La
territorialidad de nuestro Estado
Aitzol Altuna Enzunza, Galdakao-Nabarra
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Existen hoy en día
tres líneas interpretativas sobre la territorialidad de nuestro Estado. La más
reciente es la que reclama un “derecho a decidir” para una “demos” consistente
en una Comunidad Autónoma creada por España en 1979, a la que se le llama “Euskadi”
o “País Vasco” y de la que no hay antecedes históricos, salvo el “(H)irurak
bat” de La Real Sociedad Bascongada de Amigos del País (RSBAP), difusora
de las ideas ilustradas y de la cultura en general desde 1765. El llamado
Estatuto de Autonomía para estas tres regiones dice en su primer artículo: “El
Pueblo Vasco o Euskal Herria, como expresión de su nacionalidad, y para acceder
a su autogobierno, se constituye en Comunidad Autónoma dentro del Estado
español bajo la denominación de Euskadi o País Vasco, de acuerdo con la
Constitución y con el presente Estatuto, que es su norma institucional básica”.
En su Artículo 2 habla de la territorialidad del mismo: “El territorio de la
Comunidad Autónoma del País Vasco quedará integrado por los Territorios Históricos
que coinciden con las provincias, en sus actuales límites, de Álava, Guipúzcoa
y Vizcaya, así como la de Navarra (en referencia Alta Navarra), en el supuesto
de que esta última decida su incorporación de acuerdo con el procedimiento
establecido en la disposición transitoria cuarta de la Constitución”. Pero Alta
Navarra se quedó fuera tras imponérsele, sin pasar siquiera por las urnas, un
nuevo “amejoramiento” foral, continuación del impuesto en 1841 tras perder la
Primera Guerra Carlista y con ello los Fueros o leyes del Estado de Nabarra.
La segunda línea sobre la territorialidad de nuestro Estado, propone partir del
término “Euskal Herria” para aglutinar varios de los territorios
administrativos a los que quedó reducido por el imperialismo el idioma nacional
o euskera. Esta corriente acepta el nombre de Euskal Herria como el futuro
nombre político para nuestro Estado, pasando por tanto de ser un término
cultural y relacionado fundamentalmente con el idioma nacional, a ser una
designación estatal. Esta nueva línea nació en los años 90 del siglo XX y
reduce Euskal Herria a siete territorios de cuño imperialista pero arraigados
en nuestra sociedad.
El origen del término “Euskal Herria” aparece escrito en el siglo XVI, sin que
se pueda determinar desde cuando se podría venir usando. En 1571 el cura
labortano de Beraskoitz Joanes Leizarraga por mandato de la reina nabarra Juana
III de Albert, tradujo el Nuevo Testamento al euskera. En ese primer nuevo
Testamento de 1571 Leizarraga dice: “(É)moien hunez Iaincoaren hitz purac
ukanen luela fartze eta auançamendu Heuscal-herrian». Y después en otro párrafo
vuelve a aparecer el término: “batbederac daqui heuscal herria quasi etche
batetic bercera-ere minçatzeco manerán cer differentiá eta diuersitatea den”,
ambos textos son del prólogo de ese Nuevo Testamento y dirigido a
“Heuscalduney”.
Hasta ahora era la primera referencia conocida de la palabra “Euskal Herria”.
Pero en el año 2004 se encontró un manuscrito de 102 páginas, se trata de una
colección de versos, cantares y lances de amor escritos en euskara de mano de
Juan Pérez de Lazarraga, Señor de la Torre de Larrea (1550–1605) en Alaba, que
guardan paralelismo en su composición con la obra de Etxepare, el primer libre
escrito en euskera (1545). El libro de Pérez de Lazarraga fue escrito entre los
años 1564 y 1567, según se desprende del análisis de varios párrafos del propio
texto. En este libro se dice: “anchinaco liburuetan/çeñetan ditut
eçautu/eusquel erriau nola eben/ erregue batec pobladu”. El que se use casi al
mismo tiempo en libros de diferentes territorios del euskera, es señal de que
el término Euskal Herria era de uso común, pues no parece probable que
Leizarraga conociese el libro del alabés Pérez de Lazarraga cuando tradujo su
Nuevo Testamento.
