Nabarra
resiste, luego existe
Aitzol
Altuna Enzunza, Galdakao-Nabarra
"Es mucho más fácil invadir un Estado
que liberar uno ya sometido"
EL PUEBLO VASCO BAJO EL IMPERIALISMO (IPARLA 2011): “La actual situación del Pueblo vasco en los territorios ocupados es
el resultado de un largo proceso histórico de resistencia al imperialismo a
través de sucesivas constelaciones estratégicas, y de su reducción paulatina. El
régimen resultante tiene por origen y fundamento la destrucción, contra la
libertad y el derecho internacional temporal e intemporal, de la independencia
del Reino de Nabarra y de sus residuos forales, la negación teórica y práctica
de la libertad y de los derechos inherentes y fundamentales de
autodeterminación y legítima defensa de todos los pueblos”.
Es mucho más fácil invadir un Estado que liberar uno ya sometido. Nuestra
historia desde la conquista del reino baskón de Nabarra (1054-1620), es un
conjunto de intentos de liberar nuestro Estado y la negación permanente a
formar parte de las naciones de los Estados que nos invadieron, hasta seis
veces en los últimos 400 años. Es evidente que, si ninguno de los intentos para
lograr la libertad llegaron hasta el final, es porque algo hacemos mal. Debemos
de reflexionar como Pueblo el por qué ha sido así. Las lecciones de la
historia, nuestra memoria histórica, están para aprender de ellas hasta lograr
la independencia como ya hicimos en Orreaga-Roncesvalles.
En la lucha de la Cortes de Nabarra desde Donapaleu y de los Estados del Bearn
desde Pau por su soberanía (1620-1789), en la declaración unilateral de
independencia de Gipuzkoa de 1794, en la Primera Guerra Carlista o en el
Alzamiento de León Iriarte y Pablo Barricart dentro de la lucha foral del siglo
XIX, se observa la falta de unidad nacional y de una estrategia conjunta que
nos diera una opción real de expulsar al imperialismo de nuestra madre tierra.
Los Gobiernos que espontáneamente nacieron en la Segunda Guerra Carlista y tras
el alzamiento del fascismo español en 1936, está claro que no fueron
suficientes pues carecieron de continuidad en el tiempo y, sobre todo, no
partían de una estrategia nacional, sino que fueron más bien consecuencia de la
violencia extrema ejercida desde el imperialismo sobre nuestro Pueblo, el cual
reaccionó en la medida que pudo y supo.
De todos estos episodios podemos aprender lo que no debemos de repetir de nuevo
llegado el momento: aceptar la (i)legalidad imperialista como base para lograr
nada, pues ésta es sólo fruto de la violencia ejercida contra nuestro Pueblo; y
también lo que debemos de hacer: proclamar unilateralmente nuestra libertad
basándonos en la declaración del 22 de julio del 2010 de la Corte Internacional
de Justicia (CIJ) de la Haya, máxima instancia judicial de las Naciones Unidas
y que se resume en: “No hay norma en el
Derecho Internacional que prohíba la declaración de independencia". El
juez presidente Owada recordó que "a lo largo de los siglos XVIII, XIX y
XX, muchos Estados proclamaron su independencia sin que, en ningún caso, se
pueda entender que contravinieran el Derecho Internacional".
En los últimos dos siglos se han autodeterminado por su independencia en Europa
los Pueblos de los Estados actuales de: Bélgica (1830), Grecia (1832), Italia
(1861), Alemania (1871), Bulgaria (1885), Noruega (1905), Finlandia (1917),
Polonia (1917), Hungría (1920), Irlanda (1922) e Islandia (1944), además de los
17 Estados europeos nacidos a finales del siglo XX tras la caída del “telón de
acero”: Lituania (1991), Letonia (1991), Estonia (1991), Chequia (1992),
Eslovaquia (1992, creada artificialmente en 1918 como Checoslovaquia),
Eslovenia (1991), Croacia (1991), Bosnia (1991), Serbia (reconocida como tal en
2008, Yugoslavia nació tras la Primera Guerra Mundial en 1920), Georgia,
Uzbekistán, Ucrania, Bielorrusia, Moldavia etc. La mayoría nunca fueron
independientes antes o en períodos muy breves. En lo que va de siglo han nacido
otros dos Estados europeos: Montenegro (2006) y Kosovo (2008). Si miramos al
mundo, durante el siglo XX se cuadruplicó el número de Estados hasta llegar a
los casi 200 actuales.
