Soy un artaburu abstencionista
Alots Gezuraga, Erregoiti (Nabarra)
"Lo que hay que recuperar fundamentalmente es nuestra mentalidad vasca, es nuestra conciencia profunda, el estilo con el espacio de nuestros comportamientos. (…) Hoy abertzale si no quiere decir revolucionario no quiere decir nada" Jorge Oteiza, escultor.
El domingo de las elecciones españolas lo pasé disfrutando con mi familia en el monte y hasta las 21.00h de la noche no me preocupé por ellas y todo por un correo que me mandó un nafarzale para decirme que había ido a votar.
Es decir, una persona que reconoce y es perfectamente consciente de que su país está invadido, en un proceso de asimilación-colonización alto, va a votar en unas elecciones organizadas por los imperialistas, su ejército y su jefe de Estado (un rey puesto a dedo por un dictador), elecciones que lo que hacen es reafirmar el modelo totalitario español en este país haciéndolo pasar por “democrático” ante al mundo (“el imperialismo es especie del totalitarismo”), y lo hace aduciendo dos “curiosísimos” argumentos:
a. “Es que si no, el puesto lo va a ocupar uno del PPsoE”… Lógico, ¿no son acaso puestos de la administración-gobierno español?
b. “Voto por ver qué hacen Amaiur-Geroa Bai o el Pnv en Madrid”… ¿Y dónde queda la estrategia para liberar a nuestro país? ¿Para qué van a Madrid estos partidos?
El objetivo, en estas elecciones, manifestado por todos los “partidos abertzales” que se han presentado en la CAV o CFN (divisiones administrativas imperialistas que también se aceptan al participar en estas elecciones), es el mismo: “Un marco de decisión propio”. Y ante esto, es razonable preguntarse, ¿Y cómo lo esperan conseguir? ¿Un Plan Ibarretxe II? ¿Volverán a ir a Madrid con el mismo cuento?
Al aceptar, sin condiciones previas, participar en el vigente marco imperialista español y su juego de “mayorías-minorías”, ellos, son 13 de 350, ¿Con qué apoyo cuentan para sacar adelante en las Cortes españolas su “Plan”?
La cuestión parece clara. Maite Aristegi, diputada española por Amaiur dos días después de las elecciones, comenta: “Iremos a la cita con el rey (de España) para llevarle nuestro mensaje” (¿?).
Al participar en unas elecciones españolas en estas condiciones, nuestro pueblo pasa de ser un sujeto político definido a objeto político diluido. Una parte más del Estado español, y así, un abertzale se convierte por esa fórmula de alquimista en “tan español como un madrileño o un andaluz”.
Lo curioso es que este objetivo de los “partidos abertzales” es el mismo que el del carlismo-foralismo del siglo XIX, de cuyas sangrientas derrotas y demostración práctica de la imposibilidad de una España “democrática y confederal” no han sacado sus descendientes, los “partidos abertzales”, conclusión alguna, ni siquiera tras padecer la visceralidad española en sus propias carnes tras el alzamiento militar de su ejército en 1936.
En Madrid, en realidad y pese a lo que nos quieran convencer, no se consigue nada que no nos hayan quitado ellos antes, y, en todo caso y a lo sumo, unas cuantas perras a conveniencia de Madrid, que en realidad lo que hace es robarnos menos. Así, de la tan cacareada transferencia de Langai-Fomento no "ha venido" nada, sino que nos roban un poco menos; pero a los políticos españoles les da igual, les basta con subirnos luego el IVA u otro impuesto-imperialista para compensar y se acabó.
La mejor de las anécdotas de estas elecciones se la oí a un amigo abstencionista-convencido que no había votado nunca hasta el domingo. A mi amigo, su mujer le obligó a ir a votar “aunque fuese en blanco”. Esta mujer estaba histérica a causa del monopolio de la información por parte de los electoralistas, que hace que en todas las votaciones parezca que se va a acabar el mundo, lo que convierte cada cita electoral en la más importante de la historia (lo que ocurre cada un par de años de media).