Pedro Aguerre “Axular” desde la “Escuela de Sara” -gracias al amparo de Enrique
III de Nabarra “el bearnés” o “el nabarro”-, habla en el siglo XVII por primera
vez sobre qué territorios componen Euskal Herria en su libro “Gero”, obra
cumbre de la literatura en euskera donde comenta: "Nor da Euscal herrian
aldez edo moldez çordun eta obligatu etçaitçunic?"; y en la página 7:
"Ceren aunitz moldez eta differentequi minçatcen baitdira euscal herrian:
Naffarroa garayan, Naffarroa beherean, Çuberoan, Lapurdia, Bizçayan, Guipuzcoa,
Alaba-herrian, eta bertçe aunitz leccutan". (Porque de muchas maneras y
diferentemente se habla en Euskal Herria: Alta Navarra, Baja Navarra, Zuberoa,
Lapurdi, Bizkaia, Gipuzkoa, en las tierras de Alaba y en otros muchos sitios).
Es decir, esos siete territorios en que fue dividido tras su conquista el reino
baskón de Nabarra configuran la tierra del euskera, aunque además, en el siglo
XVII forman parte de Euskal Herria otros lugares donde aún se hablaría y que
serían: Rioja Alta, comarcas del Bearne, Alto Aragón y Cinco Villas de Aragón,
sur de Bigorra, comarcas autrigonas-enkartadas al oeste de la actual Bizkaia
hasta los “montes de Santander” y probablemente algunas comarcas pirenaicas
más.
En todos estos tres primeros libros, Euskal Herria es todavía la literalidad
del término: “Tierras del euskera” (como ocurre en Beterri, Goierri, Txorierri,
Tronperri, Iruñerri etc. o en herri-Idi, “buey para la tierra”). Con los siglos
el término evolucionó para identificar al Pueblo del euskara, en su sentido más
general étnico-cultural.
El término Euskal Herria fue tardía y residualmente aceptado en otros países,
así, el británico Richar Ford en 1845 en su libro publicado en Londres “A
hand-book for travellers in Spain, and Readers at home”, dice: “The Basques
call themselves Euskaldunac, their Country Euskalerria, and their language
Euscara”.
Respecto a la representación en diferentes mapas de Euskal Herria, los primeros
están relacionados con la lingüística. La primera de las referencias es de
1810-12 de Eugene Coquebert de Montbret, el cual realizó un estudio -gracias a
numerosos colaboradores- sobre los idiomas de todo el imperio francés y sus
conclusiones las dibujó en lo que sería el primer mapa de los territorios
euskaldunes continentales y en otro mapa dibujó los territorios peninsulares a
los que había quedado reducido el euskera, pero por separado.
La muga del euskera y de Euskal Herria quedaría, según los informantes de
Eugene Coquebert de Montbret a principios del siglo XIX: “En dedans/ Ochagavia
en navarre/ Iriberri (Olite)/ Aoiz/ Sorauen/ Larraona/Salvatierra (Agurain)/ La
puebla (de Arganzón probablemente)/ Orduña/ Salcedo (Alaba, cerca de Miranda de
Ebro) (…) Tout Ie guipuscoa est Basque”. Gasteiz aparece en la zona euskaldun,
Pamplona no, aunque otros documentos ratifican que era bilingüe, lo que da a
entender que la frontera se marca allá donde la mayoría era euskaldun. Pero
después añade que “la langue basque ou escuare qui se parle sur Ie territoire
français dans les arrondissements (departamentos administrativos de entonces)
de Bayonne et de Mauleon et sur Ie territoire espagnol dans Ie Guipuscoa,
l'Alava, une partie de la Biscaye, de la Navarre et des montagnes de
Santander”. Y por el norte habría euskaldunes en: “Martori. Ce village parle
Indifferemment Basque et Bearnais, mais appartient au district Basque (De
Candolle - 1807). (…) Dep t des basses Pyrenees, on parle basque dans la
commune d'Esquiule qui appartenait au beam et qui fait partie de l'arrond t
d'oloron (…), on croit que la Bastide de Clairence a ete formee par une colonie
venue de Bigorre et que c'est par cene raison que Ie gascon y est la langue
dominante. Le basque n'est entendu que par un petit nombre d'hab' de cette
commune qui est cependane fort avancee dans Ie pays Basque. dans bp de communes
de langue francaise une partie des hab' entend Ie Basque”.
Louis Lucien Bonaparte, el ilustre dialectólogo y príncipe francés, en una
labor de investigación realizada en parte personalmente y en parte con la ayuda
de colaboradores, dejó plasmados en otro mapa que lleva fecha de 1863 (pero que
se sabe que salió a la luz en 1871 con datos recogidos hasta 1869), los límites
de la lengua euskara en cada uno de sus dialectos, que según el francés serían:
el bizkaíno, el gipuzkoano, el labortano, el suletino-bearnés, alto-navarro
meridional, alto-navarro septentrional, bajo-navarro oriental y el bajo navarro
occidental. Louis Lucien marcó en el mapa dos grados de intensidad en el uso de
la lengua y dibujó también las fronteras administrativas entonces existentes
aunque ya no se hablase euskera en parte de ellas, por lo que sería realmente
el primer mapa donde aparece Euskal Herria reducida a los 8 territorios donde
se hablaba a finales del siglo XIX, aunque llama a su mapa “Carte des Sept provinces
basques, la délimitation actuelle del euscara”, donde ya no aparece la “montaña
de Santander” ni otras regiones de Aragón (aunque se sabe que en la comarca de
Uncastillo, por ejemplo, se daba la misa en euskera), pero sí la octava región
que sería el Bearne.