La Convención de Montevideo sobre Derechos y Deberes de los Estados aprobada el
26-12-1933, establece que la existencia política de un Estado es independiente
de su reconocimiento por los demás Estados, lo cual fue ratificado por el
dictamen del Comité Badinter de arbitraje creado el 27-9-1991 por la Comunidad
Económica Europea –hoy llamada Unión Europea (UE)-, para dar respuesta jurídica
a las cuestiones legales suscitadas por la fractura de la República Federal
Socialista de Yugoslavia. Nabarra es reconocida internacionalmente desde el
siglo IX y hasta 1620 como Estado independiente y como Estado hasta 1841. El
Estado baskón de Nabarra existe mientras no renunciemos o claudiquemos los
nabarros y es un sujeto político que tiene unos derechos. Pero no nos
engañamos, en política, sólo se tiene “derecho” a lo que uno mismo consigue de
hecho y no sobre el papel.
Los baskones o nabarros debemos de decidir nuestro camino hacia la libertad por
nuestra cuenta, como han hecho todos estos nuevos Estados europeos (o las
colonias de los Estados imperialistas), entre los cuales, ninguno ha convocado
un referéndum, salvo dentro de una estrategia para ratificar su independencia
ya lograda. La ONU, a través del Tribunal de la Haya, nos dice que no tenemos
que esperar a los Tribunales de (in)justicia imperialistas para que nos den el
visto bueno para audeterminarnos por nuestra libertad (lo cual no harán nunca),
pues ésta es inherente a cualquier Pueblo y condición primera, inalienable y
previa a todo lo demás, como el derecho a la vida y a la legítima defensa es
inherente a cualquier persona. Sin libertad no puede haber democracia ni
derecho alguno de ningún tipo pues nace de una imposición violenta-armada, se
ejerza o no esa violencia armada (harto frecuente) o se encauce a una simple
amenaza para-judicial contra una población civil desarmada.
EL PUEBLO VASCO BAJO EL IMPERIALISMO (IPARLA 2011): “A través de ocho siglos de desmembración y ocupación, con todas sus
condiciones y consecuencias, el nacionalismo imperialista ha determinado,
asimilado, separado, expulsado, exterminado, habitantes, ciudadanos, territorios,
impuesto fronteras, normas políticas y morales fundamentales, ha causado
destrozos inmensos e irreparables a la entidad y la identidad nacionales y ha
llevado al Pueblo vasco a su situación actual. (…) Por mucho que se cambie de
nombre a los hechos para hacer creer que son otra cosa, las instituciones del
imperialismo chorrean la sangre de innumerables víctimas, testimonio permanente
de los monstruosos crímenes que las han construido, crímenes de guerra, contra
la paz y contra la humanidad”.
Hoy más que nunca debemos de tener claro lo que es la política: “Cualquier grupo social (Pueblo) con un
acervo de fuerza suficiente para alterar el complicado y siempre tenso
equilibrio –recuérdese la imagen heracliana de la flecha y el arco- puede
considerarse un potencial agente político. Lo primero que ahora necesita para
convertirse en tal es cobrar conciencia de su propia especificidad objetiva y
traducirla políticamente. Ello significa perfilar conscientemente su identidad
en el plano ideológico, delimitar políticamente sus objetivos, esbozar con
detalle suficiente las condiciones generales que posibilitan el mantenimiento
y/o el desarrollo sin obstáculos de su lugar y su función en la historia” (Joseba
Ariznabarreta).
El Pueblo es la unidad básica o sujeto político con fuerza suficiente para
alterar las fuerzas políticas que se ejercen contra él. Nunca un reducido grupo
del Pueblo, por muy bien armado que esté, ha cambiado la situación de
dominación que padece y nunca un Pueblo será equivalente a una “demos” o comunidad
creada artificialmente por el imperialismo como lo son las Comunidades
Autónomas españolas o los Departamentos franceses, prefabricados para la
asimilación de los territorios conquistados y de sus gentes; menos si se trata
de cambiar la situación de dominación desde el marco impuesto por el mismo
imperialismo para el control cuasi absoluto del Pueblo y de su poder.
El poder es el constitutivo esencial del Pueblo. El poder es lo que confiere
realidad a dicho Pueblo. El poder es indivisible, sólo en un plano conceptual
podemos dividirlo. Así, no tenemos en este momento en grado suficiente dos de
los tres poderes sociales: ni el poder político ni el económico, pero sí
podemos llegar a tener el tercero: el poder ideológico. Todos estos poderes van
unidos como hemos dicho, y al aumentar uno de ellos aumentamos los demás: más
gente con una ideología encaminada a liberar nuestro Estado nos dará más
recursos económicos y más poder político o de coerción que es nuestro objetivo
hasta conseguir mover a todo el Pueblo.
