Iñigo Saldise Alda
Desde que el Reino de Nabarra dejara de existir en los mapas políticos, primero europeos y posteriormente mundiales, los nabarros y las nabarras, generación tras generación, estamos inmersos en un crudo y frío invierno, al menos en cuanto a ser una sociedad independiente y soberana. Las continuas agresiones militares, que fueron amputando poco a poco el territorio del Estado vasco(n), se completaron con la ilegal incorporación de Nabarra a la extranjera Corona castellana, al Reino de España en el año 1515 y posteriormente una forzosa unión a la ajena Corona francesa, al Reino de Francia en el año 1620.
Por un lado los monarcas españoles juraron repetidas veces nuestros Fueros, pero con la misma celeridad que mostraron en jurarlos, se apresuraban a ignorarlos y no respetarlos. Durante casi un siglo en la Nabarra del norte de los Pirineos progresó maravillosamente nuestro Estado. Todos los Jefes de Estado del Reino de Nabarra, indiscutiblemente legítimos, reclamaron una y otra vez la devolución de los territorios ilegalmente ocupados por el ejército español y la liberación de sus moradores, los cuales estaban bajo el yugo totalitario de la Corona de Castilla.
Ante la posible llegada de la primavera en el año 1540, 28 años después de la invasión española, más concretamente en la antigua capital de Reino, Iruñea, ante un posible enlace matrimonial entre la princesa Juana de Albret o Labrit y el príncipe Felipe de Hausburgo o Austria, hijo del emperador Carlos I de España y V de Alemania, los beaumonteses realizaron un memorandum recordando al soberano Enrique II el Sangüesino, rey genuino de Nabarra, donde le detallaban cuáles eran algunas tierras nabarras que debía reclamar, a las que llegaría de nuevo la primavera, en forma de independencia y soberanía nabarra.
“Quanto
a lo que pertenesce a V. Alteza, según lo que solía extender este Reyno
antiguamente como es pública voz y fama que era señor de Guipúzcoa, Vizcaya y
Alaba y mucha parte de Rioja, hasta el holmo de Burgos; como por la sepultura
que antiguamente los reyes de Navarra tenían en Nájera y otras ciudades y
villas que hoy en día parescen las armas de Navarra; anssí como en Logroño y en
otros lugares y de poco acá se han borrado.(…)”.
Desde entonces han sido varios los pasajes de rebeldía e insurreción en que nuestro Pueblo ha creído vislumbrar la hermosura de la primavera. Pero el invierno en forma de represión socio-política y cultural se ha ido recrudeciendo. La desaparición del Reino de Nabarra a ambos lados del Pirineo sumergió en un invierno salvaje e inhóspito al Pueblo vasco(n). La falta de independencia y soberanía ha sido patente a lo largo de estos fríos años, de estos siglos helados.
En la actual C.F. de Navarra o sencillamente en la Nabarra reducida y residual, los nubarrones invernales han estado tapando cualquier espacio al astro rey, al sol. Han cubierto durante estos siglos y casi por completo, cualquier atisbo que puede dar paso a la tan ansiada y liberadora primavera. Son oscuros y colonizadores nubarrones provenientes del norte y del sur, desde Paris y desde Madrid. Pero algo está cambiando y por ello me vienen las palabras de Pierre Narbaitz y de Lacarra:
“Para los Pueblos que no quieren morir, no existe un invierno definitivo”
Continuemos luchando para que la independencia y soberanía vuelvan a nuestro Estado, pues solo entonces alcanzaremos la primavera para nuestro País y nosotros y nosotras conoceremos lo que realmente es la libertad, con la alegría de decidir por nosotras y nosotros mismos el rumbo económico, político, lingüístico y cultural para nuestro Pueblo, para nuestra Nación Nabarra. Por todo ello, todos y todas, a Iruñea el próximo 16 de junio.
GORA NABARRA ASKATUTA!
GORA NABARRAKO ESTATUA!
GORA NABARRA OSOA!