J.M. Unzueta
Estado de Nabarra. Interiorización del ser político
Soberanía de Navarra
“Ningún hombre es lo bastante bueno para gobernar a otro sin su consentimiento.”Abraham Lincoln Dieciseisavo presidente de EE.UU.
Interiorización del ser político: Para realizar una correcta interiorización del ser político, es necesario un conocimiento elemental de nuestra historia. No solo del pasado inmediato y la “política” realizada hace 5, 10, 20, 50, 100 ó 200 años. Necesitamos ver, estudiar y conocer el largo devenir de nuestros antepasados o ancestros, pues de lo contrario estaremos evadiendo y ocultando una parte muy importante de nuestro ser político y de las numerosas coincidencias o circunstancias, que provocaron y facilitaron nuestro actual estado de esclavitud. Ya lo dijo con certeza luminaria el crítico de arte, escritor y sociólogo británico del siglo XIX, John Ruskin; existe un único procedimiento para ver las cosas, verlas por completo. En el presente trabajo el lector no va a encontrar más que unos pequeños apuntes sobre este tema, pero que siguen el planteamiento anterior, algo que el lector encontrará con la lectura de los libros que podrá encontrar en la bibliografía.
Dicho esto y centrándonos en el término político de nabarros, hay que remontarse hasta antes incluso de la creación del Reino de Pamplona, posterior Nabarra, por nuestros antepasados, los vasco(ne)s libres e independientes, pero antes debemos interiorizar que el término nabarro, en los últimos dos siglos, está siendo malintencionadamente interpretado. En la actualidad la citada expresión política designa a los ciudadanos de una parte de la colonia de Nabarra conocida como la Comunidad Foral de Navarra, Nabarra residual que simplemente es una mera pro-vinci más dentro del Reino de España, donde la ley de dicho estado, al igual que la república de Francia, niega este término para el resto de nuestra Nación. Así, examinándonos cabalmente desde este presente impositivo, retrocedemos a lo largo y ancho de nuestra larga historia política y entonces, encontramos la primera constancia escrita conocida del término nabarro(s) es la cita de un cronista del emperador franco Carlomagno, la cual está fechada nueve años antes de la gloriosa batalla de Orreaga.
“Con la advertencia de que, si no se atenía a lo mandado, tuviera por cierto que penetraría por Vasconia en son de guerra y no se retiraría de ella hasta que se pudiese un término a su desobediencia. Aterrado Lupo por los emisarios del rey, entregó sin dilación a Hunaldo y su mujer, prometiendo sobre eso que ejecutaría cuando mandase”. (…) “Amplió... ciertamente el reino de los Francos... Ya que, sin anteriormente este se limitaba a la parte de la Galia que se extiende entre el Rhin y el Loira, y el Pontiente y el mar baleárico, y parte de Germania..., él, mediante las guerras referidas, se anexionó Aquitania y Vasconia y toda la altura del monte Pirineo, y hasta el río Ebro, el que naciendo en territorio de los Nabarros y tras discurrir por los fertilísimos campos de Hispania, se derrama en el mar baleárico bajo las murallas de la ciudad de Tortosa; luego toda la Italia…”.(30)
Con esta inicial referencia al término nabarro(s), allá por el siglo VIII, rápidamente podemos y debemos interiorizar la diferencia real y política entre vasco(ne)s y nabarros. La primera denominación es estrictamente étnica y cultural y servía para llamar a aquella parte del los Pueblos vasco(ne)s que entonces estaban sometidos por el control político-militar del reino de los francos, mientras que el término nabarros es político, ya que sirve para designar a aquellos vasco(ne)s que se mantenían libres e independientes de ellos y demás pueblos extranjeros. Estos vascones libres e independientes, antepasados políticos nuestros a los cuales ya se les conocía como nabarros, finalmente crearon el Reino de Pamplona, posterior Nabarra, alzando a Eneko Aritza como su máximo representante ante los estados vecinos existentes, los cuales ya poseían reyes, emperadores y/o califas, pero a su vez diferenciados en las formas y tratamiento al jefe del Estado, ya que el rey de los nabarros era igual al resto del Pueblo, gracias al Derecho Pirenaico.
