El euskera y el reino de Nabarra.
Aitzol Altuna Enzunza; Nabarralde S.L.
“Nafarroak orduantxe galdu du bere independentzia eta beraz, euskarak
galdu ditu bere erregeak, euskarari lagundu ahal izango lioketenak. Beraz,
euskara gelditu da modernitatearen hasieran bere alboko hizkuntzek dauzkaten
laguntzak gabe”. Joxe Azurmendi (Ur, Su, Lur. Dokumentala.1999).
Los nombres de los primeros reyes nabarros no dejan lugar a dudas sobre su
origen baskón. Desde Eneko Aritza a su hermano Garçea Ximeno o su hijo Garçea
(“el joven”) Eneko, aunque romanzados o latinizados como “Iñigo” y “García” en
algunos documentos. Así lo explica también Tomás Urzainqui en su libro “Navarra
Estado europeo”: “Los reyes de Pamplona y sus familias como se puede comprobar
en el Códice de Roda del año 992, escrito en su palacio, se denominaban con
nombres en euskara, lo que significa que ésta era la lengua cotidiana y
palacieaga”
Pero la importancia de los reyes de Nabarra sobre el euskera no está en tener
un origen baskón, sino en crear el paraguas político que explica la subsistencia
del idioma baskón hasta el presente. Dos personas grandes conocedoras del tema
como eran Antonio Tovar y Koldo Mitxelena, en una ponencia de 1968 lo tenían
claro: “La lengua vasca se conservó probablemente porque los vascos como los
cántabros se rebelaron contra los invasores y no llegaron a ser incorporados a
los reinos francos y visigodos”.
El paraguas político vital para su subsistencia y desarrollo social que dio
el reino de Nabarra al euskera es una cuestión en la que coinciden todos los
historiadores. Por ejemplo Arturo Campión (s. XIX) en su libro “Nabarra en su
vida histórica” sobre Sancho III el Mayor (1005-1035) sentenciaba: “Es de alabar
que el rey mantuviese la cohesión, del elemento euskariano, poniéndolo debajo de
un mismo cetro”. El medievalista bizkaino Anacleto Ortueta (siglo XX) sobre este
gran rey europeo dijo: “Sancho III el Mayor eligió sabiamente las fronteras del
Estado Vasco, pues los límites que dio a Navarra fueron los geográficos
naturales. Es el genio tutelar de la nacionalidad vasca. Gracias a él vivimos
como pueblo”.
No es un pensamiento exclusivo de los historiadores nabarros. El historiador
español más influyente del siglo XX, Menéndez Pidal, era de la misma opinión:
“(Sancho el Mayor) quiso unificar un gran reino navarro, predominantemente
vascón por su lengua” y escribió en “España y su Historia”[1] sobre el mismo
rey: “reparte sus estados entre sus cuatro hijos, apareciendo como uno de los
más audaces estadistas estructuradores de fronteras y de pueblos, dejando al
primogénito García (Gartzea) el solar
de la dinastía, el antiguo reino de Navarra, homogéneamente vascón por su
lengua”.
En otro documento de unos pocos años después y reinando el nieto de Sancho
III, aparece la situación del euskera como lengua de la Corte Real Nabarra, se
trata de una donación de 1060 que, según Mateo de Anguiano en “Compendio
historial”, demuestra que “los reyes de Navarra de aquel tiempo utilizaban el
euskara como lengua personal y natural”.
El rey Sancho VI el Sabio (1150-1194) dará un gran giro a la política nabarra
en todos los ámbitos. Es con este rey cuando el euskera aparece denominado como
“lengua nabarra”. Se trata de un documento del año 1167 entre el obispo de
Pamplona y el conde Bela, los cuales dejan escrito que el euskara (al que llaman
“lingua navarrorum”) es el idioma nacional de los nabarros, es decir, del Reino
de Nabarra. Pactaban sobre la hacienda de Arimeria perteneciente al Santuario en
honor a San Miguel de Excelsis de Aralar, cuya vaquería se comprometía el conde
de Alaba Bela a cuidar gratuitamente, firmando como se recoge en el archivo de
Santa María de Pamplona:
“Erit autem talis differncia inter Orti Lehoarriz et Açeari Umea et
successores eorum, quod Orti Lehoarriz faciet tu lingua Navarrorum dicatur
unamaizter et Açceari Umea faciet buruçzagui, quem voluerit”[2]. Traduce el
analista José Moret (s. XVII): “Y será con esta diferencia entre Orti Lehoarriz
y Aznar Umea, que Orti ponga, como se dice en la lengua de los navarros, un
Maizter (Mayoral de Pastores en euskara) y Aznar Umea un Buruzagi (Mayoral de
peones) a quien quisiere”. Por tanto hablar en nabarro era hablar en
euskara.
