Iñigo Saldise Alda
El escudo del pueblo (II)
Soberanía de Navarra
El Fuero General recopilado durante el reinado de Teobaldo I el Trovador, se basó substancialmente en los diferentes Fueros otorgados con anterioridad por diferentes reyes vascones, destacando principalmente la figura del rey navarro, Sancho VI el Sabio, quien otorgó Fueros tan importantes como el que aparece en el acta fundacional de la villa de Donostia, primer Fuero en derecho marítimo.
El Fuero navarro era realmente el fruto del pacto mantenido con lealtad y firmeza, entre la sociedad navarra y su legítimo gobernante, el cual ejercía el poder soberano del Estado y debía respetar las leyes propias del país de los vascones, solo realizándose mejoras al Fuero, para actualizarlo a las necesidades de la época, existentes en el pueblo navarro.
El Reino de Navarra ha sufrido numerosas invasiones a lo largo de su historia. La invasión castellana de 1076 realizada por el monarca Alfonso VI. Rápidamente el invasor castellano, tras presentarse junto a su ejército en Nájera y Calahorra jura el Fuero de cada lugar a continuación, para asentar la ocupación. A su vez, el caos existente en el Reino vascón tras el magnicidio de Sancho Garcés IV en Peñalen, facilitó la labor del invasor e instigador del magnicidio, todo hay que decirlo, quién compró a base de títulos nobiliarios a diferentes funcionarios navarros, aceptando el Fuero existente en cada comarca que supuestamente estos vascones defendían. El más significativo de estos tenentes desertores es Lope Iñiguez, cuya traición le valdría la concesión por parte castellana, del título de señor de Vizcaya.
Tras la invasión y el posterior asentamiento ocupación de la Alta Navarra por parte española, con tropas castellano-leonesas y aragonesas, los traidores a su patria, principalmente pertenecientes a la facción beaumontesa, intentan sin éxito total, que el rey español Fernando el Falsario, cumpla el Fuero, algo que desde el primer momento no logran ya los españoles imponen la figura del virrey, dándose el contrafuero al gobernar a los navarros un extranjero.
Los navarros del norte del Pirineo, que se mantienen soberanos hasta el año 1620, mantienen a duras penas sus leyes ante el poder del reino de Francia, pero no es hasta el año 1789, año de la revolución francesa, cuando el Fuero que les amparaba es eliminado por los revolucionarios franceses, en beneficio de la gran Francia.
Al sur, Vascongadas y la Alta Navarra, ésta última parte del territorio vascón que todavía mantenía la denominación de Reino de Navarra, logran mantener un Fuero similar muy mermado. Ante el intento por parte de los llamados liberales españoles de eliminar completamente el Fuero que aún les protegía en materia económica e incluso de quintas militares, los vascongados y navarros optan por el pretendiente al trono español Carlos María Isidro de los Dolores.
Como bien nos dice Mikel Sorauren en su obra Fueros y carlistada, la sociedad vasco-navarra no defendía la opción de Carlos, sino que se decantó por este pretendiente ante su juramento de defender los Fueros vasco-navarros e incluso, si nos atenemos a observadores internacionales de la época, una parte de los carlistas vasco-navarros eran partidarios de la independencia, la cual se sustentaría en la figura del general Tomás de Zumalakarregi como rey de Navarra y señor de Vizcaya, según recoge en su trabajo el erudito José María Azcona.
Tras el traicionero abrazo de Bergara del año 1839, que ponía fin a la I guerra carlista, se impone a los navarros en el año 1841, la mal llamada Ley Paccionada. En esta ley se aceptan todas las reformas políticas, institucionales, legislativas y judiciales que la monarquía liberal española, en detrimento de los Fueros vasco-navarros. La Alta Navarra dejó de ser oficialmente Reino y pasó a ser una de las 49 provincias españolas en que había dividido el reino español el ministro Javier de Burgos en 1833. Desaparece por tanto la figura del virrey, la institución de las Cortes de Navarra y se pierde la independencia legislativa y judicial.
Este proceso impositivo, fue abiertamente criticado por Ángel Sagaseta de Ilurdoz Garraza, último síndico de las Cortes, el cual sufrió el castigo, por parte española, al ser desterrado a Valencia. La imposición de las leyes españolas, en detrimento del Fuero navarro, supuso muchos cambios para la sociedad navarra. Se estableció el servicio militar obligatorio que produjo importantes y graves alborotos, las aduanas se trasladaron del Ebro a los Pirineos y se perdió la capacidad de emitir moneda propia. Sólo se mantuvieron algunos asuntos fiscales y administrativos siendo gestionados por la Diputación provincial.
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