La reducción de Euskal Herria a siete-ocho territorios es por tanto muy
reciente, siguiendo la pérdida territorial del euskera a la pérdida de poder
político del Pueblo vasco(n): amputación del Estado baskón de Nabarra mediante
sucesivas invasiones primero hasta su total sometimiento y eliminación armada
del derecho foral de nuestro Estado después. La expresión “zazpiak bat” fue
creada por el vascófilo y folclorista impulsor de las primeras Fiestas Euskaras
o Florales el labortano Antoine Thompson d´Abbadie (1810-1897), con quien
colaboró el zuberotarra Agusti Xaho. En 1836, en una obra conjunta, Agusti Xaho
y Antoine d´Abbadie, parientes lejanos, escribirían la primera gramática
suletina “Études gramaticales sur la langue basque” dedicada a “Zazpi Uskal
Herrietako Uskalduner”.
Habla el labortano Abbadie, “el padre de los vascos”, de una Euskal Herria de
siete territorios con centro geográfico en la Sierra de Andia, cerca de la
ermita de San Donato bajo Lezitza, desde donde se ve la capital baskona por
antonomasia, Pamplona-Iruña, hasta los Pirineos. Abbadie deja fuera por ejemplo
el Bearne, donde algunos pueblos como Aramitz, Inhaze, Arkantze y sobre todo
Jeruntze o Eskuila siguen hablando euskera. Existe sólo un texto anterior donde
Euskal Herria quedaba reducida al “zazpiak bat”, se trata de un libro de Jean
Philippe Bela (1709-96) en “Historie de Basques” donde habla de: “On divise les
basques en sept provinieses our païs particuliers (…)”. Aunque Alta Navarra no
era “provincia” sino todavía “reino” hasta 1841, pero sin soberanía. Esta
reducción a siete territorios parece deberse a que aún el idioma era
mayoritario en muchas comarcas de los mismos.
Los curas labortanos Juan Martín Hiribarren en 1853 y Gracian Adema “Zalduby”
después, dentro de corrientes romanticistas relacionadas con el euskera y la
cultura euskaldún, hablaron de “Zazpiak bat”. Zalduby cantó en 1893 en Azpeitia
el verso convertido hoy en canción “Gauden euskaldun”: “Zazpi Eskualherriek bat
egin dezagun (…) Agur esta ohore/Eskualherriari/ Lapurdi, Basa Nabar/Zibero
gainzri/ Bizkai, Nabar, Guipuzko/ esta Alabari/ zazpiak bat besarka/ lo beitetz
elgarri” (sic.).
A finales del siglo XIX Arturo Campión y toda la “Sociedad Euskariana”
terminaron por difundir el lema “Zazpiak bat” desde la comarca de
Pamplona-Iruñerria, pero siempre con un contenido cultural. El primer verso que
usaba el “zazpiak (beti) bat” fue un verso acróstico del gipuzkoano Casal Otegi
en una de esas Fiestas Euskaras de 1891. En los Juegos Florales de 1897 Abbadie
gritaba en San Juan de Luz “biba Zazpiak bat”.
Basado en ese lema de “zazpiak bat”, en 1897, Jean Jaurgain de Ozaze y
presidente de “Euskaltzaleen Biltzarra”, creó un escudo de nuevo cuño para
Euskal Herria que en realidad juntaba en diferentes cuadrantes los escudos de
siete regiones. El escudo de Xiberoa, al no poseer un distintivo heráldico
hasta entonces, fue recogido del que poseía el señor de Mauleón, una de las 12
grandes familias del reino de Nabarra; algo parecido hizo Jaurgain con el
escudo de Lapurdi, para el que tomó el de su capital Uztaritze, pues Baiona
había estado separada del antiguo vizcondado desde la conquista
aquitano-inglesa hasta la Revolución Francesa (entre 1177 y 1789). En esta
amalgama de escudos, el escudo del Estado de Nabarra aparece como uno más, en
el primer cuadrante por ser el más importante, pero sin tener en cuenta que fue
el común a todas esas regiones. Es más, el escudo de un Estado Soberano no
puede tener la misma condición o categoría heráldica que el de una región no soberana
y menos el de una región del mismo Estado. Después se ordenaron las regiones
alfabéticamente en otro grave error heráldico.
