Carlos Segura Eguzquiza
Un poco de historia. La primera vez que se celebraron siete días de fiestas fue al final del verano de 1324 por privilegio del rey de Navarra Carlos I. Posteriormente y pasados unos cuantos años, quedaron fijados como fiestas, oficialmente, el día 25 de septiembre, festividad de San Fermín, obispo y mártir, copatrón de Pamplona junto a San Saturnino como es sabido, de este último la fiesta se celebra el 29 de noviembre. Así continuó durante muchísimos años hasta ser conquistados y masacrados en 1512 por los castellanoaragoneses. Pasados tres años de su conquista, decidió el invasor cambiarnos de fecha las fiestas, argumentando con el pretexto del tiempo, pasarlas a julio. A priori la idea no parece tan mala, pero lo que verdaderamente resulta una humillación más a los navarros es que el día de julio que eligieron no fue un día cualquiera, sino que da la casualidad de que eligieron el día 7 de julio, coincidente con el mismo día que las Cortes de Castilla en Burgos y sin tan siquiera un navarro presente en el acto, se añadieron a su botín oficialmente el Reino de Navarra.
Por eso, para mí y por respeto a mi pueblo, las verdaderas fiestas de San Fermín las celebro en las que mal llamadas San Fermín Chiquito, que de chiquito nada, es San Fermín el único, el otro es como celebrar la masacre y la unión por la fuerza de las armas del invasor. No obstante, se me ocurre un arreglo. Podríamos cambiarle a las fiestas del 7 de julio el nombre de fiestas de San Fermín, por el de fiestas de Hemingway. Aunque desde luego éste dista mucho de ser beato y mucho más aun santo. Para comprobarlo, es suficiente con entrar en Internet y poner Hemingway y los 122. Veréis qué sorpresa con el pájaro este. Pero bueno, no hay que ser ingrato, y a pesar de tener el sujeto sus cosillas, también debemos reconocer que gracias a él y sólo a él, tenemos una semana de turismo de lo más selectivo, con el famoso lema de: Pamplona ciudad sin ley. Y que gracias al caudal que deja dicho turismo, podemos vivir el resto del año. Así que si encima ponemos ese museo tan bonito de toros o vacas, estará Pamplona todo el año colapsado por el turismo ¡Qué buena idea! Respecto al amigo Hemingway, más vale que no somos unos ingratos y sus méritos para con nuestra ciudad, en parte, se lo hemos reconocido con un monumento (que no es paja).
http://www.noticiasdenavarra.com/2011/09/24/opinion/cartas-al-director/7-de-julio-san-ferminr