Martin y Remiro de Goyni y Gurpide
Iñigo Saldise Alda
"La guerra es el arte de destruir hombres, la política
es el arte de engañarlos". Jean Le Rond D'Alembert.
Martin y Remiro
nacieron en Peralta, uno en el año 1476 y el otro en año 1481. Hijos de una familia agramontesa, adinerada, que
estuvo formada por un noble caballero, infanzón, palaciano y preferido, montero
Real del monarca de Nabarra, conde de Foix y Bigorra, además de vizconde de
Bearno, de la casa de Foix Francisco I Phebus
y de su hermana la reina Catalina I de Nabarra, alcaide mayor de las
fortalezas de Tafalla y Dicastillo, capitán de los valles de Guessallaz, Yerri
y Goyni, señor y palaciano de Tirapu, Goyni, Anburzia-Salinas de Oro, Peralta,
Bidaurre y Muez, llamado Martin de Goyni y Garro, que estuvo casado con una
noble dama llamada María de Gurpide.
Heráldica de Martin 1: Escudo terciado en palo. 1º partido, de oro
cruz llana de gules cargada de 5 panelas ordenadas que son de Goyni, y de azur
tres cabezas cortadas de lobo de oro y sangrantes puestas 2 y 1 que trae de
Gurpide. 2º de gules grifo de oro armado
y alado de azur que son de Peralta. 3º partido, de oro faja de azur que es de
Bidaurre, y de oro dos lobos de sables puestos en palo con bordura de gules que trae de
Asiain.
Martin, III de ese
nombre en su linaje, por ser el hijo primogénito dentro del matrimonio, fue
educado como heredero del patrimonio familiar y en el arte de la guerra.
Mientras que por otro lado, a Remiro, también nombrado como Ramiro o Remigio, dirigieron
su instrucción en los estudios de la vida religiosa.
A comienzos del siglo
XVI, Martin de Goyni y Gurpide fue nombrado mayordomo de la reina Catalina I de
Nabarra. Anteriormente y en vida de su padre, fue nombrado caballero y señor de
Anburzia-Salinas de Oro y Bidaurre.
En el año 1504, Martin
de Goyni y Gurpide tuvo que encerrarse junto a los suyos y sus vecinos del
linaje Biguria, en el palacio de Anburzia-Salinas de Oro, porque los lugares y
valles circunvecinos estaban ocupado por las tropas del disidente Luis III de
Beaumont, adversario suyo, contrario a los reyes de Nabarra y enemigo del
Estado vascón. Las tropas del traicionero beaumontés estaban formadas por mucha
gente de a pie y a caballo, siendo a su
vez capitaneadas por un tal Aguerre desde el pueblo de Bidaurre, uno de los más
fieles y leales al condestable de Nabarra, marqués de Huéscar y conde de Lerin.
Heráldica Remiro: de oro cruz llana de gules cargada de 5 panelas de oro ordenadas que es
de Goyni.
En el año 1505 Remiro
de Goyni y Gurpide cobraba las rentas de Peralta, teniendo dicha concesión
familiar por un periodo de seis años.
En el año 1506 Martin
de Goyni y Gurpide casó con una de las nobles damas de la reina Catalina I de
Nabarra, llamada Marguerite de
Andas y Agramont, heredera del señor de Liberri.
Heráldica Martin 2: Escudo terciado en palo. 1º partido, de oro
cruz llana de gules cargada de 5 panelas ordenadas que son de Goyni, y de oro
tres fajas onduladas de azur que trae de Liberri. 2º de gules grifo de oro armado y alado de azur que son de Peralta. 3º
partido, de oro faja de azur que es de Bidaurre, y de oro dos lobos de sables puestos en palo con bordura de gules que trae de Asiain.
Tras el contrato
matrimonial, Martin intervino en numerosas actividades políticas y militares
del Reino pirenaico, siendo la más destaca la que se llevó a cabo para detener
y prender al traidor del condestable de Nabarra, marqués de Huéscar y conde de
Lerin Luis III de Beaumont, llevada a cabo en el año 1507; tras la cual, el
cabecilla de la facción beaumontesa fue llevado a juicio en el tribunal de
Baiona, donde se le desposeyó, junto a su familia directa y algunos de sus
partidarios, de la naturalidad o nacionalidad nabarra, además de retirarle a él
y a sus herederos, todos sus cargos
públicos, títulos, señoríos, palacios, casas, ganado y tierras dentro del Reino
de Nabarra.
A su vez, por otro
lado, Remiro de Goyni y Gurpide estudió Derecho Canónico y Civil en Universidad de Tolosa-Toulouse doctorándose en ambos. A continuación pasó a ejercer de profesor en la
misma y en la universidad de Caors-Cahors. Desarrolló dicha faceta de la docencia hasta
el año 1511, eso sí, de forma conjunta a las responsabilidades contraídas desde
el año 1509 con la sede metropolitana pamplonesa, momento en el cual entró a integrarse
de forma definitiva en el cabildo de Iruinea-Pamplona. Fue nombrado tesorero de
la catedral iruñesa en el año 1510, al mismo tiempo de ser ordenado sacerdote.
Un año antes la reina Catalina I de Nabarra le nombró miembro de su consejo
Real y ordinario de su casa.
Ante la ausencia del cardenal
de San Nicolás en Carcere Tulliano y
obispo de Iruinea-Pamplona Amaneo de Albret y Châtillon (Blois-Bretagne), hermano del rey consorte
Juan III de Nabarra, fue nombrado vicario general de la diócesis pamplonesa.
Amaneo de Albret y Rohan había marchado como embajador a la corte del rey Louis
XII de France en el año 1511, para indicarle al soberano francés que el Estado
de Nabarra, inclusive el vizcondado de Bearno, era y se mantenía neutral en la
guerra que tenían los franceses contra los españoles y los aliados de estos
últimos, los ingleses, los venecianos y los vaticanos.
El 10 de julio del año
1512, sin previa declaración de guerra, tropas invasoras españolas irrumpieron
violentamente en el pueblo nabarro de Goizueta, dando comienzo así a la
usurpación del Reino de Nabarra por parte del rey católico y español, Fernando de
Trastámara y Enríquez, II de Aragón y de Corsica-Córcega, I de Sicilia, de غرناطة-Granada
y de Jerusalen, III de Napoli, regente de la Corona de Castilla y León, además de
conde de Barcelona.
El duque de Alba de
Tormes, marqués de Coria, conde de Salvatierra de Tormes y de Piedrahita, señor
de Valdecorneja y caballero de la Orden del Toisón de Oro Fabrique
Álvarez de Toledo y Enríquez, irrumpió por el valle de la Burunba y también por
Lekunberri, violentamente, en el Estado de Nabarra el día 21 de julio. El
ejército invasor español era numeroso y estaba formado por 1.000 hombres de
armas, 3.000 jinetes donde se encontraba la flor y nata de la nobleza
castellanoleonesa, 1.000 caballeros bardados, 1.500 caballeros ligeros, 12.000
soldados de infantería y 20 piezas de artillería. Antonio de Acuña, obispo de
Zamora, pronto se unió al grueso de las tropas españolas. Junto a él iban 400
hombres armados más, entre los que se encontraba el temido tercio de بجاية-Bugia,
conocido por los numerosos estragos realizados entre la población civil del
norte de África. Junto a ellos se encontraba también el desnaturalizado de
Nabarra, noble español y marqués de Huéscar Luis IV de Beaumont, que marchó
contra el Estado de Nabarra junto a su cuñado el duque de Nájera, conde de
Teviño y señor de Amusco Pedro Manrique de Lara y Sandoval, capitaneando a 700
coraceros reales españoles.
El duque de Alba
dividió al ejército invasor en tres poderosas columnas, dos de ellas
capitaneadas por los coroneles Gil Vázquez Rengifo y Cristóbal de Villalba y González,
mientras que la tercera era comandada por el marqués de Huéscar Luis IV de
Beaumont.
El 23 de julio y como
respuesta a la invasión militar española y por mandato del rey consorte Juan
III de Nabarra dos días antes, al frente de 500 ballesteros, Martin de Goyni y
Gurpide se unió al merino de Lizarra-Estella, alcaide de Santacara, señor de
Learza, Orendain y Arroniz Juan Belaz de Medrado, quien también comandaba a
otros 1.000 ballesteros más, marcharon juntos y entraron ese día en la capital Iruinea-Pamplona
para defender la ciudad, cabeza del Reino de Nabarra.
Al día siguiente, Martin
de Goyni y Gurpide junto a Juan Belaz de Medrano, encabezando a los 1.500
ballesteros que capitaneaban, tuvieron que retirase a Irunberri-Lumbier, donde
debían reagruparse las tropas del Reino de Nabarra. Allí se encontraba el rey
consorte Juan III de Nabarra y el séquito que le acompañaba. La villa de Irunberri-Lumbier fue el sitio
elegido en primer lugar para dirigir la
defensa del Reino vascón del ataque español. Mientras que su hermano Remiro de
Goyni y Gurpide permaneció en la capital del Estado de nabarro a la expectativa
ante la agresión extranjera y con la misión de informar de los movimientos de
la soldadesca española a los reyes de Nabarra, copríncipes de Andorra, duques
de Nemours, Gandía, Montblanc y Peñafiel, condes de Foix, Bigorra, Ribagorza y
Peiregòrd, vizcondes del Bearno, Nebosan-Nebouzan, Tursan, Marsan, Gabardan, Limòtges,
Castellio de Farfanya y Tartas, además de señores de Albret, Catalina de Foix y
Valois, y su esposo Juan de Albret y Rohan.
Remiro de Goyni y
Gurpide fue uno de los habitantes de Iruinea-Pamplona, cuya población era de
entre 6.000 y 10.000 personas, que pudo contemplar, desde las murallas de la
ciudad, al ejército invasor español formado por más de 15.000 hombres de armas,
bien pertrechados y con una veintena de piezas de artillería de gran calibre,
junto a un buen número de armas ligeras, estando entre ellos el marqués de
Huéscar Luis IV de Beaumont.
El 24 de julio, en la
Taconera, a las puertas de la ciudad de Iruinea-Pamplona, el duque de Alba dijo
a los representantes de la capital del Estado de Nabarra:
“(…) No son los vencidos quienes imponen leyes a los
vencedores, sino que las reciben de éstos. Marchad pues y comunicad a vuestros
convecinos que, o se entreguen sin condición alguna, poniendo en mis manos
todos los bienes eclesiásticos y públicos –en cuyo caso disfrutarán de absoluta
libertad y de sus haciendas-, o si no les placen estas condiciones, sepan que
han de pasar por todo lo que acontece en el asedio de las ciudades: matanzas,
sin respetar edad ni sexo; incendio de las haciendas, tanto eclesiásticas como
privadas, y saqueo de toda clase bienes. (…)”
La ciudad de Iruinea-Pamplona
se vio obligada a capitular el 25 de julio, coincidiendo con fiesta española
y católica de Santiago. Los habitantes de la ciudad, Remiro de Goyni y Gurpide
entre ellos, observaron ese mismo día aterrorizados, como las tropas españolas
entraban en la ciudad con una gran gala y tremendo alarde de su potencia
militar, insolencia colonialista e imperialista. Con la violencia de
la espada y con la sagrada cruz, en una invasión armada que desde un primer instante
había alcanzado naturaleza de Cruzada Santa contra los nabarros.
La aplastante
superioridad militar del invasor español y enemigo de lo nabarro, obligó al rey
consorte Juan III de Nabarra a aceptar una tregua, conocida como la de Iruinea-Pamplona,
el día 29 de julio. Entre los términos impuestos por los españoles en ese
armisticio, estaba que el rey consorte Juan III de Nabarra debe abandonar el
Reino vascón, por lo que se refugia en el vizcondado, unido al Estado pirenaico,
de Bearno. Tuvo el rey consorte de Nabarra que disolver el ejército de
resistencia nabarro, ordenando a los señores leales y patrióticos de Nabarra a
volver a sus plazas fuertes a preparar la resistencia, esperar sus órdenes y la
llegada de un ejército de liberación. Por ello, Martin de Goyni y Gurpide se
retiró a la ciudad de Tafalla. Pero lo más sangrante para la soberanía nabarra
fue que tuvo que dejar el Estado de Nabarra, de forma temporal, en manos del
rey de España, Fernando II de Aragón y de Corsica-Córcega, I de Sicilia, de غرناطة-Granada
y de Jerusalen, III de Napoli regente de la Corona de Castilla y León, también
conde de Barcelona y señor de Vizcaya el
uñas largas.
