J.M.Unzueta
Estado de Nabarra, Enrique III, Rey de Nabarra y referente europeo
Soberanía de Navarra
“La demagogia es la capacidad de vestir las ideas menores con la palabras mayores.”
Abraham Lincoln, abogado, político y décimo sexto presidente de EE.UU.
Al hilo del 400 aniversario del regicidio perpetrado contra el rey Enrique III de Nabarra y IV de Francia quiero unir partes de los escritos realizados por los estatalistas nabarros, Iñigo Saldise y Pello Guerra, quiero aportar humildemente mi pequeño grano de arena, en el sentido de resaltar la grandeza de Enrique III el último rey de Nabarra y referente europeo, sus aportaciones por el bien de los nabarros y la mezquindad barriobajera y cavernícola de los Estados Vaticano y Español por este orden, auténticas rémoras antieuropeas y del mundo..
Este excepcional hombre ha sido un referente histórico deliberadamente ignorado, bien se ha cuidado el imperialismo Franco-Español-Vaticanista de ello, pero lo más grave ha sido que esto mismo lo hayan hecho los llamados abertzales tanto los de derechas como los llamados progresistas de izquierda. Ignorar semejante referente solo se puede entender desde la ignorancia mas supina de la historia de nuestro pueblo, si tuviesen un poco de dignidad Nabarra, y un poco de humildad deberían de dedicarse a culturizarse en la historia real del país que dicen amar y defender. (No se puede amar nada ni a nadie si no se le conoce)
Párrafos recogidos de un trabajo realizado por Iñigo Saldise: El 16 de noviembre del año 1528, Enrique II de Navarra tuvo que soportar las mofas despectivas hacia su persona, tras el nacimiento de Juana, princesa de Viana, en las que también estaban incluidas la recién nacida y su esposa Margarita de Navarra. Las maléficas burlas provenían del mayor enemigo de los navarros, el emperador Carlos I de España y V de Alemania, que entre satíricas risotadas afirmó lo siguiente:
“¡Milagro: la vaca ha parido una oveja y el pastor guardará su rebaño”.
El 1 de abril del año 1553, en el palacio de Pau, la princesa de Viana, Juana de Albret, pare a un hijo varón, al cual le dan el mismo nombre que su abuelo el rey de Navarra, Enrique II el Sangüesino. El júbilo se apoderó del monarca navarro, “bautizando” con sus propias manos al joven infante de Navarra con un diente de ajo y una gota de vino de Jurançon y contestó gozoso a los absurdos de los españoles:
“¡Este es el milagro: la oveja ha parido un león”.
Tras la muerte en el año 1555 de Enrique II el Sangüesino y el ascenso al trono del Reino de Navarra de su madre Juana de Albret, el niño Enrique adquiere el título de príncipe de Viana. Junto a su hermana Catalina adquiere una educación humanista y conforme, en materia religiosa, a las creencias reformadoras de su madre Juana III de Navarra, adquiriendo así una formación acorde con el Navarrismo.
Su padre, Antonio de Borbón y Vedôme, rey consorte de Navarra, es apresado junto algunos aliados protestantes en Ruan, el día 10 de noviembre de 1562, siendo asesinado posteriormente a manos de los católicos franceses, en el marco de la primera guerra de religión que asoló el reino de Francia. Sus títulos pasan al joven príncipe de Viana. Los Borbón eran descendientes directos de San Luis IX, siendo por ello herederos de la casa de Valois, reinante en Francia.
Tras ello Enrique, príncipe de Viana, fue enviado a la corte francesa de Paris, donde sería presentado a Carlos IX de Francia. Durante la visita conoció a Michel de Nôtre-Dame, más conocido por Nostradamus, quien realiza una predicción al joven navarro, ante la madre del monarca francés, Catalina de Médicis, en la cual le dice que llegará a ser rey de Navarra y Francia.
