Orígenes de la historiografía contra el reino de Nabarra
Aitzol Altuna Enzunza, Galdakao-Nabarra
“¿Quién de ti habla o escribe
que, recordando tu esplendor pasado,
no diga: «Grande fue, mas no es la misma»?...
¿Quién te arrancó la espada? ¿Quién, di, te traicionó?”.
Giacomo Leopardi
(1798-1837), poeta italiano.
Se le considera a Juan
Martínez de Zaldivia (1500-1575), tolosarra, varias veces alcalde y capitán de
las milicias de su municipio así como abogado de las Juntas Generales de
Gipuzkoa, el padre de lo que se llamará “nobleza
universal” de todos los gipuzkoanos por su libro “La Hidalguía de los guipuzcoanos” (1545-1552). Pero su obra
principal fue “Suma de las cosas
cantábricas y guipuzcoanas” terminado en 1564, el primer libro sobre la
historia de Gipuzkoa.
Es también a Martínez
de Zaldivia a quien se le atribuye por este libro la primera teorización sobre
el “vasco-cantabrismo” relacionándolo
sólo con el occidente baskón. Siguiendo la tradición, para este tolosarra eran
los vascos los habitantes primigenios de las Hispanias desde su llegada a la
península junto al bíblico Tubal, nieto de Noé. Basándose en un rico elenco de
fuentes, Zaldivia, asimiló también los cántabro-vascos a los íberos como lo
hiciera Ximénez de Rada en el siglo XIII y dejó escrito que su libro: “es una suma de todo lo que después del Diluvio
y venida de Tubal a España es digno de ponerse en memoria de la nación
vascongada y particularmente desta provinçia, las hazañas que los della han
hecho en diversos tiempos hasta nuestros días”. Aunque publicada
tardíamente en 1945, el manuscrito fue utilizado profusamente por los
historiadores de la provincia y otros muchos, junto a la compilación de Actas
del propio Zaldivia llamado “Libro Viejo
de Guipuzcoa”, acabado sobre 1565 y publicado en 1991 por Eusko Ikaskuntza.
El otro gran cronista
gipuzkoano de ese siglo fue Esteban de Garibay (1533-1599), mondragonés,
alcalde de su municipio en 1568, corregidor de Toledo en 1582 y alcalde de
Sacas de Gipuzkoa (tesorero) entre otros cargos, pero se le conoce sobre todo
por su labor como influyente cronista del rey español Felipe II desde 1592,
tras años de residencia en su Corte. Garibay fue coetáneo de Zaldivia con el
que participó en las escaramuzas fronterizas contra Francia en Hondarribia y
San Juan de Luz-Lohitzune, sobre todo en la quema de esta villa en 1558.
Garibay fue el que
comenzó el discurso de una “voluntaria
incorporación” a Castilla de los “íberos-cántabros”
independientes de todo yugo desde tiempos de Tubal, mediante un pacto con
el rey de Castilla a cambio de conservar los Fueros. Sobre la invasión de la
Nabarra Occidental decía Garibay: "El
rey Theobaldo (s. XIII) no solo repugnaba esto, diziendo auerse hecho aquello
con violencia contra todo derecho, más aún pedía, que deuian ser restituidas a
la Corona de Navarra todas las tierras desde Atapuerca, lugar cerca de Burgos,
pidiendo a Bureba, Rioja, Alaua, y aún Guipúzcoa y Vizcaya y las merindades de
Castilla la Vieja, como en los tiempos pasados auian andado en la misma
corona" (lib. XXV, cap. VI). Es decir, la Nabarra Occidental fue
conquistada “con violencia contra
derecho”, pero Gipuzkoa, en esas circunstancias, se separó y pactó
libremente su incorporación a Castilla.
Garibay fue
comisionado por las Juntas Generales de Gipuzkoa en 1559 para defender esta
tesis del pacto de incorporación a Castilla frente a los castellanos que
defendían la conquista, encabezados por Pedro Alcocer el cual había escrito un
libro donde se narraba la invasión de Nabarra de 1200 y la conquista de
Gipuzkoa. Garibay esgrimió “el carácter
paccionado de su reconocimiento a la Corona”. Julio Caro Baroja señalaba
que el cronista mondragonés tenía “la
idea de que las libertades forales suponían la existencia de un Estado dentro
del Estado”. Incluso, mientras estuvo en la Corte española, trató de
conseguir el título de “reino” para
Gipuzkoa (durante los años 1585-1590 por indicación de los influyentes
Idiáquez), idea rechazada por las propias Juntas Generales pues veían con ello
peligrar los Fueros.