El 31 de julio el
católico rey español lanzó un ultimátum a los reyes de Nabarra. En virtud del
documento de tregua del día 29 de julio, el rey español Fernando el Católico y uñas largas, les envió una intimidación, amenazante y firme, donde
dejó ver sus verdaderas intenciones político-militares, en el cual usurpaba la
decisión de decidir, de forma unilateral e ilegal, el futuro del Reino
pirenaico. Asimismo, el rey de los invasores españoles, ordenó la presencia en
Iruinea-Pamplona del marischal de Nabarra Pedro de Nabarra y Lacarra, del
condestable de Nabarra Alonso Carrillo de Peralta y Acuña, junto al canciller
de Nabarra, señor de Arazuri, Eztuniga, Piedramillera y del Valle de Lana Juan de Beaumont y Nabarra-Esparza, además de la
entrega de todas las villas y fortalezas, intitulándose el católico rey de
España de forma unilateral e ilegal, como el depositario de la Corona de Nabarra.
Martin de Goyni y
Gurpide resistió en Tafalla hasta el día 12 de septiembre, día en el cual se
ven obligados los habitantes de la ciudad a capitular la plaza tafallesa ante
los ocupantes extranjeros, al estar presionados por nuevas tropas de refuerzo españolas
provenientes de Aragón. Dentro de esas tropas españolas y extranjeras, se
encontraba también el agramontés, ricohombre y condestable de Nabarra, conde de
Santisteban de Lerin, barón y señor de Marcilla, señor de Peralta, Funes,
Cárcar, Andosilla, Falces, Indiano, Azagra y Caparroso, el mencionado Alonso
Carrillo de Peralta y Acuña, que tras desertar de su condición de nabarro se
mostró abiertamente partidario del católico rey español, tras acatar su orden y
abandonar a primeros del mes de agosto a los reyes de Nabarra.
Para más inri, el
católico rey español, usurpador de la Corona de Nabarra, enarbolaba para
entonces una bula de excomunión contra los reyes de Nabarra, fabricada y
ciertamente falsificada por su propia cancillería en Aragón. Así pues,
Erriberri-Olite, Miranda de Arga y Tafalla juraron tras su rendición del día 12
de septiembre, fidelidad al católico rey de España, el uñas largas y falsario.
Martin de Goyni y
Gurpide marchó entonces hasta el vizcondado de Bearno junto a otros nobles lealistas
y patriotas nabarros, para unirse al ejército de liberación que estaba juntando
el rey consorte Juan III de Nabarra con su aliado, en aquel tiempo y solo tras
la invasión española del Reino de Nabarra, el rey Louis XII de France.
Durante este periplo combativo
de resistencia del soberanista nabarro, llevado a cabo por Martin de Goñi y
Gurpide y otros nobles patriotas nabarros, su hermano el doctor en Derecho
Canónico y Civil Remiro de Goyni y Gurpide, no solo comprobó, sino que
realmente sufrió en su carnes, como el consejo del Reino de Nabarra, del cual era
un importante miembro con la misión de llevar a cabo su modernización por orden
de los reyes de Nabarra, quedaba suspendido por imperativo imperialista y colonial
español, por mandato explícito del rey invasor católico y español Fernando de
Trastámara y Enríquez, el uñas largas y
falsario, llevado a cabo forma
indudable e incontestable, según los Fueros, Costumbres y Leyes del Estado de
Nabarra, de manera ilegal, basada en la violencia, la coacción y el terror.
El 18 de octubre, el
ejército de emancipación del Reino de Nabarra, formado por vascos, gascones,
bearneses y de otras etnias culturales y lingüísticas pero todos ellos de
nacionalidad nabarra, junto a sus aliados de nacionalidad francesa, penetró cual
instrumento de liberación, al sur del Pirineo por el valle de Zaraitzu-Salazar
bajo el mando del rey consorte Juan III de Nabarra con dirección
Iruinea-Pamplona. En dicho ejército iba también Martin de Goyni y Gurpide.
Por mandato del rey
consorte de Nabarra abandonaron el
grueso del ejército de liberación algunos nobles patriotas nabarros. Ladrón de
Mauleon que se hizo fuerte en Miranda de Arga, Pierres de Rada que lo hizo en
Murillo el Fruto, Juan Belaz de Medrano se encastilló Santacara, Pedro de
Nabarra y de la Cueva lo hizo en San Martin de Unx y finalmente, Martin de
Goyni y Gurpide alzó patrióticamente la
ciudad de Tafalla por la independencia del Estado de Nabarra y contra el ocupante
militar español.
Todos ellos llevaron
alto y claro el mensaje dado por el noble patriota nabarro, ricohombre,
caballero y marischal de Nabarra, vizconde de Muruzabal, señor de Val-de-Izarbe
y palaciano de Eusa, Pedro de Nabarra y Lacarra:
“(…) que se extienda la llama sagrada de la libertad entre
las gentes de Nabarra. (…)”
Por otro lado y
también el día 18 de octubre, los gobernantes de Iruinea-Pamplona, súbditos
españoles que sometían por la fuerza a los habitantes de la ciudad pamplonesa,
expulsaron a 200 hombres, declaradamente patriotas nabarros, que se encontraban
en la capital ocupada del Estado de Nabarra y que habían sido vigilados de
forma estrecha y amenazante, desde el primer día de la entrada del ejército de
ocupación militar español en la ciudad. Entre ellos se encontraba Remiro de
Goyni y Gurpide, que marchó en busca de su hermano Martin de Goyni y Gurpide
para unirse a él, tras presentarse ante el rey consorte Juan III de Nabarra.
El general español
Antonio de Fonseca, religiosos del municipio de Toro, veterano militar leonés y
embajador español en los conflictos que tenían los españoles, milaneses,
venecianos, alemanes y vaticanos contra los franceses a lo largo y ancho de la
Península Itálica, sometió los levantamientos patrióticos de Irunberri-Lumbier,
Zangotza-Sangüesa y Tafalla. Mientras que Erriberri-Olite y Larraga cayeron
bajo las tropas del duque de Nájera, conde de Teviño y señor de Amusco Pedro
Manrique de Lara y Sandoval, suegro del marqués de Huéscar Luis IV de Beaumont,
al cual ya le había concedido de forma ilegítima el rey católico español, falsario y uñas largas, auto-titulado ilegalmente como rey de Navarra, el
título nobiliario nabarro de conde de Lerin, el cual era inexistente desde el
año 1507, según la legitimidad nabarra en base a las Fueros, Leyes y Costumbres
del Reino vascón y pirenaico.
Los hermanos Goyni y
Gurpide, junto a sus hombres y algunos vecinos de Tafalla, se replegaron al
castillo de San Martin de Unx.
El 6 de diciembre y
tras conocer la noticia del repliegue del ejército de liberación nabarro y de sus aliados franceses al vizcondado de
Bearno, Martin y Remiro de Goyni y Gurpide se reunió en el castillo de Murillo
el Fruto con otros nobles patriotas nabarros. Estos fueron el vizconde de
Zolina León de Garro, el señor de Eza Dionisio de Eza y Mauleon, el merino de
Lizarra-Estella, alcaide del castillo de Monjardin y de Santacara, señor de
Learza, Iguzquiza, Agos, Orendain y Arroniz Juan Belaz de Medrano, el caballero
Jaime Belaz de Medrano, el merino de Erriberri-Olite, ricohombre de Nabarra y
vizconde de Valderro León de Ezpeleta, el alcaide del castillo de Peña Frantzes
de Ezpeleta, el alcaide de las Cortes del Reino de Nabarra, doctor en Derecho
Canónico y prior de Uxue-Ujué Martin de Rada, el ricohombre y alcaide del
castillo de Murillo el Fruto Pierres de Rada, el señor de Lezaun Sebastián de
Rada, el alcaide del castillo de San Martin de Unx John de Bergara, el alcaide
del castillo de Miranda de Arga y señor de Rada Carlos de Mauleon, el almirante
del valle de Erronkari-Roncal Juan Bereterra, el caballero Pedro de Nabarra y
de las Cuevas, los secretarios Miguel de Alli y Juan de Boneta,...
Ante el cariz que iban
tomando los acontecimientos, claramente contrarios para la causa patriótica
nabarra, estos nobles, caballeros, religiosos y funcionarios nabarros,
agramonteses y beaumonteses, firmaron una carta que daban poderes al alcaide
del castillo de Burgi Ladrón de Mauleon y al protonotario Martin de
Jaureguizar, para prestar, en su nombre, juramento de fidelidad al católico rey
español Fernando II de Aragón y de Corsica-Córcega, I de Sicilia y de غرناطة-Granada
y III de Napoli, regente de la Corona de Castilla y León, además de conde de
Barcelona, como rey de Navarra, buscando solamente que no fueran confiscados
sus bienes y posesiones, e incluso evitar algo peor, como ser torturados y asesinados
por las fuerzas de ocupación españolas.
Mientras que Martin de
Goyni y Gurpide se encaminó al vizcondado de Bearno, junto a un grupico de
nobles patriotas nabarros, para presentarse de nuevo al servicio del rey
consorte Juan III de Nabarra, su hermano Remiro de Goyni y Gurpide, junto al
resto de nobles, los otros eclesiásticos y funcionarios, marcharon a sus
respectivos puestos en las tierras vasconas ocupadas por el ejército invasor
español.
El 8 de enero del año
1513, el comisario español Luis Corbella se presentó en Anburzia-Salinas de Oro
por mandato del virrey de Navarra, capitán general de los ejércitos de
ocupación españoles, alcaide de los Donceles, marqués de Comares, señor de
Espejo, Lucena y Chillón Diego Fernández de Córdoba y Arellano, para derribar
las defensas o espacios fuertes de la iglesia y del palacio de los Goyni de ese
lugar. Tras ello requirió a los vecinos y a Martin de Goyni y Gurpide, ausente,
que se abstuvieran de trabajar en la reconstrucción de la iglesia y del
palacio, salvo con permiso del rey de España, bajo pena de multa 100.000
maravedíes.
Y eso que ese mismo
mes, una delegación diplomática nabarra acudió a Medina del Campo donde se
encontraba el católico rey de España. Estuvo encabezada por el presidente del
Consejo Real de Nabarra, maestre de la Reales finanzas, alcaide de la Corte
Mayor, embajador de los reyes Catalina I y Juan III de Nabarra, señor de
Idocin, Subiza, Ibiricu y Cizur Mayor, señor consorte de Xabier y Azpilcueta, doctor
en Derecho Canónico Juan de Jaso y Atondo, junto al fiscal nabarro Miguel de Espinal.
Fruto de las negociaciones y con las caras intenciones de atraer a los patriotas
nabarros para la causa española, el católico rey de España promulgó un nuevo
“perdón” el 18 de febrero, entre los que se encontraban Martin de Goyni y
Gurpide, Ladrón de Mauleon, Dionisio de Eza y Mauleon, el señor de Traibuenas
Fernando de Baquedano, Juan Belaz de Medrano, el protonotario Martin de
Jaureguizar, el secretario Real Miguel de Alli y los consejeros Martin de Rada
y Remiro de Goyni y Gurpide entre otros.
Cuando Remiro de Goyni
y Gurpide fue nombrado miembro del Consejo Real de Nabarra por la reina
Catalina I de Nabarra y su esposo el rey consorte Juan III de Nabarra, estos le
dieron la misión de llevar a cabo una profunda restructuración del mismo. Sin
embargo, este incipiente proceso de modernización no pudo culminarse debido a
que, tras la invasión militar española del año 1512, el católico rey de España rehusó en modificar de forma sustancial las instituciones nabarras, exclusivamente por motivos
y razones de su conveniencia política.
Así pues, entrado ya
el año 1513 y para asegurase el control absoluto del mismo, el católico rey de
España supeditando y suplantando las funciones de la figura de un nabarro como presidente
del Consejo, poniendo por encima del mismo la figura de un regente español, para
con ello colonizarlo, vigilarlo y controlarlo, además e impedir las labores
patrióticas nabarras de Remiro de Goyni y Gurpide y la de otros nabarros
miembros del Consejo Real, hasta ser prácticamente apartados.
Remiro de Goyni y
Gurpide se centró entonces, en su labor de tesorero de la catedral pamplonesa,
especialmente en diversas obras de la misma.
El virrey español y
por tanto extranjero para los nabarros, reunió Cortes en Iruinea-Pamplona el 23
de marzo. El brazo eclesiástico, primero en orden de llamamiento, debía estar
encabezado por el obispo de Iruinea-Pamplona, pero se encontraba ausente al
estar al lado de los reyes de Nabarra en el vizcondado de Bearno. También por
dicha diócesis debía acudir a Cortes el vicario general de sede metropolitana iruñesa Remiro de Goyni y Gurpide; pero fue censurada su presencia por los
españoles, poniendo en su puesto a un nuevo vicario, por supuesto extranjero,
cuyo nombre era Joanes Paulus Oliverius, siendo esto un ejemplo claro e
inequívoco de Contrafuero e ilegalidad.
