Leonor, princesa de Asturias, Girona y.
Iñigo Saldise Alda
Tras los fracasos militares de reconquista de 1521, 1522 y 1524, Enrique II «el Sangüesino» intentó desde la Corte de Navarra, soberana, asentada en Pau, la recuperación de las tierras conquistadas por los españoles a lo largo de la historia, mediante reclamaciones diplomáticas, a través del matrimonio de su hija Juana princesa de Biana, con el hijo del emperador Carlos V, llamado Felipe, príncipe de Asturias y Girona.
A raíz de este dato, en el año 1540 los beaumonteses dirigen desde Iruinea-Pamplona un memorándum al rey de Nabarra, recordando de manera detallada cuáles eran las tierras nabarras que debía reclamar. En aquellos años nadie podría imaginar que la joven princesa Juana de Biana acabaría casándose con el duque de Bourbon y Vendôme, conde de Beaumont, de Marle y de Soissons, cuyo nombre era Antonio.
Finalmente las negociaciones matrimoniales no fructificaron por la negativa española de devolver las tierras nabarras ocupadas, entre ellas Bizkaia-Vizcaya, Araba-Álava, Gipuzkoa-Guipúzcoa y Errioxa-Rioja. A esto hay que sumar la muerte de Francisco I de France, sucediéndole Enrique II, que promueve un nuevo matrimonio para Juana de Albret, pero esta vez mirando los intereses del rey francés. Así, finalmente y además contando con el beneplácito de la joven princesa de Biana resultó elegido Antonio de Borrbon. Dicho enlace matrimonial tuvo lugar en Moulins en el año 1548.
En el año 1555, tras la muerte de Enrique II el Sangüesino, le sucede en la Corona de Nabarra su hija Juana de Albret como reina III de Nabarra. Con ello, un Bourbon-Borbón se convierte en rey consorte, con el título de Antonio I de Nabarra.
Juana III y Antonio I de Nabarra continuaron durante su reinado reclamando las tierras nabarras sitas al sur del Pirineo. Incluso llegaron a presentarse en la frontera impuesta en el Pirineo, con la intención de recorrer las distintas comarcas de su Reino ocupado por los españoles. Allí les esperan las tropas españolas, que negaron a los reyes legítimos de Nabarra visitar el país bajo sometimiento español.
El Príncipe de Biana, tras la muerte de la reina Juana III de Nabarra en el año 1572, se conviertó en rey de Nabarra con el nombre de Enrique III el Bearnés. Cuando aún era Príncipe se mostró más interesado en las guerras de religión que por las tierras arrebatadas por los españoles. Pasó, en efecto, a la historia como un destacado dirigente reformista o hugonote. Para sellar la paz, tras la tercera guerra de religión, se concertó su matrimonio con Margarita de Valois, algo a lo que se negaba inicialmente el Príncipe de Biana.
Estas guerras religiosas se mezclaron con la política por la sucesión al trono francés, trono que reclamó Enrique III de Nabarra, por los derechos que poseía por vía paterna, es decir, bornónica. Para lograr su objetivo, ser rey de France, se conviertó al catolicismo en el año 1593, tras el fracasar su intento de toma de Paris por vía militar. Todos conocemos una célebre frase que se le atribuye aunque no fuera suya:
“Paris bien vale una misa”
Con esto un rey de Nabarra accedía al trono francés. Pero ello no significaba la unión de los Reinos de Nabarra y France. Enrique III de Navarra y IV de France mantuvo la independencia de Nabarra, cuyas Cortes legítimas continuaban en Donapaleu y Pau. A su vez, en materia religiosa promulgó el edicto de Nantes en el año 1598, que significaba la total tolerancia de culto en sus Reinos, algo esperado desde tiempos atrás por los hugonotes o protestantes calvinistas de la Galia.
Su hijo Luís no fue presentado a las Cortes de Nabarra en Donapaleu y en Pau, donde debía ser designado Príncipe de biana, paso necesario y obligado para ser titulado a la postre rey de Nabarra. A la muerte de su padre, accede al trono con el título de Luís XIII de France. En el año 1620 visita las Cortes de Pau, restaurando la religión católica en el Reino de Nabarra y prohibiendo la religión hugonote en todos los Reinos bajo su dominio. Ese mismo año realiza el decreto de la unión desde las Cortes de Paris, lo que significaba que el Estado de Nabarra se anexionaba de forma ilegítima al Reino de France.