Con apenas quince años y por orden de su madre, la reina Juana III de Navarra, el joven príncipe de Viana se pone al mando del ejército de Navarra y acude a socorrer a la sede protestante y francesa de La Rochelle, consiguiendo la victoria ante tropas católicas francesas, que involucraría definitivamente al Reino de Navarra en la segunda guerra de religión, después de haberse mantenido relativamente al margen tras la primera, que solo se había desarrollado en el reino de Francia.
El príncipe de Viana tuvo que retornar al Reino Pirenaico al mando de las tropas navarras, para combatir a los católicos y proespañoles que se levantaron en armas a comienzos del año 1568 y que habían expulsado a los ministros protestantes e incluso se habían apoderado de varios castillos. El joven Enrique, príncipe de Viana, intervino consiguiendo una paz entre las facciones católicas y protestantes del Reino de Navarra. Su madre la reina Juana III de Navarra, otorgó el perdón total a los rebeldes, y tras ello proclamó la libertad de conciencia mediante el Manifiesto de los Gentileshombres y del pueblo de Navarra, algo que nunca olvidaría el joven príncipe de Viana.
La guerra religiosa prosiguió entretanto en el reino de Francia. Así en 1569, el barón de Terride, en nombre de Carlos IX, ocupa el señorío de Bearne, perteneciente al Reino Pirenaico, y restablece el catolicismo como única doctrina de fe. El señor de Luxe, junto algunos católicos, se revela de nuevo contra la reina Juana III de Navarra. Las tropas navarras, comandadas por Enrique, príncipe de Viana, consiguen expulsarlo del castillo de Maule.
La religión católica vuelve a ser prohibida en el Reino de Navarra, pero un año después de la paz de Saint-Germain del año 1570, en las cortes de la Rochelle y a petición realizada por los Estados de Navarra, la reina Juana III de Albret, restablece la libertad de culto para el Reino Pirenaico. También se firma las Confesiones de Fe de la Iglesias Reformadas de Francia y el joven Enrique, príncipe de Viana, se instala en la ciudad portuaria a orillas del océano Atlántico.
La reina Juana III de Navarra, comienza las conversaciones con la corte francesa, en busca de una paz duradera con el Reino de Francia. Para ello promueve un matrimonio entre el príncipe de Viana y Margarita de Valois, hermana del rey francés Carlos IX. A dicho enlace se muestra contrario, en un principio, el joven príncipe de navarro.
En 1572 la reina de Navarra es envenenada en París por orden de su archienemiga, Catalina de Médicis. Enterado de la noticia y tras ser coronado rey de Navarra, Enrique III entra en París junto a 900 caballeros navarros vestidos de negro, color representativo los protestantes.
Enrique III de Navarra se muestra partidario de continuar con el matrimonio con la bella princesa Margarita de Valois. Esta boda no contó con el apoyo del papa, y se realizó en la puerta de la iglesia de Nôtre-Dame, debido a las creencias reformistas de Enrique III de Navarra.
En la noche de S. Bartolomé del mismo año, los católicos atacaron a los protestantes, esgrimiendo como simple excusa la herejía y la defensa de la fe católica. En total, en el reino de Francia, fueron asesinadas unas cien mil personas, protestantes mayoritariamente, y con ellos la inmensa mayoría del séquito de 900 navarros del rey de Navarra. El propio monarca navarro, fue hecho prisionero y forzado a convertirse al cristianismo, además de verse obligado a proclamar el catolicismo como religión única del reino de Navarra, teniendo que permanecer de manera forzada en la Corte de París.
Enrique III de Navarra, ese mismo año, consigue huir de París. Abjura de la religión católica nada más entrar el Reino Pirenaico y de inmediato se pone al mando de las tropas protestantes en la cuarta guerra de religión, que pronto se transformaría en la conocida como la guerra de los tres Enriques, que implicaba al propio rey de Navarra, al nuevo rey de Francia y Enrique I de Guisa.
Enrique III de Francia, tras reconocer a Enrique III de Navarra como heredero o sucesor al trono francés, muere asesinado por un ultra católico, del partido de Guisa, en el año 1589. La muerte del último Valois, permitía, en teoría al rey de Navarra convertirse en rey de Francia. Pero para poder lograrlo, Enrique III de Navarra mantuvo una guerra abierta contra la Liga Católica, el emperador de Roma y el rey de España, Felipe II, que se negaban a reconocerlo como rey de Francia. En fases de este enfrentamiento, Enrique III tuvo que retirarse al Reino de Navarra, donde preparó un ejército que debería facilitarle el acceso al trono francés mediante la vía militar.