Por dicho brazo eclesiástico
solo acudieron 4 representantes de los 14 habituales. Además del vicario
extranjero mencionado, también asistieron el prior de la orden de los Hospitalarios
de San Juan de Jerusalén Belenguer Sanz de Berrozpe, como representante de
Nuestra Señora de la Oliva Alonso de Nabarra y el abad de Leire Miguel de
Leache, estos dos últimos con gran irregularidad según las normas de las Cortes
de Nabarra, que per se, hacían también que los estados generales fueran
fraudulentos e ilegítimos.
La única misión de
estas Cortes era la de jurar lealtad al virrey y capitán general de las fuerzas
españolas de ocupación, que acudió en representación del católico rey de España.
A la cita solo acudieron 12 caballeros por el brazo militar, de los 150 que lo
componían o tenían derecho a concurrir. Estos desertores de su condición política
de nabarros y partidarios de la nacionalidad española, estudiosamente elegidos
por el invasor español, fueron los el señor de Arazuri, Eztuniga, Piedramillera
y del Valle de Lana Juan de Beaumont y Nabarra-Esparza,
el señor de Monteagudo Juan de Beaumont y Agramont, el señor de Mendinueta e
Irigoien Luis de Beaumont y Ayanz, el señor de Cadreita Jaime Díaz de
Armedaritz, el señor de Góngora y Ciordia Charles de Góngora, el señor de Ureta
Gracián de Ripalda, el señor de Andueza Juan de Andueça, el señor de Arbizu
Juan Beltra, el señor de Esparza Remón de Esparça, El señor de Etxaide Pedro de
Echayde, el alcaide de la tierra de Mixa y señor de Garate Guillén Arnault de
Garat y el señor de Agirre Juan Martín, a los que habría que sumar aquel por el
cual fueron comandados, un noble español, el marqués de Huéscar, ilegal conde
de Lerin y también ilegal vizconde de Castellio-Castelló de Farfanya Luis de
Beaumont y Aragón-Avellaneda, nombrado como Luis IV de Beaumont.
El día 24 de abril, el
católico rey Fernando V de España, nombró mayordomo Real de España y le otorgó el
título nobiliario español de marqués de Falces a Alonso Carrillo de Peralta y
Acuña, a cambio de su renuncia como condestable de Nabarra, cargo político del
Reino de Nabarra. Tras la renuncia de este agramontés, el católico monarca
español se lo entregó de forma fraudulenta y con carácter hereditario dentro de
la legalidad española, por ende ajena a la legitimidad y justicia nabarra, al ilegítimamente
conde de Lerin e ilegítimo vizconde de Castellio-Castelló de Farfanya Luis IV
de Beaumont, en compensación porque la reina española-prisionera en Tordesillas
por mandato de su católico padre el rey de España Fernando V el falsario y uñas largas-I de Castilla y León, princesa de Gerona-Girona, archiduquesa
de Österreich-Austria, duquesa de Bourgogne, Brabante, Limburg, Lëtzebuerg-Luxemburgo,
Lothier-Herzogtum Niederlothringen-Baja Lorena, además de condesa de Artois,
Charolais, Holland-Holanda, Zeeland-Zelanda y Vlaanderen-Flandes, señora titular
de Vizcaya Juana de Trastámara-Aragón y Trastámara-Castilla, conocida como la loca, le había entregado el título y
el gobierno del marquesado de Huéscar al duque de Alba.
Ni corto ni perezoso,
el rey católico y español, también de igual forma ilegítima, le concedió a Luis
IV de Beaumont el cargo de canciller del Reyno y el de presidente del Consejo
Real, más con carácter honorífico que con poder efectivo, para con ello
intentar salvar las apariencias de algo violento e ilegal, como fue la
invasión, ocupación y colonización española del Reino de Nabarra.
Por el
brazo de las universidades estuvieron solamente el doctor y miembro del consejo
del rey católico español Miguel de Ultzurrun, el bachiller y abogado Real de
España, fiscal de su majestad católica y española Julián de Ozcáriz, junto al
oidor de la Cámara de Comptos Pedro de Caparroso como jurados de la ciudad de
Iruinea-Pamplona, el alcalde de Lizarra-Estella Juan de Eguía y Garcóa de Oco
por la ciudad de Lizarra-Estella, el alcalde de Tutera-Tudela Pedro de Muru por
dicha ciudad, el escudero Pedro Ortiz por la villa de Zangotza-Sangüesa, el
bachiller y abogado Marín de Heneris por la villa de Gares-Puente de la Reyna, el
bachiller y abogado de la corte mayor del rey católico y español Martín García
por la villa de Villafranca, Martín García, el alcalde de Falces Juan López de
Falces por dicha villa; el notario
Pedro de Huarte por la villa de Huarte de Valle de Araquil, Juan Serrano y Juan
de Estorxe por la villa de Corella, Martín de Asín por la villa de Cáseda, el
palaciano de Torreblanca Juan Martínez de Oriáyn y el alcaide de Urroz Juan de
Monreal por dicha villa, Juan Lópiz Caues y García Garceyz por la villa de
Miranda, Miguel de Lumbier por la villa de Irunberri-Lumbier y los jurados de
Donibane Garazi Bernat de Mendicoaga e Juan Binbatz por la ciudad de Donibane
Garazi-San Juan de Pie del Puerto, pero estos dos últimos sentados en el banco
del brazo eclesiástico.
El virrey español,
capitán general de las fuerzas españolas de ocupación, lugarteniente del
católico rey de España, aprovechó estas ilegítimas Cortes para comunicar la
decisión de su señor, de conceder su Real perdón a quienes, tras haberse
apartado de su servicio durante el intento de recuperación y liberación del Reino
vascón, hubieran vuelto a su obediencia arrepentidos. La proposición incluía
una cláusula final advirtiendo a los nobles “perdonados” de que si volvían a
incurrir en deservicio del monarca español, serían despojados de la gracia del
perdón Real y juzgados como reos de crimen de lesa majestad. Quedaron descartados
de este perdón Real promulgado por el usurpador rey católico de España, los
nobles patriotas nabarros que habían decidido continuar al servicio de los
legítimos reyes Catalina I y Juan III de Nabarra.
Entre estos últimos estaba
Martin de Goyni y Gurpedi, junto a Pedro de Nabarra y Lacarra, Iohan Ramírez de
Baquedano, Jaime Belaz de Medrano, Pedro Enríquez de Lacarra y otros muchos nobles
más, tanto agramonteses como beaumonteses, que habían marchado al servicio de
sus señores naturales. Todos estos patriotas del Estado de Nabarra que fueron acusados
de traición por el rey agresor, católico y español, fueron condenados por ello a
justicia corporal, tortura y/o muerte, junto a la confiscación de sus bienes.
El día 29 de
diciembre, el virrey español ordenó al alcaide pro-español de la ciudad
Lizarra-Estella Johan de Eguía, la confiscación de los bienes y patrimonio de Martin de Goyni y Gurpide y
que en esa ciudad estaban por poderes en la persona de Miguel de Orbaza. Y el
último día de ese año, dicho comisario
español se presentó en el palacio de Anburzia-Salinas de Oro, para cumplir la
orden Real del virrey extranjero de Navarra. El alcaide titular del palacio de
los Goyni, Martin Fernández, se negó a entregar la casa-palacio-fortaleza ante
el notario español actuante, siendo desalojado violentamente por las fuerzas de
ocupación españolas.
Todos los bienes y
posesiones del noble caballero nabarro Martin de Goyni y Gurpide, fueron
confiscados y robados por las fuerzas de ocupación españolas, por mandato del
virrey extranjero de Navarra.
Las diferentes
concordias establecidas entre los Reinos de France y España, conocidas como la paz
de Urtubia en abril del año 1513 y como la paz de Orleans en marzo del año 1514,
que servía a modo de continuidad de la anterior, fueron unos duros golpes para
los reyes Catalina I y Juan III de Nabarra, y para todos los patriotas nabarros
que habían ido al vizcondado del Bearno junto a ellos, incluido Martin de Goyni
y Gurpide, pues paralizaba la opción militar de liberación de las tierras del
Estado de Nabarra, que permanecían ocupadas por el ejército español, al perder con
ellas al aliado francés.
Mientras, los nabarros
patriotas que se habían quedado en la zona ocupada por los españoles, entre
ellos Remiro de Goyni y Gurpide, vieron como el invasor español reafirmaba su
ocupación mediante contrafueros continuados con la ayuda de los pro-españoles,
mayoritariamente beaumonteses pero que también contaban con la presencia de
algunos agramonteses.
El 19 de octubre, el
rey católico de España adscribió el Reino de Nabarra a la Corona de Aragón de
forma unilateral e ilegal.
El 1 de enero del año
1515 murió el rey Louis XII de France, también duque de Orleans, aliado de los
nabarros hasta realizar, a espaldas de los reyes Catalina I y Juan III de
Nabarra, las concordias de Urtubia y Orleans con el enemigo del Estado de
Nabarra, el católico rey de España Fernando de Trastámara y Enríquez, el falsario
y uñas largas.
Le sucedió en el trono
francés su sobrino el delfín de France, partidario de relanzar la alianza con
el Reino de Nabarra, y combatir al incipiente imperio español. Este fue el
duque de Orleans, Valois y Romorantin, duque consorte de Breizh, conde de
Angoulême y Civray-en-Poitou, conde consorte de Soissons, Blois, Coucy, Étampes
y Montfort, barón de Fère-en-Tardenois,
y señor de Parma François de Valois y Angoulême, I de France.
Pronto se dio de
manifiesto esta nueva política. El rey François I de France se reunió con el
rey consorte Juan III de Nabarra en Paris, que había acudido con un importante
séquito de nobles patriotas nabarros, entre los que se encontraba Martin de
Goyni y Gurpide. Ese mismo día firmaron un nuevo tratado por el cual se
convertían sin clausula o impedimento alguno, en una verdadera alianza entre los
Estados de Nabarra y France:
“(…) amigos de los amigos y enemigos de los enemigos. (…)”
Un día después, el 24
de marzo el rey de los franceses se reunió con un joven de 15 años de casa de
Habsburgo, que era el heredero del Reino de España al ser el príncipe de
Asturias, archiduque de Österreich-Austria, duque titular de Bourgogne, duque
de Limburg, Lëtzebuerg-Luxemburgo, Lothier-Herzogtum Niederlothringen-Baja
Lorena, margrave del Heiliges Römisches Reich-Sacro
Imperio Romano Germánico, marqués de Namur, conde palatino
del Franco Condado de Bourgogne, conde
de Artois, Charolais, Holland-Holanda y Zeeland-Zelanda, Vlaanderen-Flandes,
Henegouwen-Henao, señor de Mechelen-Malinas, Salins, Friesland-Frisia,
gran maestre y caballero de la orden del Toisón de Oro Carlos de Gante, para
firmar un tratado franco-flamenco de no agresión, pero poniendo un cláusula
adicional, que se firmó el 31 de marzo, por la cual el rey francés se reservada
el derecho de ayudar a los reyes de Nabarra. Pero esto último solo a partir de
un año por petición expresa de los diplomáticos flamencos, tras reconocer
explícitamente el príncipe de Asturias Carlos de Gante, heredero del Reino de
España, los derechos de los reyes Catalina I y Juan III de Nabarra. Además el
príncipe de Asturias se comprometió a recomendar a su abuelo, el católico rey
de España, una solución diplomática, amigable y de justicia, sobre la ilegítima
ocupación española del Estado de Nabarra y sino, tras acceder al trono del Reino
de España, la buscaría él.
Los agentes españoles,
dentro del séquito del príncipe de Asturias Carlos de Gante, alertaron informando
al católico rey de España Fernando de Trastámara y Enríquez de lo tratado con
el rey de France. El católico rey de España tomo rápidamente la iniciativa con una
acción política de índole colonial, y por tanto ajena a cualquier nabarro. Esta
fue la de anexionar de forma ilegal e ilegítima según el Derecho Internacional,
el Reino de Nabarra a la Corona de Castilla y León. Esta acción imperial fue
escenificada el día 7 de julio en las Cortes de la metrópoli española de Burgos,
por petición expresa por el gran usurpador, el
falsario y uñas largas, rey
católico y español Fernando de Trastámara y Enríquez, manifestada y dirigida en
las mismas Cortes españoles por el comandante en jefe del ejército español que
invadió y ocupó el Estado de Nabarra, el maléfico duque de Alba; además sin contar
con la presencia de nabarro alguno, pues ciertamente eran los estados generales
de los españoles.
