Nicolás de
Echabarri el joven
Iñigo Saldise Alda
Nicolás de Eguia y Echabarri nació en Lizarra en
el año 1417. Fue hijo de Juan Martínez de Eguia y de Catalina de Echabarri,
adoptando el apellido nabarro de su madre, de familia de judíos nabarros conversos,
en vez del de su padre, fundador de la casa de Eguia en Lizarra y que provenía de
una familia vasca del partido oñacino y por tanto procastellano de Amezqueta.
Su tío fue Nicolás de Echabarri el mayor,
hombre de confianza absoluta para la familia Real de Nabarra.
Con tan solo seis años fue adscrito al Hostal
del rey y seis años después ya era el boticario personal de la reina de Nabarra
Blanca de Évreux y Trastámara, quien le puso a nómina de su Cámara Real.
En el año 1431 sustituyó a su tío del mismo
nombre, como recaudador de los impuestos de Lizarra, dos años después y de mano
de la reina Blanca de Nabarra recibió para el resto de su vida el cobro personal
de un impuesto muy impopular aplicado a los agricultores a su entrada en
Lizarra, conocido como palmada, el cual, hasta entonces, iba a parar al Tesoro
Real.
Nicolás de Echabarri el joven, a la edad diecinueve años obtuvo también de la reina de
Nabarra las pechas de trigo, cebada y dineros del lugar y villa de
Piedramillera, hasta logar recuperar los 300 florines que le habían costado las
medicinas suministradas, al ejercer por aquel entonces como médico de la
familia Real. Incluso fue enviado en el año 1441 al Vizcondado de Bearne, donde
realizó la cura de las heridas que la infanta Leonor de Trastámara y Évreux
había padecido tras un accidente.
Mantuvo unas excelentes relaciones con el príncipe
de Biana Carlos de Trastámara y Évreux. Al igual que el propio príncipe
nabarro, en el año 1441 Nicolás de Echabarri aceptó inicialmente el testamento de la difunta reina Blanca de
Nabarra, manteniéndose hábilmente al servicio del rey viudo Juan II de Nabarra,
lo que le valió un ascenso paulatino en el escalafón administrativo del Reino,
siendo nombrado en el año 1453 como Tesorero de Nabarra por el rey usurpador Juan
II de Nabarra.
También en ese año, Nicolás de Echabarri comenzó
su relación con la Iglesia Cristiana, figurando como el cargo de abad en la
alavesa-castellana abadía de Santa Pía, la cual le proporcionó importantes ingresos
y cuantioso prestigio.
En el año 1457 y ostentando el cargo de capellán
Mayor y Consejero del rey Juan II el
usurpador de Nabarra, fue el encargado de poner en estado de defensa todas las
villas y castillos existentes en la frontera que tenía el reino de Nabarra con
el Reino de Aragón.
En el año 1460 fue nombrado por el rey usurpador
Maestro de las Finanzas del Reino de Nabarra.
En el año 1461, tras la muerte del legítimo
heredero a la Corona de Nabarra Carlos de Biana, el usurpador Juan II de
Nabarra y de Aragón, en un hábil movimiento político, forzó la renuncia del
cardenal griego Bessarión como obispo de Iruinea, postulando a Nicolás de Echabarri
en su lugar, quien viajó a Roma junto al Condestable de Nabarra Mosen Pierres
de Peralta el joven, artífice final
de un acuerdo. Por dicho trato, más
mercantil que espiritual, Nicolás de Echabarri obtuvo el obispado pamplonés a
cambio de arrendar las ganancias de la mitra por cuatro años al cardenal griego
y una pensión anual de 1.500 ducados, sin perder la abadía de Santa Pía y los
beneficios que ostentaba en Calahorra, además de otras prebendas.
Cuando Nicolás de Echabarri recibió el
nombramiento como obispo de la Diócesis pamplonesa, estaba casado y vivía junto
a su mujer. Pero esto no importó y este nombramiento supuso un gran triunfo
para el bando agramontés, llenándose el cabildo de canónigos de su facción. Pero
a pesar de no estar más que ordenado de menores y no haber recibido ninguna formación
eclesiástica sólida, comprendió que era obispo de toda la diócesis, y que su
misión esencial era procurar la paz. Para ello se valió de sus conocimientos de
las finanzas, la política, la diplomacia y la Corte. Por eso, sin dejar de
desempeñar el cargo de Maestro de Finanzas del rey, se dedicó con insistencia
en la labor de lograr la reconciliación de los partidos en liza, el agramontés
y el beaumontés.
En el año 1462 obtuvo del rey usurpador el
privilegio de los impuestos que pagaba la sinagoga de Lizarra, así como la posesión
del castillo de Belmerchet también en Estella. Esto último con la posibilidad
de dejarlo en herencia a su hijo, o bien venderlo, darlo o empeñarlo a quien
quisiera. Dos años más tarde, en diversas partes del Reino de Nabarra compró diversas posesiones por un valor
total de 1.500 florines de oro de Aragón y 1.000 florines de moneda corriente.
Como Tesorero y Maestro de las Finanzas del
Reino de Nabarra, en el año 1462 llevada adelantadas a la Corona del usurpador,
la nada despreciable cantidad de 22.500 libras.
