El imperialismo lingüístico ayer como hoy
Alots Gezuraga, Errigoiti(Nabarra)
Juan de Beriayn, párroco de Uterga, (Valle de Izarbe, Alta Navarra), decía en su libro “Doctrina Christiana en romance y bascuence” de 1626 editado en Iruña-Pamplona: “(…) escribo en bascuence, porque no ha habido nación en todo el mundo, que no haya premiado la lengua natural de la patria y enseñarla en las secuelas a leer y escribir. Según esto, razón es que nosotros estimamos nuestra lengua bascongada”.
En “Vasconia” (1962) Federico Krutwig aseguraba que: “Introducen el castellano o el francés, rebajando moralmente al vasco quien, grotescamente vestido de español o francés, no es más que hombre de tercera categoría”.
El imperialismo lingüístico sólo es una parte del imperialismo aunque es una de las puntas de lanza del mismo; viene desde antiguo pero en el presente sigue ocupando páginas en los periódicos y acalorados comentarios imperialistas.
Se entiende muy bien la política castellana y después española respecto a los idiomas de su Imperio leyendo el prólogo del libro que en 1492 escribió Antonio Nebrija por mandato de Isabel la Católica, con este libro se intentaba unificar el castellano (crear un castellano “batua” que no consiguieron hasta el siglo XVIII con el francés Felipe V): “...muchos pueblos bárbaros y naciones de peregrinas lenguas, y con el vencimiento aquellos tenían necessidad de recibir las leies quel vencedor pone al vencido, y con ellas nuestra lengua”. Fue la política castellana en América como en el reino de Nabarra según fue conquistando y subyugando, así Nebrija señala en un escrito tras la conquista de Alta Navarra (1512-24) que “casi todos sus habitantes son vascones” (es decir, euskaldunes monolingües), e incluye como baskonas a ciudades que fueron conquistadas en el siglo XII como las riojanas Calahorra o la antigua capital del reino, Naiara-Nájera.
La opinión de Caro Baroja acerca de la frontera de los territorios de habla eusquérica en la Edad Media es que es la misma que en el año 1587, siglo XVI en el que fue totalmente invadido el reino baskón de Nabarra en su territorio peninsular y donde comienza un nuevo retroceso del euskera. El historiador ronkalés Estornés Lasa en su libro “Lo que No nos enseñaron”, señalaba cómo en ese año 1587, según un documento de la Diócesis de Pamplona, los pueblos que vivían en euskera eran 451 frente a los 58 romanzados (de éstos, la mayoría cuando no todos, en realidad eran bilingües como veremos).
En su reciente libro “La Guerra de Navarra”, Peio J. Monteano, tras analizar todos los documentos a su alcance sobre la conquista de Alta Navarra, es de la misma opinión; entre los documentos y libros estudiados, destaca “La bula de rendición de cautivos”, la cual “permite por primera vez realizar un mapa lingüístico de (Alta) Navarra a principios del siglo XVI que, entre otras cosas, muestra que la erosión de la lengua vasca había sido mínima durante el bajo medievo”, es decir, mientras el reino fue libre. Se trataba de una bula para una nueva recaudación en la Diócesis de Pamplona que dividía en 3 zonas la parte del reino recién invadida (Alta Navarra) según estuvieran más o menos romanzadas: “Así pues, el euskera era, en la primera mitad del siglo XVI, la lengua hegemónica en al reino, nada menos que 8 de cada 10 navarros habitaban en el territorio donde predominaba”, es decir, el 80% eran euskaldunes monolingües.
Esta bula y otros muchos documentos, nos permiten trazar las fronteras del euskera sobre un mapa y observar cómo ha ido carcomiendo el imperialismo la “lingua navarrorum”, llegando hoy, cinco siglos después, a una situación lingüística que la UNESCO clasifica de “peligro de extinción” y distinta en cada región en las que el imperialismo dividió el reino de Nabarra: así, ninguna persona es monolingüe en este idioma y tan sólo sobre el 15% de la población de Alta Navarra sabe euskera (con el nombre imperialista de Comunidad Foral Navarra y donde el euskera está zonificado como siempre desde la invasión, siendo “no oficial” en el tercio sur donde sus hablantes no tienen derecho alguno sobre su idioma nativo), el 33% de la Nabarra Occidental sabe euskera (llamada “Comunidad Autónoma Vasca” y donde pasó el euskera a lengua “vulnerable” en el 2009 según la UNESCO, pero donde sigue padeciendo ataques furibundos como veremos) y el 30% de Iparralde es euskaldun (departamento Pays Basque y Beárn donde el euskera no es oficial y no tienen derecho alguno los euskaldunes por lo que sigue la pérdida de hablantes). Hoy en día ya no se habla euskera en otros territorios del reino donde era lengua nativa como son: Alto Aragón y Pirineo central, La Rioja, Castilla Vieja-La Bureba, Cantabria oriental o Gascuña, aunque con pequeñas poblaciones residuales en el Beárn: Eskuila, Aramitz, Inhaze, Arkantze y sobre todo Jeruntze.