Incluso, esa actitud
imperial y colonial esgrimida por el monarca católico y español, desató las
iras de un súbdito español suyo, Luis IV de Beaumont, que psicodélicamente se
creía, pese a que su desnaturalización del la nacionalidad nabarra era firme y legal, con un remoto derecho, según le había dicho su padre el traidor Luis
III de Beaumont, el cual era ciertamente inexistente, a ser titulado rey de
Nabarra o en su defecto ser el gobernador y/o virrey.
Por otro lado y debido
a la nueva alianza de los nabarros con los franceses, los días 13 y 14 de
septiembre, un ejército de 10.000 nabarros (vascos, bearneses, gascones y de
otras etnias culturales, pero de nacionalidad nabarra todos ellos) capitaneados
por el mismísimo marischal de Nabarra, se unió a un ejército francés que iba
acompañado de lascanetes alemanes y mercenarios de los Países Bajos en la
batalla de Marignano, que se saldó con la victoria del lado del rey François I
de France y sus aliados, pese a sufrir mucha pérdidas y entre ellas de
bastantes nabarros. En dichas tropas nabarras estuvo, como no podía ser de otra
manera, Martin de Goyni y Gurpide.
Incluso el rey
consorte Juan III de Nabarra consiguió convencer al hijo de Erronkari-Roncal Pedro
Navarro, poseedor del título nobiliario español de conde de Oliveto, reconocido
ingeniero, corsario, experimentado marinero y ciertamente apreciado militar, soldado
de fortuna o simplemente mercenario, que había estado a sueldo hasta entonces en
las guerras de la Península Itálica y del norte de África bajo estandarte
español, para que entrara a formar parte del ejército de coalición bajo el
mando del rey François I de France.
El día 13 de
diciembre, concretamente desde la ciudad de Pau, la reina Catalina I de Nabarra y el rey
consorte Juan III de Nabarra, comunicaron al marischal de Nabarra Pedro de Nabarra
y Lacarra, y a su embajador en Roma ante el papa León X, la importantísima misión
de exponer ante el sumo pontífice de la República Católica y Apostólica de Roma,
que los soberanos del Reino pirenaico siempre habían sido fieles al papa, al
igual que sus antecesores los reyes de Nabarra y los señores de Bearno.
A comienzos del año
1516, el rey consorte Juan III de Nabarra envió una delegación diplomática,
encabezada por el marischal de Nabarra, a la ciudad de Valença-Valence, para
entrevistarse con el rey François I de France, y pedirle socorro militar para combatir
a los invasores y ocupantes españoles, en cumplimiento de los pactos de alianza
suscritos entre nabarros y franceses. En dicha delegación también estuvo presente
Martin de Goyni y Gurpide.
El día 23 de enero
murió el católico rey Fernando V de España, artífice de la ilegal y violenta
invasión, con la consiguiente ocupación y colonización, de gran parte de las
tierras del Estado pirenaico de Nabarra.
Tras conocerse la
noticia del fallecimiento del rey católico y español en la Nabarra libre, dicha
información fue transmitida rápidamente a la delegación que estaba en
Valença-Valence. Los diplomáticos nabarros instaron al rey de France de que era
el momento de armar un nuevo ejército, para así liberar a las gentes del Reino
de Nabarra que sufrían la violenta ocupación española.
El rey de France tenía
vigente un tratado de no agresión con el príncipe de Asturias, que tras la
muerte de su abuelo también era el gobernador general de España Carlos de Gante,
y además la única intención del rey francés era la de asentar su ganancias en
el ducado de Milano, por ello dio largas a la embajada nabarra. Eso sí, el
supuesto aliado francés instó al rey consorte de Nabarra, mediante carta del
día 12 de febrero, a actuar por su cuenta y sin apoyo suyo.
“(…) Haréis más ahora con 200 lanzas y 4.000 hombres de a
pie, que de aquí a seis semanas con cuatro veces esa cantidad. (…)”
El marischal de
Nabarra a la cabeza de 2.000 hombres de armas nabarros, se posicionó en la
costa labortana frente a las costas de Guipúzcoa-Gipuzkoa, esperando la señal
de iniciar la liberación de las tierras nabarras ocupadas por los españoles. La
distracción que provocó este movimiento de tropas nabarras entre los ejércitos
del Reino de España, facilitó el paso por los Pirineos de diversos correos, cuyos
mensajes tenían como objetivo, el de alzar el espíritu libertario entre la
población nabarra y alentar a los nobles que no se habían refugiado en el
vizcondado del Bearno y que incluso habían jurado obediencia al católico rey de
España, predisponiéndolos contra del ejército de ocupación extranjero español.
Por otro lado, Martin
de Goyni y Gurpide, había partido ya hacia el sur a finales del mes de enero, siendo
su misión la de procurar coordinar la rebelión de los nabarros surpirenaicos, incluida
la de los nobles que habían realizado juramento al católico rey de España, pero
que estaban ya “libres ante Dios” del mismo tras la muerte del falsario y uñas largas, con la entrada al sur del Pirineo del marischal de
Nabarra.
Hacia el día 2 de
febrero, en Iruinea-Pamplona, Luis IV de Beaumont había tomado la ciudad, tras
desplazarse desde Biana, ante el estupor del invasor español y del virrey
extranjero de Navarra, pero también con el escepticismo patriótico nabarro.
Luis IV de Beaumont se alzó por sus propios intereses, con la intención
exclusiva de controlar la ciudad y a la espera de acontecimientos, para
mostrarse tras estos, inclinado a una u otra opción.
Las villas de
Erriberri-Olite, Tafalla y Zangotza-Sangüesa ya se habían confederado contra el
invasor español. Entre los principales
cabecillas de la rebelión nabarra realizada casi al unísono, estuvieron Miguel
de Alli, el tesorero de la catedral de Iruinea-Pamplona Remiro de Goyni y
Gurpide, Carlos de Mauleon, el vizconde de Valderro y barón de Ezpeleta León de
Ezpeleta y Echauz, junto a los miembros del consejo de Erriberri-Olite; el
alcaide y los jurados de Tafalla con Charles de Nabatz, Martin de Oregatz; además
de los jurados sangüesinos Miguel de Aynues, Pedro de Lumbier y el maestre Lope
de Liedena.
Tras este alzamiento
patriótico nabarro de esas villas, llegaron varios nobles a esas villas para
conspirar en favor de la legitimidad nabarra, como por ejemplo Juan Belaz de
Medrano, Alonso Carrillo de Peralta y Acuña, el embajador nabarro en la Corte
del rey de España Ladrón de Mauleon, Fernando de Baquedano, Martin de
Jaureguizar, y llegado desde el vizcondado de Bearno Martin de Goyni y Gurpide.
Desde la villa de
Erriberri-Olite se cursaron diversas órdenes que tenía como destino las leales
ciudades de Tutera-Tudela y Lizarra-Estella, las cuales aguardaron la llegada
del rey consorte de Nabarra y al ejército de liberación, para crear un nuevo
frente al invasor y ocupante extranjero o español.
El día 7 de febrero, Alonso
Carrillo de Peralta y Acuña acompañado de los hermanos Goyni y Gurpide, más
otros nobles nabarros, marchó a la ciudad de Iruinea-Pamplona con la intención
de reunirse con Luis IV de Beaumont. La misión era la de convocar las Cortes
del Estado de Nabarra y restituir a los legítimos reyes Catalina I y Juan III
de Nabarra.
Alonso Carrillo de
Peralta y Acuña se instaló prudentemente en Barasoain, concretamente en la casa
de la familia Azpilcueta y Jaureguizar.
Martin de Goyni y
Gurpide continuo la marcha para unirse al ejército de liberación comandado por
el marischal de Nabarra. Entre otras cartas, portaba una de Alonso Carrillo de
Peralta y Acuña, destinada a su hijo Antonio Carrillo de Peralta y Velasco,
para que éste intercediera ante el rey consorte Juan III de Nabarra para su
nombramiento como condestable del Reino.
Remiro de Goyni y
Gurpide se acercó a la ciudad de Iruinea-Pamplona para concertar los detalles
de la reunión con Luis IV de Beaumont. Pero para entonces la ciudad vascona
volvía a estar bajo el control militar de las tropas invasoras españolas,
capitaneadas por el sanguinario coronel Cristóbal de Villalba y González.
Luis IV de Beaumont
mostró entonces su adhesión a los españoles, y secundado por algunos de los
miembros del consejo Real, proclamaron, ilícita, ilegal e ilegítimamente, a la
loca reina española Juana de Trastámara-Aragón y Trastámara-Castilla, como
reina de Navarra. Tras ello se retiró cobardemente a Gares-Puente la Reina.
Por su parte y antes
de retirarse apocadamente al castillo de Marcilla, Alonso Carrillo de Peralta y
Acuña se entrevistó con el virrey español del Reyno de Navarra, para excusarse
e indicarle que solo pretendía reunir Cortes para decidir quién ostentaría la
Corona de Nabarra.
Martin de Goyni y
Gurpide se presentó ante el marischal de Nabarra junto a Carlos de Mauleon y
León de Ezpeleta y Echauz, sin conocer las últimas noticias. Estos facilitaron
por ello una información incompleta e incorrecta a Pedro de Nabarra y Lacarra,
quien a su vez, se la trasmitió al rey consorte Juan III de Nabarra.
Ante el intento de
captura de su marido, la marquesa de Falces, baronesa y señora de Marcilla, Ana
de Velasco y Padilla, de origen noble castellano, el día 12 de marzo hizo alzar
los puentes y cerrar las puertas del castillo marcillés, negándose a
continuación a abrirlas a las tropas españolas del virrey extranjero de
Navarra; pero eso sí, al grito de:
“-¡Viva la reina Juana!”.
El virrey español del
Reyno de Navarra, tras declarar traidores a España a la familia del marqués de
Falces, se apresuró en volver a la ocupada Iruinea-Pamplona.
La noticia del intento
llegó sesgada e incompleta al cuartel general nabarro de Sauveterre, junto a
noticias confusas sobre la represión a las villas nabarras que se habían
lanzado contra la tiranía colonial española. Pero en lugar de amedrentar a los
legitimistas y patriotas nabarros, lo que ciertamente provocó fue su exaltación
anímica para emprender la ofensiva de liberación.
A mediados de marzo, siguiendo
el plan trazado y sin haberlo variado un ápice pese a las últimas informaciones,
el marsichal de Nabarra partió desde Sauveterre con 1.200 hombres de
nacionalidad nabarra, estando entre ellos su lugarteniente Pedro Enríquez de
Lacarra y Peralta, el vizconde de Valderro y barón de Ezpeleta León de Ezpeleta
y Echauz, el barón y señor de Garro, señor de Ortzaize, Atizain, Lucurrain y
Mendiondo Johan de Garro, el señor de San Martin de Amezcoa Iohan Ramírez de
Baquedano, el señor de Salajusan Bernard de Sallejusan, el capitán de los reyes
de Nabarra y señor de Olloki Juan de Olloqui y Jaso, el capitán de los reyes de
Nabarra y señor de Sotés, Aós y Pozuelo Juan de Azpilcueta y Jaso, el señor de
Lizarraga Luis de Lizaga, el señor de Orisoain, Eristain y Suasti Pedro de
Camon, el señor de Martxueta-Masparrauta
y Gabat Guillaume Arnaud de Masparraute, el señor de Alzate
Juan de Alçate, el señor de Peña Frantzes de Ezpeleta, el señor de Garrütze-Garritz
Arnaulton de Iribarne, (…), los capitanes de los reyes de Nabarra Jaime Belaz
de Medrano y Valentin de Jaso y Lerroux-Lerrutz, Espinalete o Miguel de Espinal
hijo, el condestable de Nabarra Antonio Carrillo de Peralta y Velasco, Rodrigo de Alçate, Fernando de
Ayanes, Miguel de Jaso y Lerroux-Lerrutz, Carlos de Mauleon, el bachiller
Arnault de Sarhy-Sarria, Martin de Goyni y Gurpide, el hijo del hermano
bastardo de éste y escudero Johan de
Goñi y Eza, junto a miembros de los linajes de Eslaba, de Bergara, etc…
El día 17 de marzo,
lunes de cuaresma, Pedro de Nabarra y Lacarra junto a su ejército de
liberación, penetraron en el valle de Erronkari-Roncal. El objetivo era avanzar
hasta Orreaga-Roncesvalles y contactar con la otra columna del ejército de
liberación capitaneada por el rey consorte Juan III de Nabarra, pero los
soldados españoles habían cortado ya cualquier vía de comunicación entre ambos,
además de haber sometido el objetivo táctico de los legitimistas o patriotas
nabarros, la villa de Zangotza-Sangüesa y reforzado Burgi por el capitán
español Amézcoa, con soldados españoles encuartelados en Irunberri-Lumbier. Igualmente
una tormenta de nieve dejó prácticamente aisladas a las tropas del marischal de
Nabarra, pero al menos se unieron a ellos 120 ballesteros roncales capitaneados
por Petri Sanz o Sanchez.
