Nabarra
por su independencia, seis glorias patrias (III)
Aitzol Altuna Enzunza, Galdakao-Nabarra
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“Los intentos de insurgencia para liberar nuestro Estado han sido numerosos, siendo los siguientes los más significativos, 6 veces en 400 años”.
“Los intentos de insurgencia para liberar nuestro Estado han sido numerosos, siendo los siguientes los más significativos, 6 veces en 400 años”.
5. Segunda Guerra Carlista, el Estado federal de Carlos IV de Nabarra
“También es verdad que cuando se conquista por segunda vez un país que se había revelado anteriormente es más difícil volverlo a perder, porque el señor, después de la rebelión, no tiene tantos reparos en asegurar su posición castigando a quienes le son hostiles, individuando a los sospechosos, y reforzando sus puntos débiles (….)” Nicolás Maquiavelo “El Príncipe” (s. XVI).
Un segundo alzamiento carlista hizo que en Nabarra entre 1873 a 1876 se creara un pleno "Estado Federal Vasco Carlista” con las “cuatro provincias” (reducidas a esa condición tras perder la Primera Guerra Carlista), con todas las atribuciones de un Estado: moneda, sellos, tribunal de justicia o deuda pública propia, con un centro de comunicaciones en Baiona -tras el consentimiento del gobierno francés- y, finalmente y lo más importante, con un ejército de 24.000 soldados que lo defendía.
Con la formación de un Estado nabarro pleno, un nuevo Bourbon reinaba sobre los baskones del sur con su consentimiento desde que lo hiciera Enrique III de Nabarra, “el bearnés” o el “nabarro”, se trataba de Carlos IV de Nabarra (sería quinto si contamos al príncipe de Biana, pero que nunca reinó), el cual buscaba mediante el reino de Nabarra, el reconocimiento internacional a su corona que nunca se produjo. Fue una pequeña brisa de libertad después de varios siglos desde que se perdió el Estado soberano de Nabarra.
“Al ser necesaria una constante movilidad del rey, siempre al frente de su ejército, los órganos de Gobierno habían de acompañar a la trashumante Corte, pese a tener, esos mismos órganos, su sede oficial en algún lugar concreto, que normalmente sería Vergara, excepto la Secretaría de Guerra, con residencia en Zumárraga, y el Tribunal Supremo de Justicia, en Oñate -mientras que en la guerra de 1833 lo había sido Estella-. Solo esta población, y por escaso tiempo, pudo considerarse como capital de Carlos; el Pueblo la ha mitificado, y desde entonces es como el “arca santa” del carlismo, gracias a la aureola legendaria que le dejó Carlos, pese a que nunca fue, ni mucho menos, unánimemente leal a la causa.
La concepción carlista (vasca) del Estado no admitía el sistema liberal de Ministerios: el rey reinaba y gobernaba de acuerdo con las sugerencias de otros órganos democráticos, como las Juntas del Señorío o las Diputaciones Autónomas, y sólo se veía auxiliado por secretarías de las distintas ramas de la Administración (según establece el derecho pirenaico o Fueros). De ahí que, no obstante disfrutar en la práctica de las mismas prerrogativas que los Ministerios, Carlos contase con secretarías, generalmente desempeñadas por personas más entusiastas que entendidas, pero que, a pesar de ello, lograrían desarrollar una actividad asombrosa con resultados muy efectivos. El Gobierno carlista -ya lo hemos indicado- sólo era un coordinador. La Administración, de hecho, la desempeñaba en cada territorio la Diputación respectiva (al modo de un Estado federal), que se hallaba en relación directa con el rey tras haber éste jurado los Fueros, o hacer promesa de respetar sus libertades” web de Euskalherriko Karlista Alderdia (EKA, Eudo).
Fue prácticamente el fin de los Fueros o legislación del Estado de Nabarra basado en el Derecho Pirenaico y en el Pueblo baskón, infinitamente más democrático para nuestro Pueblo que todo lo que ha venido después (aún quedan los Batzarres o Concejos en Alaba o Alta Nabarra para demostrarlo ). La supresión foral supuso el comienzo del servicio militar en el ejército español, la pérdida total de casi toda la autonomía económica o legislativa hasta el presente (la autonomía actual del estatuto en temas fiscales o legislativos no es comparable a la que el Pueblo se había dotado en época foral), lo que empobreció el país, pero que no impidió un último alzamiento más en armas.