Este hombre, abstencionista convencido durante casi 40 años, se tuvo que vestir con sus ropas de domingo, igual que sus hijos, y acudir al colegio electoral. Se introdujo dentro de la caseta de votaciones para coger algún sobre, pues como es natural no había guardado ninguno de los que le habían llegado por correo, y le dijo a su hija de 8 años que eligiera una papeleta cualquiera al azar, lo cual la niña hizo gustosa y fue a depositar, todo contenta, en nombre de su padre, en la urna, con lo que a mi amigo le quedo limpia su conciencia al no tocar ninguna de esas papeletas y no saber a quién votó (o si fue un voto nulo), además se lo pasó en grande pues fue como ir al parque con su hija a jugar a la “democracia a la española” … eso sí, por “imperativo legal” de su mujer.
Cumplido el trámite familiar que le evitó un costoso divorcio, mi amigo, a la salida del colegio electoral, se encontró con un extranjero de nacimiento, aunque español de carnet, con derecho a voto por tanto, (vamos, como cualquier colono español en nuestra tierra), el cuál le preguntó: “¿Es aquí donde tengo que elegir al presidente?”, a lo que mi amigo, con su particular sorna, le aclaró: “No, eso ya lo han decidido ellos, usted sólo tiene que hacer el paripé”. El extranjero se quedó más tranquilo y se fue por donde vino.
Las elecciones a las Cortes españolas son las más importantes, pues en ellas, al menos en teoría, descansa la soberanía del Estado (aunque bajo la amenaza permanente de su ejército y jefe de las fuerzas armadas o rey, tal y como señala su Constitución), ya que el resto serían elecciones donde sólo se decide quién va a gestionar las diferentes administraciones españolas que derivan de esas Cortes.
En estas elecciones a las Cortes españolas, sólo hay 2 partidos con posibilidades de ganar (que además, acuden, como todos, con listas cerradas, por tanto sólo hay 2 posibles ganadores), partidos que son de similar corte político –nacionalistas españoles a ultranza- y tienen igual programa electoral real (no el imaginativo “papelote” que presentan al público); pues el programa real no lo hacen ellos, ya que los que mandan hoy de verdad en la Unión Europea son los financieros, siendo la canciller alemana su ejecutora material, tal y como se ha demostrado en Italia y Grecia.
En estos estados, por primera vez en la historia y sin que mediara la violencia armada (sólo la amenaza de la bancarrota), los financieros han hecho dimitir a sus jefes de gobierno y han puesto a otros más adecuados para sus intereses económicos sin que el pueblo fuese consultado. Resulta paradigmático que tanto Draghi, como Monti como Papademos sean ex Goldman & Sachs.
Eso sí, todo ha sido muy democrático (estoy siendo irónico, claro), aunque “esta vez” no haya habido elecciones o pudiera el pueblo decidir nada, pese a manifestarse espontánea y violentamente en la calle como en el caso de Grecia, si bien sin la habilidad de reconducir esa ira hacia un objetivo político concreto como, por ejemplo sí ha ocurrido recientemente en varios pueblos musulmanes de Oriente Medio.
La UE la están construyendo los financieros, creando una Unión Financiera de Estados o plutarquía, la cual está pasando por encima de los propios ciudadanos europeos, como se demostró en los diferentes referéndums de Maastricht. Allí donde la población votó “no”, no ha pasado nada ni ha cambiado nada, sigue todo adelante; lo mismo que los inexistentes referéndums de incorporación a la UE. Parafraseando al humorista Groucho Marx: “Estas son mis elecciones y si no sale lo que quiero, tengo otras (o no)”.
Pero no nos engañemos, este paripé electoral tiene una sustanciosa recompensa económica. Por voto, en estas elecciones, cada partido saca 30 euros. Por ejemplo, Amaiur o Pnv con más de 300.000 votos a 30 euritos: se llevarán 9.000.000 de euros al zurrón y Geroa Bai más de 40.000 votos 1.200.000 euros. Lo que está claro es que están bien pagados estos partidos abertzales por el imperialismo (www.noticiasdenavarra.com/2011/05/11/especiales/elecciones-22-m/el-voto-da-el-poder-y-dinero).
Iñaki Antigüedad de Amaiur, en el mitin principal de la campaña en Anoeta dijo: «Si conocéis algún independentista, de esos puros-puros, que diga que éstas no son sus elecciones ni sus instituciones y que se va a abstener, le llamáis artaburu. Que mire cuál es la secuencia, que éste es un voto bumerán que se lanza desde Euskal Herria, va a Madrid, coge fuerza, y vuelve a Euskal Herria». (“Que nos golpea en la cara y nos la rompe”, añadiría yo). Lo más triste es que de estas palabras se desprende que para un abertzale como Antigüedad, éstas eran sus elecciones y sus instituciones, pero, además, lo que no nos dice Iñaki es lo único que a mí me interesa: ¿Qué va a hacer con mi voto para liberar a este país? No lo sabe, pero pasa igual con el resto de los “partidos abertzales” que se han presentado. No tienen una estrategia para liberar a este país ni para gobernarlo después.
