Nabarra por su independencia, seis glorias patrias (IV)
Aitzol Altuna Enzunza;
Galdakao-Nabarra
“Los intentos de insurgencia para liberar
nuestro Estado han sido numerosos, siendo los siguientes los más
significativos, 6 veces en 400 años”.
6. El Gobierno de Euzkadi en el exilio, el último Gobierno Vasco
“Cuando los Estados que se conquistan,
como hemos dicho, están acostumbrados a vivir en libertad y a tener sus propias
leyes, hay tres formas de conservarlos: la primera es destruirlos, la segunda
ir a vivir allí personalmente y la tercera dejar que sigan viviendo con sus
leyes cobrándoles un tributo y creando en su interior gobiernos oligárquicos
que los mantengan fieles a ti. Porque dichos gobiernos saben que, al haber sido
creados por el príncipe, no pueden subsistir sin su poder y su amistad (…)”
Nicolás Maquiavelo en “El príncipe” (s. XVI).
El golpe de Estado de los militares españoles contra su república en julio de
1936 y en pro de un nuevo Estado totalitario-fascista gobernado por ellos, tuvo
una fuerte resistencia social que derivó en enfrentamiento armado del que
surgió en nuestras tierras el que se llamó “Gobierno de Euzkadi”. En un
principio, iba a ser un apéndice del Gobierno Republicano español que lo
amparaba y bajo cuyas leyes iba a ser creado mediante el otorgamiento de una
autonomía parcial dentro de un acuerdo marco llamado “estatuto”. El estatuto
final era aplicable sólo en la Nabarra Occidental. En el libro “La Guerra Civil
en Euzkadi, antes del estatuto” Manuel Irujo, estellés y miembro destacado del
PNV, fue clarividente al decir que: “El
estatuto vascongado será la piedra angular que garantizará la separación
perpetua de Euskadi, en vascongados y navarros, o lo que sería aún peor, entre
vascos y navarros”.
Sin embargo, debido a la situación guerra, se creó un Estado vasco “de hecho” y
por tanto un gobierno soberano aislado del Gobierno Español, aunque se
extendiese realmente sobre un minúsculo territorio entre Legutiano en Alaba y
la costa bizkaína. El ministro de defensa de aquel gobierno y fundador de la
Ertzaintza, el bergarés Telésforo Monzón, resumió en una entrevista años
después: “El estatuto del 1936… yo no lo
he conocido nunca. Puedo decir que he sido ministro de la Gobernación del
Gobierno Vasco…y no he abierto el estatuto (creo que justamente lo ojeé el
primer día por la mañana). Ese estatuto no se puso en la práctica jamás. Fue un
auténtico fantasma. No existió tal estatuto. Lo que ha existido es un Estado
Vasco soberano” (Revista “Punto y Hora” 1979 VI 14/21).
A partir de verano de 1939 el Gobierno de Euzkadi tuvo una definición
exclusivamente nacional y cortó sus lazos con los partidos de ámbito español.
Estaba para entonces el Gobierno en el exilio de París tras perder la guerra y
desechas las milicias vascas de “gudaris” compuestas por obreros del metal,
peluqueros, agricultores etc. El fascismo español contó en nuestras tierras con
su ejército colonial y los requetés, con el ejército fascista italiano y el
nazi alemán, el cual bombardeó la población civil de Gernika como ensayo al
Tercer Reich.
Según las memorias del Lehendakari José Antonio Agirre que presidió aquel
Gobierno, de los 100.000 gudaris sólo sobrevivieron 30.000, sin contar con la
numerosa población civil asesinada, con ciudades bombardeadas y toda la
población que no logró huir represaliada hasta límites nunca vistos hasta
entonces -incluso tras la Revolución Francesa o las Guerras Carlistas-.
Llegando a la esclavitud, escarnio público sobre todo a mujeres (no vistos
desde la Edad Media con la Inquisición y su quema de “brujas”), el exterminio
por hambre en campos de concentración, el fusilamiento masivo de poblaciones
calificadas de “rojas y separatistas” para ser enterradas en cunetas o la
prohibición de hablar nuestro idioma nacional, cuando aún había euskaldunes
monolingües que por tanto se les obligaba a estar callados en cualquier
actividad pública so pena de quedar detenidos, multados y pasar por el cuartel.