Con Sancho VI el Sabio, el reino pasó a llamarse “reino de Nabarra” frente a
“reino de Pamplona” anterior. “Nabarro” pasó de ser equivalente a “euskaldun” a
ser la denominación nacional. Desde época franca se llamaba nabarros a los
naturales del Reino de Pamplona (s. VIII), pero sólo a los que hablaban euskara
(casi todos, no así en los de territorios baskones recuperados a los
musulmanes), para, finalmente, con Sancho “el Sabio” llamar a todo el territorio
Nabarra y nabarros a todos sus habitantes (sepan o no euskara), tal y como
recogen grandes historiadores como Jimeno Jurio, Yaguas y Miranda o Ricardo
Cierbide.
Poco después, en otro documento, se puede observar que el euskera o la
“lingua navarrorum” no es sólo el idioma del pueblo, sino también el idioma de
comunicación de su élite de gobernantes e incluso elevado a nivel internacional.
En el laudo arbitral firmado en Londres y llamado “Division of Kingdons of
Navarre and Spain” de 1177 entre el rey de Castilla Alfonso VIII y Sancho VI “el
Sabio”, se dice, tal y como recoge Tomás Urzainqui en su libro “La Navarra
Martítima”, que: “La lengua de la delegación nabarra es el euskara”. Al laudo de
1177 acudieron por Navarra Pedro de Artajona Obispo de Pamplona, 3 tenentes y 3
juristas, por tanto, de los más altos cargos del reino.
El historiador del rey de Castilla Alfonso VIII, Rodrigo Ximenez de Rada
natural de Gares-Puente La Reina (finales del s. XII- principios del XIII), nos
habla del vigor de la lengua nabarra: “También en la Navarra, llamada de otra
manera cántabra, que comúnmente dezimos bascongada, la cual era su natural y
materna lengua”.
La llegada al trono de Nabarra de reyes gascones y franceses (del siglo XIII
en adelante), no parece que afectó al idioma nabarro en su uso social como
veremos. Se podría pensar, sin embargo, que fue insuficiente su implantación
como idioma administrativo cuando el latín va dejando paso a los idiomas
romances, pero esto no parece atenerse a los hechos reales. Así, la utilización
administrativa del euskera en el plano público se ve claramente en el Fuero
General (equivalente a una Constitución moderna), vigente desde el siglo XIII,
donde las diferentes pechas o impuestos tienen nombres en euskera que nos
indican que el uso de esta lengua era la empleada en su recaudación por los
funcionarios públicos del reino[3].
Es más, tal y como señala Tomás Urzainqui en su libro “Navarra, Estado
europeo”: “El euskera lo hablaba como lengua principal la clase dirigente y no
sólo la generalidad del pueblo, los altos cargos de la administración, los
miembros del Consejo Real, de los Tribunales de Justicia, la Corte Mayor y
audiencias reales, los vocales de la Cámara de Comptos, los escribanos reales o
notarios”. Sigue en el citado libro Tomás Urzainqui: “Las cartas particulares
que se cruzaron Zalba ya San Martín (en euskera), dos altos cargos en el
gobierno del rey Carlos III El Noble, a principios del siglo XV, demuestra cual
era la lengua empleada por la clase gobernante en el reino de Navarra, aunque
los documentos oficiales o públicos estuvieran redactados en latín o lenguas
romances”. Martín de San Martín era maestro de fianzas y secretario del rey,
probablemente de la zona media. Matxin de Zalba era tesorero de la reina y
secretario real, natural de Pamplona.
