La guerra de Navarra
CAPÍTULO II
Primera parte
Presión político y militar contra el Estado de los navarros
Soberanía de Navarra
“El mal no es lo que entra en la boca del hombre, sino lo que sale de ella”. Jesucristo
El imperio cristiano de Roma no consideraba Reino al Estado de los navarros, tras la división de los reinos de Aragón y Pamplona, y trata como dux al rey de Pamplona, García Ramírez el Restaurador, lo que facilitaba e incentivaba, aún más si cabe, las ansias imperialistas de los demás reinos cristianos. Por ello, el Restaurador tuvo que ceder a la invitación del rey de Castilla y León, para realizar una cruzada a Córdoba y Almería en el año 1147. Aunque más que una cruzada en si, se trató de una acción furtiva contra el puerto de Almería, el cual era un nido de piratas. En dicha acción participaron castellano-leoneses, navarros, aragoneses, genoveses y pisanos, estos últimos desde el mar.
García Ramírez el Restaurador, logró mantener independiente al Reino vascón, frente al emperador castellano Alfonso VII y a su vez, mantuvo una lucha constante con la emergente Corona de Aragón. La presión de la Corona de Aragón, se acentuó con la retirada, de nuevo a un monasterio, de Ramiro I el Monje, facilitando el acceso a la corona aragonesa, al príncipe de Aragón, el belicoso maestre de la orden del Temple, Berenguer IV, conde de Barcelona.
En este proceso el emperador castellano se apodera de La Rioja, aunque rápidamente los navarros recuperan Logroño. También las Encartaciones son ocupadas por las tropas castellanas, pero momentáneamente los navarros les hacen frente, el resto de Bizkaia, impidiendo que penetren en Araba y Gipuzkoa.
El principal aliado de García Ramírez fue el obispo de Pamplona, García de Larrosa, originario de un pueblo del mismo nombre, situado próximo a Jaca. La iglesia navarra es la principal fuente ingresos de dinero, que sirven para pagar a los diferentes caballeros, que defendían los castillos y las tenencias del Reino de Pamplona, recibiendo a cambio tierras, villas e incluso castillos. El obispo era el verdadero señor de Pamplona, siendo el rey de Pamplona poco dado a residir en esa ciudad.
El adad de Irache fue una gran ayuda, salvándose el honor de los monasterios navarros, tras la deserción del Abad de Leyre, que rindió homenaje al rey Ramiro I de Aragón. Algunos señores que se encontraban dentro de las tierras controladas por Aragón, le fueron leales al monarca navarro, por lo que fueron cobijados en el Reino vascón. Los burgueses de Lizarra contribuyeron en gran medida, a la tranquilidad en el Estado navarro, mientras que de Ladrón y Lope Iñiguez establecidos en Bizkaia, Araba y Gipuzkoa, defendieron con éxito esas tierras navarras ante las continuas acometidas castellanas.
Las tropas aragonesas atacan Zangotza y Lumbier, lo que provoca la reacción inmediata de los navarros, derrotando a los aragoneses cerca de Zaragoza, llegando incluso a recuperar Tarazona. Esta plaza pronto fue ocupada por las tropas aragonesas del barcelonés Berenguer IV, príncipe de Aragón. Hubo algún intento de alianza, mediante un matrimonio concertado, que no llegaron a buen término, por los que los enfrentamientos se reanudan y los aragoneses invaden el Estado de los navarros. La resistencia no se hace esperar y se recupera por parte de las tropas de el Restaurador, los territorios del Roncal y Tutera, que se perdieron momentáneamente por la invasión de las tropas de la Corona de Aragón.
Las relaciones directas de los navarros con Castilla y León, se sosegaron momentáneamente, después que el rey de Pamplona, García Ramírez, reconociese como emperador al castellano Alfonso VII, aceptando un vasallaje en Nájera, el cual consistía únicamente en presentarse en León, para asistir a la coronación imperial del castellano. Un precio barato para dicho vasallaje y sin repercusiones para el territorio navarro.
Pero Alfonso VII intentó al menos en dos ocasiones sacar tajada de las tierras navarras, con la complicidad del joven lobo de Barcelona. Ambos habían firmado el tratado de Carrión en el 1140, donde buscaban la repartición del reino navarro, entre Castilla-León y el condado de Barcelona. Pero la determinación y valentía de los navarros solo permitió unos leves escarceos castellanos en territorio soberano navarro, saldándose con el robo de algunas vacas y jumentos por parte de las hordas castellanas.