El lema "zazpiak bat" (las siete una) estaba inspirado en el
"(h)irurak bat" (las tres una) de la Real Sociedad Baskongada de
Amigos del País y el "laurak bat" posterior (las cuatro una) de las
Diputaciones Forales del período de entre las Guerras Forales o Carlistas. El
“Laurak bat” también estaba presente en la canción "Gernikako Arbola"
del bardo de Urretxu José Maria Iparragirre, que la gente tomó como himno
espontáneo de Euskal Herria. Hoy se habla a veces de "seirak bat"
(los seis una), al considerar que Alta Navarra y Baja Navarra como una sola,
aunque del mismo modo, el resto de territorios fueron también nabarros.
Por tanto, la territorialidad del término Euskal Herria como base de nuestro
Estado, tiene un origen lingüístico y después hace referencia al Pueblo que
habla euskera, el cual se identifica a sí mismo como uno y diferente a los
demás. No hay una característica común que defina los Pueblos, más que su
propia existencia-resistencia-conciencia de serlo. El idioma, las leyes, las
costumbres, la historia, tener un mismo territorio etc. no definen el concepto
de Pueblo ni son de por sí necesarios, pues hay ejemplos de Pueblos que no
tienen o han tenido alguna de esas características.
Estos territorios del “zazpiak bat” son tomados en su totalidad, pese a la
situación minorizada del euskera o de diglosia (que se da en casi toda ella).
Es más, se toma todo el territorio de esas demarcaciones administrativas de
nuevo cuño, aunque no haya ya un sentimiento mayoritario de pertenencia a un
mismo Pueblo en ellos. El término Euskal Herria es el aceptado por una parte
importante del Pueblo vasco como la nueva denominación para un nuevo Estado
vasco(n), pero olvidando, muchas veces, toda la historia política anterior o
memoria colectiva y lucha de nuestro Pueblo por su soberanía, independencia y
libertad.
La tercera corriente actual sobre la territorialidad de nuestro Estado es la
más antigua y se basa en el Pueblo baskón que creo el ducado de Baskonia y
después el reino de Nabarra, se fundamentada en las demarcaciones políticas del
Estado baskón de Nabarra antes del inicio de su conquista y en los pactos
internacionales rotos por el imperialismo genocida.
Las fronteras del reino de Nabarra por el sur quedaron delimitadas en 1016 con
el gran rey nabarro Sancho III el Mayor, según consta en el documento 166 del
Cartulario del santuario riojano de San Millán de la Cogolla: “Una concordia y
acuerdo acerca de la división del reino entre Pamplona y Castilla, como
ordenaron Sancho conde de Castilla y Sancho rey de Pamplona, tal como les
pareció. Esto es, desde la suma cima al río Valle Venarie, hasta el Grañe donde
está el mojón sito y collado Muño, y desde Biciercas y desde siguiendo hacia el
río Razon, dondenace; después por medio del monte de Calcaño, después por la
cima dela cuesta y por medio de Galaza, y allí está hasta el río Duero. Don
Nuño Álvaro de Castilla y el señor Fortún el mojón, y hasta el río Tera, allí
esta Garrahe (Garray), antigua ciudad abandonada, y hasta el río Duero. Don
Nuño Álvaro de Castilla y el señor Fortún Oggoiz de Pamplona, testigos y
confirmantes. Año 1016”.
Por el norte, en la Baskonia continental, el único pacto aceptado por todas las
partes, se produjo en el año 1010 entre el rey nabarro Sancho III el Mayor y su
vasallo Sancho Guillermo, conde de la Baskonia continental, y donde también
estaban presentes el duque de Aquitania Guillermo V “el Grande” (ducado entre
los ríos Loira al Garona) y el rey de Francia Roberto II “el Piadoso”. La
reunión tuvo lugar con motivo del “redescubrimiento” de la cabeza de Juan el
Bautista en Saint-Jean de Angély (Poitou), perdida tras una masacre vikinga y
donde se refundó la abadía benedictina acogida a la orden cluniense del gran
abad San Odilón, amigo personal de Sancho III el Mayor que introdujo después
esta orden en su reino a través del principal centro espiritual del mismo, el
monasterio de Leire, primer románico peninsular.
