En un libro
de escudos (V) Mariscal de Nabarra
Iñigo Saldise Alda
Nuevamente y a modo de continuación, este
escrito ha sido realizado esta vez en el 20º día en el cual puedo salir a
pasear, al relajarse ligeramente las condiciones de confinamiento del estado de
alarma existente en la colonia de Nabarra encadenada, sometida, sojuzgada y
subordinada por el Reino de España al sur del Pirineo; el cual es debido por la
pandemia Mundial ocasionada por el coronavirus COVID-19.
Esta vez, siguiendo con estos trabajos
histórico-heráldicos, provocados por la revisión de un manuscrito fechado entre
los años 1701 y 1800, cuyo título es Libro
de escudos de diversos linajes españoles, me voy a detener en el presente
trabajo, en el escudo del mariscal de
Navarra, dentro de una copia del denominado en su índice como de Azcarraga,
al que como ya he dicho con anterioridad, fue realizado a finales del siglo XVI
por Pedro de Azcarraga, siendo éste rey de armas de Nabarra, bajo subordinación
al Reino de España, entre los años 1577 y 1593.
Mariscal de Nabarra Izquierda: Libro de armería del Reino de Nabarra. Derecha: Libro de escudos de diversos linajes de España. |
Así pues, el escudo del mariscal de Nabarra que
aparece en este manuscrito discrepa levemente, en el diseño de los leones, con
el que aparece en el libro de armería del
Reino de Nabarra, el cual se recopiló entre los años 1572 y 1575.
Este escudo perteneció más concretamente, al
último poseedor de este cargo público-militar dentro del Estado de Nabarra, y
siendo más concretos a Pedro de Nabarra y (Enríquez de) Lacarra, VI mariscal del
Reino de Nabarra.
Pedro de Nabarra y (Enríquez de) Lacarra, nació
en torno al año 1454. Heredó, muy a su pesar, en el año 1480 los títulos de
vizconde de Muruzabal de Andion, el señorío de Val de Izarbe, la casa palaciega
de Eusa y diversas pechas tras el asesinato a lanzadas de su hermano mayor Felipe,
a manos de Luis de Beaumont y Nabarra-Esparza, condestable de Nabarra,
ricohombre de Nabarra, conde de Lerin, barón de Guiche, señor de Asiain, San
Martin de Unx, Casteillon, Beire, Mauleon, Arroniz, Mistala, Benilloba,
Noailhan, Mendabia y Curton, además de ferviente seguidor de su cuñado el rey
Fernando II de Aragón y Sicilia, consorte como V de Castilla y León, siendo
este último su mayor apoyo, condicionado a que el español accediera al trono de
la Corona y Reino de Nabarra. Asumió de manera inmediata la jefatura del bando
agramontés, el cual apoyaba a Francisco de Foix y Trastamara, conocido como
Febus, rey I de Nabarra, conde de Foix, conde de Bigorra-Bigorre y vizconde de Biarno-Bearn,
siendo nombrado ricohombre de Nabarra y también como mariscal de Nabarra, esto
último de forma provisional por la regente de Nabarra y princesa viuda de Biana
Magdalena de France-Valois-Capétiens y Anjou-Valois, a través del infante
nabarro, consejero de la regente de Nabarra, gobernador de Nabarra, cardenal y
obispo de Vannes Pedro de Foix y Trastamara.
Por ello y con vistas a coronar a Francisco de
Foix y Valois-Capétiens como rey de Nabarra, los infantes nabarros Pedro y
Jaime de Foix y Trastamara, llevaron a cabo un acto sincero de reconciliación
entre el mariscal de Nabarra y el conde de Lerin en Tafalla, haciéndoles
comulgar juntos. Pero mientras Pedro de Nabarra y Lacarra creía sinceramente que
dicho acto suponía la paz entre agramonteses y beaumonteses, el conde de Lerin Luis
de Beaumont y Nabarra-Esparza había preparado el asesinato del mariscal de
Nabarra. Así pues, al día siguiente del
supuesto acto de conciliación, Pedro de Nabarra y Lacarra partió desde Tafalla
a Lizarra-Estella, confiado y contento. Pero el conde de Lerin lo asaltó en
Añorbe, pero el mariscal de Nabarra, con la ayuda y favor de uno de los hombres
del conde de Lerin, el señor de la casa de Olcoz y alcaide de Unzue Arnaldo de
Otza, se libró de las garras del conde de Lerin a carrera limpia con los demás
que le acompañaban, pero fueron perseguidos por las tropas del conde de Lerin,
las cuales mataron al arcipreste de Mendigorria y al bastardo de Garro Leon de
Garro, dejando y dando por muerto a Jaime Belez de Medrano. Desde entonces en
todo el Reino de Nabarra se decía: “que
hombre que comia con él [con el conde de Lerin] no sabia donde habia de cenar”.
Pese a todo esto, el malestar gruñón y
antipatriótico de Luis de Beaumont y Nabarra-Esparza y especialmente gracias al
buen sentir y ser patriótico de Pedro de Nabarra y Lacarra, el día 3 de
noviembre del año 1481, el heredero a la Corona de Nabarra entró en la ciudad
de Iruinea-Pamplona para ser titulado de forma legal, según, el Fuero, la
Constitución y las Leyes del Estado de Nabarra, como rey de Nabarra. Con él
entraron 1500 caballeros y una multitud de infantes, casi todos ellos
provenientes del vizcondado de Biarno-Bearn. Cabe destacar que fue el perverso
conde de Lerin, en un acto más simbólico que real, quien entregó las llaves
dela ciudad al joven monarca nabarro.
