Iñigo Saldise Alda
El día 21 del presente mes están llamados a las urnas los ciudadanos y
ciudadanas de la Comunidad Autónoma Vasca del Reino de España, también llamada
Euskadi. Pero eso sí, esa Euskadi no tiene nada que ver con la Euzkadi que en
su día soñó Sabino Arana, tras percibir que los vascos estaban más allá de su
católica, bucólica e idílica “República de Bizkaia”, no, simplemente es una
Comunidad para las antiguas provincias españolas de Las Vascongadas, es decir,
esas comarcas que fueron vasconizadas como enseñó Oihenart.
Yo no soy miembro de esa sociedad vasca, así que yo no
puedo votar para la elección del nuevo lehendakari. Pero aunque no me permitan
las leyes electorales españolas, que finalmente son las que se aplican en esas
provincias del Reino de España, si pudiera, al estar incorporado al censo,
tampoco lo haría. Me explico.
Yo no votaría porque las comarcas vascas que conforman Euskadi deberían
estar entregadas en su Estado político natural, Nabarra. Yo no votaría porque
Nabarra es una Nación intervenida militar, política, cultural, lingüísitica,
económica y jurídicamente por las naciones imperiales del Reino de España y la
República de Francia.
Por el ilegítimo derecho de la fuerza, tanto España como Francia y el
aliado de ambos, el Estado Pontificio del Vaticano, han convertido a los vascos
o nabarros en sujetos colonizados, súbditos sojuzgados y sometidos a sus
nacionalistas constitucionales. Es duro comprobar como gente inteligente y educada,
se inclina para aceptar y conformarse con ser inferiores, obedeciendo
finalmente a la autoridad de los invasores españoles y franceses.
En tales nefastas condiciones sociopolíticas, que incluyen una fuerte
agresión cultural y lingüística, todos los partidos políticos legales en los
Estados de España y Francia, legitimando con ello el sometimiento de aquellos
que algunos de ellos dicen combatir, han montado un facsímil de democracia en
esa Comunidad y en todas las otras que en su día estaban conformando legalmente
el Reino o Estado de Nabarra, de su imperial y demoledor sistema colonial,
siempre haciéndonos creer que votando cada cuatro años más o menos, somos
libres mientras en las escuelas nuestra juventud aprende a apreciar las
grandezas de España y Francia aunque estas sean falsarias, mientras en el
presente continuamente nos desangran económicamente.
Yo nunca votaría en esas urnas imperiales y esclavistas porque
sencillamente no son las mías. Salvo
incomprensibles excepciones para un auténtico independentistas, soberanistas
y/o estatalistas vasco o mejor dicho nabarro, la inmensa mayoría de los que
votarán el próximo 21 de octubre son producto de una educación colonialista, cuyo
primer mandamiento es glorificar la ciudadanía española para los vascos de Las
Vascongadas, despreciando la mayor importancia de la nacionalidad nabarra, la
que valida el Derecho natural político de ser ciudadanos nabarros, con un solo
himno, una sola bandera y una constitución que nos haga personas verdaderamente
libres.
Debemos interiorizar muy bien, el sufrimiento patriótico que muchos
sufrimos al ver la contradicción perenne
de aquellos que enarbolan el ideal de la independencia ala par de mostrarse absolutamente
dependientes sometiéndose a votaciones para acceder a puestos en
Institucionales coloniales y colonialistas. La misma tristeza al ver como
rebaños de colonizados legitiman con su voto su esclavitud.
Hace tiempo que todos los independentistas, soberanistas y estatalistas
existentes en las tierras pertenecientes a la Colonia de Nabarra, tanto bajo
sometimiento español como francés,
deberíamos hacer las gestiones políticas pertinentes para renunciar a la
ciudadanía española o francesa, impuesta a los nabarros a lo largo de la
historia.
Por ejemplo, en una acción pacífica a modo de desobediencia política y
civil, la quema de DNI’s y pasaportes españoles y franceses en el día de la
libertad el 15 de agosto próximo, tendría un mayor impacto libertador para
nuestra Patria que todos aquellos votos depositados cada 4 años en urnas
coloniales.
Los nabarros no votamos, pero tampoco nos callamos.