Otro texto de 1054 reinando su hijo Garcés Sanchez el de “Najera” se repite la
frontera por el sur: «De la división del Reino entre Pamplona y Castilla, como
lo ordenaron el conde don Sancho, rey de Pamplona, como les pareció en
concordia y buena conveniencia: convienen a saber, desde lo más alto de la
sierra de la Cogolla (Cucula) al río Valvanera, y a Grammeto, donde está sito
un mojón, y de collado Moneo y Biciercas y Peñanegra, y de allí al río Razón,
donde nace. Después por medio del monte Calcanio, por lo alto de la loma, y por
medio de la valle de Gazala, donde está sito un mojón, y hasta el río Tera:
allí está Garray, ciudad antigua desierta, y hasta el río Duero. Don Nuño
Alvarez, de Castilla, y el señor don Fortuño Ojoiz de Pamplona, testigos y
confirmadores: en la era 1054».
En el Pacto de Tamara del año 1127, los reyes de Nabarra y de Castilla (Alfonso
I “el Batallador” y Alfonso VII respectivamente), firmaron la no agresión a la
territorialidad nabarra y ratificaron con ello el pacto anterior de Sancho III
el Mayor, al que se añadió el territorio baskón al sur recuperado en 1119 a los
musulmanes. José María Lacarra en su libro “Historia del Reino de Navarra en la
Edad Media” explica el contenido de estos documentos: “En el Pacto de Tamara de
1127, Alfonso I el Batallador entregó a su hijastro el reino de León-Castilla
que tenía por ser rey consorte, a cambio de que le devuelva todo lo invadido y
se restituyan la fronteras Navarra de Sancho III el Mayor: Belorado, Soria, y
la Extremadura Soriana hasta San Esteban de Gormaz. La frontera sería Atienza,
Sigüenza y Medinaceli que quedaron para Castilla (aunque fueron recuperadas por
Alfonso I “el Batallador” tras ser perdidas por Castilla que las conquistó con
Alfonso VII en 1108). Alfonso I “el Batallador” reinaba en 1130 en el valle de
Arán, él mismo dice en 1131 que reina “desde Belorado hasta Pallars y desde
Bayona hasta Monreal”.
Esta territorialidad fue ratificada internacionalmente de nuevo en el laudo
arbitral de Londres de 1177, conocido como “Division of Kingdons of Navarre and
Spain”, en el que la representación nabarra ante el rey inglés -que hace de
árbitro- reclama la devolución de los territorios invadidos en aquellos años
por Castilla de: “Cudeio –bahía de Santander-, Monasterio (Rodilla), Montes de
Oca, valle de San Vicente (La Riojilla), valle de Ojacastro (Rioja Alta), Cinco
Villas (Siete Villas de Anguiano), Montenegro (Cameros), sierra de Alba hasta
Agreda (Soria) y las tierras comprendidas entre esos puntos y Navarra…”. Es
más, el rey de Nabarra hace referencia a que es el Pueblo el que quiere ser
parte del reino baskón, pues el emisario del rey argumenta en su nombre que es
rey por “la fidelidad de sus moradores naturales”.
Como queda escrito en los acuerdos internacionales entre los diferentes jefes
de Estado, en el sur pirenaico, son nabarros los habitantes de las actuales
demarcaciones de: Alta Navarra, Bizkaia, Gipuzkoa, Alaba, La Rioja completa, la
parte occidental de la actual provincia de Cantabria (creada entre mediados y
finales del s. XIX: Trasmiera, el Bastón de Laredo y todas las antiguas tierras
Enkartadas con Castro Urdiales –todas autrigonas-), Belorado (riojilla),
Bureba, montes Obarenes con Miranda de Ebro, Valle de Mena y la Castilla la
Vieja, repobladas todas ellas con baskones (euskaldunes), estando la frontera
en: Atapuerca, Montes de Oca, Garray (antigua Numancia), la Extremadura soriana
hasta San Esteban de Gormaz y la confluencia de los ríos Duero y Tera.
En enero de 1367 se pactó en Libourne que Carlos II de Nabarra y Eduardo el
príncipe “negro” de Gales (príncipe por tanto de Inglaterra y de Baskonia
continental-Aquitania) defenderían a Pedro I el Cruel en su derecho a heredar
la corona castellana. El otro aspirante era su hermanastro por parte de padre,
el hijo bastardo de Alfonso XI de Castilla, Enrique II, apodado de Trastamara
(nombre del condado dado por su padre). A cambio, Pedro I prometió la
devolución de Alaba, Gipuzkoa y La Rioja a Nabarra; Bizkaia fue prometida, sin
embargo al príncipe de Gales por su apoyo. En el libro “Nabarra en su vida
histórica” Arturo Campión comenta: “Tras Libourne, Carlos II en Kanpezo recibió
prácticamente la misma oferta de Enrique y 20.000 dobles de oro”. Se le asignaron
a Carlos II de Nabarra las villas y castillos de Tolosa (Mendikute), de Segura,
de Mondragón, de Oiartzun (Beloaga), Hondarribia y “Sant Sebastián” (la Mota),
además de Getaria y Motriku, cuyo tenente será el Sr. de Huart (Amezketa).