Desde el Imperio Romano se produjo una fuerte implantación como lengua
escrita del latín en todo acto oficial, tanto en la administración como en la
religión. Tras la caída del Imperio Romano Occidental se impuso en toda Europa
la transmisión del latín como lengua de una elite frente al iletrado pueblo que
no lo entendía. Pero en la Edad Media los romances euskaros, como lo eran el
romance nabarro o el gascón-bearnés, fueron sustituyendo al latín en la
administración dentro de nuestro reino. El euskera tuvo dificultades con la
grafía al ser una lengua no latina -ni siquiera indoeuropea, siendo la única
lengua nativa europea conservada-, pero no es una cuestión de relevancia, pues
desde el siglo XVI es una lengua literaria, lo cual encaja con la cronología de
los demás idiomas europeos no romances en esta cuestión.
La imprenta -empleada por primera vez en 1455 por Gutemberg-, llegó al País
Vasco en 1489, pero hasta 1495 no se imprimió el primer libro en Pamplona cuando
aún era libre. Su introducción y uso fue muy paulatino. En España, por ejemplo,
la primera obra impresa fue “Sinodal de Aguilafuente” de 48 hojas del alemán
Juan Párix de Heidelberg en 1472 en Segovia y el primer libro impreso en inglés
fue “Recuyell of the Historyes of Troye”, elaborado en 1475.
Hasta entonces, casi todos los libros se publicaban en latín, después,
gracias a la imprenta y el abaratamiento de costes que supuso (aunque en los
primeros siglos seguían siendo muy caros), se pudo sacar la literatura de debajo
de las sotanas. Pero todavía, por ejemplo, los filósofos Spinoza (Holanda
1632-77), Leibniz (Alemania 1646-76) o Hobbes (Inglaterra 1588-1679) y
matemáticos y científicos como Copérnico (Polonia 1473-1543), Kepler (Alemania
1571-1630), Linneo (Suecia 1707-1778) o Newton (Inglaterra 1647-1727),
escribieron sus obras en latín, pues consideraban sus lenguas vernáculas de
plebeyos, irreductibles a las reglas gramaticales e inútiles para las ciencias.
Así Inglaterra, por ejemplo, dejó de usar en sus tribunales el francés en 1362
por el inglés -durante la Guerra de los 100 años contra Francia-, hablado hasta
entonces por el pueblo y menospreciado por su clase dirigente (cosa que no
ocurrió en el reino de Nabarra).
Por tanto, la imprenta, la apertura de ideas del renacimiento y sobre todo la
aparición del protestantismo que quería acercar la Biblia al Pueblo, hicieron
que se empezara a escribir libros –sobre todo religiosos- en los idiomas no
romances de los Pueblos con Estado propio, como era el caso euskera en la parte
libre de su territorio, lo que se extendió después al resto de culturas
minorizadas de la mano de la Contrarreforma de la Iglesia Católica (reacción
tardía contra el protestantismo), como era el caso del euskera en la parte
ocupada de la Nabarra peninsular.
El primer rey que tuvo Baja Navarra tras la invasión de todo su territorio
peninsular fue el Albret o Labrit Enrique II “el sangüesino”, llamado así por
haber nacido en esta villa: “Los Albret, señalaron que el primogénito sería
criado en el idioma del reino de Navarra en la lengua de aquel (en euskera)”,
Peio Esarte, historiador.
No es baladí observar que los primeros libros escritos en euskera sean dentro
del reino de Nabarra que seguía libre en Baja Navarra y el Beárn, es decir, el
Estado vasco o baskón amparó el nacimiento de la literatura vasca. Un bajo
nabarro libre, el cura Bernard Etxepare escribió “Linguae vasconum primitiae”,
primer libro escrito en euskera, que vio la luz en 1545 y que contó con la ayuda
financiera del rey de Nabarra Enrique II “el sangüesino”. Los primeros libros
impresos en ruso e irlandés datan de 1564 y en eslavo de 1587. En albanés en
1555.
