J.M.Unzueta
Estado de Nabarra. Los nabarros occidentales en la conquista de 1512
Soberanía de Navarra
Si por un momento el imperialismo franco-español-vaticanista, sospechara que mediante la participación en las instituciones impuestas “Nabarra” consigue la independencia, suprimirían de facto dichas instituciones. Estatalistas nabarros
Fernando el Falsario se alió con Inglaterra donde gobernaba el cismático Enrique VIII. Quería, decía Fernando, ayudar a los ingleses a recuperar la Guyena, que era como llamaban al norte de Akitania que los ingleses perdieron en el siglo XV tras la Guerra de los Cien años contra Francia, para lo que solicitó el paso de sus tropas por Nabarra al rey Juan de Albert o Labrit. Francia era el enemigo principal de Fernando II de Aragón o el Falsario. Juan de Albert denegó el paso a las tropas de Fernando, no le hacía falta, las tierras invadidas de la Nabarra Occidental y las suyas de Aragón eran más que suficientes para llegar a Akitania; Juan de Albert no se fiaba, era lógico, ante la traición del líder beamontés, el Conde de Lerín III, y el manifiesto deseo de Fernando de gobernar toda Nabarra.
Curiosamente, era la misma excusa que casi tres siglos antes había puesto el rey castellano Alfonso VIII para invadir la Nabarra Occidental, en ambas ocasiones con el beneplácito del Emperador de Roma o Papa. Fadrique Álvarez de Toledo, duque de Alba, salió de Agurain-Salvatierra (Alaba) el 19 de julio, dejó de lado la ruta que conducía a Akitania y tomó con su ejército Pamplona el 25 de julio de 1512, sin previa declaración de guerra, con ayuda de los beamonteses. Fernando II de Aragón, “el Falsario”, instaló su corte en Logroño, desde donde dirigió la conquista de la Nabarra reducida (Alta y Baja Nabarra), sin correr peligro alguno, y nunca pisaría el reino por miedo a un nuevo alzamiento.
Los 10.000 ingleses enviados por el rey inglés Enrique VIII desembarcaron en Pasaia, pues la orden era hacer uno con las tropas castellanas y emprenderían la batalla contra los franceses en Baiona. Al observar las verdaderas intenciones del rey aragonés, levaron anclas, pues sólo les querían para mantener ocupados a los franceses mientras el rey Falsario invadía la Nabarra reducida; pero antes cometieron numerosos saqueos en Gipuzkoa: en San Sebastián, Irun, Hondarribia, Renteria, Hernani y Oiartzun. Enrique de Inglaterra fue consciente del engaño de Fernando el Falsario, como él mismo reconoció en una carta enviada a Maximiliano, rey germano y el otro abuelo del flamenco Carlos de Gante V de Alemania, según recoge el historiador Boissonnade en su libro “La conquista de Nabarra”: “gracias a mi auxilio conquistó el rey de España el reino de Nabarra”.
Por parte invasora, la decisión de atacar la Nabarra reducida fue de Fernando de Aragón el Falsario, el pueblo y las Cortes no tenían peso alguno (hecho permanente en la historia española). El Duque de Alba sitió Pamplona con 15.000 soldados. Con el duque español iban 2.500 jinetes, 12.000 infantes, 1.500 lanzas y 20 piezas de artillería concentrados en Vitoria. La Nabarra reducida contaba con una población aproximada de 100.000 personas en esta época, y su capital, desprovista de murallas, de entre 6.000 y 10.000 habitantes. Las Cortes de Nabarra convocaron a 300 caballeros y 4.000 soldados para defenderse de la invasión, las fuerzas enemigas eran por tanto varias veces superiores a las que defendían la Nabarra reducida. El pueblo nabarro apoyó unánimemente a sus reyes, tal y como recogen las Actas de las Cortes de Nabarra de 1511 y 1512. Para entonces la Nabarra Occidental (Gipuzkoa, Bizkaia, Alaba, La Rioja y Castilla Vetula básicamente), habían sido invadidas hacía tres siglos por Castilla, pese a ello seguía habiendo partidarios de volver a su Estado original y el mantenimiento de los Fueros, leyes del reino nabarro, era unánime entre la población. España tenía la clara intención de usar a los nabarros occidentales contra nuestros hermanos que permanecían libres en un futuro, como así fue.
