Francisco de Nabarra y Hualde
Iñigo Saldise Alda
Heráldica: de gules cinco panelas de plata que es de los Hualde de Tafalla, el todo bajo un jefe de gules con medio carbunclo de
oro cerrado y pomelado naciente que es de Nabarra.
Nación en Tafalla en
el año 1498, siendo hijo de suelta del Gran Mariscal de Nabarra Pedro de
Nabarra y Lacarra, con una dama de la casa de los infanzones Hualde de Tafalla.
Fue criado en la casa
del linaje materno, pero corriendo con los gastos de su manutención el Gran Mariscal
de Nabarra, el cual no desatendió nunca los cuidados de su hijo. Desde muy “muetico”
tuvo una esmeradísima educación, la cual estaba dirigida a la vida religiosa.
Los hijos que tuvo el Gran Mariscal de
Nabarra con la castellana Mayor de la Cueva, le trataran como a un verdadero hermano
más desde muy temprana edad.
Tras estudiar la
lengua latina y humanidades en Tafalla, a los doce años de edad, concretamente
en el año 1510, fue a estudiar a Tolosa-Toulouse Derecho Canónigo bajo la
dirección de Martin de Azpilcueta y Jaureguizar, gracias a la magnífica colocación
realizada por su padre, el Gran Mariscal de Nabarra.
Una vez en la
universidad de Tolosa-Toulouse, Francisco de Nabarra y Hualde cursó estudios de
Derecho Canónigo y Civil, junto a los de Filosofía y Teología. Durante su
estancia en el Reino de France, desarrolló una gran amistad con el ya conocido
en esos lares como Doctor Navarrus.
En el año 1511, el
prior de Orreaga-Roncesvalles Fernando de Egües, había designado como su
sucesor a Francisco de Nabarra Hualde. Por eso en el año 1518, estando aún vivo
Fernando de Egües y el tafallés todavía en la universidad francesa, gracias a
la labor diplomática llevada a cabo desde el inicio por el nabarro Martin de
Rada en Roma, el papa Leone X le nombró prior de la Real Colegiata de Santa
María de Orreaga-Roncesvalles, a pesar de un feroz posicionamiento, totalmente
enfermizo y contrario del rey Carlos I de España, Nápoles, Sicilia y Cerdeña,
archiduque de Austria y duque titular de Borgoña.
Inicialmente, Carlos I de España esgrimió contra
la designación como prior de Orreaga-Roncesvalles, que Fernando de Egüés había
hecho la resignación sin delegación alguna del papa, algo habitual y natural en
aquella época al no ser estrictamente necesaria.
Ya como emperador,
Carlos I de España y V de Alemania siguió sin aceptar la designación de
Francisco de Nabarra y Hualde para el priorato de Orreaga-Roncesvalles. Por
ello, concretamente en dos veces, intentó impugnarla de un modo u otro. Primero,
en marzo del año 1522, a través del virrey de Navarra y conde de Miranda
Francisco López de Zúñiga y Avellaneda. Dicha impugnación contra el hijo de
Tafalla, era a su vez en favor del capellán regio español y vicario general del
obispado de Iruinea-Pamplona, el clérigo veneciano Juan Rena; y después, a
finales de ese mismo año el beneficiario sería un consejero del emperador y predicador
español de su capilla real Luis Núñez Coronel. Para esta segunda vez, contó el
emperador español con ayuda de la duquesa de Sessa Elvira Fernández de Córdoba, la cual se encontraba como embajadora española en Roma.
El emperador español alegó
fundamentalmente su derecho de patronato sobre el hospital, que el papa Adriano
VI negó sin dudarlo, al corresponder desde antiguo al monasterio de Orreaga-Roncesvalles
elegir a su prior, circunstancia que en realidad, también hay que decirlo, no
se daba mucho por entonces. Por lo demás, el papa se mantuvo irreductible en su
reconocimiento de Francisco de Nabarra y Hualde, que desde el año 1518 ya venía
cobrando los 100 ducados de cámara; abreviadamente, de una pensión concedida
por Leone X a Fernando de Egües sobre las rentas del priorato.