Así pues, el día 8 de diciembre de ese año,
concretamente en la catedral de Iruinea-Pamplona, fue donde se realizó la
ceremonia solemne de la coronación, encontrándose presentes todas las
personalidades del Reino vascón, los ricohombres de Agramont, Luxa, Peralta,
Lerin-Beaumont, Echalecu y Sant Per-Beaumont, Ezpeleta, Domezain, Lacarra y como
no, Pedro de Nabarra y Lacarra, a uien un año antes le había sido confirmado su
continuidad provisional en el oficio de mariscal; junto a demás nobles,
infanzones y caballeros, religiosos, universitarios y síndicos del Reino de
Nabarra.
Pedro de Nabarra y Lacarra fue finalmente nombrado
legal y formalmente para el oficio de mariscal de Nabarra, tras el juramento a
los Fueros realizado por Catalina de Foix y Juan de Albret; ocurriendo todo
esto antes de la representación misma de la coronación como reyes de Nabarra
llevada a cabo en la Catedral Santa María la Real de Iruinea-Pamplona el día 12
de enero del año 1494.
Además desde los primeros días de reinado
oficial de Catalina I de Nabarra y su esposo y consorte Juan III de Nabarra,
Pedro de Nabarra y Lacarra llevó a cabo funciones de embajador en la Corte
española de los reyes católicos. Por ello, el día 7 de octubre del año 1498,
casó con la cortesana de la reina Isabel I de Castilla y León, consorte de
Aragón y de Sicilia, la dama Mayor de la Cueva y Mendoza, hija a su vez del
duque de Alburquerque, conde de Ledesma y Huelma Beltrán de la Cueva y Mercado.
Dicho enlace matrimonial se solemnizó en el palacio Real de la Aljaferia de
Zaragoza junto a los reyes católicos de España, Fernando e Isabel; además para
dicho enlace los reyes de Nabarra, Catalina y Juan, otorgaron al mariscal de
Nabarra 3000 escudos de oro. Tras los festejos el mariscal y su esposa fueron a
Tafalla a la casa del patrimonio del mariscal de Nabarra, donde éste podía
desempeñar mejor sus funciones militares en defensa del Reino de Nabarra,
principalmente contra un enemigo interno, el conde de Lerin.
Un poco antes y estando aun en soltería, Pedro
de Nabarra y Lacarra tuvo un hijo de suelta con una doncella de la familia de los
Hualde de Baquedano, el cual se llamó Francisco de Nabarra y Hualde, cogiendo
posteriormente los hábitos de la orden religiosa de San Agustín.
El día 28 de abril del año 1504, Pedro de
Nabarra y Lacarra, mariscal del Reino, fue el padrino del infante Enrique de
Albret y Foix, llevándolo hasta la pila bautismal situada en la Catedral Santa
María la Real de Pamplona. Entre los cincuenta nobles y caballeros de la
comitiva, destacaba también la presencia del Consejero Real, Juan de Jaso. A
los pocos días Enrique de Albret y Foix era designado como príncipe de Biana y
por consiguiente heredero al trono del Reino de Nabarra. Después de ello, fue prometido
en matrimonio con Isabel, hija de la princesa de Asturias y Girona Juana de
Trastamara-Aragón y Tratamara-Castilla, y de su esposo el duque de Borgoña, Brabante,
Limburgo y Luxemburgo, conde de Flandes, Habsburgo, Henao, Holanda y Zelanda,
Tirol y Artois, y señor de Amberes y Malinas, entre otras ciudades, Felipe de
Habsburgo y Avis-Portugal.
En el año 1506 y gracias a la labor diplomática
de Pedro de Nabarra y Lacarra, junto a Fernando de Egüés, prior de
Roncesvalles, se llevó a cabo una alianza y confederación entre Juana I de Castilla y León, junto con su marido y
negociador en el acuerdo, el rey consorte Felipe I de Castilla y León, en
nombre de los reyes de Nabarra Catalina I y Juan III. El rey consorte de
Castilla y León, duque de Borgoña y Brabante,…, Felipe de Habsburgo y
Avis-Portugal, prometió proteger ante cualquier enemigo y solo como aliado, al
Estado confederado de Nabarra y Biarno-Bearn. Tampoco daría asilo a nabarros o
bearneses culpables de traición a la Corona de Nabarra, en cualquiera de sus Estados,
niemtras que Nabarra haría lo mismo con los traidores a Castilla. También, los
reyes Catalina I y Juan III de Nabarra se opondrían a la entrada en el Reino de
Nabarra y en el vizcondado de Biarno-Bearn, de tropas extranjeras y enemigas
del Reino Castilla y León. Se estipuló a su vez, la libertad de comercio entre
los Estados de los reyes aliados y además, los reyes nabarros aseguraban la paz
y la seguridad de los castellanos asentados en el Reino de Nabarra.
En el año 1511, el embajador nabarro en la Corte
de España y mariscal del Reino de Nabarra Pedro de Nabarra y Lacarra, poseía
mediante la fórmula de compra, la pecha de los labradores del lugar de
Murugarren. También contó por donación del hostal de la casa Real de Nabarra,
de las pechas de Legaria, Muez, Cabrega, Mirafuentes, Ubago, Mendaza, Asarta y
Anzin.