El poder político y el económico son medibles: el armamento disponible y el
PIB, por ejemplo. El poder ideológico sin embargo no es medible, por eso nadie
se ve inferior a otro en este plano del poder. Para una persona normal es
imposible aceptar que haya culturas superiores a la suya, ni idiomas más
“modernos”, Pueblos con una historia más interesante o simplemente Pueblos
mejores que el suyo (al igual que nadie cambiaría de padres). Pero un Pueblo
controlado militarmente por otro tiene dificultades y trampas para
desarrollarse en el plano ideológico, esa es nuestra realidad.
Esta ideología que necesitamos ya está en marcha y tiene varias “ideas fuerza”
que van echado raíces en nuestro Pueblo, en base a las cuales debemos unirnos:
somos un Pueblo con nuestro Estado invadido y debemos de recuperarlo para
recuperar nuestro destino y para poder ser libres: “Pro libertate Patria, gens
libera state”, que podemos traducir como: “Aberri askea, herritar askeentzat”.
Este siglo XXI ha de ser a la fuerza de nuevo el siglo del Estado baskón de
Nabarra, nos toca a los nabarros repetir la hazaña como en las dos batallas de
Orreaga-Roncesvalles contra el imperialismo franco que nos llevaron a crear
nuestro Estado. El Estado baskón de Nabarra es nuestra historia pero sobre todo
es nuestra realidad: nuestro Estado invadido por españoles y franceses y
nuestro Pueblo o nación en un proceso avanzado de colonialismo o de
asimilación. Renunciar a nuestro Estado de Nabarra es perder una posición
ganada y eso en política se paga muy caro.
Telésforo Monzón decía: «Resulta ridículo
e indignante oír hablar de que Nafarroa... ya vendrá, ya se incorporará, ya se
sumará a las instituciones vascongadas. Nafarroa no tiene por qué venir a
ninguna parte, ni incorporarse a nada, ni sumarse a nadie. A Nafarroa le
corresponde estar y ser (Egon eta Izan). Nafarroa es Nafarroa. Nafarroa
comienza en las playas del Cantábrico, que es el mar de Nafarroa. Nuestra
lengua es la Lingua Navarrorum. El arrano beltza da sombra a todos los vascos
de la tierra. Iruña es la capital de Euskal Herria entera. Una sola consigna
suprema, un solo grito por encima de todos los otros: Gora Nafarroa Batua!».
Pero la fuerza ideológica sólo tiene sentido si está estratégicamente dirigida
y se convierte así en poder ideológico, en caso contrario será fácilmente
recuperable por el imperialismo, integrándolo en su sistema totalitario de
partidos que no deciden nada y de escuelas que educan a nuestros hijos como si
fueran de otra nación distinta a la nuestra, la nación que el imperialismo
intenta construir: por eso “Saber es
Poder” (Francis Bacon).
EL PUEBLO VASCO BAJO EL IMPERIALISMO (IPARLA 2011): “El contenido propio del imperialismo se manifiesta en toda la
extensión de las relaciones sociales. (…) Genocidio o destrucción racial,
lingüística y cultural, exterminio, expulsión, deportación, colonización,
plantación, sustitución, inmersión, asimilación de poblaciones, destinados a
completar la solución final por la liquidación del pueblo subyugado. Modificación
de la base demográfica prefabricando de paso las clientelas y “mayorías
electorales” del presente y el futuro”.
La victoria no es de los que esperan sino de los que se preparan, debemos de
preparar a nuestro Pueblo para poder tener una nueva oportunidad de conseguir
liberar nuestro Estado llegado el momento. Hoy por hoy, sólo una ideología
libertaria estatalista basada en un modelo propio como el que defendieron
nuestros antepasados mientras pudieron (derecho pirenaico) y con todo lo que
tuvieron en sus manos, un modelo de sociedad fuertemente cohesionado e
implantado en nuestro Pueblo, nos puede llevar a acumular las fuerzas
necesarias que nos den un poder real y la oportunidad real para liberar nuestro
Estado: reforzar esas ideas deben de ser nuestra estrategia a corto y medio
plazo. De este movimiento por la recuperación del Estado nabarro, surgirá gente
preparada que continuará la labor marcando los tiempos dentro de la estrategia
y concretando las tácticas de cada momento hacia la ansiada libertad. Sólo la
acumulación de fuerzas nabarras estratégicamente dirigidas y nuestra
incorruptible voluntad nos devolverán la libertad. Nabarra resiste, luego
existe.