Las autoridades y familias distinguidas de la Nabarra Occidental, habían medrado en Castilla a la sombra de sus reyes, encabezados por los Haro los primeros años, y sobre todo los “segundones” de las grandes familias que participaban gustosos de las conquistas a los musulmanes por los castellanos que suponían nuevos títulos y riquezas en la península y después por todo el mundo. Muy diferente era la situación del pueblo nabarro y su posicionamiento en esta invasión. Sirva como botón de muestra la orden de reclutamiento de alabeses por la asamblea de Alaba reunida en Vitoria para la conquista de la Nabarra reducida:
“QUE TODOS SE PRESENTEN CON SUS ARMAS DISPUESTOS A TIRAR, SIN RETRASO,
INMEDIATAMENTE, A LA CIUDAD DE ESTELLA, BAJO PENA DE VIDA Y LA PRIVACIÓN DE TODOS LOS BIENES, A FIN DE SERVIR EL SERVICIO DE SUS ALTEZAS CON EL SACO LLENO DE LAS PROVISIONES NECESARIAS PARA OCHO DÍAS”.
España reclutaba siempre por la fuerza gente en la Nabarra Occidental, sobretodo las “levas” o marinos, como después en Alta Nabarra, mandando tropas para tal efecto, pues las deserciones entre los nabarros eran masivas y con base en los Fueros o leyes Nabarras, donde se especificaba que la defensa de los nabarros se limitaba a su territorio de forma obligatoria (el mito del árbol Malato en Bizkaia) y a partir de ahí, y sólo los que quisieran, como mercenarios al servicio de la corona castellana-española. Durante los siglos XIV, XV y XVI, los reyes castellano-españoles tuvieron que pedir reiteradamente a sus Corregidores de Gipuzkoa, Bizkaia, Alaba y también en La Rioja, que reclutaran tropas contra la Nabarra reducida y otras guerras a pesar de ser un claro contrafuero, pues no podían cumplir las órdenes regias al oponerse el pueblo, con constantes amenazas.
Las clases dirigentes de la Nabarra Occidental se hallaban divididas en bandos, los favorables a Nabarra (los gamboínos) y los favorables a la todopoderosa Castilla (los oñacinos), creando pequeñas guerras civiles entre jauntxos, o entre éstos y labradores, que fueron perdiendo el sentido original con el transcurrir de los años hasta convertirse en una guerra abierta por bienes y tierras, hechos recogidos en sus crónicas por el primer historiador bizkaino Lope García Salazar en el siglo XV. Es revelador el texto redactado por el lingüista vallisoletano Dámaso de Frías en el mismo siglo XVI de la invasión de la Nabarra reducida: “los vizcaínos (se refiere a todos los “baskongados” o nabarros occidentales), como gente que de nadie confiesan haber sido jamás vencidos ni sujetos (…) dicen que eran nabarros, que debajo de este nombre estaban y se incluían”. Los propios alto nabarros fueron llevados por los españoles a luchar contra los “comuneros” castellanos alzados contra el rey flamenco Carlos V de Alemania, justo después de la invasión, en un intento claro de no gastar a su ejército y debilitar aun más al ejército nabarro recién conquistado. Esta política imperialista de usar nativos en las conquistas de los territorios de los que se iban apoderando los castellano-españoles era muy común y utilizada en la conquista de Flandes (que no se independiza hasta 1581), Estados de la península itálica, Portugal o en la conquista de América, donde el núcleo del ejército de Hernán Cortés eran amerindios “antiaztecas”.