El marischal de
Nabarra ordenó tomar rumbo al valle de Zaraitzu-Salazar, donde las tropas
nabarras de liberación fueron recibidas por los habitantes de los diferentes
pueblos que pasaban con alegría y entusiasmo, ofreciéndoles incluso alojamiento
en sus casas.
En
Otsagabia-Ochagavia, el jefe del ejército nabarro de liberación realizó
requerimiento de tropas, en base a la llamada de apellido en defensa de la
libertad del Estado vascón, ante la ocupación militar de invasores extranjeros,
amparada en los Fueros del Reino de Nabarra. El alcalde de dicho pueblo pidió
tiempo para convocar el Batzarre del valle, prometiendo cuando menos 300
hombres. Lo mismo hizo el alcalde de Aezkoa desplazado hasta ahí, prometiendo
también otros 300 hombres.
El día 23 de marzo la
avanzadilla del ejército nabarro pudo observar el monasterio y el hospital de
la Real Colegiata de Santa María de Roncesvalles, pero en la llanada de
Auritz-Burguete se veían los estandartes de los españoles, con numerosas
tiendas y un continuo devenir de millares de soldados.
La comarca de Orreaga-Roncesvalles
había sido saqueada y quemada por las tropas españolas del coronel Cristóbal de
Villalba y González. La villa había sido abandonada por sus habitantes, además
los espías enviados no llegaban buenas noticias. La insurrección patriótica nabarra
había sido brutalmente oprimida por los españoles, y el ejército capitaneado
por el rey consorte Juan III de Nabarra se había estancado en Donibane Garazi.
Pero lo más preocupante fue la escasez de suministros y la imposibilidad de
recibirlos a corto plazo.
Por estos motivos el
marischal de Nabarra decidió volver al valle de Erronkari-Roncal, donde la
situación se agravó más al estar cerrado uno de los puertos pirenaicos, por la
gran acumulación de nieve.
Martin de Goyni y
Gurpide acompañaba al marischal de Nabarra y por orden de este se remidió junto
a otros 17 nobles nabarros al invasor-ocupante español, bajo las leyes
caballerescas, lo que permitió la libertad de todos sus hombres.
Jaime Belaz de Medrano
y Juan de Azpilcueta y Jaso, junto algunos pocos más, consiguieron escapar de
las sanguinarias tropas españolas del coronel Cristóbal de Villalba y González,
que contaba con los capitanes Miguel de Donamaria, Martín de Ursúa y Remón de Esparza,
traidores a Nabarra, atravesando un puerto casi impracticable por culpa de la
nieve.
Martin de Goyni y
Gurpide junto al marischal de Nabarra y a otros 17 prisioneros nabarros, fueron
conducidos por Zangotza-Sangüesa hasta la ciudad de Lizarra-Estella.
Pedro de Nabarra y Lacarra,
Iohan Ramírez de Baquedano, Juan de Olloqui y Jaso, Frantzes de Ezpeleta, Pedro
Enríquez de Lacarra, Antonio de Peralta y Velasco, Valentin de Jaso y Lerroux-Lerrutz,
más Petri Sanz o Sánchez, continuaron en calidad de presos hasta la fortaleza
española de Atienza donde serían encadenados, maltratados y humillados. Por
otro lado, Martin de Goyni y Gurpide y su sobrino Johan de Goñi y Eza, fueron
puesto en libertad junto al resto de capitanes bajo la promesa de volver a sus
casas y ser fieles a la reina española Juana I la loca y a su hijo el príncipe de Asturias y Girona-Gerona,
archiduque de Österreich-Austria Carlos de Gante o de Habsburgo. Johan de Goñi
y Eza desertó de la causa nabarra y se unió a los (pro) españoles donde estaba ya
militando su hermano Martin de Goñi y Eza. El resto de presos nabarros
liberados incumplieron lo jurado a los españoles bajo torturas y retornaron al
vizcondado del Bearno, para ponerse nuevamente al servicio de sus señores
naturales, los reyes de Nabarra Catalina I y Juan III.
Nuevamente Martin de
Goyni y Gurpide se encontraba en el vizcondado de Bearno, mientras que Remiro
de Goyni y Gurpide había conseguido “esconderse” dentro de la sede más episcopal que metropolitana ya al estar sometida a los designios coloniales españoles, de Iruinea-Pamplona. Mediante la utilización de correos los hermanos se mantuvieron en
contacto.
Martin de Goyni y
Gurpide mantuvo una correspondencia fluida también con sus hombres, como por
ejemplo con su mayoral Martin de Osses, para el mantenimiento de sus
ganaderías, finchas, palacios y demás posesiones que aún no le habían sido
confiscadas ilegalmente por los españoles.
Tras la hecatombe
patriótica y legitimista nabarra, llegaron las duras represalias españolas. Un
franciscano, regente del Reino de España, inquisidor general de Castilla y
León, cardenal, obispo de Toledo y primado de España Francisco Jiménez de
Cisneros, ordenó en los últimos días del mes de marzo o a primeros de abril, al
coronel Cristóbal de Villalba y González, la destrucción de las murallas de
algunas ciudades, villas, recintos fortificados y monasterios, además también
dio el mandato de desmochar y/o derribar los castillos, iglesia-fortalezas y
arquitecturas defensivas de la mayoría de los palacios señoriales del Reino
vascón de Nabarra. Entre ellas se encontraban los palacios de Bidaurre y Anburzia-Salinas
de Oro, pertenecientes a Martin de Goyni y Gurpide.
“(…) de esta manera el reyno puede estar más sojuzgado y más
sujeto, y ninguno en aquel reyno tendrá atrevimiento ni osadía para se revelar.
(…)”. El cardenal Francisco Jiménez de Cisneros.
La muerte del rey
consorte Juan III de Nabarra acaecida el 17 de junio en la casa palacio del consejo
de los reyes de Nabarra, chambelán del rey consorte Juan III de Nabarra, caballero
de armas y señor de Esgoarrabaque Jacques de Sainte Colome, fue llorada por
todos los patriotas nabarros. El enterramiento y los funerales tuvieron lugar
en la catedral de Lescar, a los cuales asistió Martin de Goyni y Gurpide. Esta
muerte tenía cono fondo político las negociaciones iniciadas en Noyon el 8 de
mayo. Finalmente, el 13 de agosto se firmó un tratado en el cual el príncipe de
Asturias y Girona-Gerona, archiduque de Österreich-Austria Carlos de Gante, se
comprometió a satisfacer a la reina Catalina I de Nabarra y al príncipe de
Biana Enrique de Albret y Foix, llamado el
sangüesino, mientras que el rey François I de France se comprometió con el
príncipe español a no prestar ayuda militar a los “pretendientes” del Reino de
Nabarra. Incluso los delegados españoles-flamencos se comprometieron a estudiar
la liberación del marischal de Nabarra.
El 12 de febrero la
reina Catalina I de Nabarra murió en Mont-de-Marsan, en la casa del juez de
Marsan Bernard de Capfaget. Fue enterrada en la catedral de Lescar en el mes de
abril junto a su marido Juan de Albret, estando presente todos los patriotas
nabarros, que se hallaban en el vizcondado de Bearno, incluido Martin de Goyni
y Gurpide. No obstante, la reina Catalina I de Nabarra, en su testamento, había
pedido que se transportara su cuerpo y el de su esposo a la catedral de Iruinea-Pamplona.
De inmediato, todos los
leales patriotas nabarros como Martin y Remiro de Goyni y Gurpide, reconocieron
a su heredero como jefe del Estado de Nabarra, con el nombre y título de rey Enrique
II de Nabarra, príncipe de Bearno, copríncipe de Andorra, duque de Nemours,
Gandía, Montblanc y Peñafiel, conde de Foix, Bigorra, Ribagorza, Peiregòrd, Albret
y Tartas, vizconde del Bearno, Nebosan-Nebouzan, Tursan, Marsan, Gabardan,
Limòtges y Castellio de Farfanya.
Mientras y envueltos en
la tristeza por la muerte de la reina de Nabarra, en la Corte de los nabarros
en el vizcondado de Bearno, por donde pululaba Martin de Goyni y Gurpide, no
llegaban noticias del cumplimiento de la promesa dada por rey Carlos I de
España, un licenciado español nacido en Granada Gonzalo de Salazar, realizó en
la Navarra ocupada por los españoles, un manuscrito, en el cual, señaló a Martin
y Remiro de Goyni y Gurpide como dos de los principales cabecillas del
levantamiento patriótico nabarro llevado a cabo el año anterior.
Dicho manuscrito lleva
por título: Memorial de las pesquisas que
el licenciado Salazar hizo contra los navarros que entendieron en la Rebellion
e Reboltamiento del Reyno de navarra contra olite tafalla sangüesa en general.
El licenciado español
recomendó el inmediato encarcelamiento de aquellos que no se habían ido al
vizcondado del Bearno. Remiro de Goyni y Gurpide que vivía en Iruinea-Pamplona,
no fue encerrado. Es más, ya en el año 1518, Remiro de Goyni y Gurpide fue
nombrado arcediano de la tabla de la catedral de iruñesa.
Embajadores de los
reyes François I de France y Enrique II de Nabarra, fueron ese mismo año a
Valladolid, para recordar los compromisos asumidos por los españoles en el
Tratado de Noyon, con respecto a la restitución de las tierras nabarras
ocupadas por los españoles, y también a la libertad del marischal de Nabarra.
Los españoles se opusieron frontalmente desde un inicio, impidiendo la
resolución de ambas cuestiones, las cuales siguieron siendo reclamadas por los
embajadores franceses, que estuvieron en seguimiento de la Corte española por las
tierras de Castilla y León, incluso por las tierras de Aragón.
El 5 de febrero del
año 1519, tuvo lugar en Iruinea-Pamplona el primer pleito que demanda validez
de matrimonio en base esponsal de futuro con coito; esto es según el Derecho
Pirenaico, realizar coito bajo promesa de matrimonio, ratificado a los ocho
días con otro coito. Esta solicitud se realizó ante el doctor en derecho
canónico y civil, tesorero, vicario general y arcediano de la tabla de la
catedral de Iruinea-Pamplona Remiro de Goyni y Gurpide. La súplica fue
presentada por María de Arce contra Miguel de Artozqui. Remiro de Goyni y
Gurpide, conocedor de las Leyes y Costumbres nabarras, se mostró a favor del
matrimonio por coito que pedía María de Arce, pero un vicario extranjero, el
español-veneciano Juan Rena, sentenció que no hubo matrimonio y de haberlo
habido, éste quedaba anulado.
Martin de Goyni y
Gurpide, estando junto al lugarteniente del Reino de Nabarra, tutor Real, conde
de Graves y Castres, vizconde de Tartas y señor de Albret Alano de Albret, en
la Corte de los nabarros en el vizcondado de Bearno, se enteró de que en la
conferencia de Montpellier las reclamaciones nabarras para el cumplimento absoluto
del tratado de Noyon, fueron desde el inicio mingoneadas por los diplomáticos
españoles, mediante falsarios argumentos, tradiciones en la política nacional e
internacional de los españoles, negando siempre su ilegitimidad en la ocupación
militar de gran parte de las tierras del Estado de Nabarra y acusando de
mentirosos y tramposos a los diplomáticos nabarros.
La ira y la prepotencia
de los diplomáticos españoles quedaron reflejadas en estas frases:
“(…) Estamos en posesión de un Derecho que nos le ha sido
conferido, no por jueces civiles, sino por quien tiene el poder disponer de los
Reinos, por el romano pontífice. (…) Es inútil disputar más de Derechos y que
ya era tiempo de llegar a una transición. (…)”.
A los patriotas
nabarros, nuevamente, no les queda más que esperar a que se den los elementos
necesarios, con los cuales volver a tomar la opción militar, y liberar así a
los nabarros del yugo imperial español.
Ese mismo año moría
Martin de Goyni y Garro, pasando por ello todos sus títulos y posesiones a su
heredero universal Martin de Goyni y Gurpide, lo que provocó una pequeña estancia
de éste en las tierras nabarras ocupadas por los militares españoles.