A su regreso al Estado de Nabarra en el año 1523, se lo encontró en su
mayoría territorial, ocupado por las invasoras fuerzas militares españolas del
emperador Carlos I de España y V de Alemania. Ya en Orreaga se hizo cargo del
puesto de prior de los Canónigos Regulares de Santa María de Roncesvalles, en
cuya comunidad tuvo durante un año a un novicio, que había sido su maestro en
la universidad de Tolosa-Toulouse, su amigo Martin de Azpilcueta y Jaureguizar.
El Prior de Orreaga,
comprendió que el retener a su amigo el Doctor Navarrus en el monasterio, era una idea muy ilógica.
Comprendió que su amigo natural de Barasoain, debía seguir impartiendo sus sapiencias
y su sabiduría en alguna universidad. La decisión fue consensuada y entre ambos,
ante la nueva situación política tras la rendición de los legitimistas nabarros
en Hondarribia en el año 1524, pensaron que era más aconsejable, por el bien de
sus familiares y amigos, no volver al Reino de France y por ello, decidieron
entonces partir al Reino de España. Concretamente hacia la castellana ciudad de
Salamanca, plaza donde se encontraba una de las universidades más afamadas de
la época.
Bajo la dirección de
Martin de Azpilcueta y Jaureguizar, el prior de Orreaga concluyó sus estudios
de jurisprudencia. Además Francisco de Nabarra y Hualde adquirió gran niveles
en el ejercicio de la erudición, debido en gran medida a su gran aptitud y especial
compromiso en los estudios.
Tras graduarse y
doctorarse en Cánones, Francisco de Nabarra y Hualde volvió al monasterio de
Orreaga-Roncesvalles en marzo del año 1528. Poco después durante ese mismo año,
el español Pedro de Villalón, nombrado dean de Tutera-Tudela por el papa Julio
II en el año 1507 con la oposición de los tudelanos, ordenó formar un proceso
contra Francisco de Nabarra y Hualde por el asiente o posición que ostentaba el
prior de Orreaga-Roncesvalles, en unas ilegítimas Cortes asentadas en la
ocupada militarmente por los españoles Iruinea-Pamplona, subordinadas sin
ninguna duda ellas a los intereses imperiales españoles. Una reclamación sin
base de derecho, la cual veía haciendo el dean de Tutera-Tudela desde el año
1524. La causa finalmente fue ganada por el nabarro de Tafalla en el año 1530.
Ocurrió algo similar
con el prior de la Orden de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalen en
Nabarra Juan López de Eulate, el cual también disputó el asiento en esas
ilegítimas Cortes de Navarra al estar sometidas al yugo imperial español, al
prior de la Real Colegiata de Santa María de Orreaga-Roncesvalles, saliendo
victorioso nuevamente Francisco de Nabarra y Hualde.
En el año 1529, ante
la vacante del puesto de rector de la universidad de Salamanca, el prior de
Orreaga fue propuesto para dicho cargo desde la propia universidad, en
competencia con otras personas de renombre, como Antonio de Fonseca, el maestro
la Gasca, Yñigo Sarmiento y otros muchos. Finalmente Francisco de Nabarra y
Hualde fue el rector de la universidad salmantina por el periodo de un año.
De vuelto al priorato pirenaico,
Francisco de Nabarra y Hualde se centró en completar la tarea reformista del
monasterio nabarro, iniciada en el año 1523 junto a su amigo, el también
nabarro Martin de Azpilcueta y Jaureguizar. Preparó entonces la conocida como Bula
Tripartita, la cual dio por terminada el prior de Orreaga-Roncesvalles el 4 de
mayo del año 1531, siendo a continuación aprobada por el cabildo del monasterio
y dando su consentimiento, como patrono el emperador Carlos I de España y V de Alemania, concretamente el 4
mayo del año 1534. Dicha bula recibió la legal confirmación por parte del papa
Paulo III el 3 de noviembre de ese mismo año.