En 1571 el cura labortano de Beraskoitz Joanes Leizarraga por mandato de la
reina nabarra Juana III de Albert (hija de Enrique II y Margarita de Valois o
“de Nabarra”), tradujo el Nuevo Testamento al euskera. Tampoco es baladí
constatar que reina y cura eran protestantes (calvinistas hugonotes tras abjurar
de la religión católica en 1559). La primera Biblia y libro en alemán, por
ejemplo, es del año 1522 traducida del griego por Lutero, en realidad, como en
el caso de Leizarraga, sólo tradujo el Nuevo Testamento. La primera Biblia al
francés la mandó publicar pocos años antes Margarita de Valois hermana del rey
de Francia Francisco I y reina de Nabarra al estar casada con Enrique II “el
sangüesino”. Lo hizo desde su Corte en Nerán, cuna del renacimiento junto a
Florencia según comentaba incluso el escritor William Shakespeare. Margarita “de
Nabarra” fue la primera mujer renacentista.
El historiador por Cambridge y Oxford y gran conocedor de la época Jon Oria
Oses (Lizarra-Estella 1931) comenta al respecto: “La obra de Detxepare prueba
que el euskara, y no el francés o el español, era la lingua navarrorum para la
corte humanística de Nerac (capital de Albret a donde habían tenido que huir los
reyes de Nabarra tras la invasión de 1512, ciudad cortesana compartida con Pau
en el Beárn), lo cual se corroborará de nuevo con la primera traducción a la
lengua vernácula del Nuevo Testamento por Joanes Leizarraga durante el reinado
de la hija de Margarita, Juana de Labrit.
Debe reconocerse que la impulsora del movimiento vasco dentro del Reino de
Navarra fue Margarita, al atraer a multitud de humanistas a su Corte, ya que el
movimiento renacentista no sólo promovió el retorno a las fuentes clásicas del
arte y de la literatura europea, Grecia y Roma, sino también el desarrollo de
las lenguas indígenas para expresarse creativamente; en nuestro caso fue el
euskara, aunque se nos hayan perdido la mayoría de los manuscritos y
textos”.
Aunque reducido al principio al campo religioso, la escuela de Sara (Lapurdi)
supuso el primer movimiento literario importante y vital para el euskera en
pleno siglo XVII. Los curas de Sara, Donibane Lohitzune (San Juan de Luz) y
Ziburu, bajo el amparo que les daba el rey Enrique III “el bearnés” (nieto de
Enrique II e hijo de Juana II), rey de Nabarra y después también Francia (donde
era llamando “el nabarro”), se juntaban en un convento franciscano para
criticarse mutuamente los trabajos que escribían antes de publicarlos, formando
un círculo de autores que trabajó en estrecha colaboración. En torno a esta
escuela, se agruparon hombres tan capaces como Pedro Agerre Azpilikueta
“Axular”, autor de la obra cumbre en euskera “Gero” (1643), que tuvo que
conseguir el permiso explícito de ejercer la labor sacerdotal de Enrique III de
Nabarra por quedar su pueblo Urdax en la parte invadida por España en 1512, con
el argumento por parte del rey de que el reducido reino era de todos los
nabarros.
Etienne Materre, franciscano, francés y euskaldun-berri, escribió “Doctrina
Cristiana” en 1617, primer libro en prosa en euskera y coincidiendo casi con la
ocupación militar francesa de Luis XIII de las “Cortes” nabarras de Donapaleu y
las bearnesas de Pau, que las integró por la fuerza en Francia, y que cortó de
raíz y en breve plazo el euskera literario. Por tanto, la pérdida definitiva del
reino de Nabarra provocó un parón de siglos en la publicación de libros en
euskera, los cuales se pueden contar con los dedos de las manos frente al gran
número y materias iniciales que abarcaron hasta libros científicos hoy perdidos
(como el escrito por el zuberotarra Jackes Bela), lo que alejará al idioma
nabarro del mundo literario y científico. Es más, durante la Revolución Francesa
(1789), los 90 libros escritos hasta entonces en euskera fueron quemados y
muchos no han podido ser recuperados.