Ya en el año 1512 y más concretamente tras la
batalla de Ravena del 11 de abril, donde se enfrentaron tropas aliadas papales
y españolas contra las tropas coaligadas del ducado de Ferrara y del Reino de
France, el rey español Fernando de Trastamara-Aragón y Enríquez, solo piensa en
invadir, ocupar y someter a los habitantes de los Estados neutrales de la
Corona de Nabarra. Es por ello, que el día 13 del mes de abril, Pedro de
Nabarra y Lacarra capitaneó una embajada nabarra junto a Juan de Jaso y Atondo,
con rumbo a la Corte española. Llegaron el día 20 del mismo mes a Burgos, y
allí se produjo una reunión entre el rey español y católico Fernando de
Trastamara-Aragón y Enríquez con los embajadores nabarros, el mariscal de Nabarra
y el presidente del Consejo Real de Nabarra, junto a otros principales caballeros
nabarros, en la que se solicitaba por parte del rey de España, el paso de
tropas españolas por el Estado de Nabarra y Biarno-Bearn, para hacer la guerra
contra el Reino de France. Los nabarros le indicaron que el Reino de Nabarra y
el vizcondado de Biarno-Bearn eran neutrales en la guerra entre la Liga Santa
(España, Inglaterra, Estados Pontificios, Suiza, Sacro Imperio Románico
Germánico y Venecia) y el Reino de
France, pero a su vez, ofrecieron a cambio 100 lanzas para servir al católico
monarca español en sus guerras por la Italia. Pero el rey español no estaba por
la paz y a finales del mes de mayo promovió conflictos fronterizos entre el
Estado de Nabarra y el estado de España, concretamente entre las localidades de
Sos y Zangotza-Sangüesa.
El día 10 de junio los españoles invaden el
Reino de Nabarra por desde la provincia castellana de Guipúzcoa-Gipuzkoa
ocupando militarmente la localidad de Goizueta.
SigPese a ello, los embajadores nabarros siguieron intentando evitar la guerra y
mantener con ello la paz existente en el Reino de Nabarra desde el año 1507,
tras la expulsión del desnaturalizado de su condición de noble y de nabarro,
Luis de Beaumont y Nabarra-Esparza, ya a finales de ese mes de junio, el
mariscal de Nabarra y el presidente del Consejo Real, ofrecieron a Fernando II
el juramento de las Cortes de Nabarra de no permitir el paso por el Reino de
Nabarra de ningún tipo de tropas y explícitamente de aquellas consignadas para
atacar al Reino de España, e incluso a cualquier otro miembro de sus aliados en
la Liga Santa. También se ofreció en poner varias fortificaciones nabarras en
manos de alcaides nabarros designados de común acuerdo con el rey español. Pero
el rey español no estaba por la paz y promovió conflictos fronterizos entre las
localidades de Sos y Zangotza-Sangüesa.
El 17 de julio se hizo público por parte de
Fernando V de España un falso tratado de Blois, en el que se narraba falsariamente
como un pacto de agresión contra el Reino de España, un acuerdo entre los reyes
de Nabarra y el rey de France, También en ese día, el mariscal Pedro de Nabarra
y Lacarra seguía realizando infructuosamente los últimos intentos diplomáticos
buscando con ello mantener la paz con los españoles. Finalmente, el día 18 de
julio en Blois se firmó un Tratado donde no había alianza militar para agredir
o invadir el Reino de España por parte de un ejército aliado nabarro-francés,
que los embajadores de los reyes Catalina I y Juan III de Nabarra se mostraron
siempre como neutrales ante el conflicto entre la Santa Liga y el Reino de
France.
“(…)
tomaré de fuerza lo que me niegan de buen grado”. Palabras esclarecedoras
del falsario y católico rey español Fernando de Trastamara-Aragón y Enríquez a
los sinceros nobles diplomáticos nabarros y católicos, el mariscal del Reino de
Nabarra Pedro de Nabarra y Lacarra y el condestable del Reino de Nabarra Alonso
Carrillo de Peralta y Acuña.
El día 19 de julio los ejércitos españoles de
Fernando II de Aragón, I de Granada, III de Nápoles y II de Sicilia, además de rey
viudo y padre-regente V de Castilla y León, invadieron el Reino neutral de
Nabarra, con la inicial y falsaria excusa de combatir al cismático rey de
France. En dicho ejército invasor estaba el hijo de Luis de Beaumont y
Nabarra-Esparza, con el título español de marqués de Huescar Luis de Beaumont y
Aragón-Avellaneda.
El mariscal de Nabarra se replegó al Reino de
Nabarra al galope junto a los demás embajadores nabarros, llegando a tiempo a Irunberri-Lumbier
el día 28 de julio, donde estaba el rey consorte Juan III de Nabarra preparando
la defensa militar del Reino de Nabarra. Pero finalmente y debido a la obligada
tregua de Iruinea-Pamplona del día 29 de julio, el mariscal de Nabarra tuvo que
hacerse cargo de la escolta del rey consorte Juan III de Nabarra y junto a
otros leales patriotas nabarros se refugiaron en el vizcondado de Biarno-Bearn.
Tras la invasión y ocupación militar española
del Reino de Nabarra, el mariscal de Pedro de Nabarra y Lacarra partió como
delegado y diplomático de los reyes de Nabarra hasta la ciudad de Logroño. En
ese lugar y tras mostrarle la primera falsaria Bula Pontificia, el católico
mariscal de Nabarra fue obligado por el rey español Fernando de Trastamara-Aragón
y Enríquez, a rendirle juramento de fidelidad bajo la pena de ser excomulgado
al igual que los reyes Catalina I y Juan III de Nabarra.