La idiosincrasia del Pueblo baskón se basaba en nuestro idioma nacional, nuestra cultura, la religión católica y sobre todo en nuestras instituciones autónomas, todo lo cual se percibían como uno solo por el Pueblo, por lo que la pérdida de los Fueros y de las instituciones que de él emanaban, se vivió como un trauma social al mismo nivel que la pérdida de la soberanía durante las invasión castellano-españolas y aquitano-francesas, lo que dio paso al nacionalismo vasco. Sin el paraguas foral, la represión contra el idioma nacional (en las escuelas, administración-gobierno o Iglesia) y cultura baskona, fue aún mayor que en épocas anteriores.
Perdidas las dos Guerras Carlistas en lo que fue una nueva invasión de las tropas españolas del territorio peninsular del Reino de Nabarra, hubo un connato de rebelión popular en la transición entre el foralismo y el nacionalismo vasco. En 1893 el ministro español Germán Gamazo quiso aumentar los “tributos” que los nabarros estamos obligados a pagar España a través de los llamados Conciertos Económicos y Convenio Económico, el Pueblo se rebeló en Vitoria, Bilbao, San Sebastián y sobre todo en Pamplona en nuevas “matxinadas”, rebeliones populares y democráticas por la defensa foral. Buscaba el Gobierno de Madrid la igualdad definitiva de la fiscalidad en todo el territorio del imperio español.
El 4 de junio salieron a la calle unos 20.000
nabarros en Pamplona, con los representantes de las Cuatro Diputaciones Forales
y Arturo Campión de la “Asociación Euskariana” a la cabeza. El propio Arturo
Campión en las Cortes Españolas el 22 de julio de 1893 explicó lo que había
ocurrido: “si los reyes de España, mientras retuvieron la plena soberanía
carecieron, como hemos visto, de derecho y facultad para modificar los Fueros,
las Cortes que posteriormente les han disputado esa soberanía, tampoco
poseyeron nunca semejante derecho y facultad. Y cuánto han hecho las Cortes en
la materia es nulo y vicioso por su origen, y únicamente fluye de la fuerza”.
Pese a las 120.000 firmas presentadas contra la ley, ésta se intentó imponer,
pues desde el poder totalitario y ya centralizado en Madrid, mostrar debilidad
se creía que podría provocar un nuevo alzamiento foralista.
Esta rebelión popular se llamará “Gamazada”, en la misma participaron los hermanos Arana, Luis y Sabino, con una bandera predecesora de la “ikurriña”. Sabino en su primera revista llamada “Bizkaitarra” publicó entonces el artículo llamado literalmente: “¡Viva Nabarra!” (sic), lo que hizo que su visión “bizkaitarra” se volviera nacional con una confederación de Estados vascos llamada “Euzkadi”, para ello creará un partido político de nombre Partido Nacionalista Vasco (PNV), que sin embargo aceptará la (i)legalidad de las instituciones españolas militarmente impuestas contra el deseo casi unánime del Pueblo baskón.
La lucha del Pueblo baskón por los Fueros abarca varios siglos desde la conquista, tanto en la parte invadida por Francia como en la parte invadida por España, y no acaba en las dos Guerras Carlistas, pues parte de los residuos carlistas o requetés fueron engañados para tomar parte en la insurrección y golpe de Estado de 1936 junto a los fascistas españoles, otra vez por la restitución foral.
Carlos Hugo de Borbón y Parma pretendiente carlista y dirigente del movimiento en los años 70, lo explica así: "Cuando mi padre, Don Javier Borbón y Parma, negoció con el general Emilio Mola la participación de los requetés en el alzamiento de julio de 1936 (Javier presidió la junta suprema militar golpista), se acordó que, cuando este triunfase, se abordaría la forma de gobierno con una votación popular. Pero las cosas fueron de otro modo. Franco, apoyado por alemanes y británicos -lo que no se suele comentar-, se hizo con el poder y en abril de 1937, forzó la unificación de la Falange y el carlismo. Mi padre se negó a que este se integrara en una organización totalitaria y se dio así la paradoja de ser los carlistas unos vencidos en el campo del vencedor (…)”.
El nacionalismo vasco apoyó sin embargo al bando republicano español, pese a las reticencias de los independentistas encabezados por Elias Gallastegi “Gudari” de participar en una contienda española y no apostar por la independencia del país en aquella coyuntura favorable.
Sabino Arana Goiri: “Es pues, inexacto
decir que el gobierno español ha abolido, suprimido, derogado etc. los Fueros
vascos: lo que es exacto y preciso, en términos histórico-jurídicos, es que
España ha conquistado y sometido al Pueblo vasco”.