El Reino de Nabarra sufrió diferentes y desiguales invasiones militares, que consiguieron inicialmente dividirla, perdiendo así numerosos moradores del País el término político de nabarros, manteniendo aún el término étnico y cultural de vasco(ne)s, pero sufriendo la imposición de otra terminología política como ingleses, franceses, castellanos y aragoneses (españoles). Para entender mejor estos dolorosos sucesos, es interesante viajar al periodo de la invasión del Reino de Nabarra sucedida entre los años 1512 y 1524 y repasar brevemente los sucesos políticos más relevantes de la vida de los personajes vascos históricos, uno español y el otro nabarro; Iñigo de Loyola y Frantzes de Jasso. Empezaremos por el nabarro Frantzes de Jasso, más conocido en la actualidad como Francisco de Javier. Este nabarro fue el hijo del presidente del Real Consejo de Nabarra, Juan de Jasso, y de la que posteriormente firmaría sus cartas como la triste María de Azpilkueta. Tenía varias hermanas y hermanos, de nombres Magdalena, Ana, Miguel y Juan, los dos últimos destacados combatientes por la libertad de la Patria Nabarra y todos ellos, grandes defensores de la cultura vasca. Es decir, toda la familia era vasca de linaje y nabarra de Nación. Miguel de Xabier y Juan de Azpilkueta, atacaron en el año 1521 el castillo que había construido el rey español Fernando II de Aragón en la vieja ciudad vasc(on)a de Iruñea, una vez ocupada militarmente ésta. La fortaleza era defendida por el que pasaría a la historia como cofundador de la Compañía de Jesús Iñigo de Loyola. Casualmente el otro cofundador fue Frantzes de Jasso. Iñigo de Loyola también poseía una cultura tan vasca como la familia de Francés de Jasso, pero el era políticamente español y servía fielmente a la nación española. Durante la batalla, Iñigo de Loyola cayó herido en combate y los caballeros nabarros enviaron al español a su casa, en antiguo territorio del Reino de Nabarra, donde se recuperaría de sus heridas, abandonando el vasco-español posteriormente su vocación militar, sustituyéndola por la religiosa.
Con la brutal ocupación española de gran parte del Reino de Nabarra, entre ella ya asentada en la Alta Nabarra, provoca que Francés de Jasso se trasladara a estudiar a la Sorbona de París en el año 1525. Allí coincide con Iñigo de Loyola, pero antes de formar junto al español la Compañía de Jesús, sus discusiones se centraron plenamente en la política, pues uno era nabarro y el otro español, pero de una cultura común, como demuestra el idioma que utilizan en sus debates, que no podía ser otro más que el euskara, vascuence, lingua navarrorum. En la actualidad San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola son dos santos católicos y además ambos son considerados como españoles, siendo indudablemente indignante la imposición del término político de español en el caso de San Francisco Javier. Estos, ambos santos, no hay duda que eran vascos de linaje, cultura e idioma, pero claramente nunca tuvieron, poseyeron u ostentaron la misma nacionalidad política. Mientras que Francés de Jasso nació nabarro y se puede llegar a decir o afirmar que murió portugués, Iñigo de Loyola nació patentemente nació castellano, es decir español, y murió como tal en Roma en el año 1556, sin olvidar por ello, que era tan vasco como San Francisco Javier. Tras este pequeño, pero demostrativo ejemplo, hay que volver a la actualidad, y reconocer que la ocultación de ese pasado histórico, el cual fue así, nos guste o no, debemos reconocer que ha pesado como una losa en la interiorización de nuestro ser político. Las divisiones son numerosas y estas provocan innumerables enfrentamientos entre individuos que están más cerca de lo que ellos mismos creen.
Un análisis real y correcto de nuestro pasado nos hace mirar con mayor claridad los pros y contras de los diferentes paradigmas que nos encontramos en la actualidad, que de una forma más o menos consciente influyen en nosotros y nuestro ser político. Una vez más, solo el conocimiento de nuestra historia política, nos puede servir para descolonizarnos de aquellos paradigmas o ejemplos, al comprobar que son falsos y/o erróneos. Hombre, algún lector del presente trabajo, tal vez pueda llegar a pesar, que el tratar la descolonización del Paradigma Aranista pueda ser una acción política impetuosa o incluso exaltada hacia el aranismo, pero como ya deberíamos saber todos a estas alturas del siglo XXI, los tres paradigmas, el Nabarro el Foral y el ya mencionado Aranista o Bizkaitarra, se basan en una manera muy diferente en interpretación de la historia de nuestra amada Baskonia. Por eso, concluyentemente considero necesaria la descolonización del imaginario aranista, como un paso obligado para el acercamiento entre todas estas posturas, las cuales ciertamente se encuentra más próximas de lo que muchos de vosotros y vosotras os podéis llegar a creer o imaginar, pues palpablemente cohabitan en el imaginario colectivo existente entre los habitantes de nuestro País.
