros antepasados, los vascones, durante el primer cuarto del siglo IX.
La maquinaria imperial española y francesa, ha sabido aprovechar en toda su dimensión, los errores que en su momento se fueron dando, para conseguir aniquilar con cualquier residuo de autogobierno existente en las diferentes divisiones en la que se encuentra actualmente nuestro Estado, imponiendo su política, leyes y costumbres, ajenas a los herederos de aquellos vascones libres e independientes, a los cuales se les conocía como navarros.
Estos imperios, supuestamente democráticos, organizan cada cierto tiempo diferentes elecciones con las cuales buscan, una y otra vez, legitimar su conquista. Todas estas elecciones vienen amparadas por sus constituciones, en las cuales no se permite ni siquiera el derecho de autodeterminación, ni que decir tiene, menos aún el de independencia y aún mucho más impensable, es creer que se permita la recuperación de la soberanía para nuestro Estado.
Yo particularmente no dudo de la buena voluntad de aquellos vascos o de la totalidad de los navarros, que tenazmente intentan conseguir la subsistencia de la lingua navarrorum, intentando establecer una autonomía respecto a los imperios español o francés, incluso llegándose a plantear un referéndum independentista o participando o intentándolo, en unas elecciones ajenas a nuestro Estado, buscando posteriormente desde esas instituciones impuestas, conseguir recuperar la soberanía; pero por lo visto hasta ahora, creo que esos esfuerzos son realmente inútiles, si nuestro objetivo esencial es liberarnos de la tiranía española y francesa.
Así, los navarros tenemos que repasar, una y otra vez, todos los errores que hemos cometido hasta el día de hoy. Debemos tenerlos presentes en cada movimiento estratégico encaminado en la recuperación de la soberanía para nuestro Estado. Para ello, debemos recordar, en primer lugar, cual era el nombre de nuestro Estado a lo largo de su larga existencia en los mapas políticos de Europa y por ende, del Mundo.
Debemos desechar planteamientos políticos erróneos en materia Estatal y olvidarnos de nombres inventados para algo que ya lo tiene. Una vez reconocido por todos nosotros dicho nombre, que no es otro más que Navarra, tenemos que mirar cual era la estructura política con la que se organizaba dicho Estado, que no era otra más que la de Reino.
Yo no vacilo ni un segundo en dar la razón a aquellos políticos y pensadores de los siglos pasados, que plantearon como mejor estructura estatal al sistema republicano. Es más, yo también lo considero el más apropiado, pero de cara a nuestra legítima reivindicación -recuperar la soberanía de Navarra- debemos pensar en recuperar aquel Reino, al cual, el soberano navarro nunca renunció.
Este último pensamiento me ha llevado a mantener conversaciones con la Casa Real de Navarra, dándome a conocer desde la misma, la existencia de una demanda internacional al comité de descolonización de la Organización de las Naciones Unidas, presentada por parte del titular de la Corona, D. Pierres II, la cual será resuelta en el próximo año 2010.
Igualmente la Casa Real de Navarra me ha mostrado su disposición de trabajar estrechamente con los diferentes agentes políticos, sindicales y culturales en la formación de un gobierno provisional, sin siglas de partidos políticos que se presenten en elecciones del reino de España y/o de la república de Francia, hasta alcanzar la soberanía plena del Estado de Navarra.
Muchos podréis pensar, que esta “nueva” vía con la cual recuperar la soberanía, significará la vuelta de un rey para los navarros. Nada más distante de la realidad es ese pensamiento, ya que la Casa Real de Navarra, con el titular a la cabeza, entregaría inmediatamente la soberanía al pueblo navarro, como recuerdo ancestral al Fuero que amparó a los navarros ante la autoridad del monarca.
Imagen cedida por Jaime Albillos de Donostia, Nabarra Marítima.
Aprendemos de los errores, para no volver a repetirlos
Soberanía de Navarra
La historia mundial esta plagada de errores y más en material política, por lo tanto, nuestro pueblo, no está exento de haber cometido equivocaciones a lo largo y ancho de su historia general. Diferentes discrepancias, deserciones y traiciones durante varios siglos, es decir, en épocas distintas, facilitaron en gran medida la invasión y ocupación de la totalidad del Estado que crearon nuestros antepasados, los vascones, durante el primer cuarto del siglo IX.