Federico Krutwig en “Vasconia” (1967): “El
interés primordial del colonizador consiste en querer devorarse el Pueblo
colonizado, en palabras más populares, quiere “tragárselo”, para incorporárselo
como nutrición propia a su cuerpo”.
José Antonio Agirre Lekube, clandestinamente, logró embarcar para América donde
arribó en verano de 1941, mientras tanto, en julio de 1940, Manuel Irujo tomó
la iniciativa de crear y presidir un "Consejo Nacional de Euzkadi" al
margen de la (i)legalidad española-republicana y con un proyecto
independentista confiando en los Estados europeos y americanos “aliados” contra
el fascismo, que serían los garantes del futuro Estado vasco. Irujo y después
Agirre, presuponían que el general español Franco que se había hecho con el
poder absoluto, entraría en la guerra en ayuda de la Alemania nazi con la que
ya colaboraba y que el triunfo aliado supondría la intervención militar en
España, derrocando a la dictadura. Manuel Irujo llegó también a firmar un
acuerdo de colaboración político-militar con la Francia libre del General De
Gaulle, pero que contaba con la oposición del Gobierno Británico.
Así es como desde Londres en al año 1940 y en plena Segunda Guerra Mundial
(1939-45), el Consejo Nacional Vasco presidido por el propio Manuel Irujo en
nombre del Gobierno vasco, redactó un anteproyecto de Constitución para la
independencia del Pueblo vasco que abarcaba todo el territorio de Baskonia o
reino de Nabarra, pero que no logró el apoyo internacional requerido.
No era nuevo en Irujo,
pues tal y como señala en el libro mencionado: “Naparroa es la forma histórica de los vascos (…) Estos encuentran en
la monarquía pirenaica las instituciones históricas, las gestas gloriosas, los
blasones de triunfos pretéritos. Euskadi es por el contrario, el producto de la
concepción filosófica, del acto de voluntad de los vascos de constituir su nación,
sobre las bases de su Pueblo, lengua, instituciones y su peculiar genio civil.
(…) Misión nuestra, de los republicanos, de los nacionalistas vascos, de los
demócratas es la de resolver el problema, incorporando a la unidad de Euskadi
el nombre histórico y prestigioso de Naparroa” (Baiona, enero de 1938).
El Pacto de Baiona de 1945 mantenía el espíritu independentista de Concejo
Nacional Vasco y pedía la instauración inmediata del Gobierno Vasco a la caída
del fascismo español. El Pacto fue firmado por la mayoría política y sindical:
PNV, ANV, PCE, UGT, Euzko Mendigoxale Batza, IR, CCSE, Partido Republicano
Federal, CNT y ELA-STV, el cual decía con contundencia:
Art. 3º: Respectar y defender una vez restablecidas la normalidad democrática
los deseos del Pueblo Vasco libremente expresados.
Art. 4º: Constituirse en un organismo consultivo que asesore, prepare y secunde
la labor desarrollada por el Gobierno de Euzkadi, una vez lograda la caída del
régimen antidemocrático por el que han sido temporalmente expulsados
temporalmente del territorio vasco como consecuencia de la guerra.
José Antonio Agirre, en pleno exilio, siendo profesor de la Universidad de
Columbia para lograr la residencia americana (Agirre era licenciado en derecho
por la universidad de Deusto), recibió en el año 1942 el encargo por una
editorial norteamericana de escribir la historia de los vascos. Así, para el
Aberri Eguna de 1946, en la alocución habitual a la nación para la
conmemoración de esa fecha, Agirre habló sobre las libertades vascas que
nacieron en el Pirineo con el primer rey baskón Eneko Aritza hasta Sancho “el
Fuerte”, en contra de la tesis “neo-confederalista” de Estados separados del
fundador del nacionalismo vasco Sabino Arana.
Sabino en 1892 contando con 27 años, vio publicados sus textos históricos en el
libro “Bizcaya por su independencia. Cuatro glorias patrias” del que vendió
2.000 ejemplares y donde narraba las batallas de Arrigorriaga (888), Gordexola
(1355), Otxandio (1355) y Munguía (1470), en la cuales, supuestamente, los
bizkaínos se habían alzado por su independencia frente al imperialismo
asturiano y castellano, independencia que no habrían perdido hasta las Guerras
Carlistas, pues consideraba que era una mera coincidencia de títulos en una
misma persona que el Señor de Bizkaia fuese a la vez rey de Castilla desde
1378.