El doctor en historia
Jon Andoni Fernández de Larrea nos muestra que la idea de la “voluntaria entrega” no existían antes
de Garibay: “La cuestión más polémica de
la conquista castellana es la supuesta colaboración, o falta de resistencia,
que la aristocracia de Guipúzcoa y de Álava pudo prestar al ataque de Alfonso
VIII y la entrada pactada bajo su soberanía. Ninguna de las crónicas del siglo
XIII hace la más mínima referencia a ello, como tampoco la hacen las crónicas
navarras de los siglos XIV y XV. Ni siquiera Lope García de Salazar, el autor
que más páginas dedica a la historia del País Vasco medieval, nos habla de nada
parecido. Nada hay escrito sobre el tema hasta la segunda mitad del siglo XVI.
Es Esteban de Garibay quien narra por primera vez cómo, al invadir Alfonso VIII
Álava, los guipuzcoanos –ofendidos por desafueros desconocidos que les habría
infligido el rey de Navarra– decidieron transferir su fidelidad al monarca
castellano”.
Martínez de Zaldivia,
bachiller en Leyes, siguió en su obra “Suma”
de 1564 con la idea de Garibay de un pacto y siguió con la teoría del enfado de
los gipuzkoanos con el rey de Nabarra por sus desafueros como motivo de su
salida “voluntaria” del reino baskón
(aunque hoy no cabe pensar que Gipuzkoa pudiera tener unos Fueros distintos a
los comunes del reino). Sin embargo y como novedad, Zaldivia en su discurso
negaba la conquista e insuflaba a la crónica un antinabarrismo furibundo. Juan
Martínez de Zalvibia del bando oñacino procastellano, inició una historiografía
y sobre todo un discurso de fuerte carga antinabarra, de aquella Nabarra recién
invadida entonces entre 1512-1524 y que aún se revolvía libre contra los
imperios español y francés desde los territorios ultra pirenaicos. El propio
Julio Caro Baroja describía la "Suma"
de Zaldivia como: “heroico-fantástica en
parte, pero muy interesante desde el punto de vista sociológico, porque nos
hace ver ciertas de las ideas comunes en Guipúzcoa acerca de los males
producidos por los bandos, las atribuciones de la Monarquía, la enemistad hacia
Navarra, etc.” (…)
Según la Enciclopedia
Auñamendi: “Se trata de una obra
desigual, con notorias exageraciones propias de la época, sobre los orígenes de
la provincia, claramente castellanófila y, por tanto, antinavarra, a la que
siguieron como plantilla los historiadores guipuzcoanos subsiguientes”.
Martínez de Zaldivia
decía cosas contra el reino de Nabarra como: “viendo los guipuzcoanos al rey de Castilla, cuyos según razón debían
ser, pues antes en tiempo de los godos eran, tan cerca de su tierra, acordaron
de volver a ser suyos y no del rey de Navarra de quien estaban descontentos por
agravios que les hacía, y llamando al rey Don Alonso (en referencia al invasor
Alfonso VIII), le entregaron los castillos y la tierra, lo cual bien se puede
entender ser así, pues el rey fue a San Sebastián con solamente 20 de a caballo
y no intervinieron armas ni pelea alguna.” (...)
Es decir, no hubo
conquista y los propios gipuzkoanos llamaron al rey de Castilla para cambiarse
de Estado. Zaldivia incluso manifestaba que Castilla era el Estado originario
de Gipuzkoa, aunque no explicó cómo estaba entonces dentro del Estado baskón: “los guipuzcoanos, después que volvieron al
prístino estado de ser castellanos, como gente libre y no conquistada y
obligada a extender la corona de Castilla de quien realmente ellos eran”.