A mediados de junio
del año 1520, el rey Enrique II de Nabarra y príncipe del Bearno, entró en el vizcondado
de Bearno proveniente de la Corte francesa de Blois. Ya conocía el conflicto interno
del Reino de España, existente más concretamente en las comunidades de Castilla,
esta era la oportunidad esperada. En la Corte de los nabarros, donde estuvo
presente Martin de Goyni y Gurpide, mostró sus claras y firmes intenciones de liberar
y recuperar las tierras nabarras usurpadas por el colonialismo imperial
español. Pare ello contaba con la ayuda de su amigo y aliado, el rey François I
de France y lo más importante, el espíritu libertario de los nabarros.
Por otro lado y en un
clima de rebelión patriótica nabarra, el 11 de diciembre, quedó vacante la sede
episcopal pamplonesa tras la muerte del cardenal y obispo Amadeo de Albret y Châtillon (Blois-Bretagne). El día 17 de diciembre el virrey español de Navarra, duque de Nájera,
conde de Teviño y señor de Amusco Antonio Manrique de Lara y Castro, junto a
todos los clérigos (pro) españoles postularon al clérigo y arcediano de la
tabla de la catedral de Iruinea-Pamplona Juan de Beaumont y Urtubia para el
cargo. Diez días después hizo lo mismo el almirante de Castilla y León, conde
de Melgar y señor de Medina de Rioseco Fabrique Enríquez de Velasco, cuando ya
el día 20 de diciembre se había elegido obispo para la sede episcopal
pamplonesa.
El consejo episcopal
iruñes, creyéndose metropolitano, tomó parte en un intento de elegir obispo al creerse en total autonomía pese a
la ocupación militar y colonial española, como un Reino independiente con
respecto al Reino de España vamos, saliendo legalmente elegido por votación el
regidor de la diócesis pamplonesa Remiro de Goyni y Gurpide, que aceptó con las
típicas protestas habituales de humildad.
Pero esta elección fue
censurada casi inmediatamente por el imperialismo colonial español. Desde el
Reino de España fue ilegitimada e invalidada por el emperador de los Romanos,
augusto rey V de Deutschland-Alemania, rey I de España, de las Islas Canaryas,
de las Indias y de las Islas y Tierras firmes del Mar Océano, Jerusalen, Magyarország-Hungría,
usurpador de Navarra (IV), Sardìnnia-Cerdeña, Corsica-Corcega, Due Sicilie-Dos
Sicilias, Dalmacija-Dalmacia, Hrvatska-Croacia, príncipe de Catalunya-Catalonha-Cataluña
y Suevie, archiduque de Österreich-Austria, duque titular de Bourgogne, duque
de Brabante, Limburg, Lëtzebuerg-Luxemburgo, Lothoringia, Corintia, Lothier-Herzogtum
Niederlothringen-Baja Lorena, Carniola, Gueldres, Athenas y Neopatria, margrave
del Heiliges Römisches Reich-Sacro Imperio
Romano Germánico, marqués de Namur, Bourgogne, Oristán y Gociano, conde
palatino del Franco Condado de Bourgogne, Henao, Olandia, Zelandia, Ferrete,
Friburg, Hanurg, Rosellón, Hutfania y Langrave de Alsacia, conde de Barcelona,
Flandes, Bourgogne, Artois, Auspurg, Charolais, Holland-Holanda y
Zeeland-Zelanda, Vlaanderen-Flandes, Henegouwen-Henao, Tirol, señor de Vizcaya,
de la Marcha Esclavonia, Puerto
Haon, Molina, Salins, Triplo, Mechelen-Malinas, Friesland-Frisia, (…)
gran maestre y caballero de la orden del Toisón de Oro Carlos de Gante o de
Habsburgo, conocido como el emperador Carlos I de España y V de Alemania o simplemente
el Cesar, el cual dio supremamente el
obispado de Iruinea-Pamplona, escudándose en su privilegio como rey católico de
España, ajeno eso en cualquier caso a la legalidad del Estado de Nabarra, al cardenal
de Santa Romana de Chiesa, cardenal diácono de los Santos Sergio y Baco, protonotario
apostólico y arzobispo de Cosenza, el romano
Alessandro Cesarini, quien fue “ordenado” en calidad de administrador
apostólico el día 27 de diciembre, mientras continuó potenciando el
enfrentamiento en el cabildo pamplonés con la ayuda del virrey español de
Navarra.
El 9 de mayo del año
1521, el ejército de liberación formado por nabarros y sus aliados franceses,
comandado con el rango de capitán general por el conde de Montfòrt-Monfort y señor
de Lesparre-Lesparrou-Asparroz-Asparrots André de Foix y Aidia de Lescun, se
puso en marcha con el objetivo de liberar a los nabarros de la imposición
colonial militar española. En el marcha estaba el señor y palaciano de Tirapu,
Goyni, Anburzia-Salinas de Oro, Peralta, Bidaurre, Muez y Liberri Martin de
Goyni y Gurpide, siguiendo órdenes directas del rey Enrique II de Nabarra.
Tras liberar Donibane
Garazi tomaron rumbo a Iruinea-Pamplona por el paso de Orreaga-Roncesvalles,
rindiendo cada posición ocupada por los españoles, la avanzadilla del ejército
nabarro-francés de liberación llegó a Atarrabia-Villava el día 16 de mayo, lo
que provocó la precipitada huida del español virrey de Navarra y duque de
Nájera, dejando una guarnición en la fortaleza de Santiago, comandada por el
montero mayor del emperador de España Pedro de Beaumont y Manrique de Lara,
quedó al frente de 1.000 hombres de armas españoles. Entre estos había un
capitán español nacido en Azpeitia, el gentilhombre de Castilla y León Iñigo
López de Loyola-Yánez de Oñaz y Sáenz de Licona, para defender los intereses
imperiales y coloniales españoles.
La salida del jefe
colonial español de la ciudad de Iruinea-Pamplona, provocó una rebelión
espontánea y patriótica entre todos los nabarros que la habitaban, incluido en
la persona de Remiro de Goyni y Gurpide, ante los recelos de los (pro)
españoles.
Los nabarros asaltaron
la residencia del tiránico virrey español, atacaron a los soldados españoles
que corrían cobardemente por las calles para refugiarse en la fortaleza de
Santiago y el escudo imperial español fue arrastrado por el lodo mientras se
ondeaban las banderas rojas de la patria de Nabarra.
Tras mantener unos
combates, Pedro de Beaumont y Manrique de Lara huyó de ciudad, dejando sola a
la guarnición española. Para entonces, todos los patriotas nabarros, a lo ancho
y largo de la geografía, ya se habían levantado en armas contra el maligno ejército de ocupación, español o extranjero.
El 18 de mayo
Iruinea-Pamplona estaba en poder de los nabarros, salvo el castillo de
Santiago, donde aún resistían los españoles. Ese día, el jefe del ejército de
liberación, junto a sus capitanes, acampó en la llanura existente entre Huarte
y Atarrabia-Villava; estando entre ellos Martin de Goyni y Gurpide con órdenes
claras del rey Enrique II de Nabarra.
Al poco, llegaron a la
tienda del jefe del ejército de liberación nabarro-francés André de Foix y Aidia
de Lescun, destacados legitimistas y patriotas nabarros de la nobleza,
universidades y del clero, estando entre estos últimos el alcade de la ciudad y
obispo electo de Iruinea-Pamplona Remiro de Goyni y Gurpide.
Con los hermanos
reunidos tras más de cinco años, a caballo entre Iruinea-Pamplona y Tirapu tras
comenzar la reorganización del reino vascón, en unos días de optimismo, alegría
y clamor patrio, la liberación del Estado de Nabarra se completó el 30 de mayo.
Fueron días de júbilo y gozor en todos los estamentos del Pueblo-Nación del
Reino de Nabarra, tras la expulsión o la huida de los (pro) españoles, soldados
profesionales extranjeros y señores nacidos en el país de los vascones, pero
indudablemente traidores a la Nación Nabarra al ser milicianos del rey Carlos I
de España y V de Alemania, conseguida en gran medida gracias a la unidad y a
los verdaderos deseos de independencia de los auténticos nabarros.
Pero el águila,
bicéfala e imperial española, no estaba dispuesta a dejar que los nabarros
fueran felices, libres e independientes, llevando una nueva invasión militar,
pero esta vez, contando con más efectivos para aplastar al Pueblo nabarro.
Así pues, gracias al
(pro) español Francés de Beaumont y Urtubia, conocedor del paisaje nabarro, propició
que la infantería española de 5.000 hombres, capitaneada por el duque de
Nájera, más 500 lanzas de caballería, se
situaron en la noche del día 29 de junio en la retaguardia del ejército nabarro,
cortando su paso a la ciudad de Iruinea-Pamplona. Así pues, a los nabarros solo
les quedaban dos opciones, rendirse al invasor español o luchar contra los
enemigos de la Patria nabarra.
El 30 de junio, domingo,
en las campas de Noain, Ezkirotz-Esquiroz y Barbatain, tuvo inicio a las 14:00
horas, en el lugar la batalla campal entre el ejército invasor del Reino
imperial español de 30.000 hombres de armas españoles, y enfrente, el ejército
de resistencia formando por nabarros y sus aliados franceses de apenas 8.000
patriotas nabarros y sus aliados franceses. En las tropas nabarras estuvieron
Martin y Remiro de Goyni y Gurpide.
Ese día había
amanecido muy caluroso en el Estado de Nabarra. El capitán general de los
ejércitos de Nabarra y France André de Foix y Aida de Lescun efectuó un último
reconocimiento a las tropas del enemigo español. André de Foix y Aida de Lescun,
inexperto, valiente y temeroso a la vez, inició la batalla sobre las dos de
tarde sin esperar que se aglutinaran al
grueso del ejército nabarro-francés, los 2.000 nabarros que guarnecían ese día
en Tafalla a las órdenes de Iñigo de Echauz y de Juan de Olloqui y Jaso.
Tampoco espero a los 6.000 nabarros que se hallaban concentrados en Iruinea-Pamplona,
a la vez de no considerar en su justa medida al enemigo de Nabarra, el ejército
imperial español, el cual era tres veces superior en número al ejército aliado
de nabarros y franceses.
Las tropas nabarro-francesas, inicialmente, infringieron un serio castigo a las tropas imperiales españolas. Pero la caballería española al mando del almirante de Castilla y León, conde de Melgar y señor de Medina de Rioseco Fabrique Enríquez de Velasco, realizo un movimiento envolvente sobre los caballeros nabarros y sus aliados franceses. La batalla indudablemente fue larga y sangrienta, cayendo finalmente la victoria del lado español gracias al trabajo de su poderosa artillería. Al atardecer, sobre las 15:30, más de 5.000 patriotas nabarros y algunos de sus aliados franceses, yacían tendidos muertos tras la batalla de Noain.
Carlos de Mauleon, Fernando
de Baquedano, Juan de Sarasa, el capitán San Martín y Carlos de Nabaskotze-Navascués,
son algunos de los nabarros que entregaron su vida defendiendo la libertad e
independencia del Reino de Nabarra. André de Foix y Aida de Lescun luchó hasta
caer herido en la frente, siendo apresado a continuación por la soldadesca
española del capitán Francés de Beaumont y Urtubia; mismo fatal destino que sufrió
también Juan de Agramont, que fue encadenado por los españoles.
Si pudieron escapar de
la muerte o a la prisión, gracias a la ligereza de sus caballos, Pedro de
Nabarra y de la Cueva, Fabrique de Nabarra, Arnault de Agramont, Miguel de Jaso
y Azpilcueta, Juan de Azpilcueta y Jaso, Martin de Goyni y Gurpide, Remiro de
Goyni y Gurpide, Jaime Belaz de Medrano, Victor de Mauleon, Jaime de Iturmendi,
Juan Urra, Juan Fernandiz de Egües, Valentin de Jaso y Lerroux-Lerrutz, junto a
algunos otros más, que se refugiaron al norte del Pirineo por diversos puertos,
incluso pasos bearno-aragoneses.
Por otro lado, hubo
muchos nabarros que cayeron heridos, como por ejemplo Martin de Xabier, que
murió al día posterior de la batalla a consecuencia de la gravedad de las
heridas, de camino al vizcondado de Bearno.
Otros permanecieron en
territorio hostil, es decir, ocupado por los militares españoles, al ser
escondidos por otros nabarros. Ejemplo de ello son Iohan Remírez de Baquedano y
Fernando de Luquin, que fueron acogidos en Iruinea-Pamplona en la casa de
Miguel de Zubiri.