Sabino Arana escribió en los estatutos del primer Euskeldun Batzokija que
históricamente los vascos constituíamos diferentes Estados, lo escribe así en
el Capítulo 2 art. 31: “El Nacionalismo
aspira, como es sabido, a la independencia absoluta del Pueblo Vasko,
restaurándose éste conforme a lo esencial de su Tradición Religioso-Política, y
constituyendo a la parte de acá del Pirineo y el Bidasoa la Confederación de
todos los antiguos Estados de la raza. Sabido es que éstos son seis: Laburdi y
Zuberoa, al norte del Bidasoa y el Pirineo; Bizkaya, Gipuzkoa y Araba al Sur;
Nabarra a un lado y otro de dicha línea”. En el Capítulo 4 artículo 71 del
estatuto del Euskeldun Batzokija matiza que:
“En este sentido concreto, raza es lo mismo que nación, gente o Pueblo”.
En su libro “Los vascos en la historia a través de Garibay”, el antropólogo
español Julio Caro Baroja explica como el origen de este error está en el
gipuzkoano Esteban Garibay (s. XVI), historiador de la Corte de Felipe II de
corona de las Españas. Garibay tenía “la idea de que las libertades forales
suponían la existencia de un Estado dentro del Estado”. Incluso el término
usado en Alta Navarra de “Aeque principalis”, es realidad un término que se
remonta a 1645 (más de 100 años después de su brutal conquista por las tropas
de Fernando “el Falsario” encabezadas por el duque de Alba), cuando así lo
emplearon las Cortes de Alta Navarra ante el acoso y derribo continúo que
padecían los Fueros nabarros, y que buscaba la pervivencia de los Fueros o
legislación de nuestro Estado invadido sobre la falsa excusa de haber sido así
pactado con la corona castellano-española tras la conquista, frente a la
calificación de “privilegios regios concedidos” o el simple “derecho de
conquista” esgrimidos por los imperialistas españoles.
El político y medievalista bizkaíno Anacleto Ortueta (1934, cofundador de
Acción Nacionalista Vasca –ANV-), ya se dio cuenta de este hecho de
trascendental relevancia: “La falsedad histórica de los supuestos Estados
vascos, está teniendo una nefasta influencia en Euskal Herria, convirtiéndose
en la práctica en el principal obstáculo que ha encontrado en su camino la
liberación nacional”.
La profundización en la historia vasca le llevó a escribir a Jose Antonio
Agirre una reveladora carta donde daba un vuelco a lo hasta entonces mantenido
por el nacionalismo vasco en cuestión histórica y reconocía el acierto de
Ortueta y Manuel Irujo: “(…) juzgo el
reinado de Sancho el Mayor (años 1005-1035), sostengo que su genio indígena no
solo sintió la unidad nacional sino que supo realizar una Confederación de
Estados nacionalmente homogénea. (…) La tesis confederal que Arana Goiri
instituyó como norma política actual tiene conmoción histórica porque en
esencia se refiere a la unidad nacional y de él es el mérito de haberla
definido y sobre todo programado (…). Arana Goiri no estudió detenidamente los
designios de la Monarquía pirenaica, ni pudo estudiar la Baja Edad Media vasca,
entre otras razones por falta de tiempo (murió a los 38 años) y porque no
conoció los textos necesarios”. Es decir, aunque la visión histórica del
primer nacionalismo es manifiestamente errónea, sin embargo, la esencia de un
Estado Confederal Basco(n), está tanto en el nacionalismo vasco como en la
configuración histórica del reino baskón de Nabarra.
Por tanto, en los primeros años del exilio, el Gobierno Vasco recondujo la
visión histórica y territorial del país, y sobre todo, no renunció al estatus
político internacional conseguido por el Pueblo durante la guerra contra el
fascismo español. El ex secretario de ELA Kepa Anabitarte y ex Director de
Irizar (MCC), el cual compartió exilio con el Lehendakari Agirre en París donde
fue becado por el Gobierno Vasco, vivió la concienciación de Agirre de que él
era el presidente de un Estado Vasco y no de una supuesta República Española:
- Indalecio Prieto (ex ministro del PsoE y miembro del Gobierno de la República
española en el exilio) hizo un viaje expresamente desde México a París para
decirle al lehendakari José Antonio Agirre:
“-Este es el plan que hay y tenemos que
cambiar de política, hay que adaptarse a otras circunstancias; y como el
Gobierno Vasco es hijo de la República y nosotros vamos a renunciar a las
posiciones republicanas, el Gobierno Vasco también debe desaparecer”.
