EL NABARRO-CANTABRISMO
Aitzol Altuna Enzunza,
Galdakao-Nabarra
Durante siglos se ha
creído que los cántabros de época romana éramos los euskaros, en todo o en
parte de nuestro territorio. La existencia de un idioma no romance y de un
Pueblo, el baskón, que sobrevivió al imperialismo romano conformándose en el
siglo XI como la nación cristiana más poderosa de la península ibérica y de
parte de la Galia, hizo que los cronistas medievales nos asociaran con los
“cántabros” que resistieron de forma estoica a los romanos, debido también a
cierta oscuridad de los autores romanos a la hora de definir los límites de los
Pueblos que habitaban lo que hoy conocemos como Golfo de Bizkaia o Gascuña, y,
sobre todo, en cuanto al idioma que hablaban los mismos.
La cuestión tiene un
precedente remoto. El antropólogo español Julio Caro Baroja en su libro “Los
vascos y la historia a través de Garibay” menciona al historiador leonés Lucas
de Tuy, “el Tudense” (fallecido en 1249), el cual en su “Chronicon mundi” llamó
“rey de Cantabria” al rey de Nabarra y “cantábricos” a todos sus súbditos, cuando
ya los reyes de Nabarra no usaban el término que en los siglos X-XI se empleó
para denominar a lo que pasó a ser La Rioja (para más detalle a este respecto
se puede leer el artículo anterior “Las seis Cantabrias y los baskones”). En
ese s. XIII el cronista de Castilla Rodrigo Ximénez de Rada, creyó que el
euskera era el antiguo íbero, lo que añadió otro ingrediente más al supuesto
enigma.
Serían las primeras
referencias historiográficas conocidas a la cuestión del “cantabrismo” de los
baskones. Pero la polémica entre eruditos estalló mucho después, en el siglo
XV, cuando la historia y las leyendas aún se entremezclaban y se interpretaba
el origen de toda nación europea a través de la Biblia, por lo que todos los
euskaldunes veníamos directamente de Tubal, nieto de Noé, debido a una alusión
del cronista judeo-romano Flavio Josefo del s. I al patriarca Tubal y su
posible llegada a la península ibérica.
Durante los siguientes
siglos, los historiadores relacionaban a todos los nabarros con los cántabros
de los textos de época romana y visigoda, aunque a veces sólo a los del sur
pirenaico e incluso otros autores y políticos tan sólo a los alto-navarros.
Según recoge la Enciclopedia Auñamendi, existió toda una corriente
historiográfica que relacionaba a nabarros con los cántabros comenzada por el
cronista soriano Alonso Fernández de Palencia (conocido como Alfonso de
Palencia, 1423-1492), el cual llamó «Regum Cantabriae» en el siglo XV al reino
de Nabarra en su Crónica del rey castellano Enrique IV “Gesta Hispaniensia ex
annalibus suorum diebus colligentis”. Del mismo modo, el Obispo de Gerona Juan
Margarit Pau (1421-1484) de la corona de Aragón, en su “Paralipómenon
Hispaniae”, expresó en latín que “la Cantabria contenía todo el reino de
Nabarra, y tenía los tres pueblos de várdulos, vascones y berones”, por tanto
incluía a todos los nabarros del sur dentro de los términos “cántabros” y lo
igualaba al de “nabarros”.
Es interesante la
distinción de la bula “Pastor Ille coelestis” del papa Julio II por imposición
de Fernando “el Falsario” de Aragón, la cual justificaba la invasión de Alta
Navarra (1512) y que estaba dirigida a los “vascis (vasco en singular, en
relación a los bajo navarros del norte del Pirineo)” y “cantabris” (en relación
a los alto navarros al sur del Pirineo), la cual decía así: “advirtiendo a los
vascos y cántabros y gentes circunvecinas (por tanto también a nabarros
occidentales y baskones en general), que siempre fueron devotísimos de dicha
Santa Sede (sic.), que se aparten de la alianza con cismáticos bajo pena de
excomunión latae sententiae, en la que incurrirán”. El texto dejaba claro que
el papado en ese momento identificaba a los cántabros sólo con los alto-navarros.
Tras la conquista de
Alta Navarra (1512-1530), el soldado de fortuna Pedro Navarra que luchaba con
Francia contra España en la península italiana, fue enterrado en la iglesia
Santa María de Nápoles, con una lápida donde dice: “Osiibus et memoriae Petri
Navarri cantabri”, frase que su casi contemporáneo Pierre Brantôme (1540-1614)
tradujo como “a los huesos y a la memoria del vizcaíno Pedro Navarro”. Pues
“bizkaíno” en lengua romance equivalía en aquel entonces a “cántabro” en latín
o a “euskaldun” en euskera. Por tanto, “cántabro” también podía emplearse para
las tierras o el Pueblo que hablaba euskera, o, como ya era común denominarla
entonces en euskara o lingua navarrorum: Euskal Herria.