Fueron pocos los que “solo”
inicialmente sufrieron la confiscación de sus bienes, el despojo de sus cargos
y/o títulos de forma ilegal por los gobernantes coloniales españoles, como por
ejemplo Juan de Alçate.
Persecuciones,
confiscación y condenas, es lo que sufrieron todos los nabarros por coger las
armas y combatir al ejército invasor español. Por no doblegarse a la
colonización español y por su defensa de la independencia del Estado y de la
Patria de Nabarra.
Al mismo día siguiente
de la batalla de Noain, el (pro) español Juan de Balanza y sus hombres, “a
fuerza, mano Real y en nombre de la justicia”, se presentaron en la sierra de
Alaitz apoderándose del todo el ganado de Martin de Goyni y Gurpide. Las reses
secuestradas fueron encomendadas a Martin de Osses, que las condujo
obligadamente hasta Peralta, por mandato de los gobernadores coloniales españoles.
En la orden de
confiscación de sus bienes, se acusaba al señor de Tirapu, Goyni,
Anburzia-Salinas de Oro, Peralta, Bidaurre, Muez y Liberri, Martin de Goyni y
Gurpide, de haber estado en deservicio
con España y en favor del ejército de los franceses en la batalla de la cuenca
de Pamplona.
El 18 de agosto, el
comisionado de los gobernantes coloniales españoles y alcaide español de
justicia Cristóbal de Benavente, dictaminó sentencia a favor del español Juan
de Balanza, ladrón de reses, en presencia de Maria de Gurpide junto a Maria de
Andas y Agramont, madre y mujer respectivamente de Martin de Goyni y Gurpide,
el cual estaba en el vizcondado de Bearno.
Pasados unos pocos
días, todos estos patriotas nabarros e incluso a muchas de sus madres, mujeres
y hermanas, las cuales también siempre habían sido activas patriotas nabarras, fueron
condenados a muerte por los ocupantes españoles. Su “delito” era la traición al
imperio del Reino de España, indudablemente ajeno al Estado de Nabarra.
A comienzos de
septiembre, una nueva ofensiva nabarro-francesa estaba preparada para intentar
liberar al Pueblo-Nación de Nabarra, de las opresoras garras imperiales y
coloniales españolas. Concretamente el día 1 de ese mes, el almirante de France
Guillaume Gouffier de Bonnivet, con un ejército francés de 10.000 infantes, 600
jinetes acorazados y 6 cañones, junto a 5.000 lansquenetes alemanes llegó a
Pau, donde ese presentó en la Corte del rey Enrique II de Nabarra, que estaba
junto a la plana mayor de capitanes nabarros.
Por mandato del rey de
Nabarra y del capitán general del nuevo ejército de liberación, el almirante de
France, Martin de Goyni y Gurpide, Miguel de Jaso y Azpilcueta, Juan Azpilcueta
y Jaso, Juan de Jaso y Larroux-Larrutz, Victor de Mauleon y otros capitanes
nabarros comandados por Antonio Carrillo de Peralta y Velasco, cruzaron el Pirineo para
levantar los valles de Erronkari-Roncal, Zaraitzu-Salazar y Aezkoa. Dicha
acción militar tuvo un éxito absoluto gracias al mayoritario levantamiento
patriótico de los nabarros de dichos valles.
Por otro lado, Remiro
de Goyni y Gurpide permaneció en la Corte de los nabarros en el vizcondado de
Bearno junto al legítimo rey Enrique II de Nabarra como consejero, al ser
buen conocedor de las Leyes y Costumbres del
Estado de Nabarra.
Tras el éxito nabarro
en los valles pirenaicos, Antonio Carrillo de Peralta y Velasco se quedó al mando de los
leales nabarros de esos valles, mientras que el resto de capitanes nabarros se
unieron al brazo del ejército de liberación nabarro-francés, comandado por el almirante
de France. Gracias a la artillería recuperaron rápidamente el estratégico castillo
de Amaiur, dejando ir desarmados y bajo palabra de vida, a los 100 soldados
ocupantes españoles y a su jefe el coronel Antón Alguacil, los cuales se rindieron
tras dos días en los que hubo un pequeño número de combates. Esto ocurrió el
día 3 de octubre.
El día 4 de octubre, mientras
el grueso de las tropas del ejército de liberación nabarro-francés tomaba rumbo
a la costa de Laburdi-Labord-Labort-Labourd, 150 valerosos señores y
caballeros, lealistas y patriotas nabarros, se quedaron como guarnición en la
fortaleza baztanesa bajo la bandera colorada del Estado de Nabarra, estando a las
órdenes del alcaide de Amaiur Jaime Belaz de Medrano. Entre dichos patriotas nabarros
se encontraba Martin de Goyni y Gurpide junto a su cuñado el caballero e
infanzón Martin de Biguria.
En ese mes de octubre,
el emperador Carlos I de España y V de Alemania negoció con el rey François I
de France, teniendo como mediador al rey Henry Tudor, VIII de England, duque de
York, Lord Warden of the Confederation of Cinque Ports
y señor usurpador de Éire-Ireland. En eso que cuando estaban
negociando, llegó la noticia de la toma de Hondarribia-Fuenterrabía el día 18
de octubre por parte del ejército nabarro-francés. El emperador español pidió
al monarca francés la devolución de la plaza y el rey François I de France le
comunicó que lo haría siempre y cuando, el emperador Carlos I de España y V de
Alemania devolviese antes el Reino de Nabarra a su legítimo rey Enrique II de
Nabarra. El emperador español, déspota, se cerró en banda, negándose a hacer lo
que era de justicia. A consecuencia de ello se rompieron totalmente las
negociaciones.
Estando Martin de
Goyni y Gurpide en el castillo de Amaiur, los gobernantes coloniales españoles
para la región de Navarra, tuvo lugar en Peralta, el día 26 de noviembre, en
presencia del alguacil y una docena de soldados, ballesteros y escopeteros del
ejército español del capitán Francisco de Ávila, la consumación del robo por
parte de Juan de Balanza de las más de 1.000 reses de ganado pertenecientes a
Martin de Goyni y Gurpide; el hurto fue legitimado por el colonialismo español,
tras sacar por la fuerza el ganado. El vecindario salió en persecución de la
soldadesca española y del ladrón Juan de Balanza, produciéndose un
enfrentamiento armado. Pese al desenlace favorable a los españoles, los vecinos
de Peralta se ofrecieron como fiadores de Martin de Goyni y Gurpide, siendo el
alcalde de Falces Martin de Aibar y su notario Pedro de Berbinzana intermediarios
para conseguir la devolución del ganado. Unos esfuerzos inútiles ante unas
instituciones colonizadas por los españoles que siempre han negado el derecho
de los nabarros.
En abril del año 1522,
tras un duro invierno para los nabarros encastillados en Amaiur, comenzaron las
primeras escaramuzas contra los soldados españoles, pero no fue hasta finales
de mayo cuando tendría lugar el primer enfrentamiento serio contra dos
compañías de soldados invasores españoles. Esto ocurrió en el valle de Malerreka-Santesteban de Lerin.
Desde el día 24 de
junio los patriotas nabarros del castillo de Amaiur permanecieron aislados,
ante el incesante movimiento de tropas española por los valles colindantes,
solo contaban con el apoyo del monasterio de Urdax con su abad Juan de Orbara a
la cabeza y algunos señores nabarros de la zona como el señor de Jaureguizar
Joan García de Jaureguizar, el cual finalmente se encastilló junto a los
compatriotas nabarros en Amaiur.
El día 14 de julio,
desde las murallas del castillo de Amaiur, esos 150 hombres, encabezados por
Jaime Belaz de Medrano, donde también se encontraban su hijo Luis Belaz de
Medrano, Miguel de Jaso y Azpilkueta, Juan de Azpilcueta y Jaso, Juan de Jaso y
Larroux-Larrutz, Valentin de Jaso y Larroux-Larrutz, Joan García de
Jaureguizar, Juan de Olloqui, Ramón de Olloqui, Luis de Mauleon, Victor de
Mauleon, Peroton de Garro, Martin de Munarriz, Martin de Goyni y Gurpide, Martin de Biguria, Martin de Ugarra, Martin de
Latsaga, Graciano de Echauz, Frantzes de Ezpeleta, Juan de Aguerre, Pedro de
Bertiz, Juan Bertiz de Ganboa, Luis de Lizarraga, Pierres de Zozaia, Juan
Charles Sarasa, Petri Sanz o Sánchez,
el señor de Jaurola, el señor de Arizala Juan de Arizala y sus dos hijos Juan
Martínez Sanz y Juanto Txipia, el señor de Oteiza, el señor de Etxarren
Fernando de Azcona, su hijo Iñigo de Azcona, Charles de Nabatz, el señor de Etxalar,
el señor de Sada Juan de Azpilcueta y Egües, Juan Rozalbero, Leonardo Valdés, Esteban
de Eulate, Nicolás Francés, Iohan Ramírez de Baquedano, Pedro de Mascarón,
Miguel Martínez de Lesaca, Juan de Espinal, Pedro del Bosque, Juan del Bosque, (…)
todos ellos luchadores por la libertad del Estado de Nabarra, pudieron divisar
la llegada de un numeroso ejército español, formado por 30.000 hombres, muchos
de ellos con arcabuces, además de una importante artillería, formada por 3
cañones, 1 culebrilla, 2 sacres, 6 falconetes y 4 ribadoquines.
A la cabeza del mismo
estaban el virrey español de Navarra, capitán general del emperador Carlos I de
España y V de Alemania, Grande de España y conde de Miranda del Castellar Francisco
López de Zúñiga y Avellaneda. Junto a él y en posición destacada, el también
Grande de España Luis IV de Beaumont.
También pudieron ver a
los capitanes españoles Luis de Beaumont y Manrique de Lara, Tristán de
Beaumont y Urtubia, Miguel de Iriart, Pedro de Otano, Johan de Goñi y Eza, Meneases
de Bobadilla, Luis de Herrera, Miguel de Elordi, Francés de Losoda, Charles de
Artieda, Arnaut de Onza, Miguel de Lizaso, Larrampoz de Gorriz, Juan de
Balanza, Gracian de Ripalda, Sancho de Albear, Martin de Ursúa, Miguel de
Donamaria, Júanes de Iturbide, Lope de Esparza, Bernal Cruzat, fray Tomás de
Agorreta, Hernando de Zábalos, Petri Sánchez de Azpa, Pierres de Ursúa, Pérez
de Urzainki, Miguel de Arbizu, Gracian de Sola, Rodrigo de Collantes, Martin de
Eguia, Miguel de Esponsiain, Miguel de Yarte, (…) todos ellos leales al
emperador Carlos I de España y V de Alemania. Por ende, traidores y enemigos de
la Patria y del Estado de Nabarra.
El día 16 de julio,
los españoles comenzaron un bombardeo incesante sobre la fortaleza nabarra de
Amaiur. El día 18 continuaba el cerco al no poder rendir la plaza los
españoles, gracias a la vigorosa y valiente defensa de los nabarros.
Un grupo de patriotas
nabarros formado por el señor de Arrechea Tristan de Maya, el señor de Bertiz Alain
de Bertiz, León de Ezpeleta y el señor de Belzunce Johan de Belzunce, mediante
pequeñas escaramuzas, intentaron romper el cerco impuesto por los españoles y
socorrer a los encastillados nabarros en Amaiur. Johan de Belzunce perdió la bandera
colorada cuando fue socorrer al joven de Ezpeleta, herido por las tropas
españolas. Todos fueron hechos prisioneros por los españoles.
Ese mismo día cayó muerto
de un arcabuzazo realizado por un soldado español, el patriota nabarro Martin de
Biguria, defensor de Amaiur.
Los ataques de los
soldados españoles eran repelidos una y otra vez por los patriotas nabarros,
que defendían con todo aquello que tenía el castillo de Amaiur. A pesar de la
diferencia de fuerzas, la resistencia fue perseverante y tenaz, causando muchas
bajas entre la soldadesca imperial española.
Durante
ese cruento combate, el propio virrey español de Navarra y Grande de España, le
mostró su admiración a su lugarteniente del ejército imperial español, por el
valor y la resistencia que estaban mostrando todos los sitiados, a lo que el primer
Grande de España Luis IV de Beaumont, le contestó:
“(…) que no tenía su Grandeza por qué admirase, siendo navarros los defensores. (…)”
Pero al día siguiente,
el día 19 de julio, quedando claro ya y manifiestamente demostrado por los
ininterrumpidos combates, la caída de la torre principal y gran parte de la
muralla, que la defensa del castillo de Amaiur era imposible, y la llegada de
refuerzos improbable, el alcaide Jaime Belaz de Medrano rindió la plaza nabarra
al jefe del ejército español, el virrey español de Navarra, capitán general del
emperador Carlos I de España y V de Alemania, Grande de España y conde de
Miranda del Castellar Francisco López de Zúñiga y Avellaneda, que manco y herido
por los combates, solo le concedió, en su “magnánima benevolencia”, vida a los
patriotas y valerosos nabarros.