En el año 1585, el emperador de Roma, Sixto V, excomulga por hereje a Enrique III de Navarra. Las tropas protestantes consiguieron algunas victorias, pero París resiste gracias al apoyo de las tropas españolas comandadas por Alejando Farnesio. En 1593, el rey de Navarra se convierte al catolicismo con el fin de obtener el trono de París, algo que se resumiría con una frase que falsamente se le atribuye:
“París bien vale una misa”.
Esta coronación no supuso la unión de los reinos, ya que Enrique III de Navarra y IV de Francia mantuvo la independencia de Navarra, cuyas Cortes legítimas estaban situadas en Pau, mientras que en Donapelau se continúa acuñando la moneda del Reino Pirenaico.
En 1598 firma la paz de Vervins con el reino de España. En ese tratado sobre el conflicto existente en Flandes entre los reinos de Francia y España, el rey navarro introduce una clausura concerniente a la anexión de las tierras del sur del Pirineo por parte española, negándose claramente en ella, a legitimar el atropello español.
Párrafos recogidos de un trabajo realizado por Peio Guerra: A pesar de ser oficialmente católico, el rey de Nabarra y Francia no olvidó a sus antiguos correligionarios y, para escándalo del Papado, el 13 de abril de 1598 aprobaba el Edicto de Nantes, por el que se implantaba la libertad religiosa en suelo galo, ya que se reconocia una serie de derechos a los hugonotes que les equiparaban a los católicos. Con las guerras de religión ya sofocadas y la paz asentada en el citado edicto, Enrique se dedicó a reconstruir Francia con la inestimable ayuda del duque de Sully, al que nombró superintendente de Finanzas. Durante los siguientes diez años, ambos llevaron a cabo numerosas obras públicas, potenciaron la agricultura y las manufacturas, y mejoraron la Hacienda real, de tal manera que el reinado de Enrique quedó en el recuerdo de los franceses como una edad de oro.
En vista de los buenos resultados que había generado la implantación del Edicto de Nantes, el soberano nabarro y el duque de Sully diseñaron un precedente de la actual Unión Europea que se basaba precisamente en la aplicación de la libertad religiosa, ya que en ella convivirían sin cortapisas las confesiones católica, ortodoxa y la reforma. Ese plan fue conocido como ”Gran Dessein” y en el mismo se contemplaba la creación de una confederación de estados independientes que contaría con un Consejo de Estados y un sistema de arbitraje que resolvería los conflictos entre sus miembros.
En el terreno económico, se planteaba una fórmula de flexibilidad para el mercado que se realizaría a través de la supresión de aranceles y la coordinación del movimiento de mercancías. En esa Europa unida, Enrique quería que se analizara el contencioso de nacionalidades como Nabarra y Escocia, e incluso la cuestión de la creación de Italia. En el caso de su reino, en el proyecto se contemplaba la reunificación de todo el territorio nabarro y la recuperación de su estatus como reino independiente mediante la aprobación de un estatuto sobre Nabarra-Bearne que abarcaría competencias territoriales, lingüísticas, económicas y legislativas.
Tan ambicioso proyecto contó desde el primer momento con las reticencias de España y el Papado, los principales perjudicados con su puesta en marcha, ya que ambos estaban inmersos en una política expansionista diametralmente opuesta a la filosofía que defendía esa unión europea promovida por Enrique. Además, tanto Madrid como Roma, con su carácter ultracatólico, no estaban dispuestos a reconocer los mismos derechos a los europeos que profesaban una religión distinta a la propugnada por el Papado.