Al final de la noche electoral española, Rubalcaba (PsoE), empezó su discurso de candidato perdedor diciendo: "Una gran participación, la España democrática ha ganado". El que se quiera ponerse una venda en los ojos y celebrar una nueva derrota para demostrar al mundo que este país está invadido, mental-culturalmente colonizado y económicamente explotado, él sabrá por qué y sobre todo a quién sirve. Rubalcaba ya se lo ha agradecido. Yo prefiero que me llamen “artaburu”, así nos han insultado históricamente los imperialistas españoles por no hablar su idioma y ahora lo hacen algunos abertzales por no querer participar como ellos de esta farsa totalitaria-española-europea que llaman “democracia”. Engañar a un pueblo es fácil, máxime a un pueblo colonizado como el nuestro. Lo difícil es corromperlo del todo. Eso supondría su fin como pueblo.
Si alguno quiere profundizar en el tema sólo tiene que leer el IPARLA 10 (http://iparla.wordpress.com/), del que extracto un breve: “Faltos de la referencia de la resistencia popular en que no han creído nunca, confunden el oportunismo y el electoralismo con la política de liberación (…).
La ley de la pluralidad de sufragios es ella misma un establecimiento de convención y supone, al menos una vez, la unanimidad. Formal y materialmente, las elecciones libres suponen la libertad política (…).
Según la propaganda institucionalista, la política se hace con los votos. En una sociedad política lo más importante es el voto. La democracia empieza con los votos y las elecciones. La democracia consiste en mandar diputados al parlamento. La democracia es hacer lo que quiere la mayoría, que se suban a un barril para pedir el voto de los ciudadanos ”, etc. Estas afirmaciones suponen que el régimen de ocupación es, “en realidad”, un régimen democrático por el simple hecho de convocar sus “elecciones”, cualesquiera que sean y en las condiciones que sean (…).
Lo que los adalides de la lucha armada y la guerra revolucionaria denunciaban en 1977 como traición al pueblo y a la democracia. Pasó a ser primera exigencia en 1979, primero como “complemento” de los atentados, votando en las elecciones “con el compromiso de no figurar” en los órganos institucionales. El compromiso se superó rápidamente con representantes, diputados y senadores a sueldo “democráticamente elegidos”. Pero sólo en democracia cabe tener actuaciones y representantes institucionales democráticamente elegidos. Cuando se subordinaron a la participación, los atentados pasaron a ser complemento de la vía institucional. Finalmente, el voto y la participación orgánica tenían por condición el compromiso de abandonar los atentados por “la vía democrática en ausencia de toda violencia (…)”.
En el régimen imperialista y fascista votan los que los monopolios de violencia y propaganda quieren que voten, lo que quieren que voten cuando, como y donde quieren que voten. Si el resultado electoral no es “el que debe ser”, se cambian las reglas y los votantes, los manifestantes y los pueblos para asegurar el buen funcionamiento de la institución. De todos modos, el poder establecido juega con tan desmesurada ventaja política que procesa en su favor todos los resultados, le sean o no formalmente favorables. Las “mayorías” e incluso las minorías del poder establecido se utilizan. Efectivamente, los innumerables “triunfos” electorales de los institucionalistas periféricos son peripecias que se limitan, recuperan y entierran bajo el peso sin contrapeso de las instituciones.
Pero los institucionalistas locales no están tan locos ni son tan tontos como aparentan. Bien al contrario. Atentos al interés y al beneficio propio y al de su clientela, les tiene sin cuidado el coste social de todo ello, siempre y cuando, duren las subvenciones, los privilegios, el nepotismo, los enchufes y las doradas sinecuras “privadas” por servicios prestados o por prestar (…).
En tales condiciones, o el pueblo tiene fuerza o no la tiene. Sin oposición estratégica, las “elecciones” se pierden siempre. La derrota está implícita en las condiciones impuestas por quienes las organizan y las gana SIEMPRE el régimen que las promueve”.
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