Pero Pedro de Nabarra y Lacarra tras huir de
Logroño, se desdijo de un juramento no querido, y participó de forma activa en
el primer intento de liberación del Reino de Nabarra llevado a cabo en ese
mismo año 1512.
“(…) que
se extienda la llama sagrada de la libertad entre las gentes de Nabarra. (…)” Mensaje dado a las
tropas nabarras de liberación del año 1512 por el noble patriota nabarro,
ricohombre, caballero y mariscal de Nabarra, vizconde de Muruzabal, señor de
Val-de-Izarbe y palaciano de Eusa, Pedro de Nabarra y Lacarra.
Pero la ofensiva libertaria fracasó y nuevamente
el mariscal de Nabarra se retiró al vizcondado de Biarno-Bearn, concretamente a
la ciudad de Pau, donde se instaló la legal y legítima Corte del Reino de
Nabarra.
El mariscal de Nabarra volvió a la senda
diplomática por mandato de los reyes Catalina I y Juan III de Nabarra. Esta vez
se puso al frente de una delegación nabarra que se presentó ante el nuevo señor
de Roma, el cual había sido nombrado en el año 1513, León X, buscando con ello
lograr un veredicto papal por el cual se llegase a restituir las tierras
ocupadas por los españoles a sus legítimos dueños, los reyes de Nabarra. Pero
una vez más, el Estado Vaticano dio largas a los nabarros defiendo a los
españoles.
A finales del año 1515, más concretamente el día
13 de diciembre, nuevas instrucciones de los reyes Catalina I y Juan III de
Navarra, llegaron al mariscal Pedro de Nabarra y Lacarra, su embajador ante el
papa León X. Los reyes exponían que siempre habían sido fieles al papa, al
igual que sus antecesores los reyes de Nabarra y los señores de Biarno-Bearn.
El mariscal de Nabarra debía insistir al papa que fuese admitido a prestar el
juramento de obediencia en nombre de los reyes nabarros y si aquel no aceptaba
argumentando los falsos derechos del rey español Fernando, el mariscal de
Nabarra demostraría con legítimos argumentos el carácter usurpador del soberano
español. Del mismo modo demostraría que el tratado de Blois no iba contra los
intereses del papa, de modo que la excomunión, supuestamente emitida por el
papa Julio II, carecía de valor legal alguno, tanto en Derecho Canónico como en
Derecho Internacional. Pero el jefe de la Iglesia Católica de Roma y de los
Estados Pontificios, nuevamente se negó a recibir al delegado de los reyes nabarros,
el devoto católico y mariscal de Nabarra Pedro de Nabarra y Lacarra.
A comienzos del año 1516, el rey consorte Juan
III de Nabarra envió una delegación diplomática, nuevamente encabezada por el
mariscal de Nabarra, a la ciudad de Valença-Valence, para entrevistarse con el
rey François I de France, y pedirle socorro militar para combatir a los
invasores y ocupantes españoles, en cumplimiento de los pactos de alianza
suscritos entre los reyes nabarros y el joven rey francés.
El día 23 de enero murió el falsario rey católico
Fernando V de España, artífice de la ilegal y violenta invasión, con la
consiguiente ocupación y colonización, de gran parte de las tierras del Estado
pirenaico de Nabarra. Tras conocerse la noticia del fallecimiento del rey
católico y español en la Nabarra libre, dicha información fue transmitida
rápidamente a la delegación que estaba en Valença-Valence. Los diplomáticos
nabarros, con el mariscal de Nabarra a la cabeza, instaron al rey de France de
que era el momento ideal de armar un nuevo ejército para con él, liberar a las
gentes del Reino de Nabarra que sufrían la violenta ocupación española.
Pero el rey de France tenía vigente un tratado
de no agresión con el príncipe de Asturias, que tras la muerte de su abuelo
también era el gobernador general de España Carlos de Gante, y además la única
intención del rey francés era la de asentar su ganancias en el ducado de Milano
y por ello, dio largas a la embajada de sus supuestos aliados los nabarros. Eso
sí, el supuesto aliado francés instó al rey consorte de Nabarra, mediante carta
del día 12 de febrero, a actuar por su cuenta y sin apoyo suyo.
“(…)
Haréis más ahora con 200 lanzas y 4.000 hombres de a pie, que de aquí a seis
semanas con cuatro veces esa cantidad. (…)”
El mariscal de Nabarra y el ricohombre de
Nabarra y señor de Luxa Juan de Luxa y Beaumont, a la cabeza de 2.000 hombres
de armas nabarros, se posicionó en la costa labortana frente a las costas de la
castellana provincia de Guipúzcoa-Gipuzkoa, esperando la señal de iniciar la
liberación de las tierras nabarras ocupadas por los españoles. La distracción
que provocó este movimiento de tropas nabarras entre los ejércitos del Reino de
España, facilitó el paso por los Pirineos de diversos correos, cuyos mensajes
tenían como objetivo, el de alzar el espíritu libertario entre la población
nabarra, alentar a los nobles nabarros que no se habían refugiado en el
vizcondado de Biarno-Bearno, incluido dicho llamamiento patriótico nabarro era
para aquellos nobles que habían jurado obediencia al rey de España, predisponiéndolos
así para unirse contra el ejército de ocupación extranjero español.
Finalmente, el mariscal de Nabarra, junto a sus
tropas, se replegó al vizcondado de Biarno-Bearn, donde se encontraba el
cuartel general del ejército libertador nabarro.