En el año 1150, el navarro, volvió a acompañar al emperador castellano a una nueva incursión por Al-Andalus. Al poco de su regreso ese mismo año a tierras vasconas, el Restaurador fallece en Lorca, cerca de Lizarra, tras estrellarse la cabeza en un peñasco, durante una cacería, quedando el Reino de Pamplona en manos de su hijo Sancho Garcés VI el Sabio. Mientras engatusados por el seductor emperador castellano, numerosos tenentes navarros desertan y se unen al reino de Castilla-León, destacando entre los traidores, Ladrón Iñiguez.
Los demás reinos cristianos de la Península Ibérica (Castilla-León y Aragón), no estaban dispuestos a admitir realmente la existencia del Reino de Pamplona, y más aún con el beneplácito de la bula papal, la cual se mantiene durante el reinado de Sancho IV el Sabio, que negaba el título de rey al soberano navarro, otorgándole únicamente el título de duque. Esto permitía a los demás reinos cristianos existente, la invasión y conquista de la tierra de los navarros.
El Sabio, a la edad de 15 años, ya tuvo que hacer frente a los asaltos de castellanos y aragoneses, siempre conjugados contra el Reino de los navarros, buscando continuamente un reparto del mismo. El punto de partida, o continuación más bien, lo podemos situar en Tudejen, cerca de Fitero en el año 1151. El emperador castellano y el Príncipe de Aragón o conde de Barcelona, tuvieron como orden del día el reparto de Navarra. Dicha operación se debía realizar el 29 de Septiembre del mismo año, festividad de San Miguel, casualmente patrón del ejercito navarro.
Sancho VI de Navarra, no tuvo ningún reparo en declararse vasallo del emperador, buscando frenar las ansias expansionistas del castellano. En el año 1153, es nombrado caballero por el castellano, que le concede la mano de su hija Sancha. Esta fue toda la “generosidad” mostrada por Alfonso VII, ya que no cedió ni una pulgada de la Rioja, tierra vascona que Castilla había conquistado a raíz del magnicidio de Peñalen, en el 1076. El emperador de Castilla y León, colmaba de bienes a monasterios y villas, además fundaba el reino de Nájera para su hijo Sancho, propiciando las deserciones en tierras navarras con su supuesta generosidad, que incluso llegaba hasta el mismo corazón de Navarra, con el denominado reino de Artajona, al que estaban vinculadas Larraga, Miranda, Olite y según parece, incluso Tafalla.
La Gascuña que estaba bajo la legítima soberanía navarra, es ocupada por tropas inglesas en el año 1154. Esto fue debido a la unión matrimonial entre el rey de Inglaterra, Enrique Plantagenet y Leonor de Aquitania en el año 1152. Las tropas inglesas ocupan esta tierra vascona, buscando con ello la defensa de la dote que aportaba la duquesa de Aquitania, lo que provoca una separación de estos territorios del resto del Reino de Navarra, realizada en gran medida por la fuerza de las armas. Claro ejemplo de ello es la toma sangrienta de Baiona por parte inglesa.
Al morir Alfonso VII en el año 1157, le sucede Sancho III de Castilla y Toledo, aunque no por mucho tiempo, ya que muere un año después. Al menos se restituyó el reino de Artajona a Navarra. Sancho VI de Navarra, se decidió a intentar reconquistar las tierras de la rica Rioja. Fue una campaña vigorosa y con éxito para los navarros. Esta victoriosa campaña emprendida en el año 1162 es concluida un año después. Se recuperó nuevamente Logroño, después Navarrete, Pazuengos y la mayor parte de los puestos situados sobre la orilla derecha del Ebro.
Por desgracia para los navarros, Nájera se resistió, así como Calahorra, por lo que prosiguieron la campaña por Araba y de allí hasta Durango y la antigua vascona Bureba, desde Miranda de Ebro hasta Briviescas, pasando por Grañón, Cerezo, Salinas de Añana, llegando hasta los arrabales de Burgos. A continuación procedió a consolidar las defensas de estos territorios recientemente reconquistados. Entrando en buenas relaciones con Fernando II de León y Galicia, tío del joven Alfonso VIII de Castilla.