Carlos II liberó parte de la Nabarra Occidental, haciéndose fuerte en Vitoria,
Logroño, Salvatierra-Agurain, Santa Cruz de Kanpezu y en Gipuzkoa durante 5
años (1368-73) con el beneplácito del Pueblo que se levantó con él; además
contaba con la ayuda de alabeses y gipuzkoanos de las familias de los Oñaz,
Lazkano, Murua, Berastegi, Beltrán Belaz de Gebara -señor de Oñate desde 1149 y
que fue señorío independiente hasta 1845-, los Amezketa y otros. Se trataba de
una hueste de 297 aguerridos guipuzcoanos con Pedro de Amézqueta y el señor de
Oñate, D. Beltrán Belaz de Gebara, al frente.
En la Enciclopedia Auñamendi se explica la situación y se aclara que Carlos II
también quería Bizkaia: “La entrevista de Carlos II de Nabarra y Pedro IV de
Aragón con motivo de las luchas con Castilla se celebró en Uncastillo en agosto
de 1363. Aragón había sido derrotado en el tratado de Murviedro celebrado en
julio del mismo año. Ahora navarros y aragoneses suscribían un tratado secreto
para repartirse el reino de Castilla si llegaban a conquistarlo. A Navarra se
le entregaría el occidente de lo que había sido reino vasco, es decir, Castilla
la Vieja, Soria, Agreda, Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. Aun así y todo, el rey de
Aragón prometía al de Nabarra el viejo territorio de Jaca y su comarca. Esto,
en el caso de que el rey de Navarra diese muerte o apresase al de Castilla”.
Toda la Nabarra peninsular fue conquistada en un largo proceso que duró casi
cinco siglos (1054-1524). Tras la conquista de Alta Navarra (1512-24) y
aprovechando la muerte de Fernando II de Aragón “el Falsario” (1516), el Pueblo
nabarro se alzó varias veces con su nuevo rey Enrique II “el sangüesino” a la
cabeza. Enrique era nabarro y educado según el Derecho Pirenaico conforme a
Fueros, y como juraron en el año 1494 en el acto de su coronación como reyes de
Nabarra sus padres D. Juan y Dña Catalina: “Al qual heredero primogénito o
primogénita, haremos vivir y criar en este dicho reyno en la lengua y con la
gentes de aquel” (B. Estornés Lasa “Lo que No nos enseñaron”).
Enrique II rey de Nabarra “el sangüesino” pues nació en el palacio real de esta
villa, mandó a su secretario Miguel de Olite escribir los derechos sobre
territorios, villas y señoríos lo que hizo en media docena de cuadernos. Miguel
de Olite hizo un balance de todo el reino y propuso “hacer probança” de cómo el
reino comprendía: “Guipúzcoa, Bizcaya y Alaua y mucha parte de Rioja hasta el
olmo de Burgos (…) como las sepulturas que antiguamente los reyes de Navarra
tenían en Nájera y otras ciudades y villas que hoy en día parecen las armas de
Navarra, así como en Logroño y en otro lugares, que de poco acá se han
borrado”.
Por el Norte, el nieto de Enrique II “el sangüesino”, el Bourbon Enrique III de
Nabarra al convertirse en IV de Francia por derecho de herencia, comenta que su
“Disjoint et separé de notre maison de France”, es decir, la separación de
ambos Estados. Al principio de su coronación como rey francés, Enrique deja
claro la separación del reino de Navarra y Bearne de Francia en textos de 1607
y 1617, en éste último se dice (según un documento del Parlament de Paris A.N.
Registre X1A-8646 Fº 43): “(...) que por lo tanto dicha Majestad (Enrique) no
puede, en derecho, unir dicho país soberano a dicho reino de Francia sin
consentimiento de dichos Estados (Baja Navarra-Bearne) (…) hemos ordenado que
nuestro dominio antiguo tanto de nuestro reino de Navarra, soberanía de Bearne
y de Donezan, país bajo de Flandes que nuestros ducados, condados, vizcondados,
tierras y señorías enclavadas en este reino fuese y permaneciese desunido, distraído
y separado de nuestra corona de Francia sin poder entrar comprendido ni
mezclado si no es ordenado más tarde, o que Dios nos haya hecho esta gracia de
darnos linaje y quisiéramos poder y a este fin para no cambiar el orden y
formas observadas en la conducta y mantenimiento del nuestro dominio habíamos
declarado nuestra intención que fuese llevado y administrado por personas
distintas, así que como había estado antes de nuestro advenimiento a la Corona.
