Navarra con “B” = Nabarra
Martin Ttipia Kultur
Elkartea Bloga
La asunción de nuevos planteamientos políticos ha de exigir, por fuerza, el uso de un nuevo lenguaje. Hoy en día, suele decirse que lo que no se comunica no existe. Yo añadiría que lo que no se comunica de modo acertado o certero termina generando una distorsión o, como diría un experto en la materia, ruido en la comunicación. Cuando hablamos de Nabarra (Navarra, Nafarroa) sucede otro tanto.
Mapa del Estado de Nabarra extraído del blog Nabarlur |
Hoy por hoy, somos
conscientes de que la Navarra Foral
gobernada desde 1991 por Unión del Pueblo Navarro no es ni parecida a la Gran Nabarra entendida como estado soberano
conquistado, ocupado, expoliado y dividido. Sin embargo, es fácil caer en la
tentación de hablar de Nafarroa para
alejarse de los planteamientos reduccionistas de la formación de Yolanda
Barcina y sus compinches. Digo tentación porque, en gran medida, utilizamos el
citado vocablo para hablar de cada uno de los 7 (ó 6) territorios de Euskal
Herria.
Probablemente, la
utilización de la “B” lleve a parte de la opinión pública de la Comunidad Foral
a pensar en clave de distorsión, de desafío institucional, de amenaza al statu
quo que los navarros se dieron a sí mismos en virtud de la Ley del Amejoramiento
del Fuero.
Si pretendemos actuar
con franqueza, transparencia y honestidad llegaremos a la conclusión de que
vale la pena huir de denominaciones del País que nos impidan transmitir
correctamente el mensaje. Amparados en los últimos descubrimientos
arqueológicos y en la pura y dura observancia de la documentación que obra en
manos de historiadores no dirigidos políticamente por las particulares
apetencias imperialistas de España y Francia, hemos de hablar del Estado
instituido como Reino de Pamplona – más tarde de Navarra -.
Evidentemente, quienes
nos cuelgan el sambenito de historicistas (y que, a su vez, defienden con
ahínco los derechos históricos de los territorios históricos) han de saber que
no hay mayor derecho histórico que el que asiste a un Estado (Nabarra) legítimamente constituido sobre
instituciones y leyes. No lo digo yo, sino que lo afirma Tomás Urzainqui cuando
dice que “la libertad y la soberanía no prescriben”. Quizá son muchos los que
se han acostumbrado a aceptar sin pestañear la política de los hechos
consumados. Como si los estados legítimamente constituidos perdieran su
soberanía por ciencia infusa y no como consecuencia de un concienzudo proceso
de asimilación, conquista, falseamiento de la historia propia, aniquilación de la
lengua propia, desmembramiento de su territorio y demás.
Por eso mismo es más
urgente que nunca que Nabarra
recupere su vigencia desde la más radical afirmación de su ser como Estado
propio. Más allá del hecho de estar conquistado, ocupado, dividido y expoliado,
su territorio puede perfectamente asimilarse al concepto clásico de colonia. Y
es de todos sabido que, tarde o temprano, las colonias piden a gritos su
emancipación de la Metrópoli.
En conclusión, sea ésa
la denominación que deje bien a las claras cuál es la Nabarra que defendemos. No es la Navarra Foral -esquizofrénica, agotada y cerrada en sí misma,
empobrecida culturalmente, exterminadora de su milenaria lengua-; tampoco es la
Nafarroa de los derechos históricos
que ocupa su correspondiente cuadrante en el escudo euskalherriako y que apenas
suscita la atención de los informativos de EITB -salvo cuando toca hablar de
Sanfermines-; pero sí es la Nabarra
cuya vigencia no prescribe habida cuenta de que su conquista, expolio,
ocupación, militarización, fragmentación, aniquilación institucional, etc…, son
delitos de lesa humanidad que no pueden ser obviados y ante los que el
concierto de las naciones no debería permanecer impasible.
Llamar a las cosas por
su nombre podrá, efectivamente, crearnos enemigos. Pero, desde luego, impedirá
que se produzcan malos entendidos y llevarán a nuestros interlocutores a saber
exactamente hasta dónde queremos llegar y por qué. Navarra con “B” es Nabarra.