Antes de que el papa
diera su consentimiento a la bula preparada por los nabarros Martin de
Azpilcueta y Juareguizar junto a Francisco de Nabarra y Hualde, este último acudió
como jefe del brazo eclesiástico a unas nuevas e ilegales Cortes Generales de
Navarra, esta vez en Zangotza-Sangüesa. El prior de Orreaga-Roncesvalles
encabezó una petición formal en la cual se negaba el derecho a asistir a Cortes
al doctor español Castillo, fiscal del Consejo Real del emperador Carlos I de España
y V de Alemania, sencillamente por ser extranjero.
Ante los continuados
agravios producidos por el imperialismo español, los síndicos nabarros
formalizaron la idea de formar una comisión que protestará directamente al emperador
español en su Corte. El agramontés Francisco de Nabarra y Hualde fue designado
como interlocutor de los nabarros junto al beaumontés señor de Guendulain
Frantzes de Ayanz, mediante carta credencial del 15 de diciembre del año 1534.
Enterado el emperador
español, mando una notificación al virrey español de Navarra, mediante una célula
firmada en febrero del año 1535, ordenando la suspensión del viaje de los
mensajeros nabarros, posponiéndola hasta la finalización de las Cortes ilegales
de Navarra tras aceptar forzosamente la presencia del doctor español.
Los síndicos nabarros finalmente
no enviaron a los mensajeros, pero tampoco acabaron esas ilegales Cortes, manchándose
cada uno a sus respectivos hogares, enviando únicamente al señor de Sarria Frantzes
de Lodosa al Palacio Real de Nabarra el 5 de junio, el cual ya estaba ocupado militarmente
por nuevo el virrey español, el marqués de Cañete Diego Hurtado de Mendoza y
Silva. Además, los delegados nabarros pasaron factura de gastos al virrey
español por el viaje del señor de Sarria a Iruinea-Pamplona.
Estos sucesos
enfadaron nuevamente y en grado sumo al emperador Carlos I de España y V de
Alemania, el cual señaló como culpable a Francisco de Nabarra y Hualde. Como
era habitual en el emperador español, utilizó la política de dispersión, es
decir, trasladar coactivamente desde las tierras de Nabarra a las tierras de
España, a aquellos agentes nabarros que le eran contrarios, a los cuales
siempre los calificó como subversivos y rebeldes, sin equivocación alguna en la
mayoría de los casos, considerando sus actos como dañinos para los interés político-militares
del imperio español. Bien bajo horribles condenas y penas o bien a otros cargos
o puestos bien gratificados y retribuidos, con la única intención de evitar un
nuevo levantamiento legitimista por parte de los nabarros. Con el prior de
Orreaga-Roncesvalles optó por la segunda opción al correr “sangre Real” por las
venas del tafallés, la misma sangre que su padre el Gran Mariscal de Nabarra Pedro
de Nabarra y Lacarra, al cual mandó asesinar en la cárcel de Simancas en el año
1522 el emperador español.
Así pues, tuvo su
oportunidad en el año 1541 el emperador Carlos I de España y V de Alemania, debido
al traspaso, quizás buscado, de Antonio Ramírez de Haro a la diócesis de
Ourense, presentó para obispo de la Santa Iglesia de Ciudad Rodrigo, al nabarro
de Tafalla. Ese mismo año mediante el denominado proceso de la concordia, la bula
de la división de rentas se aplicó por primera vez en el monasterio de Orreaga-Roncesvalles,
poco antes de abandonar Francisco de Nabarra y Hualde el priorato pirenaico para
ocupar su nuevo y bien remunerado puesto
dentro de la República Romana, Apostólica y Católica, aunque de manera obligada
en el obispado de Ciudad Rodrigo, del cual se hizo cargo a partir del año 1542
tras nombramiento de Paulo III, eso sí, una vez cesado como prior de
Orreaga-Roncesvalles.
Con esto, el emperador
Carlos I de España y V de Alemania mató dos pájaros de un tiro. Alejo de la
ocupada Navarra aún legitimista nabarro, por ende enemigo del imperio español,
y también posicionó a un prior español en el estratégico monasterio de
Orreaga-Roncesvalles situado en el paso natural del Pirineo.