La ideología presentada por los hermanos Arana Goiri, debemos recordar que surge tras las dolorosas derrotas vasco-nabarras en las guerras carlistas y del conocimiento que poseían de los movimientos nacionales que sacudían por aquella época el continente europeo. Así no rechazan frontalmente el modelo o Paradigma Foral ya existente, sino que ciertamente lo superan con una visión nacional. Esto lo hacen desde un prisma exclusivamente bizkaitarra y sin realizar una reflexión profunda sobre el Estado histórico que habían tenido en el pasado los vasco(ne)s libre e independientes. Esto le lleva a Sabino, a afirmar que los vascos no somos españoles ni franceses y que de, per se constituimos una Nación, por lo que tenemos derecho a nuestro propio Estado independiente. En cambio, la realidad política en aquellos tiempos y por supuesto en estos que nos toca vivir, e incluso repasemos el ejemplo de los fundadores jesuitas, nos dicen claramente que un vasco puede ser español, francés, argentino, mexicano, etcétera, ya que vasco es un término étnico y cultural, mientras que los otros son gentilicios políticos. Así estos importantes hermanos para el devenir de nuestra historia, se inventan una hermosa bandera ignorando los símbolos que ya existían en el Estado político de Baskonia, además con ello, se vieron obligados a asignar una denominación política para ese Estado de los vascos que ellos defendían se inventaron una palabra para el mismo, contando además con una errónea territorialidad, claramente inexistente al comprobar la larga historia de la vida soberana del correcto Estado de los vascos, aceptando con ello las fronteras que se nos impusieron desde el reino de España y la república de Francia, como hoy todavía incomprensiblemente hacen muchos.
Por el contrario, la ideología formulada desde el Paradigma Nabarro, está basada en la centralidad política que otorga nuestro histórico Estado, que es concretamente el Reino de Nabarra, a la totalidad territorial de Baskonia. Con unos planteamientos iniciales anteriores incluso al aranismo, ya que inicialmente fueron expuestos por Agosti Xaho, estos fueron ampliados y mejorados por la fundamental aportación ideológica existente en los trabajos y estudios históricos realizados por personas contemporáneas de los hermanos Arana. Estos eran Arturo Kanpion, Serafín Olave, Juan Iturralde y Suit, Hermilio de Oloriz, entre otros miembros que conformaron la insigne Asociación Euskara de Nabarra. Posteriormente, incluso observamos el Paradigma Nabarro en los mensajes políticos realizados por claros nacionalistas vascos como Anacleto Ortueta, Manuel Irujo. Tampoco podemos olvidarnos de los también mencionados con anterioridad Federico Krutwig y Pierre Narbaitz, hasta llegar a nuestros días donde destacan en esta labor ideológica personajes de la actualidad tan ilustres como, Tomás Urzainqui, Pello Esarte, Mikel Sorauren, Luís María Martínez Garate, Iñaki Sagredo, Joseba Asiron, Aitor Pescador, Iñaki Perurena, Aitzol Altuna, Joseba Ariznabarreta, Kepa Anabitarte, Joserra Rezio, Fernando Sanchez Aranaz, Joxemari Unzueta, Iñigo Domaika, Raúl Arkaia, Jesús Valencia, Gaizka Aranguren, Erlantz Urtasun e indiscutiblemente otros muchos.
Es cierto que el erróneo imaginario del Paradigma Aranista rápidamente se extendió entre la mayoría del Pueblo vasco a lo largo del pasado siglo, aunque por el contrario no entró tan bien en otros Pueblos que cohabitan con los vascos dentro de Baskonia y que incluso en su día fueron políticamente nabarros. Manifiestamente las estrategias propuestas y realizadas desde esta ideología, no han logrado ningún resultado para la emancipación del Pueblo vasco. Por consiguiente, los actuales defensores del aranismo, si lo que verdaderamente quieren conseguir es la recuperación de la libertad y de la independencia, como la mayoría del Pueblo vasco sigue reclamando en esta parte de Europa, deben aceptar de una vez por todas, la realidad histórico-política que nos da nuestro Estado de Nabarra y dejar en las bibliotecas la ideología de los hermanos Arana Goiri, la cual tuvo una importante función en su época, pero que evidentemente no ha conseguido que los vascos dejemos de ser esclavos de las metrópolis española y francesa. Deben tener presente e interiorizar que la libertad llegará a los vascos de esta parte de Europa únicamente mediante la recuperación del gentilicio político de nabarros.