La explicación del “antinabarrismo” del oñacino Zaldivia
está en la brutal invasión castellana de la Nabarra Occidental de 1200, la cual
trajo fuertes problemas sociales además de los políticos al tener que dividir
los ancestrales pastos comunales entre dos Estados enemigos, se llamará "la frontera de malhechores". La
poderosa familia de Azpeitia de los Oñaz era la más perjudicada por tener
intereses en Urbasa, en la Burunda, en el Goierri gipuzkoano y en los pastos
comunales de Aralar, tierras a caballo entre la Nabarra conquistada y la
Nabarra libre. En 1321 tuvo lugar la Batalla de Beotibar (paso de Tolosa al
valle de Leizaran en la sierra de Aralar), que constituyó el momento álgido de
la “Guerra de Banderizos” entre las
familias que seguían luchando por su libertad nabarra y las que intentaban
sacar provecho de la conquista castellana como la familia de Zaldivia. En
realidad, en Beotibar, hubo unos 50 muertos en cada bando y no fue más que una
escaramuza fronteriza que se conmemora aún hoy en Tolosa por San Juanes con el “bordoi dantza”.
Castilla había
reforzado para entonces la Nabarra conquistada creando villas en 1256 a lo
largo de la nueva frontera, eran las villas de Segura, Ordizia y Tolosa; todas
ellas sobre anteiglesias nabarras preexistentes. En 1355 Castilla volvió a
invadir Nabarra y se quedó con los castillos de Ataun y Ausa en Aralar, tras la
traición de su tenente Pedro Ladrón de Gebara; Ausa está en el municipio de
Zaldibia, castillo donde el bachiller Martínez de Zaldivia sitúa el origen de
su casa solar. Se creó en los siglos XIV-XV “La
Hermandad de frontera” para poner paz entre hermanos, la cual será el
germen de la actual provincia de Gipuzkoa con tres antiguas tenencias nabarras
(Iputz, Aitzorrotz y San Sebastián).
Hay otra cuestión que
también debió de tener una gran importancia en el antinabarrismo de Zaldivia.
Tanto Zaldivia como Garibay eran fervientes católicos y la corona española a la
que sirvieron era la espada del emperador de Roma o papa. Mientras, la reina
nabarra Juana III de Albret o Labrit se había declarado protestante adjurando
de la religión católica, lo que provocó una nueva invasión francesa y española
del entonces pequeño reino pirenaico; pero la reina siguió en sus trece tras
conseguir in extremis expulsar a sus grandes enemigos, y, mediante el “Manifiesto de los Gentileshombres y del
pueblo de Nabarra”, otorgó la libertad de culto a sus ciudadanos (1568).
Fue la Nabarra reducida el primer estado aconfesional de la historia y siguió
así asombrando al mundo.
El historiador gipuzkoano
José María Olaizola lo narraba de esta forma a finales del siglo pasado: “En el año 1560, en la cena de Navidad, la
reina Juana abjuró en Pau de la religión romana e ingresó en la Reforma. (…) No
así su marido Antonio de Borbón, conde Angulema, que llegó a traicionar a su
mujer entregándosela al rey español Felipe II y a los católico romanos a cambio
de ser nombrado rey de Alta Navarra, tras adjurar de su esposa y casarse con
María Estuardo de Escocia en la isla de Cerdeña. Pero murió Antonio en 1562 sin
que se cumplieran lo acordado. Felipe II planeó invadir Baja Navarra, el Beárn
e incluso los territorios en manos de Francia de Juana III, para lo que pidió
su excomunión al papa Pío IV (1559-1565): nos la declaramos inhábil para
conservar el reino de Navarra, el principado de cualquier Estado, de cualquier
dominio, el que sea (…) que sean y puedan ser dado a los que convenga mejor a
sus Santidad (…)”.
“La Batalla de Beotibar”, canto épico
más antiguo en euskara, recogido por primera vez por Martínez de Zaldivia, aquí
se transcribe la versión que Garibay recogió en su Compendio (Amberes 1571):
“Mila vrte igarota
vra vere videan.
Guipuzcoarroc sartu dira
Gazteluco echean,
Nafarroquin batu dira
Beotibarren pelean”
(Pasados mil años/el
agua sigue su cauce/Han entrado los gipuzkoanos en sus castillos/se han juntado
en lucha en Beotibar con los nabarros)