En el año 1463, Nicolás de Echabarri insistió en
logar la libertad del cabildo para el nombramiento de los nuevos prebendados, elecciones
de canónigos y de las obligaciones del Tesorero y Arcediano de la Cámara, estableciendo
para ello unas férreas normas, Quia
nonnulli habentes, que buscaban impedir que
los magnates impusieran sus candidatos, en contradicción total del modo como él
había accedido al cargo de obispo de Iruinea.
La labor diplomática del obispo de Iruinea
alcanzó sus frutos en el año 1464. Dicho año y gracias a su labor conciliadora
se llegó a la concordia entre Juan II el
usurpador y el partido beaumontés, estableciéndose así la paz interna en el
Reino de Nabarra.
Por ello, la princesa Leonor de Nabarra,
lugarteniente de su padre en el Reino, y cabeza visible de la facción
beaumontesa, le donó a perpetuidad la viña Real del paraje de Irujo, así como
otras piezas y tierras de Realengo situadas en los términos de Luquin y
Barbarin.
Incluso el obispo de Iruinea participó en la
política bélica tras la pacificación del Reino. Así pues se le pudo ver junto a
Luís III de Beaumont, II conde de Lerín, rescatando la villa de Biana, que desde
el año 1461 estuvo ocupada por las tropas invasoras de Castilla y León, al
igual que La Guardia, Los Arcos y San Vicente de la Sonsierra. Los castellanos,
en represalia por esta liberación, formaron un contingente de Santo Domingo de
la Calzada y talaron las 9.000 peonadas de viña y árboles frutales en el
término de Biana, desastre que la princesa Leonor de Trastámara y Évreux intentó
paliar concediendo a la villa el privilegio de un mercado franco durante todos
los miércoles del año.
En 1468, Isabel de Foix, esposa de Pierres de
Peralta el joven, vendió los 8.000
florines que se le fueron asignados sobre la villa de Miranda, además de todos
los derechos existentes ella al obispo Nicolás de Echabarri. El mismo año
obtuvo de la princesa Leonor la confirmación de las pechas del lugar y villa de
Piedramillera a favor de su hijo Ximeno de Echabarri.
Ese mismo año, la princesa Leonor de Nabarra y
su esposo Gastón IV de Foix, mostraron abiertamente su intención de reinar en
el Estado de Nabarra con total independencia de Juan II el usurpador. Mientras el condestable Pierres de Peralta el joven permaneció fiel al rey, el
obispo Nicolás de Echabarri se posicionó por los príncipes mostrándoles públicamente
su apoyo. Esto produjo la ruptura total en las relaciones entre el obispo y el condestable.
Como era de esperar, Juan II el usurpador
también se enfureció, y mando al capitán de Erriberri Gómez Frías, apresar al
obispo, que se encontraba en el feudo del líder beaumontés, el conde de Lerin.
Finalmnete y no sin importantes dificultades, su hermano Juan Martínez de Eguía
logró liberarlo.
Mientras, la princesa Leonor y las Cortes de
Nabarra se dirigieron al usurpador mediante
un memorial de agravios. Estos fueron respondidos por Juan II de forma brusca e
imputando de todos los males del Reino a la princesa y al obispo.
Tras su liberación, Leonor de Biana nombró a Nicolás
de Echabarri su consejero personal. Siguiendo y siguiendo las instrucciones del
obispo convocó Cortes Generales con el fin de poner unos medios más substanciales
para acabar con las facciones y los odios internos del Reino. Las Cortes se
reunieron en Tafalla, y en ellas el obispo condenó con toda aflicción las
luchas intestinas, prediciendo años que de seguir así desaparecería Nabarra como
Estado, y que la culpa no correspondía al pueblo, sino a los nobles y
poderosos.
Incluso llegó a dirigirse a su antes amigo Pierres
de Peralta, demostrándole que él era la principal causa por la cual se sostenían
los odios y que finalmente, de él dependía el bienestar del Reino de Nabarra.
El condestable disgustado por las palabras del obispo, juró venganza.
Pierres de Peralta, tras la reunión, se colocó en
posición para capturar al obispo, vivo o muerto. Leonor de Biana hospedada en
el convento de San Francisco de Tafalla y enterada de los deseos de venganza
del condestable, llamó al obispo prometiéndole salvaguardia. En primera
instancia el obispo se negó y ante la insistencia de Leonor de Biana, se dirigió
a su encuentro. Entonces a la altura de la iglesia de San Sebastián fue muerto
a lanzadas y desvalijado por sicarios del condestable Pierres de Peralta, el
cual presenció el asesinato. Su cuerpo fue trasladado a Lizarra donde fue
enterrado en la iglesia del Santo Sepulcro.
Nicolás de Echabarri fue un obispo bastante especial
y atípico, ya que sólo estuvo ordenado de menores y además, no había recibido formación
eclesiástica sólida. Fue un hombre que siempre estuvo vinculado a las finanzas,
la política, la diplomacia y la corte. Tenía varios hijos, y, además cuando
recibió el nombramiento estaba casado y aún vivía su mujer.
Bibliografía
esencial