A mediados de marzo, siguiendo el plan trazado el
mariscal de Nabarra partió desde Sauveterre de Biarno-Bearn con 1.200 hombres
dearmas, encontrándose entre ellos su
lugarteniente Pedro Enríquez de Lacarra y Peralta, el vizconde de Valderro y
barón de Ezpeleta León de Ezpeleta y Echauz, el barón y señor de Garro, señor
de Ortzaize, Atizain, Lucurrain y Mendiondo Johan de Garro, el señor de San
Martin de Amezcoa Iohan Ramírez de Baquedano, el señor de Salajusan Bernard de
Sallejusan, el capitán de los reyes de Nabarra y señor de Olloki Juan de
Olloqui y Jaso, el capitán de los reyes de Nabarra y señor de Sotés, Aós y
Pozuelo Juan de Azpilcueta y Jaso, el señor de Lizarraga Luis de Lizaga, el
señor de Orisoain, Eristain y Suasti Pedro de Camon, el señor de Martxueta-Masparrauta
y Gabat Guillaume Arnaud de Masparraute, el señor de Alzate Juan de Alçate, el
señor de Peña Frantzes de Ezpeleta, el señor de Garrütze-Garritz Arnaulton de
Iribarne, (…), los capitanes de los reyes de Nabarra Jaime Belaz de Medrano y
Valentin de Jaso y Lerroux-Lerrutz, Espinalete o Miguel de Espinal hijo, el
condestable de Nabarra Antonio Carrillo de Peralta y Velasco, Rodrigo de
Alçate, Fernando de Ayanes, Miguel de Jaso y Lerroux-Lerrutz, el señor de Rada
y Traibuenas Carlos de Mauleon y Nabarra, el bachiller Arnault de Sarhy-Sarria,
Martin de Goyni y Gurpide, el hijo del hermano bastardo de éste y escudero
Johan de Goñi y Eza, junto a miembros de los linajes de Eslaba, de Bergara,
etc…
El día 17 de marzo Pedro de Nabarra y Lacarra
junto a su ejército de liberación, penetraron en el valle de Erronkari-Roncal.
El objetivo era avanzar hasta Orreaga-Roncesvalles y contactar con la otra
columna del ejército de liberación capitaneada por el rey consorte Juan III de
Nabarra, pero los soldados españoles habían cortado ya cualquier vía de
comunicación entre ambos, además de haber sometido el objetivo táctico de los
legitimistas o patriotas nabarros. Estos objetivos eran la liberación de la
villa de Zangotza-Sangüesa y además, se encontraron con que Burgi había sido reforzado,
por el capitán español Amézcoa, con soldados españoles encuartelados en
Irunberri-Lumbier. Igualmente una tormenta de nieve dejó prácticamente aisladas
a las tropas del mariscal de Nabarra, pero al menos se le unieron a ellos 120
ballesteros roncales capitaneados por Petri Sanz o Sánchez.
Ya era Semana Santa y las tierras nabarras
estaban todavía nevadas, pero toda la población de toda Nabarra aclamaba la
entrada de las tropas de liberación al grito de:
“¡La resurrección y el Mariscal llegan al
mismo tiempo!”.
El mariscal de Nabarra ordenó tomar rumbo al
valle de Zaraitzu-Salazar, donde las tropas nabarras de liberación fueron
recibidas por los habitantes de los diferentes pueblos que pasaban con alegría
y entusiasmo, ofreciéndoles incluso alojamiento en sus casas.
En Otsagabia-Ochagavia, el jefe del ejército
nabarro de liberación realizó requerimiento de tropas en base a la llamada de
apellido en defensa de la libertad del Estado vascón, ante la ocupación militar
de invasores extranjeros. Dicha llamada estaba amparada en los Fueros del Reino
de Nabarra. El alcalde de dicho pueblo pidió tiempo para convocar el batzarre
del valle, prometiendo cuando menos 300 hombres. Lo mismo hizo el alcalde de
Aezkoa desplazado hasta ahí, prometiendo también otros 300 hombres.
El día 23 de marzo la avanzadilla del ejército
nabarro pudo observar el monasterio y el hospital de la Real Colegiata de Santa
María de Roncesvalles, pero en la llanada de Auritz-Burguete se veían los
estandartes de los españoles, con numerosas tiendas y un continuo devenir de
millares de soldados enemigos.
La comarca de Orreaga-Roncesvalles había sido
saqueada y quemada por las tropas españolas del coronel Cristóbal de Villalba y
González. La villa había sido abandonada por sus habitantes, además los espías nabarros
enviados no llegaban con buenas noticias. La insurrección patriótica nabarra
había sido brutalmente oprimida por los españoles, y el ejército capitaneado
por el rey consorte Juan III de Nabarra se había estancado en Donibane Garazi.
Pero lo más preocupante para el mariscal de Nabarra fue la escasez de
suministros y la imposibilidad de recibirlos a corto plazo.
Por estos motivos Pedro de Nabarra y Lacarra decidió
volver al valle de Erronkari-Roncal, donde la situación se agravó más al estar
cerrado uno de los puertos pirenaicos por la gran acumulación de nieve.
El mariscal de Nabarra ordenó la rendición y
junto a otros nobles nabarros se
entregaron a las tropas del invasor-ocupante español, bajo las leyes caballerescas,
lo que permitió la libertad de todos sus hombres.