Tras su invasión, destrucción de fortalezas, espolio a sus habitantes y sometimiento militar que duró varios siglos de forma férrea y que en realidad continúa, los alto navarros vivieron las políticas imperialistas sobre su idioma que ya habían dado frutos a los españoles en otras partes del reino nabarro conquistado anteriormente, como es el caso de La Rioja, donde la conocida “fazaña” o sentencia judicial de “Oiacastro” nos habla de estas políticas imperialistas sobre el idioma nabarro y donde el alcalde vetó en el siglo XIII, sobre 1239, a un merino (jefe de la policía o funcionario real) venido de Burgos a participar en un juicio, pues según los fueros de la villa era indispensable saber euskera para ello : “Esto es por fazanya que el Alcalde de Oia-Castro si le demandase ome de fuera de la Villa o de la Villa que el recudiese en vascuence.”
Desde la conquista española, la presión imperialista sobre el idioma nabarro o euskera es permanente y empieza por los cargos eclesiásticos y públicos tanto en Alta Navarra como en la Navarra Occidental, como eran entontes los veterinarios, jueces, merinos o policías etc. Pongamos varios ejemplos más :
Es revelador del uso habitual del euskera en el sur del reino de Nabarra el texto de un pleito de 1540 en el que el agricultor Pedro Petillas dice sobre el veterinario zamorano que trabajaba en la capital ribera (Tudela): “no sabe hablar ni entiende vascuence porque es natural castellano (…) por no entender suele buscar un intérprete y que en ello pasa trabajo y que le vendría muy bien saber hablar vascuence para recibir a los que va a su casa”, en ese mismo texto judicial se afirma que el euskera es “la lengua de la tierra”, es decir, el funcionario español (veterinario en este caso) logra intérpretes entre los propios ribereños bilingües y el idioma nabarro, incluso en la Ribera, se consideraba el euskera. En Lizarra(ra)-Estella en el año 1607 un documento eclesial comenta que: “El vicario no tiene las cualidades que se requieren para dicha parroquia por haber más de la tercera parte meramente vascongado y no saber romanz y el dicho cura no sabe bascuenz” .
La lucha de los naturales por su idioma nabarro o euskera en la administración pública ha sido permanente como evidente el retroceso que va padeciendo el euskera hasta nuestros días también este campo, así, en los tribunales eclesiásticos de Alta Navarra como en los civiles, se pedía saber el euskera (a diferencia de hoy en día), porque, como decía un informe de 1778 “más de la mitad de al reino era tierra vascongada (en el sentido que tenía entonces de monolingüe euskaldun)”; en otro informe un poco anterior (de 1745), se concluía que “casi todos los funcionarios de la Diputación (de Alta Navarra) eran navarros (en el sentido de vascoparlantes o euskaldunes que tenía entonces)”.
La política de imposición de cargos públicos españoles es una constante en la política imperialista española, que después se extendió a los maestros al surgir las escuelas de primera enseñanza. Sirva como ejemplo de esto último, el caso de un pueblo de la Nabarra Occidental tan euskaldun como Beasain y más en 1730, año del texto siguiente: “que no se les permita hablar en vascuence sino en castellano, poniendo anillo y castigándoles como se merecen”. Es un acuerdo entre el municipio y el maestro, a los vascos nos habían convencidos para entonces que nuestro idioma no servía como medio de transmisión de conocimientos. El que quiera leer muchos más ejemplos, los tiene en “El Libro negro del euskara” de Juan Mari Torrealdai.
Pero me interesa recalcar, por lo que luego veremos, la evolución del euskera en Olite. En Herriberri u Olite, en el año 1574 (por tanto más de 50 años después de la conquista española de estas tierras del reino nabarro), Beltrán de Garriz en la plaza del pueblo se subió al tablado y gritó a viva voz en euskera que todos los vecinos tenían yeguas en el zaguán de la casa de Pedro Ezpeleta del que el propio Beltrán era criado, y que fuesen a por ellas, que estaban en el corral . En el mismo Olite, en 1623 un presbítero pedía al Obispado licencia para confesar en euskera porque “los muchos vascongados (vasco parlantes o euskaldunes, según la terminología de entonces) que hay en dicha villa, y pastores de ella están muy desconsolados y se van a otros lugares a confesarse”. En 1768 el viajero Guiseppe Barety dice por la cercana Tafalla que “en esta ciudad se acaba el vizcaíno (euskera) y se empieza a hablar el español”, es decir, aunque -como es evidente-, habría gente en Tafalla que supiera euskera, predominaba en esta ciudad el romance. Paul Pierre Broca (1824-1880) comentaba en unos de sus libros que “un navarro de Olite afirmaba que en Olite hablaba en vasco con sus amigos cuando era pequeño”, por tanto, acababa de desaparecer la “lingua navarrorum” de esa comarca en menos de 300 años de colonización imperialista.
En pleno siglo XXI el imperialismo no se da por satisfecho y teme una recuperación del idioma nacional nabarro, por lo que actúa continuamente con saña contra su posible auge, a veces con disimulo argumental y cuando no cabe, no duda en usar la fuerza bruta (mediante sus jueces que se basan en su ejército como todo su Estado y no en el pueblo –básico en una democracia-).