El literato Fray
Antonio de Guevara al escribir en 1539 en sus “Epístolas familiares”, tenía
bien claro dónde estuvo Cantabria: «el oráculo de los hispanos era Proserpina,
cuyo templo estaba en Cantabria, que ahora se llama Navarra». El gran
intelectual de la época fue Martín Azpilikueta, el Dr. Nabarro, se declaraba
“me esse Navarrum et Cantabrum” en su “Carta apologética” de 1570, donde nabarro
es la nación política y cántabro la nación cultural-lingüística (por tanto hoy
equivalentes a nabarro y a baskón-euskaldun). El patrono del euskera y de
Nabarra San Francisco Xabier, nacido libre en 1506, se decía a sí mismo
“bizkaíno” cuando escribía en romance y “cántabro” en latín (euskaldun), como
en su presentación en París, según recoge el historiador Arturo Campión (s.
XIX) al hablar del santo (Revista HARIA septiembre 2010).
Otros muchos
identificaron claramente “cántabro” con “euskaldun”, como el historiador
francés Joseph Justus Scaliger (1484-1558), el cual consideraba cántabros a los
habitantes de los Pueblos en que se habla el euskera, pues todavía no se usaba
de manera general la voz “vasco” que extendió el etnólogo y naturalista alemán
Alexander von Humboldt a principios del siglo XIX, limitada entonces por los
franceses o el Vaticano a los euskaldunes del norte (voz documentada desde el
siglo I a.C.). La polémica incluso “saltó el charco”, pues Balthasar Echave
"el Viejo" escribió su “Discurso de la antigüedad de la lengua
cántabra” en México en el año 1607, el primer libro de un euskaldun en América,
el cual era una encendida defensa del uso del euskara entre los
vasco-americanos. En este autor, la lengua cántabra es el euskera.
El cronista del rey
español Felipe II, el mondragonés Esteban de Garibay (1533-1600), identificó
también a los cántabros con los euskaldunes y nos aportó un dato más, pues dejó
escrito que era más una palabra erudita y que la común en romance para la
lengua “navarra” era la de lengua “bascongada”: “También en la navarra, llamada
de otra manera cántabra, que comúnmente dezimos bascongada, la cual era su
natural y materna lengua”. Garibay dijo sobre el insigne navegante gipuzkoano
que circunvaló por primera vez el globo terráqueo: “Juan Sebastián El Cano, de
nación cántabro, natural de Guetaria”.
Pero Garibay, en otro
texto de su libro “Compendio historial de España”, dejaba claro que los
“cántabros” eran todos los habitantes del Estado baskón de Nabarra, tanto al
sur como al norte de los Pirineos, y describió de paso así la frontera
histórica del reino baskón: “la Cantabria tenía por el Septentrión al Océano,
por el Occidente las Asturias de Santillana (en relación curiosamente a la
Cantabria prerromana, entre los ríos Asón al Sella –que difiere por tanto de la
actual-), por el Mediodía las aguas del Ebro con los llanos que desde Logroño
corren por Navarra hasta los montes Pirineos, y por el Oriente a Francia”.
Nabarra era aún un Estado libre en Baja Navarra, con una corona común sobre los
Estados de Nabarra, Bearne y Andorra.
Garibay fue
comisionado por las Juntas de Gipuzkoa en 1559 para defender la tesis de un
pacto de incorporación a Castilla frente a los castellanos encabezados por
Pedro Alcocer, los cuales defendían la conquista y por tanto pretendían
eliminar los Fueros o leyes consuetudinarias del reino baskón. Entre la
argumentación en la defensa foral de Garibay se encontraba el tubalismo, el
iberismo y el “cantabrismo” mencionados de los irredentos euskaldunes, libres
de sangre mora, y que “pactaron” con la corona castellana. Es el comienzo del
“pactismo” como fórmula política de incorporación de todos los nabarros en
general a la corona de Las Españas (aeque principalis).
El médico alto navarro
del partido beamontés y cronista como Garibay del rey español Felipe II, Diego
Ramírez de Avalos de la Piscina, a mediados del siglo XVI escribía “Historia
Cantábrica” para hablar de la historia de Nabarra. También identificó a los
nabarros como cántabros el cronista valenciano Pere Antoni Beuter en su primera
parte de la “Crónica general de toda Hispania” publicada en 1604. De los
últimos en identificar a los cántabros con todos los nabarros será el poeta
gallego Francisco Trillo Figueroa (1615-1675), autor de la “Neapolisea” (1651),
poco después de la pérdida total de la soberanía del reino baskón tras la
ocupación de las Cortes de Pau y en los Estados Generales de Nabarra de
Donapaleu en 1620.
Ya conquistado el
norte y el sur del Estado baskón de Nabarra, el “cantabrismo” se siguió
identificando con los euskaros en general, pero, cuando se situaba a los
cántabros de época romana geográficamente, se desplazaba su situación hacia las
tierras de autrigones (río Nerva o Nervión al Asón) y caristios (del Nervión al
Deba) e incluso a veces hasta los várdulos (del Deba al Urumea),
correspondientes a la Nabarra Occidental (Bizkaia, Gipuzkoa, Alaba y las
tierras autrigonas después enkartadas hoy dentro de la CC. AA. de Cantabria),
lo cual traerá nefastas consecuencias para los nabarros como explicaré en otro
artículo.