Nuevamente fue
postulado para otra silla episcopal el nabarro de Tafalla. Esta vez la muerte
de Jerónimo Suarez en el año 1545, dejó vacante el obispado de Badajoz. Ya con
el título de obispo de Badajoz, Francisco de Nabarra y Hualde estuvo presente
en la apertura y participó en las dos primeras sesiones del concilio de Trento
llevadas a cabo en diciembre de ese año. En la primera protestó ante la iniciativa
de trasladar el concilio a Bulåggna-Bolongna-Bolonia
y en la segunda contra el decreto de suspensión, con su particular y brillante
oratoria.
Estando en Trento en el
1546, el emperador Carlos I de España y V de Alemania, nombró a Francisco de
Nabarra y Hualde para el importante
puesto de presidente de la chancillería de Granada, pero el nabarro de Tafalla
rehusó dicho nombramiento excusándose de su incompatibilidad con el cargo de
obispo de Badajoz. En Trento permaneció ininterrumpidamente durante las dos
primeras etapas conciliares, salvo una obligada salida a Venessia-Venezia-Venecia
por motivos de salud en la primavera del año 1547.
Nuevamente en Trento,
la estancia del obispo de Badajoz Francisco de Nabarra y Hualde duró hasta el
año 1549, y es entonces cuando viajó por primera vez a Badajoz para tomar
posesión real de la silla episcopal de la mencionada ciudad.
Ya en el año 1551, el obispo
de Badajoz Francisco de Nabarra y Hualde, participó nuevamente en el concilio
de Trento hasta la finalización del mismo al año siguiente, mostrándose partidario
de llevar a acabo una Reforma de la Iglesia para combatir así las “herejías”
que recorrían Europa. El concilio fue suspendido al año siguiente.
De vuelta ya en el
Reino de España, concretamente en Badajoz, el obispo Francisco de Nabarra y
Hualde realizó dos sínodos en los años 1554 y 1555.
Ostentó el cargo de obispo
Badajoz hasta el año 1556, año en que fue promovido para el puesto eclesiástico
de arzobispo de Valencia tras la vacante dejada por Francisco Tomás de
Villanueva. Esta vez fue postulado al rey Felipe II de España para el puesto, por
el virrey español de Valencia y duque de Maqueda Bernandino de Cárdenas y Pacheco.
El 4 de mayo del año
1556 el papa Paulo IV lo nombró arzobispo de Valencia. El 22 de junio del mismo
año, Francisco de Nabarra y Hualde tomó posesión del Arzobispado por medio de
procurador. El tafallés realizo una entrada solemne en la Ciudad de Valencia el
16 de octubre de dicho año, tras haber estado hospedado unos cuantos días en el
monasterio de San Miguel de los Reyes.
En su arzobispado en
Valencia destacó mayormente por su vida ejemplar y por mostrar una gran caridad
con todos. Dispuso que sus funcionarios anduvieran por toda la Diócesis
visitando los lugares de los nuevos convertidos. También, Francisco de Nabarra
y Hualde mandó comprobar si era verdad que los rectores cumplían con sus
obligaciones pastorales.
Convocada la tercera
sesión del Concilio de Trento para el 18 de enero del año 1562, Francisco de
Nabarra y Hualde pidió a Felipe II de España que lo dispensase de asistir, excusándose
que con ello podría continuar atendiendo la evangelización de sus diocesanos, y
especialmente de los moriscos o mahometanos. El rey Felipe II de España no lo
dudó y concedió la obligada dispensa, permitiendo así que el tafallés se
quedara en la diócesis valenciana.
Pero el rey español
también quiso servirse de sus consejos para tratar sobre las materias que se
tenían que deliberar en la asamblea conciliar. Así en la primavera del año 1561
lo llamó a la corte española para recibir su asesoramiento.
Francisco de Nabarra y
Hualde sufrió en sus últimos años hidropesía, y con tanto trasiego su salud se
fue minando paulativamente. El nabarro de Tafalla falleció el 14 de diciembre
del año 1563 en su retiro de Torrente. Fue entenado con todos los honores,
dignos de su cargo de arzobispo, en la Catedral de Valencia.
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