No solo hay que descolonizar el Paradigma Aranista, sino que también es obligada la descolonización de la ideología foralista, encuadrada en el Paradigma Foral, pues también convive con el Paradigma Aranista y el Paradigma Nabarro en la actualidad, dándose incluso algunas pequeñas semejanzas entre ellos, principalmente palpables en el planteamiento inicial de dicha tendencia. El pensamiento foralista tiene su origen en el mantenimiento de los Fueros y privilegios tradicionales frente a la política centralizadora del régimen liberal proveniente del reino de España, teniendo su máxima expresión en las denominadas guerras Carlistas del siglo XIX. Según dicha ideología originaria, las regiones debían mantener sus instituciones de gobierno autónomas, esto significaba el mantenimiento de título estatal de Reino en el caso de la Nabarra residual, su propio sistema de justicia, además de la exención fiscal y de quintas para el servicio militar español. Antes de nada, hay que saber que este paradigma no existe al norte del Pirineo, por motivos políticos que explicaremos más adelante, ya que los patriotas no debemos olvidarnos de ninguna parte del territorio de nuestro Estado. Volviendo a los defensores de este paradigma, estos se basan en las primitivas relaciones, supuestamente existentes entre el reino de Castilla (y León) y las provincias Vascongadas. Estas relaciones habían sido imaginariamente pactadas, siendo varios los historiadores defensores de esta hipotética visión política, destacando entre ellos el interesado Esteban de Garibay, cronista de la monarquía autoritaria española durante el reinado de la casa de Austria. Incluso en el siglo XVIII, Manuel Larramendi, en sus reflexiones ideológicas, mezcla la defensa del foralismo con pequeños apuntes a los cuales ya se les puede considerar como un proto-nacionalismo vasco.
Antes de desmostar la falsa hipótesis del pacto entre las provincias Vascongadas y el reino de Castilla, debemos observar el planteamiento foralista o mejor dicho fuerista, que surge en la Nabarra reducida, cuando ésta aún contaba con el título de Estatal de Reino, durante el siglo XVII. Hay que matizar, que el inicio de este planteamiento ideológico comienza una vez perdido el correcto referente Estatal soberano existente hasta el año 1620 al norte del Pirineo. Así surge después de un oscuro siglo de post-incorporación al reino de España, en el cual los patriotas nabarros eran proscritos en los diferentes cargos públicos y con la intencionada introducción en un documento de Ley español de la siguiente frase en el año 1645: “(…) no fue por modo de supresión, sino por el de unión principal”. Con esta mal llamada normalización de la situación, hay una especia de repunte identitario en la Nabarra residual, al cual no le podemos considerar ni nacionalista, ni patriótico y ni siquiera nabarrista, pero si se puede considerar como germen del fuerismo, e incluso también del posterior regionalismo foralista, al tratarse exclusivamente de un intento de recuperación de las señas de identidad propias nabarras, que con la incorporación a la corona de Castilla se habían difuminado, ya que los cargos públicos, sobre todo entre el clero, obispos, etc., estaban ocupados por castellanos, señales estas principales y plausibles del gran contrafuero existente en la Nabarra residual tras la ocupación militar española.
En el fuerismo, el falso sintagma de unión principal es aprovechado para defenderse del atropello castellano a semejanza del pactismo predicado en las provincias Vascongadas entre vascongados y castellanos. Posteriormente, aparece en el siglo XIX el término latino de union aeque principaliter, siendo acuñado por los fueristas de ese siglo marcado por las guerras carlistas, del cual ya hemos leído en este trabajo. Pero no está de más recordar que esto, casi de forma natural, pasa de inmediato a todas las ingentes compilaciones de la jurisprudencia existentes en la Nabarra reducida ya a una mera provincia del reino español tras la imposición de la Ley Paccionada. En esta ley se aceptan todas las reformas políticas, institucionales, legislativas y judiciales realizadas por la Monarquía Liberal española, significando desde entonces una aceleración clara de la perdida identitaria política del Pueblo Nabarro en ese territorio residual.
El Paradigma Foral, tanto en las Vascongadas como en la Nabarra residual, parte de la simulación ostensible de la aparente existencia de un pacto o pactos con el reino de Castilla, posteriormente denominado de España. La verdad histórica en cambio nos demuestra la falsedad manifiesta de esta premisa, ya que el reino de Castilla atacó militarmente al Reino de Nabarra en numerosas ocasiones, con continuadas invasiones sin previas declaraciones de guerras, la consiguiente ocupación militar, conquista con genocidio y colonización de los nabarros. El reconocimiento y la interiorización de esta realidad histórico-política, no solo desmontan las tesis nacionalistas españolas que actualmente se esconden tras la defensa de una ideología supuestamente regionalista y foralista, sino que ciertamente demuestra la unidad política de Baskonia existente en nuestra historia en torno al Reino de Nabarra y facilita el auto-reconocimiento individual y colectivo del gentilicio político de nabarros.
30. Navarra Estado europeo. Tomás Urzainqui Mina, 2003.
Extraído del libro “NABARRA, Reflexiones de un Patriota” Iñigo Saldise Alda 2010
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