Agirre le dijo -y esto se lo he oído yo en varias ocasiones:
“-Don Indalecio, este testigo lo he recibido del Pueblo y este testigo yo se lo
devolveré al Pueblo”.
Los movimientos de liberación nacional surgidos durante la represión de los
fascistas españoles y sobre todo tras la muerte de su caudillo (1975), tampoco
fueron encauzados dentro de una estrategia conjunta de todo nuestro Pueblo para
lograr la liberación nacional que se mantuvo hasta el Pacto de Baiona de 1945.
Tras la muerte de Agirre (1960), se claudicó el Gobierno Vasco entregando todo
lo logrado por el Pueblo con mucho sufrimiento en el “Pacto de Munich” de 1962
ante las fuerzas españolas eliminadas del poder por el caudillo español.
Llevándonos a la situación de sometimiento casi total del siglo XXI, con un
traje de preso al que llamaron de nuevo “estatuto”, que no es más que una
sombra del sistema foral, sin posibilidades reales de responder ante un
“contrafuero” o incumplimiento del mismo por parte de España (por tanto
antidemocrático y totalitario) y del que ahora reniegan todos los nacionalistas
vascos.
Fuerzas Democráticas 1961, previo al Pacto de Munich de 1962:
2º Se aceptarán como único sistema político la democracia. Para ello preconizaremos
que a la desaparición del régimen franquista se establezca una situación
transitoria, con un gobierno provisional (español) sin signo institucional
definitivo, que otorgue una amplia amnistía, restaure las libertades públicas y
convoque elecciones para que el pueblo español con absolutas garantías opte por
el régimen que prefiera y que todos los españoles estarán obligados a acatar.
Por tanto, el Pacto de Munich dilapidó el Gobierno Vasco como gobierno creado
por el Pueblo vasco durante la guerra y lo regaló a un futuro Gobierno Español
democrático, dejando, teóricamente, en manos de los españoles nuestro futuro
(la realidad es que el Pueblo español nunca ha tenido poder real alguno como
correspondería a un modelo democrático). Pero, el régimen fascista jamás
abandonó el poder, dejó todo “atado y bien atado” y la democracia jamás llegó,
viviendo en la actualidad un nuevo modelo totalitario controlado por unas pocas
familias o segundo franquismo, con un jefe de Estado y su familia elegidos de
forma vitalicia por el propio dictador, sin división del poder, sin el
reconocimiento del Pueblo vasco o catalán como sujeto de derechos (más que
sobre el papel, pero sin aplicación práctica como se ha demostrado) y con un
ejército imperialista en nuestra tierras garante de todo ello como durante el
régimen fascista (al que se llamó oficialmente “democracia orgánica”).
Kepa Anabitarte, una de las tres personas que acudió al “Pacto de Munich” y que
no fue detenida por pasar las fronteras con el pasaporte de otra persona,
manifestaba en el 50 aniversario de dicho “contubernio” en la radio libre Hala
Bedi Irratia en el programa Hordago Nabarra:
“El Pacto de Munich supuso la
consolidación, una vez más a lo largo de la historia ya de siglos, de la
incapacidad política que todavía arrastramos en este país para construir una
estrategia adecuada a las posibilidades que su propia base social ofrece. Puso
de manifiesto la falta de una clase política moderna, adaptada a las
circunstancias, capaz de valorar todas las condiciones que se pueden dar para
avanzar positivamente y en términos democráticos hacia las aspiraciones que
este país tiene.
El Pacto de Munich tuvo también otras
consecuencias directas; por ejemplo, el punto de partida para la liquidación
del Gobierno Vasco, el no reconocimiento de las realidades nacionales que
habían emergido durante la guerra…”.
Mientras resistimos existimos, si existimos es porque resistimos.
“No es digno de ser libre el pueblo que
sufre pacientemente la esclavitud. Mas el pueblo que tiene encadenado el
cuerpo, pero libre y altivo el espíritu, es desgraciada víctima, pero no vil
esclavo.” Bizkaitarra nº 28, “Areitz Orbelak”, Sabino Arana.