Todos fueron hechos
prisiones, pero ciertamente ninguno los patriotas nabarros sobrevivientes se
había rendido, como demuestra la fuga realizada el día 23 de julio por Juan de
Arizala y sus dos hijos, que con argucias y engaños lograron escapar,
aprovecharon que en las tropas imperiales españolas estaban los familiares
suyos, Martin de Lezáun, Miguel de Erendatzu y Miguel de Elordi.
Tras condenar a muerte
a los nabarros fugados, el resto de patriotas nabarros fueron conducidos presos
por los españoles hasta la ciudad de Iruinea-Pamplona, incluido Martin de Goyni
y Gurpide.
El día 27 de julio,
Jaime Belaz de Medrado y su hijo Luis Belaz de Medrano, fueron asesinados por
los españoles en la prisión-fortaleza de San Nicolás en la ciudad de
Iruinea-Pamplona.
El día 15 de octubre, Miguel de Jaso y Azpilcueta, Juan de Azpilcueta y Jaso,
Valentín de Jaso y Larroux-Larrutz, Petri Sanz o Sánchez, junto a Martin de
Goyni y Gurpide, lograron fugarse de la prisión española al más puro estilo
vascón, engañando a los violentos carceleros españoles tras disfrazarse de
mujeres. Rápidamente, tras conseguir unos caballos, se presentaron el día 20 de
octubre en la fortaleza de Hondarribia-Fuenterrabía, donde ya ondeaba desde
hacía un año, orgullosa al viento del Atlántico, la colorada encarbuclada del
Estado de Nabarra, junto a de los aliados de los nabarros, la azulona florlisada
del Reino de France.
El día 24
de noviembre, el marischal de Nabarra, capitán general de los ejércitos del
Reino de Nabarra, ricohombre de Nabarra, vizconde de Muruzabal, señor de
Val-de-Izarbe y Eusa Pedro de Nabarra y Lacarra fue asesinado por sus
carceleros españoles, en una oscura celda del castillo de Simancas tras sufrir
años de dispersión y presidio. Su asesinato fue ordenado por el propio emperador
Carlos I de España y V de Alemania. Patriota nabarro que nunca se arrodilló
para rendir vasallaje al emperador español. Los españoles ocultaron intencionadamente
la noticia ante el temor de una nueva rebelión del Pueblo-Nación de Nabarra.
Ya en el año 1523, el
emperador Carlos I de España y V de Alemania, tenía preparado su ejército, el
cual estaba formado por más de 24.000 hombres de Castilla y León y de la región
española de Navarra, situado en la provincia española de Guipúzcoa. Al mando de
las tropas españolas se encontraban comandándolas el condestable de Casilla, capitán
general de la provincia de Guipúzcoa, duque de Frías, conde de Haro e insigne
del Toisón de Oro Iñigo Fernández de Velasco y Mendoza, junto al príncipe de
Orange Filiberto de Chalôns. Pero el objetivo militar
español no era Hondarribia-Fuenterrabía, al menos de momento, sino todas las
tierras allende en Ultrapuertos que estaban bajo soberanía de la Corona de
Nabarra.
Estas
tropas españolas invadieron y destruyeron Biarritz, Baiona, Hastinga-Hastingues
y con especial saña Bidaxune-Bidache, donde el señor de Agramont Johan de
Agramont, leal patriota nabarro, resistió durante tres días en su castillo
junto a 300 defensores más. Allí hondeó el estandarte rojo del Reino de Nabarra
hasta que los infames españoles quemaron el castillo con todos los patriotas
nabarros dentro.
Ante la
noticia de lo ocurrido en el castillo de Agramont, la fortaleza de Mauleon se
rindió sin presentar batalla, Garrüze-Garris fue
destruido por los españoles, mientras que Nabarrengose-Nabarrèncs-Navarrens se rindió, Salbaterra Bearno-Sauvatèrra
se rindió tras presentar una ligera
resistencia. Oloroe Donamaria-Auloron intentó
una inesperada salida ante la brutalidad de los soldados españoles, pero los
sobrevivientes se vieron obligados a rendirse ante la presencia del poderoso contingente
bélico del imperio español. Remiro de Goyni y Gurpide, junto a aquellos
patriotas nabarros que estaban junto al rey Enrique II de Nabarra, prepararon
las defensas de Ortheze-Ortès y Paue-Pau, para hacerse fuerte y resistir la
invasión española, consiguiendo frenar la acometida imperial española.
Debido a
ello, el ejército invasor español volvió a la provincia española de Guipúzcoa a
primeros del año 1524, tras asolar las tierras del norte del Pirineo
pertenecientes a la Corona de Nabarra. Su destino, poner cerco a Hondarribia-Fuenterrabía
una vez cortadas las vías de comunicación y abastecimiento de las tropas
nabarro-francesas.
A principios de
febrero del año 1524, Iñigo Fernández de Velasco y Mendoza llegó a las puertas
de Hondarribia-Fuenterrabía junto con numerosas tropas españolas, dándose así el
comienzo del cerco de la villa nabarra y vascona, con un incesante bombardeo de
la artillería española.
El 27 de febrero las tropas
del aliado francés abandonan la plaza fuerte de Hondarribia-Fuenterrabía tras haber
mantenido du comandante en jefe negociaciones unilaterales con los comandantes españoles,
quedando así solo el estandarte rojo del Estado de Nabarra bailando al son del viento
del Atlántico.
El 29 de febrero el
emperador Carlos I de España y V de Alemania, decretó un “perdón universal”
para todos los nabarros con la condición de su sometimiento y la entrega de la
fortaleza nabarra cantábrica. En el estaban incluidos Martin y Remiro de Goyni
y Gurpide.
Así pues, después de
un mes y medio de asedio y de haber resistido en una lucha desigual, el día 25
de abril, casi dos años y medio después recuperar Hondarribia-Fuenterrabía para
la Corona y el Estado de Nabarra, carentes de provisiones y víveres para la
población, las tropas nabarro-francesas, privadas de toda esperanza de socorro
y tras unas cortas negociaciones con los españoles, que utilizaron a Dionisio
de Eza y Mauleon, condenado a combatir en el ejército del emperador Carlos I de
España y V de Alemania o perder su vida, como intermediario forzoso, los
representantes nabarros con Pedro de Nabarra y de la Cueva a la cabeza, se
vieron obligados a capitular mediante armisticio, tras conocer la situación y
real, incluido el asesinato del marischal de Nabarra en la cárcel de Simancas
acaecido medio año antes.
Las tropas nabarras abandonaron
la fortaleza y la villa de Hondarribia-Fuenterrabía en formación y con las
banderas coloradas del Estado de Nabarra desplegadas. La mayoría de los nabarros
o los que quedaban de ellos, volvieron a sus casas en la Navarra ocupada por
los invasores españoles, entre ellos estuvo Martin de Goyni y Gurpide.
Solo Juan y Ramón de
Olloqui, junto a un pequeño puñado de valientes nabarros, habían tomado antes rumbo
al norte entre las tropas del Reino de France, concretamente hacia Flandes,
donde combatirán al imperio español como mercenarios en las filas del ejército francés.
Martin de Goyni y
Gurpide a su regreso se encontró con que los palacios de Anburzia-Salinas de
Oro y Bidaurre, habían sido destruidos por los españoles años atrás, no le quedó otra y comenzó su
reconstrucción.
Al año siguiente,
Martin de Goyni y Gurpide selló públicamente su sometimiento y subordinación a los
gobernantes españoles de la región de Navarra, asistiendo junto a los enemigos
de la libertad de la Patria y Estado de Nabarra, participando con ellos en la
colonización española al acudir a la llamada de las Cortes de la región de
Navarra, sancionadas por un extranjero, y por tanto ilegales al saber del
Derecho Nabarro.
Remiro de Goyni y
Gurpide regreso a la ciudad de Iruinea-Pamplona en el año 1525, tras conocer en
la ciudad de Paue-Pau el encarcelamiento del rey Enrique II de Nabarra, suceso ocurrido tras
caer derrotado el monarca nabarro junto al rey François I de France en la batalla
de Pavia. Pero allí dejó escritos diversos apuntes sobre el Derecho vascón y
pirenaico, que sirvieron de bases para el futuro Fuero del Bearno publicado
años después, concretamente en el año 1551.
Ya de regreso a la
ciudad de Iruinea-Pamplona, Remiro de Goyni y Gurpide se hizo cargo de la
administración de la diócesis pamplonesa, ostentando nuevamente, los cargos de
tesorero y arcediano de la tabla de la catedral iruñesa. Siendo su primera labor la
realización y/o copia de los estatutos de los vicarios tras el sínodo convocado por el
administrador apostólico Alessandro Cesarini.
En el año 1528, Isabel
de Goyni y Andas se casó con el señor de Xabier, Idocin y Azpilcueta Miguel de Jaso y Azpilcueta, amigo y compañero de
armas del padre de la novia, Martin de Goyni y Gurpide.
En abril del año 1530, Remiro de Goyni y Gurpide
permutó con Juan Rena la tesorería de la catedral de Iruinea-Pamplona, por el
arcedianato de Ursun.
Remiro de Goyni y
Gurpide, en el año 1531, intercedió e influyó por Francisco de Jaso y
Azpilcueta, para que éste, familiar suyo, obtuviera una canonjía en la sede
episcopal de Iruinea-Pamplona.
Martin de Goyni y
Gurpide, a consecuencia del sometimiento español del Pueblo de la región de
Navarra, también tuvo que realizar diferentes pleitos. Prueba de ello es uno
sobre la reclamación de hidalguía, llevado a cabo junto a su hermano Pedro. La
demanda fue contra el alcalde y la villa de Peralta, que años atrás habían
defendido los intereses de los palacianos de Goyni en Peralta. La querella transcurrió entre los años 1529 y 1532.
El emperador español
Carlos I de España y V de Alemania, desde su prepotencia imperialista, su
altanería colonial y su palpable desconocimiento de la realidad palaciana de
Nabarra, junto al odio español a las Leyes y Costumbres de los nabarros,
sentenció salomónicamente:
“(…) que lo echen a suertes sobre ello (...)”
El día 20 de octubre
del año 1532, Martin de Goyni y Gurpide redactó su testamento, escrito en un
cuaderno de pergamino de diez hojas. El notario fue Martin Martínez de Iruxo.
En el nombraba heredero a su hijo primogénito Miguel de Goyni y Andas, siendo su
mujer Marguerite de Andas y Agramont su albacea y regente. En caso de no llegar
a heredar, lo serían sus hijos de forma sucesiva, primero hermanos y después
hermanas. Pero sea quien fuere el heredero o heredera, estaba obligado a que el
mayorazgo se tenía que llamar GOYNI, desheredándosele en caso contrario.
Murió ese mismo año y
fue enterrado en la iglesia de San Martin de Salinas de Oro.
Remiro de Goyni y
Gurpide fue el ejecutor de la bula tripartita en el monasterio y hospital de la
Real Colegiata de Santa María de Roncesvalles. En Peralta construyó una capilla
en honor a Santa Bárbara. Hasta su muerte tomó parte en numerosos procesos judiciales
eclesiásticos y también civiles; aunque estos últimos, eso sí, siempre
subordinados a los gobernantes españoles para la región de Navarra.
Remiro de Goyni y
Gurpide siempre fue un hombre preocupado por la res-pública, como lo demuestra el que fuera el promotor y un cooperador decisivo, en la construcción privada del
Hospital General de Nuestra Señora de la Misericordia. Para ello aportó desde
los inicios de la construcción en el año 1545, hasta su conclusión en el año 1551,
la cantidad de 7.000 ducados.
Publico dos obras, las
cuales fueron editadas en Tolosa-Toulouse y en Liyon-Lyon, en los años 1549 y
1550. La más importante fue la que trató sobre el subsidio caritativo, donde Remiro
de Goyni y Gurpide reflexionó sobre de la inmunidad eclesiástica, destacando su
defensa de la dispensa de las iglesias y los clérigos con respecto a las
cargas tributarias de la autoridad civil, independientemente de la nacionalidad
de esta última.
Remiro de Goyni y
Gurpide murió en el año 1554 sin ver colocada la nueva fachada del hospital
que él mismo había encargado. Fue enterrado en la capilla existente en el mismo
edificio.
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