Jaime Belaz de Medrano y Juan de Azpilcueta y
Jaso, junto algunos pocos más, consiguieron escapar de las sanguinarias tropas
españolas del coronel Cristóbal de Villalba y González, que contaba con los
capitanes Miguel de Donamaria, Martín de Ursúa y Remón de Esparza, traidores a
Nabarra, atravesando un puerto casi impracticable por culpa de la nieve.
El mariscal de Nabarra y otros 18 prisioneros
nabarros, fueron conducidos por Zangotza-Sangüesa hasta la ciudad de
Lizarra-Estella por tropas españolas en las que se encontraba el capitán Sancho
de Alvear, el cual se retiró de allí a la fortaleza española del Peñón San Juan
de Santa María/Chatêau-Pignon, donde estaba destinado.
Pedro de Nabarra y Lacarra, Iohan Ramírez de
Baquedano, Juan de Olloqui y Jaso, Frantzes de Ezpeleta, Pedro Enríquez de
Lacarra, Antonio de Peralta y Velasco, Valentin de Jaso y Lerroux-Lerrutz, más
Petri Sanz o Sánchez, continuaron en calidad de presos hasta el castillo-prisión-fortaleza
española de Atienza en Valencia, donde serían encadenados, maltratados y
humillados. Por otro lado, Martin de Goyni y Gurpide y su sobrino Johan de Goñi
y Eza, fueron puesto en libertad junto al resto de capitanes bajo la promesa de
volver a sus casas y ser fieles a la reina española Juana I la loca y a su hijo el príncipe de
Asturias y Girona-Gerona, archiduque de Österreich-Austria Carlos de Gante o de
Habsburgo. Johan de Goñi y Eza desertó de la causa nabarra y se unió a los
(pro) españoles donde estaba ya militando su hermano Martin de Goñi y Eza. El
resto de presos nabarros liberados incumplieron lo jurado a los españoles bajo
torturas y retornaron al vizcondado de Biarno-Bearn, para ponerse nuevamente al
servicio de sus señores naturales, los reyes Catalina I y Juan III de Nabarra.
Dos años después, el mariscal de Nabarra recibió
la primera oferta de “perdón” de manos españolas. Esta sería oficializada por
parte del Reino de España a cambio de jurar fidelidad al Rey Carlos I de España
y V de Alemania. El mariscal de Nabarra rechazó de forma culta y cortesana
dicha oferta de perdón, mediante las siguientes palabras:
“Una vez
más suplico, con toda humildad posible a su Majestad, se sirva demostrar
conmigo la magnificencia que ha de esperarse de semejante Majestad,
devolviéndome la libertad entera y el permiso de ir servir a quien estoy
obligado. La fidelidad, la limpieza que su Alteza quiere y estima de sus
servidores, yo podré guardarla a los míos, y por ello me tornaré cautivo y
esclavo de su servicio”.
Esta negativa le supuso su traslado a la
prisión-fortaleza de Simancas en tierras castellanas, donde finalmente fue
asesinado a cuchillo por los españoles. El día 24 de noviembre del año 1522
apareció su cadáver tras haber manteniendo su fidelidad al Estado de Nabarra, a
su Patria nabarra y a sus legítimos gobernantes los reyes de Nabarra. La muerte
del mariscal de Nabarra fue ocultada hasta el año siguiente, presentándola,
además, como un suicidio, pero realmente fue por su patriotismo nabarro y
frases como esta:
“Yo no soy
español, ni súbdito de España.”
Pedro de Nabarra y Lacarra fue considerado el
único líder que podría unir a todos los nabarros. Además de ser un ferviente patriota
nabarro, fue el último mariscal del Reino de Nabarra, ateniéndonos como
patriotas nabarros a la legitimidad y legalidad propia de nuestra Nación,
siguiendo el Ordenamiento Jurídico propio del Estado de Nabarra, en base exclusivo
a nuestro ancestral Derecho Vascón o Pirenaico.
Pedro de
Nabarra y de la Cueva e hijo
Armas de los condes, vescondes, etc de Cataluña, de Castilla, de Portugal 1450-1550 Bayersiche Staats Bibliothek |
Pedro de Nabarra y de la Cueva fue hijo del
último mariscal del Reino de Nabarra y de una noble castellana. Vivió en la
Corte de Nabarra existente en Pau, vizcondado de Biarno-Bearn. En el año 1520 y
durante la preparación militar para un nuevo intento de liberación de las
tierras ocupadas por los españoles, el rey de Nabarra Enrique de Albret y Foix,
le nombró capitán general de Nabarra.
Durante la liberación del año 1521, el hijo del
mariscal del Reino de Nabarra que se encontraba preso en la fortaleza española
de Simancas, fue el encargado de entrar en la merindad de Zangotza-Sangüesa. En
la villa Zangotza-Sangüesa cabeza de merindad, fue recibido con aplausos y
rápidamente se prestó a organizar la sublevación contra los españoles. Las
tropas nabarras comandadas por el capitán general de Nabarra, eran provenientes
de esa merindad. Fueron recibidos de manera gloriosa en Tafalla y en Erriberri-Olite.
El día 30 de junio del año 1521, Pedro de
Nabarra y de la Cueva combatió a los españoles en la conocida como batalla de
Noain. Inicialmente las tropas nabarras infringieron un serio castigo a las
tropas imperiales españolas. Pero la brutal acción de la caballería española,
comandada por almirante de Castilla y conde de Melgar Fabrique Enríquez de
Velasco, realizó un movimiento envolvente sobre los caballeros nabarros, que no
pudieron contrarrestar.
