Buscando la libertad a lo largo de la historia
Iñigo Saldise Alda
A día de hoy, la Nación nabarra continua persiguiendo algo que se le arrebató violentamente por la fuerza de las armas, con la consiguiente imposición política, jurídica, también económica y sin olvidarnos de la cultural y lingüística, que se fueron incrementando tras la pérdida total de su Estado propio, el cual era reconocido por el virrey extranjero del Reino de Nabarra en el año 1513. Este extranjero era un español, de nombre Diego López de Córdoba y confirmaba lo siguiente:
“Nabarra no era una parte del territorio español al que los reyes de Castilla concedieron privilegios como recompensa de su ayuda en la obra de la Reconquista, sino un Estado con propia y completa personalidad (…)”
El imperialista Reino de España comenzó en el siglo XIX con las labores de los denominados liberales, de carácter totalmente absolutista, una colonización absoluta mediante la centralización política, algo que podemos comprobar en los códigos constitucionales españoles de Bayona y Cádiz (1808 y 1812). Para ello tenían que eliminar los principales, por no decir únicos obstáculos existente en el imperio español, que no eran otros que los regímenes forales existentes, uno supuestamente otorgado a las provincias de las Vascongadas y otro “soberano” de una colonia, el residual y reducido Reino de Nabarra al sur del Pirineo, siendo este último el principal símbolo de las costumbres igualitarias y libertarias de la totalidad de Vasconia.
La primera guerra carlista no fue solo una guerra de sucesión para el Reino de España, sino que también lo fue, aunque de forma ilegítima para el Reino de Nabarra. Los liberales centralistas y colonialistas, apoyaron a Isabel II de España ante el pretendiente al trono, su tío Carlos, el cual contó con el apoyo de la inmensa mayoría de la población vasc(on)a del sur del Pirineo, es decir bajo los que soportaban y sufrían el dominio del imperio español, siendo mayoritario el apoyo al pretendiente Carlos en el Reino de Nabarra.
Incluso, en alguna fase de la contienda armada, los batallones carlista formados por vasco(ne)s, llegaron a plantear nombrar a Tomás de Zumalakarregi rey de Nabarra y señor de Bizkaia, buscando con ello recuperar la soberanía de esos territorios que ya habían pertenecido al independiente Reino de Iruñea, el cual fue creado por los vascones independientes o nabarros bajo la visión jurídica del Derecho Pirenaico. Esto es algo que ya tenían muy claro los francos nueve años antes de la batalla de Orreaga (778/08/15) y que lo dejó bien claro y por escrito en el año 1140, un peregrino que pasó por estas tierras. Su nombre era Aymeric Picaud y lo dejó plasmado en su obra Codex Calixtinus:
"En algunas de sus comarcas, sobretodo en Vizcaya y Álava, el hombre y la mujer nabarros (...)"
La unidad de todos los vasco(ne)s en un Estado propio, es decir, de forma libre, independiente y soberana, solo se ha dado durante la trayectoria histórica del Reino de Iruñea. El estatus político que ostentaban sus ciudadanos no podía ser otro que el de nabarros. Bizkaia era una comarca más perteneciente al Reino vasco(n), teniendo como gobernantes a unos tenentes o funcionarios nabarros, sin regirse dicha comarca nabarra de una manera feudal.
El primer en ostentar el título “conde de Vizcaya”, como nos indica Tomás Urzainki en su obra Navarra sin fronteras impuestas, fue Eneko Lúpiz. Éste personaje histórico no solo traicionó su condición política de nabarro, sino que se puso bajo las órdenes del enemigo de los vasco(ne)s libres e independientes, abriéndoles la puerta de nuestro Estado a través de Errioxa al imperialismo protoespañol o castellano, a cambio de convertirse en un señor feudal y ostentar así un título nobiliario y de signo hereditario para sus descendientes.
Avanzando en la historia y volviendo con ello a la primera guerra carlista, la muerte de Zumalakarregi a consecuencia de una herida recibida durante el cerco a la villa de Bilbo, impidió el proyecto soberanista de los independentistas vascongados y nabarros. El posterior y traicionero abrazo de Bergara abrió el camino para condenar a lo que quedaba de Reino de Nabarra, al ser convertido en una provincia más del colonialista e imperialista Reino de España, tras sufrir la imposición española de la mal llamada Ley Paccionada del año 1841.
La búsqueda del recobro de la libertad a través de la recuperación de la independencia durante el siglo XIX, no solo fue llevada a cabo por sectores conservadores, por así llamarlos a los carlistas, sino incluso también por sectores del ámbito liberal de la sociedad nabarra. Este es el caso del sevillano de nacimiento Serafín Olave, miembro de la Asociación Euskara de Navarra y fundador del Partido Republicano Federal de Navarra dentro del marco constitucional y político del Reino de España. Es desde ese partido donde Serafín Olave en el año 1883, aprueba una Constitución para una programada República de Nabarra, inspirándose para ello en los Fueros nabarros y en las Constituciones de otras repúblicas como la del cantón de Valois, de Friburgo e incluso de la Confederación Helvética o Suiza, teniendo algunos errores como el de los territorios pertenecientes al Estado de Nabarra. A parte de las cinco Merindades de la Nabarra residual y reducida, Serafín Olave incluye a las comarcas Vascongadas, La Rioja y las Tierras de Vascos, estas últimas en Ultrapuertos, aunque obvia u olvida otras como Aragoi, Biarno, etc…
Incluso podemos y debemos considerar, que la aparición de Sabino Arana fue un nuevo impulso al continuo intento de los vasco(ne)s de ser libres e independientes, pero hay que reconocerlo, desde un planteamiento totalmente equivocado en materia tan importante como la que nos indica cual es nuestro Estado, tanto en su histórico y correcto nombre como en materia territorial, bien por desconocimiento histórico o por evadir intencionadamente los numerosos pasajes históricos de nuestro Pueblo y nuestra Nación. Por ello, Sabino Arana se inventó un nombre para algo que ya lo tenía, es decir, buscó crear un Estado vasco(n) cuando este ya existía y existe, aunque bajo sojuzgamiento colonial español y francés, tras las diversas invasiones y ocupaciones realizadas en nuestra tierra por dichos imperios.
Volviendo a la actualidad, la Nación nabarra continua con la búsqueda de la libertad y de la independencia. Sabiendo que nunca nos vamos a rendir, debemos obligarnos a aprender de todos aquellos que la buscaron anteriormente alcanzar el mismo objetivo que perseguimos. Eso sí, corrigiendo o incluso aparcando los errores que cometieron en algunos de sus planteamientos nuestros antepasados, pero a su vez recogiendo el testigo de su lucha, trasformando, adecuando y encauzando su mensaje de indudable carácter libertario a nuestra realidad histórico-política, partiendo para ello de la base de que ya tenemos un Estado, actualmente sojuzgado, recordando que fue invadido y actualmente permanece ocupado por fuerzas militares extranjeras del Reino de España y de la República de Francia, pero sabiendo que nunca estará sometido mientras haya hombres y mujeres referentes a nuestra Nación que quieran ser libres e independientes, es decir personas soberanas que quieran volver a ser sencillamente nabarras.