Antes de la conquista del reino de Nabarra, la situación del euskera poco
tenía que ver con la posterior omisión permanente o incluso desprecio de las
clases dirigentes llegadas con el duque de Alba (hasta el presente) y sobre todo
el constante ataque hacia la “lingua navarrorum”, sirva como resumen este
entresacado al respecto de las zonas bilingües del reino nabarro del libro “El
euskera en Navarra” del gran historiador de Artajona Jimeno Jurio: “Podemos
afirmar que la Ribera de Alta Navarra, de Alaba y de Aragón limítrofe a éstas,
pasaron por ciclos proto-vasco, vasco-céltico, vasco-latino, vasco-árabe y
vasco-románico desde los siglos IX-X hasta nuestros días (los godos apenas
tuvieron repercusión en el complejo idiomático de la comarca). En este último
ciclo, el vasco-románico, también hay que hacer dos distinciones: un primer
ciclo vasco-romance medieval marcado por el respecto y el mestizaje vasco
romance navarro con mozárabe, y un segundo ciclo a partir del siglo XVI con la
pérdida del reino navarro, donde el euskera, el idioma propiamente navarro, es
menospreciado y apartado de la vida social por el idioma de conquistador: el
castellano.”
La opinión de Julio Caro Baroja acerca de la frontera de los territorios de
habla euskérica en la Edad Media es que es la misma que en el año 1587, siglo
XVI en el que fue totalmente invadido el reino baskón de Nabarra en su
territorio peninsular y donde comienza un nuevo retroceso del euskera. El
historiador ronkalés Estornés Lasa en su libro “Lo que No nos enseñaron”,
señalaba cómo en ese año 1587, según un documento de la Diócesis de Pamplona que
se conserva en el Seminario de Vitoria y hecho público por Manuel Lekuona, que
los pueblos que vivían en euskera en Alta Navarra eran 451 frente a los 58
romanzados. De éstos, la mayoría cuando no todos, en realidad eran bilingües.
Así, el vicario de Sangüesa y Lumbier, el licenciado Lubián en el siglo XVI
escribía significativamente: “no hay ningún lugar ni Ciudad nin villa en este
Reyno en que no haya baskongados (en su significado histórico de vasco-parlantes
o euskaldunes)”, incluido el Sur. El gipuzkoano e historiador del rey español
Felipe II, el mondragonés Esteban de Garibay (s. XVII), llamó al euskera lengua
navarra.
Es revelador de la presencia del euskara en el sur del reino de Nabarra el
texto judicial de un pleito que en 1540 describe el comentario del agricultor
Pedro Petillas sobre el veterinario zamorano que trabajaba en la capital Ribera
(Tudela): “no se hablar ni entiende vascuence porque es natural castellano (…)
por no entender suele buscar un intérprete y que en ello pasa trabajo y que le
vendría muy bien saber hablar vascuence para recibir a los que va a su casa”, en
ese mismo texto judicial se afirma que el euskara en la Ribera es “la lengua de
la tierra”.
El político y ministro del interior del último Gobierno Vasco libre,
Telésforo Monzón, sentenciaba: «Resulta ridículo e indignante oír hablar de que
Nafarroa… ya vendrá, ya se incorporará, ya se sumará a las instituciones
vascongadas. Nafarroa no tiene por qué venir a ninguna parte, ni incorporarse a
nada, ni sumarse a nadie. A Nafarroa le corresponde estar y ser (Egon eta Izan).
Nafarroa es Nafarroa. Nafarroa comienza en las playas del Cantábrico, que es el
mar de Nafarroa. Nuestra lengua es la “Lingua Navarrorum”. El arrano beltza da
sombra a todos los vascos de la tierra. Iruña es la capital de Euskal Herria
entera. Una sola consigna suprema, un solo grito por encima de todos los otros:
Gora Nafarroa Batua!».
“La cultura y folklore vascos están también en riesgo de
desaparición. Si la región vasca continúa siendo un apéndice de España
(Francia), es muy probable que se desvanezca completamente. ¿Cuál es la única
fórmula que puede salvarlo? Un Estado vasco, en el que todas sus instituciones
de autogobierno – la burocracia, el sistema educativo, los medios de
comunicación – sean puestos a su servicio”. Hillel Halkin, THE
JERUSALEM POST 10 Feb. 2005
NOTAS:
[1] Tomo II, ediciones Minotauro, páginas 344-345