Así, estos intentos de hacer que el funcionariado y el clero en tierras nabarras sean españoles y la punta de lanza de su lingüicidio, no son cosa del pasado como se pueda suponer. Recientemente en Osakidetza o sanidad pública de la Nabarra Occidental, se ha impuesto por la minoría española desde su administración en Vitoria-Gasteiz (seudo gobierno vasco), que los médicos no tengan que saber euskera para ejercer, por ejemplo, en Lekeitio (100% euskaldun y que vive en ese idioma), pues aducen los imperialistas dos cosas: que Lekeitio ya es bilingüe, lo cual no es más que una “profecía autocumplida” pues es la derivada de la etapa de colonización lingüística de la población monolingüe durante las guerras de los siglos XIX-XX y varias dictaduras (mi amama de Errigoiti murió monolingüe en 1989). El segundo motivo aducido en esta ocasión, es que para ser médico no hace falta saber euskera sino que lo importante son los conocimientos, lo cual es estrictamente cierto, como es cierto que apenas hay que saber castellano aunque se ejerza en España para atender bien a un paciente (con el vocabulario básico que se aprende en un par de meses es suficiente), por lo que, según ese argumento, podrían optar a la oferta gente de otros países como marroquíes o chinos, por ejemplo, ya que, según argumentan los imperialistas en este caso, lo importante es su capacitación profesional, ¿o no?, por lo que los exámenes se podrían hacer en inglés, el idioma internacional por antonomasia (casi puedo ver las sonrisas del lector).
La cuestión queda totalmente clarificada ese mismo mes cuando el imperialismo en otra parte de su “España invertebrada” ante una situación similar, cambia de argumento y usa justo el contrario al caso anterior, allí lo importante es ahora salvaguardar los derechos de los hablantes del castellano pero también que el idioma del imperio no pueda nunca ser remplazado por el idioma natural de Cataluña aunque los catalanes así lo quisieran. Así, en la enseñanza en Cataluña, el castellano debe de ser la lengua vehicular tanto como el idioma nativo o catalán, es decir, el imperialismo cae sin sonrojo en una gran contradicción: todos los jóvenes estudiantes saben catalán (ya no pueden usar el argumento discriminatorio o que es difícil su aprendizaje para el hijo del inmigrante español, ¡cómo si el castellano fuera fácil para los demás!) y para enseñar matemáticas o geografía el catalán sirve igual que el castellano (pese a quien le pese es una realidad), pero, ¿lo importante no era la capacitación, es decir, en este caso la calidad de la enseñanza y del profesorado? ¿Para qué exigir que los dos idiomas sean vehiculares? Aumenta el costo, es un esfuerzo añadido para el alumno etc. etc...
Lo que a los catalanes y nabarros nos dicen los jueces españoles es lo que de verdad subyace en todo este falso debate: en el imperio castellano, su idioma es preponderante a todos los demás idiomas, pero, ¿quién ha decidido que esto sea así? ¿Tienen derecho los españoles a imponer a euskaldunes y catalanes (o gallegos) su idioma por ser más o es simple fuerza bruta (imperialista)? O dicho de otra forma, ¿hemos podido elegir alguna vez ser o no españoles, tal y como ellos lo entienden (un idioma, una nación)? La respuesta para un nabarro y un catalán es evidente: no, a unos por imposición borbónica-centralista y a los otros por invasión primero e imposición borbónica-centralista después.
En una España democrática -que no es el caso y es ya inviable-, si un catalán o un nabarro quisiera ser atendido en uno de los idiomas oficiales de su territorio por la administración pública, debería de poder hacerlo, ello sólo es posible si en la administración pública y en cada categoría profesional hay al menos tantos funcionarios que conozcan ese idioma como población que demande la atención en el mismo.
Pero es que este mes hay más casos flagrantes de imperialismo lingüístico, en Olite se ha vivido el antepenúltimo episodio, los concejales de dos partidos políticos continuadores del partido único franquista (y no es una opinión pues en la misma sesión sus concejales se negaban a condenar el franquismo con sus 200.000 asesinatos, la existencia de esclavos durante el mismo o su intento de etnocidio y lingüicido entre otras muchas razones para ello), el PP y UPN, han decido eliminar el nombre baskón o nabarro de Herriberri y dejar sólo el latino de Olite, lo cual es tremendamente significativo, pues Olite, “Oligitum”, es el nombre que los visigodos (Suintila 621-631 ) dieron a la población amurallada que obligaron a construir a los propios nativos baskones en régimen de esclavitud tras derrotarlos y masacrarlos para poder así controlarlos, y que los reyes nabarros lograron liberar siglos después, por lo que le dieron el nombre de “Herriberri” o “Tierras nuevas”, tierras libres del imperialismo visigodo y después musulmán pero que hoy por hoy no lo son del imperialismo español.
F. Krutwig “La Cuestión Vasca” (1966): “Los hijos de las naciones opresoras tienen la maldita costumbre de condenar las justas reclamaciones de los pueblos oprimidos. Para ellos la única nación que tiene derechos dignos de ser respetados es la nación grande, la nación opresora”.
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