Pero Enrique tenia un gran prestigio entre las cabezas coronadas del continente. No en vano había conseguido pacificar Francia y llevarle a una era de prosperidad envidiada por otros países, que podrían estar dispuestos a llevar adelante el “Gran Dessein”. Como Enrique y sus propuestas les resultaban muy incómodas, tanto España como el Papado fueron considerados como posibles instigadores del atentado que le costó la vida al soberano nabarro y francés en la primavera de 1610.
Cualquier país se daría con el canto por tener entre sus hijos a semejante personaje dentro de su devenir histórico, aquí se demuestra hasta que punto el colonialismo ha corrompido nuestras mentes, no hay cosa peor que estar colonizado y no enterarse, esta enfermedad se empieza a curar cuando uno mismo humildemente acepta que está colonizado
El rey Enrique III era hijo de Juana de Albret, excepcional mujer del renacimiento culta y gran patriota Nabarra y quien férreamente aplicaba la forma de legislar del Derecho Pirenaico. Como muy bien escribe nuestro compatriota Iñigo Saldise : El Nabarrismo real, auténtico o correcto, esta basado en una defensa a ultranza de la soberanía y libertad del Estado de Nabarra. Unido a su vez a una defensa de las diferentes culturas y lenguas de los pueblos que forman la Nación Nabarra, incentivando la cultura y lengua primogénita, que no es otra más que la vascona y sin rechazar nunca los avances positivos que pueda traer la modernidad. Este Nabarrismo surgió en el Reino soberano de Nabarra al norte del Pirineo, donde el humanismo renacentista floreció a semejanza del existente en la ciudad de Florencia, sita en el gran ducado de Toscana. Al Nabarrismo auténtico, también se le considera una adecuación religiosa del calvinismo, semejante incluso a la realizada por el reino de Inglaterra y que ha llegado a la actualidad como Anglicanismo.
Hay pruebas más que suficientes a lo largo de estos largos siglos, que nos demuestras como los colonialistas españoles y franceses tuvieron claro desde muy temprano, que para dominar al Pueblo Nabarro había que destruir la cultura socio-política autóctona e imponer las suyas, realmente extrañas para los autóctonos del País, no dudando para ello el tener que falsificar, robar, destruir, excomulgar, ocultar, mentir, asesinar, esclavizar, etc. Esta colonización, sustentada en la imposición militar, religiosa, política, lingüística y cultural, que sufrimos aún hoy día los nabarros, sumada a una aculturación en la materia Estatal propia, es tan fuerte en la Nabarra Plena o Baskonia, que ha creado un individuo diferente, ya que la colonización lastra por tiempo indefinido al Pueblo o Nación que la sufre, secuestrando el peso específico de su propia o viable identidad, llegando a mentalizar negativamente a sus individuos, en los que se desarrolla un Complejo del Colonizado, volviéndose recelosos de sí mismos, infravalorándose, ocultando sus pensamientos, su identidad, su cultura y llegando incluso a sentir desprecio por lo propio.
El imperialismo siempre ha utilizado el lenguaje manido de que los vascos nunca hemos tenido Estado. Evidentemente tomando como referencia el Paradigma Aranista tienen razón, ya es hora de centrarse en la realidad histórica, resetear el cerebro y plantearse el futuro en las coordenadas históricas del Paradigma Nabarro integrando en ella muchas y buenas aportaciones del Paradigma Aranista.
En nuestro camino hacia la recuperación de la “SOBERANIA” y el Estado Baskón de Nabarra, con la territorialidad “desde Atapuerca hasta Foix (Andorra) y desde Burdeos hasta el Moncayo” y el modelo legislador del “Derecho Pirenaico con su principio de antes “leyes que reyes” de esta manera volveremos a ser libres en un estado independiente y solidario único reconocido en Europa y en el mundo.
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NABARRAKO ERESERKIA
Nabarra, reflexiones de un Patriota
ASKATASUNA = Baskoinak x Nafar Paradigma
"PRO LIBERTATE PATRIA GENS LIBERA STATE"
"Aberri askearen alde jende librea jaiki"
"De pie la gente libre a favor de la libertad de la patria"
"De pie la gente libre a favor de la libertad de la patria"
Navarre shall be the wonder of the world
by WILLIAM SHAKESPEARE