Alfonso VIII, rey de Castilla tras alcanzar la mayoría de edad, comienza a preparar su matrimonio con la hija del monarca inglés Enrique II Plantegenet. El rey castellano ofrece en el 1170, a la princesa inglesa, las plazas navarras de Logroño, Grañón, Belorado, etc… que acaban de ser recuperadas para el Reino de Navarra por el rey vascón. Así, la guerra entre Castilla y Navarra es abierta desde el año 1173, produciéndose un doble ataque castellano, uno hacia la Bureba y otro hacia Artajona y Pamplona. El propio rey de Navarra, sufrió un asedio de dos día en el fuerte de Leguín, cercano a Urroz, mientras que el nuevo rey de Aragón, Alfonso II, se entrometía, favoreciendo a los castellanos, atacando y destruyendo la villa y el castillo de Milagro.
Tras un breve respiro, en el año1176 las tropas del ejército castellano, vuelven a cruzar el Ebro, llegando de nuevo hasta el fuerte de Leguín, conquistándolo y volviendo a Nájera después de dejar una guarnición en la fortaleza. El rey navarro se vio obligado a pactar, pero como Castilla no había combatido para no conseguir nada y Navarra no estaba dispuesta a renunciar a sus derechos legítimos, indiscutibles y regularmente escarnecidos desde tiempos de Alfonso VI de Castilla, se tomo la decisión de acudir a Londres, donde reinaba el suegro del castellano y poseedor de las tierras vasconas del norte del Pirineo, que anteriormente formaban parte del Reino de Navarra.
Dos obispos presidieron lambas delegaciones, Ramón de Palencia por Castilla y Pedro de Pamplona por Navarra, acompañados de nobles y señores. A la vez acudieron dos valientes caballeros, con sus caballos y armas, uno por cada reino, en caso que el rey de Inglaterra decidiera que el asunto se tenía que elucidar en un torneo de campeones, algo común en la Edad Media. Pero el inglés solicito que ambas delegaciones presentaran sus alegaciones por escrito, ya que los laicos ingleses no entendían las lenguas de los litigantes, el castellano y el euskara.
Se presentó la genealogía de ambos monarcas, remontándose los litigantes hasta el siglo XI, pero el juez decidió, para desgracia del Estado de Navarra, remontarse al último tratado celebrado no hacía mucho entre Nájera y Logroño, otorgando la totalidad de la Rioja a Castilla y solo la devolución de algunas fortalezas a Navarra, como la de Leguín, además del fuerte de Rueda, en Aragón, como un premio menor. Este laudo arbitral, consagró el hecho consumado, lo que sólo podía convenir al castellano, el cual era suegro del inglés.
Durante el Laudo Arbitral, la tierra conocida actualmente como Baja Navarra, vuelve al Reino, aprovechando los enfrentamientos existentes entre Enrique II de Inglaterra y su tercer hijo, Ricardo Corazón de León. La insurrección en busca de la vuelta a Navarra es numerosa, destacando los levantamientos de Baiona y Burdeos, los cuales son seguidos una fuerte y violenta represión a cargo de los ingleses.
Ricardo busca un aliado y lo encuentra en Sancho VI de Navarra. Se casa con la hija del rey navarro, Berenguela, siendo el hermano de esta, otro Sancho esta vez el Fuerte, obteniendo así un poderosos aliado contra los ataque de lo partidarios de Enrique II, existentes en Baiona o contra los condes franceses que atacaban desde Toulouse. Una alianza engañosa para Navarra, ya que no consigue nada en materia territorial e incluso se le llega a reclamar por parte inglesa la Baja Navarra. Los enfrentamientos y pactos se alternaran a partir de este momento, entre ingleses y navarros.
Los enfrentamientos con los aragoneses se van apaciguando, tras los pactos de Zangotza del año 1168 y del de Tarazona en el año 1191. El rey navarro se dedicó a asegurar la solidez del Reino vascón, del cual al menos se había salvado su parte esencial. Para ello otorgó fueros a innumerables villas y ciudades, destacando los de Donostia, Gasteiz, Trebiño, Biasteri, Antoñana, entre otras muchas, con el objetivo de perpetuar el sistema defensivo contra el reino de Castilla. Tuvo que soportar la deserción de innumerables tenentes, incluso el traidor gesto del poderoso obispo de Iruñea, que en algún momento llegó a entregarse con sus bienes, voluntariamente al Conde de Barcelona, gesto tan hostil como el de cualquier deserción.
Navarra pacta con el rey moro Lobo de Murcia, pasando Albarracín a la corona de Navarra. El rey navarro murió en año 1194, dejando el Reino de Navarra bastante mermado en materia territorial, pero muy estable en materia política, a su hijo Sancho VII el Fuerte.
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