A pesar de esta infamia contra las legítimas Cortes de Pau, nunca dejó de titularse Luís XIII de France y II de Navarre. Sus sucesores, al igual que él, siguieron ostentando los dos títulos, lo que les permitía en materia territorial seguir reclamando las tierras ocupadas por España.
En el año 1789 se produjo la Revolución francesa, que abolió los títulos reales de France y Navarre. El borbón Luís XVI de France y V de Navarre murió en la guillotina en el año 1793, tras haber sido condenado a muerte por traición a France. A pesar de ello, todavía un Borbón posterior se tituló Luís XVII de France y VI de Navarre. Los posteriores herederos omiten citarse como reyes de Navarre.
Llegado a este punto, debemos hablar de la supuesta legitimidad de la princesa de Asturias y Girona, Leonor de Borbón y Ortiz, sobre Nabarra y por ende del título de princesa de Biana, que posee la rama borbónica de los Anjou, actuales titulares del Reino de España. Para ello debemos retroceder al Tratado de Utrecht del año 1714. Felipe V de España desde 1700, tras la guerra de sucesión al trono español, renuncia ante el rey Luís XIV de Francia y III de Navarra a todos los supuestos derechos sucesorios sobre el Estado de Nabarra, en beneficio de Luís XV de France y IV de Navarre.
Este tratado suponía también que el monarca francés, Luís XIV, y sus descendientes, debían renunciar a los territorios nabarros del sur de los Pirineos, que continuaban ocupados por los españoles. Entre esos territorios aún existía uno, reducido, que pese a todo seguía denominándose reino de Navarra. Un reino no reconocido en el ámbito internacional, pero que mantenía fronteras con sus vecinos, con su propia autonomía económica, capacidad de acuñar moneda y unas Cortes ilegítimas desde la ocupación española del año 1512.
Una nueva guerra de sucesión en España implicó a ese pequeño territorio. La derrota de los partidarios del pretendiente Carlos Luís de Borbón y Braganza, provocó que en el año 1841, tras la mal llamada Ley Paccionada, se perdiera toda referencia estatal de este país residual. Las Cortes ilegítimas, pero navarras de Iruinea-Pamplona, fueron disueltas y hasta el momento, lamentablemente no se han vuelto a constituir.
En la actualidad, el monarca español Juan Carlos I no se titula rey de Navarra. Además, recordando el Tratado de Utrecht, no tiene ningún derecho para ello. Lo podemos apreciar en el estandarte y/o blasón de esta rama borbónica.
Ahora recuerdo al abuelo de la princesa Leonor de Asturias y Girona. Dicho monarca español Jaun Carlos I de España, en el año 1982, apareció en la televisión tras un nuevo golpe militar en el Estado español. En las imágenes aparece el actual rey emérito, y detrás de él, el estandarte familiar de la rama borbónica de Anjou, a la que pertenece. En el estandarte podemos ver los Reinos o Estados de los que pueden ser legítimo titular dicha casa de Borbón. En el estandarte no aparece por ningún lado el escudo de nuestro Estado, Nabarra.
Pero, cosas inexplicables de la vida, su nieta, con el beneplácito de los colonos colonizadores y algunos agentes colonizados de la actual Comunidad Foral, ostenta el título de princesa de Biana de forma ilegítima e ilegial, junto a los títulos legítimos de princesa de Asturias y Girona. Hay que recordarles que este título es para el heredero o heredera del Reino de Nabarra, no para el futuro monarca del Reino de España o cualquier otro, y debe pasar la aprobación de las Cortes soberanas del Estado de Nabarra.
Al menos con esta función lo creó Carlos III el Noble, rey de Nabarra, para su nieto también llamado Carlos. Con ello trataba de defender los derechos hereditarios de su nieto, ante el ambicioso segundo marido de su hija y heredera, Blanca de Evreux. Este era el infante de Aragón, Juan de Trastámara, que ha quedado nombrado en la historia nabarra como el Usurpador.