La batalla fue larga y sangrienta, cayendo
finalmente la victoria del lado español gracias al trabajo continuo de su
artillería. Al anochecer 5.000 nabarros y aliados yacián muertos tras la
batalla en los campos de Ezkirotz, Noain y Barbatain. El capitán general de
Nabarra Pedro de Nabarra y de la Cueva logró escapar junto a otros señores nabarros.
Nuevamente en el vizcondado de Biarno-Bearne se
organizó un nuevo ejército de liberación. Éste estaba formado por un
contingente de tropas que se posicionó en el vizcondado de Laburdi. Es en
Donibane Lohintzune cuando Pedro de Nabarra y de la Cueva se unió al grueso del
contingente nabarro y de su aliado francés. El capitán general de Nabarra,
junto a sus hombres, realizó la primera acción militar tomando el castillo de
Behobia, donde quedó una guarnición francesa.
El grueso del ejército de liberación cayó sobre
la villa costera castellana de Fuenterrabia-Hondarribia. Tras ello comenzó un
bombardeo fuerte de sus muros, que logró abrir rápidamente una brecha. El
alcaide español que ocupaba la plaza, el ingeniero militar Diego de Vera, ante
la grave situación que atravesaban sus tropas después de doce días de asedio,
capituló la plaza ente el almirante de France y señor de Bonnivet Guillermo
Goufier, siendo el capitán general de Nabarra Pedro de Nabarra y de la Cueva
quien tomó el día 18 de octubre del año 1521 la plaza fuerte de Hondarribia,
pero en nombre del rey Enrique II de Nabarra.
El señor de Bonnivent estableció una guarnición
con 3000 hombres, de los cuales 2000 eran gascones y los otros 1000 eran nabarros
a las órdenes de Jacques D'Aillon, señor de Luda, que quedó como alcalde de la
plaza "en nombre del rey de
Navarra". Por ello la bandera del Estado de Nabarra estuvo ondeando de
forma solitaria y a pesar de la intención de los franceses de izar su bandera.
En el año 1522, tras sufrir los nabarros una
abrumadora derrota en la conocida como batalla de San Marcial, la plaza de
Hondarribia, donde ondeaba el hermoso pendón colorado del Estado de Nabarra,
fue sitiada y hostigada por tropas españolas. Estas estaban dirigidas por el
capitán general de las fuerzas españolas en campaña y capitán general de
Guipúzcoa Beltrán de La Cueva y Toledo, primo de Pedro de Nabarra y de la
Cueva.
El emperador Carlos I de España y V de Alemania,
excluyó a Pedro de Nabarra y de la Cueva de la “amnistía general” que dictó en
el año 1523, confiscando a continuación todos los bienes que pertenecieron a su
difunto padre, Pedro de Nabarra y Lacarra, mariscal del Reino, asesinado en el
año 1522, en la cárcel de Simancas, por mandato del propio emperador español.
Un año después, el condestable de Castilla Iñigo
Fernández de Velasco, llegó a las puertas de Hondarribia junto a numerosas
fuerzas españolas, dando comienzo así un firme cerco de la villa costera.
Después de un mes y medio de asedio y de haber resistido en una lucha desigual,
el día 25 de marzo del año 1524, casi dos años y medio después de recuperar
Hondarribia para el Estado de Nabarra, carentes de víveres para la población y
para las tropas nabarras, además de estar privados de toda esperanza de
socorro, Pedro de Nabarra y de la Cueva se vio forzado a capitular mediante la
fórmula de Armisticio, del cual sacaría provecho y beneficio personal.
Así pues, las tropas de reconquista de Nabarra
abandonaron la fortaleza y la villa de Fuenterrabía-Hondarribia en formación y
con las banderas rojas del Reino de Nabarra desplegadas. Salvo patrióticas
excepciones como la de los Olloki, la mayoría de los nabarros que sobrevivieron
retornaron a sus casas tras ser “amnistiados” por un rey ajeno o extranjero, de
cualquier forma ilegal, el emperador Carlos I de España y V de Alemania.
En cambio, lo primero que hizo Pedro de Nabarra
y de las Cuevas, fue presentarse en Simancas para recoger los restos mortales
del VII y último mariscal del Reino de Nabarra, su padre Pedro de Nabarra y
Lacarra, para enterrarlo en la iglesia de San Pedro de la Rúa de Lizarra-Estella.
Los españoles le informaron que la muerte le sobrevino por suicidio, ocultando
con ello su asesinato y debilitando con dicha falsaria afirmación, el
nabarrismo patriótico de su hijo y del Pueblo de Nabarra.
Ese mismo año y según lo acordado en el
armisticio, debiera haber recuperado los títulos, rentas y propiedades que
habían sido confiscados por el emperador español a su padre. Estos eran el
vizcondado de Muruzabal, junto a los señoríos de Cábrega, Ucar y Auriz, más las
pechas de los valles de Berrueza, Valdega y Valdizarbe. Pese a ello, el virrey
español de Navarra Francisco de Zuñiga y Avellaneda, se tomó algo más que
tiempo a la hora de devolver dichos bienes, los cuales habían pertenecido al
último mariscal de Nabarra, y debían ser entregados a su hijo Pedro de Nabarra
y de la Cueva. El virrey español contó con la poderosa colaboración del
licenciado Juan Rena, lo que provocó que el ex-capitán general de Nabarra se
negase a prestar el juramento requerido, además de acordado en el armisticio y obligado
por el perdón de Carlos I de España y V de Alemania, viviendo por ello a merced
de sus parientes.