Y sobre las dificultades que nuestra corte del Parlamento de París hacía de
proceder a la verificación de dichas cartas.”
Será el hijo de Enrique III “el bearnés” o “el nabarro”, Luis XIII de Francia
educado por Richelieu, el que no aceptó ser “príncipe de Biana” y por tanto no
fue aceptado como rey de Nabarra por sus Cortes, por lo que terminó tomando el
parlamento de Nabarra que se reunían en la iglesia de Donapaleu así como el del
Bearne que se reunían en Pau, lo que acabó con la soberanía del reino baskón
sobre territorio alguno en 1620, tras 1000 años de soberanía.
Pero la historia del reino de Nabarra es un continuo hasta el presente. Así
durante el primer Alzamiento foralista de 1835, se quiso dar desde las
Diputaciones a Tomás de Zumalakarregi, General de las tropas vascas, la corona
de Nabarra como Tomás I. Incluso desde el bando liberal se seguía hablando del
reino de Nabarra y de su territorialidad. El militar liberal del partido
republicano federalista de Pi y Maragall, Serafín Olave (Sevilla 1831-La Rioja
1884, de padre alto navarro), escribió en 1883 un libro de título "Reseñas
históricas y análisis comparativo de las Constituciones Forales de Navarra,
Aragón, Cataluña y Valencia", en el mismo se decía: "Navarra está
dispuesta a admitir una libre reincorporación de los territorios de La Rioja,
vascongadas y la Sexta Merindad de Ultrapuertos (hoy francesa), que antes
fueron navarros; constando ya que, en algunos de ellos, existe la patriótica
tendencia a tan fraternal y conveniente unión, cuando las circunstancias lo
permitan". Olave era Diputado por Alta Navarra y pedía una confederación
de repúblicas de Nabarra.
El segundo alzamiento foralista creó en el sur de Nabarra entre 1873 a 1876 un
pleno "Estado Federal Vasco Carlista” con las “cuatro provincias”
(reducidas a esa condición tras perder la Primera Guerra Carlista), por tanto
con todas las atribuciones de un Estado: moneda, sellos, Tribunal de Justicia o
deuda pública propia, con un centro de comunicaciones en Baiona -tras el
consentimiento del gobierno francés- y, finalmente y lo más importante, con un
ejército de 24.000 soldados que lo defendían. Con la formación de un Estado
nabarro pleno, un nuevo Bourbon reinaba sobre los baskones del sur y con su
consentimiento (desde que lo hiciera Enrique III de Nabarra), se trataba de
Carlos IV de Nabarra, el cual buscaba mediante el reino baskón el
reconocimiento internacional a su corona que nunca se produjo.
Las referencias al reino baskón de Nabarra y a su territorialidad llegaron
vivas al siglo XX. Los representantes del último gobierno soberano que tuvimos
aunque fuera sobre un territorio minúsculo entre Legutiano en Alaba y Bizkaia,
una vez conquistado por los fascistas españoles-italianos y alemanes, en 1940
en Londres en plena Segunda Guerra Mundial y constituidos como “Consejo
Nacional Vasco” presidido por Manuel de Irujo, redactaron un anteproyecto de
Constitución para la Nabarra peninsular, el cual, en su artículo 5º declaraba
como unidad territorial del Estado baskón por el Sur el del reino histórico de
Nabarra: "(…) Sus límites son: al Norte los Pirineos y el Golfo de
Vizcaya; al Este el río Gallego; al Sur el Ebro hasta Gallur y la divisoria de
las aguas entre las cuencas del Ebro y Duero a partir de Moncayo en toda la
extensión de ambas vertientes; y al oeste el Cabo de Ajo (Peña Cantabria en
Santander)”.
Era por tanto “Euzkadi” o “Euskadi” en aquél
entonces un primer intento de crear un nuevo Estado cuya única definición del
territorio nacional coincide con el del reino baskón de Nabarra.
En 1962 el bizkaíno Federico Krutwig en “Vasconia” era clarividente: “No cabe
duda de que históricamente considerando, el futuro Estado libre vasco deberá
comprender al sur de los Pirineos y al norte los territorios que
correspondieron a la corona Navarra y Ducado de Vasconia (…) soberanías que en
su origen son las mismas”. “(…) La reinstauración de la Navarra histórica,
desde el Garona a la cabecera del Duero, desde Santander hasta la Maladeta
(Benasque, Huesca)”.
En todos los mapas cartográficos internacionales (franceses, ingleses, italianos,
españoles etc.) éstas son las fronteras políticas aceptadas para los baskones o
nabarros, tal y como se puede comprobar en “Mapas para una nación” de J.M.