La situación de los nabarros occidentales era comparable al de época romana. Tras ser invadido por las legiones romanas el territorio de los diferentes pueblos vascos, éstos pasaron a formar una parte importante del ejército romano, modo perfecto de eliminar su poder al sacar del territorio a los hombres más actos para la guerra, romanizarlos y aprovecharlos en beneficio del imperialismo (como después les ocurría a los cántabros, por ejemplo). Tácito menciona las cohortes baskonas contra Nerón (año 69 d.c.), las Cohors I y II Vasconum equitata civium romanorum que intervinieron en el Rhin, pero también en otras partes de Germania, Italia, África y en otras conquistas. Al siglo II D.c. pertenecen seis inscripciones, encontradas en muy diversos lugares del Imperio Romano, como Sydenham (Inglaterra), Budapest, Mauritania Tingitana, Alcalá del Río (Sevilla) y Nimes (Galia Narbonense), en todas ellas se alude a la Cohors II Hispanorum Vasconum. Esta habría sido destinada primero a Germania y muy posiblemente llevada después por Trajano a Britania, para ser trasladada más tarde a Mauritania. Destino parecido corrieron bardulos o calagurritanos, por ejemplo. Es absurdo pensar que los vascos tomamos voluntariamente en todas estas guerras imperialistas y no ver que éramos simples víctimas obligados a sobrevivir.
Esta táctica se volvió contra los imperialistas, así, fueron españoles la elite de intelectuales y altos cargos -y parte del pueblo claro está- favorables a la ocupación de España por Napoleón o franceses los colaboradores del gobierno de Vichy con la ocupación nazi de Francia. Si se quiere un ejemplo más reciente, Estados Unidos cuando ocupa Afganistán o Irak cuenta con estratégicos y necesarios aliados afganos (Liga Norte) e iraquíes. Lo mismo ocurrió con los oñaz o con los beamonteses en la conquista de Nabarra. Sirva de lo kafkiano de las situaciones en que nos han puesto a los nabarros los imperialistas españoles y franceses en su tendencia natural a la guerra, este verso de un bajo navarro, que al entrar en Madrid con su regimiento de las tropas napoleónicas en mayo del 1808 -en la “Guerra del Primer Imperio” como se llaman en Francia o la “Guerra de la Independencia” en España-, al ser preguntado por los madrileños que de dónde eran y responder que nabarros, los españoles pretendían que les ayudasen:
Arribatu ginenien Madrilgo hirian,
Begitarte egilia franko izaten ginian
Nafartarrak ginela erraiten zaukutenian,
Haren alde izanen ginela behartzen zenenian.
(Euskara Jendea, “Xamar”)
Si se prefiere un ejemplo más cercano en la historia y contado en primer persona, todos los nabarros peninsulares, tras perder la Guerras Carlistas y la supresión de los Fueros en el siglo XIX, éramos obligados bajo amenaza física por el Imperialismo a formar parte de su ejército hasta hace bien poco (la “mili”), obligados tanto los nabarros occidentales como alto nabarros a participar en todos los descabellados proyectos imperialistas de los españoles: Filipinas, Cuba, Sahara, Guinea e incluso, recientemente, en la primera guerra contra Sadam Hussein en Iraq. Situación que sirve igualmente para los nabarros de Iparralde tras la Revolución Francesa de 1789, obligados a participar en guerras imperiales y coloniales, internas o mundiales, de todo un poco y cada poco tiempo.
Nora zoaz, eskual semea,
harma hori eskutan?
Harmen hartzera deitzen naute
frantsen aldera (ber.)
Eskualerritik urrunduz,
ta atzerrira joanak,
a ze negarra entzunen duzu
Eskualerrietan! (ber.)
Morts pour la patrie,
morts pour la patrie,
eskuara baizik etzakiten haiek,
De la web http://www.osoa.net/ y titulado “Los nabarros occidentales en la conquista de 1512”de Aitzol Altuna
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"De pie la gente libre a favor de la libertad de la patria"
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