El conde de Miranda cesó en el cargo de virrey
de Navarra en el año 1529, pasando dicho cargo al conde de Alcaudete Martín de
Córdoba y Velasco, al cual finalmente, León de Garro prestó juramento en nombre
de Pedro de Nabarra y de la Cueva, siendo nombrado éste como mariscal del Reyno
de Navarra por Carlos I de España y V de Alemania, sin contar por supuesto el
emperador español con la legitimidad debida para sancionar dicho nombramiento.
Además dicho cargo pasaba a ser un título de nobleza de Castilla y además de
tener carácter hereditario. Tras ello, el hijo del patriótico y Gran mariscal
del Reino Pedro de Nabarra y de Lacarra, pasó a ser un leal servidor más del
emperador Carlos I de España y V de Alemania.
Caso con su tía segunda Ladrona Enríquez de
Lacarra y Nabarra en septiembre u octubre, según fuentes, del año 1529, con la
cual tuvo una única hija y legítima heredera llamada Jerónima de Navarra y
Enríquez de Lacarra.
En el año 1530 fue nombrado corregidor de Córdoba
y en el año 1532 corregidor de Toledo hasta el año 1537, bajo el mando del
cardenal Tavera.
Es en el año 1532, cuando el emperador español
le dio licencia para vender varias rentas de sus mayorazgos en la ocupada pro vinci Navarra y comprar así la villa
de Cortes. Ya en el año 1537 comenzó como corregidor de Sevilla.
En el año 1539, el emperador Carlos I de España
y V de Alemania le otorgó un nuevo título español, nombrándolo así como primer
marqués de Cortes.
Cuando el emperador decidió de forma precipitada
el ataque contra Argel en el año 1541, Pedro de Navarra se estableció en Cádiz
para contribuir a los preparativos. Abandonó esta primera etapa en la
asistencia de Sevilla el 7 de julio de 1542, y se dirigió con prisa a su tierra
natal ante una supuesta amenaza francesa. Pero ante el traslado de la amenaza a
Perpiñán, y superado sin dificultades el juicio de residencia de su plaza
sevillana, volvió a ocuparla nuevamente en el año 1544 ocupó cargo de
corregidor en Sevilla a hasta el 1548, todavía bajo el mandato del cardenal
Tavera.
Dos años antes de abandonar la ciudad de
Sevilla, en el año 1546, fue nombrado caballero de la Orden militar y religiosa
de Alcántara, tras a ver sido rechazado con anterioridad por la Orden militar y
religiosa de Santiago. Ese mismo año el emperador Carlos I de España y V de
Alemania le nombra gentilhombre de Castilla. Con la muerte del cardenal Tavera,
Pedro de Navarra y de la Cueva marchó a Galicia en el año 1548 donde ejerció de
gobernador y capitán general hasta el año 1553, año este, en el cual es
nombrado por el emperador español presidente del Consejo de las Órdenes
Militares de España. Un año antes ya era miembro del Consejo de Estado español y
en el año 1556 alcanzó la cima como leal servidor del rey de España, al ser
nombrado como presidente del Consejo de Estado y Guerra.
Murió en Toledo el día 2 de marzo del año 1556 y
fue enterrado en el Monasterio de San
Juan de los Reyes, de la Orden de San Francisco.
También tuvo un hijo bastado con la sevillana
Beatriz Morales, el cual también se llamó inicialmente como Pedro de Navarra-Cueva
y Morales, adoptando éste después el mismo nombre y apellidos que su padre,
Pedro de Navarra y de la Cueva. Fue educado por su padre y estuvo con él hasta
su muerte. Pasó al servicio de Felipe II de España, llegando incluso a ser el
gobernador militar de la plaza de Pamplona-Iruña durante los últimos años del
reinado del español.
Asentado en la vieja Iruinea-Pamplona, su
principal función fue la de estar al frente de los servicios secretos del
virrey de Navarra, manteniéndose en contacto con los espías españoles que
residían en el Reino soberano e independiente de Nabarra. Estos fueron Juan de
Garro y Sebastián de Arbizu. La información que conseguía éstos, siempre tras
filtrar los datos y contrastarlos, la trasmitía directamente a su cuñado el
virrey de Navarra y marqués consorte de Cortes Martín de Córdoba y Velasco, y éste,
a su vez, la enviaba a la metrópoli colonial de Madrid, más concretamente al
secretario del Consejo de Estado.
Contó con gran autoridad y autonomía con
respecto al virrey de Navarra. Y no solo en la dirección del entramado de
espionaje, ya que llegó a permitirse
recomendaciones al virrey de Navarra, el marqués consorte de Cortes José Martín
de Cordoba y Velasco, autotitulado mariscal del Reyno de Navarra por su
matrimonio con Jerónima de Navarra y Enríquez de Lacarra, sancionada dicha
titulación ilegítima por el propio rey Felipe II de España. Dichas
recomendaciones fueron realizadas incluso de forma imperativa, principalmente
en los temas de cómo debían tratarse la inteligencia española en las tierras
nabarras, tanto en libres como en las ocupadas.
Sus descendientes llegaron incluso a pleitear
por los títulos españoles de marqués de Cortes, de mariscal del Reyno de
Navarra, etc., aunque finalmente el tribunal navarro de la colonia española de
Navarra al sur del Pirineo, la herencia fue otorgada a Miguel de Mauleon y
Añues, el cual adoptó como nombre Miguel de Navarra y Mauleon tras recibir
dicha herencia.