Esparza (edit. Txalaparta 2011).
CONCLUSIONES
Como dicen los historiadores del libro “Historia de Euskal Herria” Rafael
López, Joseba Agirreazkuenaga, Román Basurto y Rafael Mieza: “Si bien
tradicionalmente la historiografía ha considerado como imposible que en la Edad
Media surgieran conciencias nacionales ni sentimientos nacionales por el escaso
desarrollo que presentaban entonces las estructuras políticas, económicas e
ideológicas, últimamente tal consideración va perdiendo terreno a favor de una
nueva concepción de los fenómenos de identidad colectiva nacionales cuyo
nacimiento se tiende a datar cada vez más en fecha más temprana (siglos VIII y
IX). En el caso de Vasconia (incluido Caro Baroja), esta nueva aproximación al
problema del nacimiento de las primeras entidades políticas basadas en la
existencia de una conciencia grupal encuentra una perfecta adecuación con la
aparición en las fechas apuntadas del Ducado de Aquitania (y Baskonia) y el
Reino de Pamplona (o Nabarra)”.
Sancho III el Mayor, tal y como recoge el historiador pamplonés A. Campión
(1854-1937), dejó a su primogénito “toda la población euskara”. El historiador
y político bilbaíno Anacleto Ortueta (1877-1959) sobre este gran rey europeo
dijo: “Sancho III el Mayor eligió sabiamente las fronteras del Estado Vasco,
pues los límites que dio a Navarra fueron los geográficos naturales. Es el
genio tutelar de la nacionalidad vasca. Gracias a él vivimos como pueblo”. El
historiador español Ramón Menéndez Pidal (1869-1968) era de la misma opinión:
“(Sancho el Mayor) quiso unificar un gran reino navarro, predominantemente
vascón por su lengua”. El propio Ramón Menéndez Pidal en otro libro escribió
del rey nabarro Sancho III el Mayor (1000-1035)1: «reparte sus estados entre
sus cuatro hijos, apareciendo como uno de los más audaces estadistas
estructuradores de fronteras y de pueblos, dejando al primogénito García el
solar de la dinastía, el antiguo reino de Navarra, homogéneamente vascón por su
lengua». Fue la cúspide del reconocimiento nacional e internacional de los
baskones.
El Pueblo baskón se dio desde la Alta Edad Media su propio Estado,
institucionalizó su poder y logró mantener su territorialidad. Ese Estado
llamado ducado de Baskonia primero y reino de Pamplona y de Nabarra después,
fue roído por los diferentes Estados imperialistas que lo rodeaban. Ninguno de
los jefes de Estado de Baskonia o Nabarra ha renunciado a ninguno de sus
territorios y menos el Pueblo sobre el que se vertebraba. Este Estado era el
paraguas político de un Pueblo que tenía una lengua nacional o “lingua
navarrorum”, aunque también se expresaba en otras lenguas romances. Esa lengua
nacional creó el nombre de Euskal Herria con el que podemos identificar a todo
el Pueblo baskón. Es decir, Euskal Herria no es un territorio estanco sino que
su suerte ha ido paralela a la del Pueblo baskón y a la del Estado baskón de Nabarra.
Si nos retrotraemos en el ovillo de la historia, podemos decir que el término
de Euskal Herria es lingüístico y aplicable en el siglo VII a todo el
territorio del ducado de Baskonia y en el siglo XI al Estado baskón de Nabarra,
y que su territorio se ha ido reduciendo hasta siete de los territorios en los
que fue dividido el reino de Nabarra, demarcaciones políticas impuestas
finalmente por el imperialismo franco-español donde se habla actualmente, más
en el Bearne, Estado separado y coaligado después a Nabarra bajo un mismo rey.
Pero incluso desde un punto de vista cultural y étnico, la pervivencia de su
unidad aparece según se rasga la superficie y se profundiza en las raíces de
sus gentes. Por tanto, el territorio de Euskal Herria ha sido y es el
territorio del Estado baskón de Nabarra, el cual, en el plano político
internacional, es el que han defendido todos los jefes de Estado que hemos
tenido y los baskones -los euskaldunes históricos- no hemos renunciado a él ni
aceptado ningún otro.
El Pueblo que existe es el que resiste, el Pueblo resiste es porque existe. El
territorio que finalmente consiga liberar nuestro Pueblo del imperialismo para
reactivar nuestro Estado, será continuación de Baskonia y de Nabarra, Estados
de Euskal Herria, entonces será cuando nuestros jefes de Estado -en nombre del
Pueblo al que representan-, podrán marcar nuestras nuevas fronteras.