La maquinaria imperial española y francesa, ha sabido aprovechar en toda su dimensión, los errores que en su momento se fueron dando, para conseguir aniquilar con cualquier residuo de autogobierno existente en las diferentes divisiones en la que se encuentra actualmente nuestro Estado, imponiendo su política, leyes y costumbres, ajenas a los herederos de aquellos vascones libres e independientes, a los cuales se les conocía como navarros.
Estos imperios, supuestamente democráticos, organizan cada cierto tiempo diferentes elecciones con las cuales buscan, una y otra vez, legitimar su conquista. Todas estas elecciones vienen amparadas por sus constituciones, en las cuales no se permite ni siquiera el derecho de autodeterminación, ni que decir tiene, menos aún el de independencia y aún mucho más impensable, es creer que se permita la recuperación de la soberanía para nuestro Estado.
Yo particularmente no dudo de la buena voluntad de aquellos vascos o de la totalidad de los navarros, que tenazmente intentan conseguir la subsistencia de la lingua navarrorum, intentando establecer una autonomía respecto a los imperios español o francés, incluso llegándose a plantear un referéndum independentista o participando o intentándolo, en unas elecciones ajenas a nuestro Estado, buscando posteriormente desde esas instituciones impuestas, conseguir recuperar la soberanía; pero por lo visto hasta ahora, creo que esos esfuerzos son realmente inútiles, si nuestro objetivo esencial es liberarnos de la tiranía española y francesa.
Así, los navarros tenemos que repasar, una y otra vez, todos los errores que hemos cometido hasta el día de hoy. Debemos tenerlos presentes en cada movimiento estratégico encaminado en la recuperación de la soberanía para nuestro Estado. Para ello, debemos recordar, en primer lugar, cual era el nombre de nuestro Estado a lo largo de su larga existencia en los mapas políticos de Europa y por ende, del Mundo.
Debemos desechar planteamientos políticos erróneos en materia Estatal y olvidarnos de nombres inventados para algo que ya lo tiene. Una vez reconocido por todos nosotros dicho nombre, que no es otro más que Navarra, tenemos que mirar cual era la estructura política con la que se organizaba dicho Estado, que no era otra más que la de Reino.
Yo no vacilo ni un segundo en dar la razón a aquellos políticos y pensadores de los siglos pasados, que plantearon como mejor estructura estatal al sistema republicano. Es más, yo también lo considero el más apropiado, pero de cara a nuestra legítima reivindicación -recuperar la soberanía de Navarra- debemos pensar en recuperar aquel Reino, al cual, el soberano navarro nunca renunció.
Este último pensamiento me ha llevado a mantener conversaciones con la Casa Real de Navarra, dándome a conocer desde la misma, la existencia de una demanda internacional al comité de descolonización de la Organización de las Naciones Unidas, presentada por parte del titular de la Corona, D. Pierres II, la cual será resuelta en el próximo año 2010.
Igualmente la Casa Real de Navarra me ha mostrado su disposición de trabajar estrechamente con los diferentes agentes políticos, sindicales y culturales en la formación de un gobierno provisional, sin siglas de partidos políticos que se presenten en elecciones del reino de España y/o de la república de Francia, hasta alcanzar la soberanía plena del Estado de Navarra.
Muchos podréis pensar, que esta “nueva” vía con la cual recuperar la soberanía, significará la vuelta de un rey para los navarros. Nada más distante de la realidad es ese pensamiento, ya que la Casa Real de Navarra, con el titular a la cabeza, entregaría inmediatamente la soberanía al pueblo navarro, como recuerdo ancestral al Fuero que amparó a los navarros ante la autoridad del monarca.
Imagen cedida por Jaime Albillos de Donostia, Nabarra Marítima.
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Nabarra, reflexiones de un Patriota
ASKATASUNA = Baskoinak x Nafar Paradigma
"PRO LIBERTATE PATRIA GENS LIBERA STATE"
"Aberri askearen alde jende librea jaiki"
"De pie la gente libre a favor de la libertad de la patria"
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Navarre shall be the wonder of the world
by WILLIAM SHAKESPEARE