La continua investigación hacia la independencia
Iñigo Saldise Alda
En la actualidad, año 2025, el Pueblo vasco(n) persigue la libertad, algo que se le arrebató por la fuerza de las armas, la posterior colonización con imposición política, jurídica, económica y sin olvidarnos de la cultural y lingüística, que se han ido incrementando tras la perdida total de un Estado propio.
Dicho Estado era reconocido incluso en el año 1513, por el virrey extranjero del Reino de Navarra. Este extranjero era el español Diego López de Córdoba , el cual juraba lo siguiente:
“Navarra no era una parte del territorio español al que los reyes de Castilla concedieron privilegios como recompensa de su ayuda en la obra de la Reconquista, sino un Estado con propia y completa personalidad (…)”
El Reino de España comenzó con las labores de los denominados liberales, totalmente absolutistas ellos, una centralización política a comienzos del siglo XIX, algo que se puede comprobar en los códigos Constitucionales de Bayona y Cádiz (1808 y 1812) y para ello tenían que eliminar los principales, por no decir únicos obstáculos existente en el imperio español, que no eran otros que los regímenes forales existentes; uno “otorgado” a las pro-vinci Vascongadas y otro “soberano” de una colonia, el Reino de Navarra, siendo este último el principal símbolo de las costumbres igualitarias y libertarias del Pueblo de Vasconia.
La primera guerra carlista no fue solo una guerra de sucesión para el Reino de España, sino que también lo fue para el residual Reino de Navarra. Los liberales centralistas apoyaron a Isabel II de España ante el pretendiente al trono, su tío Carlos, el cual contó con el apoyo de la inmensa mayoría de la población vasc(on)a al sur del Pirineo, es decir bajo los dominios del imperio español, siendo mayoritario el apoyo a Carlos en el Reino de Navarra.
Los batallones carlista formados por vasco(ne)s, llegaron a plantear nombrar a Tomás de Zumalacárregui, rey de Nabarra y señor de Bizkaia, buscando recuperar con ello la soberanía de esos territorios que ya habían pertenecido al independiente Reino de Pamplona, el cual fue formado por los vasco(ne)s independientes o nabarros, algo que tenían muy claro los francos nueve años antes ya de la batalla de Orreaga (778) y que lo dejó claramente por escrito en el año 1140, un peregrino francés que pasó por esta tierra, de nombre Aymeric Picaud, en su obra titulada Codex Calixtinus:
"En algunas de sus comarcas, sobre todo en Vizcaya y Álava, el hombre y la mujer navarros..."
La unidad de todos los vasco(ne)s en un Estado propio, es decir, independiente y soberano, solo se ha dado con el Reino de Pamplona y el estatus político que ostentaban sus ciudadanos, no podía ser otro, que el de nabarros. Bizkaia era una comarca más perteneciente al Reino vasco(n), teniendo como gobernantes a unos tenentes o funcionarios nabarros, sin regirse la comarca nabarra de Bizkaia de una manera feudal.
El primer en ostentar el título “conde de Vizcaya”, como nos indica Tomás Urzainki Mina en su obra Navarra sin fronteras impuestas, fue Eneko Lúpiz, el cual no solo traicionó su condición política de nabarro, sino que se puso bajo las órdenes del mayor enemigo de los vasco(ne)s independientes, abriéndoles la puerta de nuestro Estado a través de La Rioja, a cambio de convertirse en un señor feudal castellano y ostentar así un título nobiliario hereditario.
Volviendo a la primera guerra carlista, la muerte de Zumalacárregui a consecuencia de una herida recibida durante el cerco a la villa de Bilbo, impidió el proyecto de los independentistas vascongados y nabarros. El posterior y traicionero abrazo de Bergara abrió el camino para condenar al Reino de Navarra, convirtiéndolo en una pro-vinci más del Reino de España, tras sufrir la imposición de política colonial española, mediante de la mal llamada Ley Paccionada del año 1841.
La búsqueda de la recuperación de la independencia durante el siglo XIX, no solo fue llevada a cabo por sectores conservadores, sino incluso por sectores liberales de la sociedad nabarra, como es el caso del sevillano Serafín Olave, miembro de la Asociación Euskara y fundador del Partido Republicano Federal de Navarra, que en el año 1883, aprobó la constitución nabarra, inspirándose en los Fueros nabarros y en las Constituciones de otras Repúblicas, como la del cantón de Valois, de Friburgo y de la Confederación Helvética, teniendo como territorios pertenecientes a la República de Nabarra a las comarcas de las Vascongadas, la Rioja y las Tierras de Vascos, estas últimas en Ultrapuertos.
La llegada de Sabino Arana Goiri fue un nuevo impulso al continuo intento de los vasco(ne)s de ser independientes; pero hay que reconocerlo, desde un planteamiento totalmente equivocado en materia principal de cual es nuestro Estado, bien por desconocimiento histórico o por obviar intencionadamente los numerosos pasajes históricos de nuestro Pueblo. Sabino Arana Goiri se inventó un nombre para algo que ya lo tenía, es decir, buscó crear un Estado vasco(n) cuando este ya existe, pero que se encuentra tras la invasión y ocupación, bajo un colonialismo brutal llevado a cabo mediante la imposición militar, política, jurídica, eclesiástica, lingüística y cultural de los imperios francés y español.
Hoy en día, continuamos con la búsqueda de la independencia y para ello debemos seguir investigando en nuestra historia. Aprender de todos aquellos que la buscaron anteriormente, eso si, corrigiendo los errores que cometieron en algunos de sus planteamiento y recogiendo así el testigo de su lucha, modificando y adecuando su mensaje cuentas veces sea necesario y sobre todo, partiendo de la importantísima premisa de que ya tenemos un Estado, recordando que éste está invadido y ocupado, pero sabiendo que nunca estará sometido y colonizado del todo mientras haya vasco(ne)s que quieran ser independientes, es decir, que quieran volver a ser nabarros.
