Iñigo Saldise Alda

Aquel 15 de agosto del año 778, una gran fuerza
organizada de vascones independientes o nabarros, planeó y venció al ejército
más poderoso de esa época, la tropa franca de Carlomagno, como venganza tras el
asalto y la destrucción de Iruñea llevada a cabo por esas huestes extranjeras y
por consiguiente invasoras, que no podían someter y controlar el espacio
natural de los nabarros, el Pirineo.
La importancia de aquel acto es mucho más transcendental
de lo que nos mostraban, y a día de hoy muestran, en las escuelas coloniales y
colonialistas españolas y francesas, donde incluso la presencia de los nabarros,
en aquella sangrienta y cruenta batalla, es puesta entredicho. Incluso desde
sectores teóricamente del País, se ha llegado a desacreditar la importancia de
lo ocurrido aquel 15 de agosto del año 778, lo cual es realmente triste y lamentable.
Negar
u ocultar que hubo una presencia nabarra en aquella acción política y también indudablemente militar,
es bien un acto de colonialismo extranjero, concretamente español y/o francés,
o bien un acto de traición si este viene de esos supuestos agentes de nuestro País,
ya que a continuación siempre aparece la negación de la existencia de Estado
nabarro independiente, soberano y muy bien organizado, que ha llevado a
algunos planteamientos políticos de finales del siglo XIX a rechazar e incluso
contradecir nuestra historia política, fructífera y próspera a lo largo y ancho
de muchos siglos.
Para
cualquier patriota nabarro, lo ocurrido aquel 15 de agosto del año 778, debe
ser un ejemplo. Nuestros antepasados celosos de su libertad, lucharon y
derrotaron con los medios que poseían a finales del siglo IX, a un imperial y
colonial tirano invasor. Hoy orgullosos de nuestros antepasados, debemos
encontrar la vía más apropiada, dentro del marco mundial actual de principios
del siglo XXI. con todo lo que ello conlleva, y recuperar ese viento de libertad
que recorre aún hoy día las cumbres de nuestro Pirineo.