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2009/06/09

Iruinea, junio 2009



Iñigo Saldise Alda
La guerra de Navarra
CAPÍTULO III
Segunda parte
Navarra y los Capetos; el Estado vasco(n) en manos francesas
Soberanía de Navarra

“No odies a tu enemigo, no te permite juzgarlo bien” Robert De Niro

Tras el fracaso de la reunión de Baiona en el año 1280, entre los reinos de Francia y de Castilla-León, Felipe III de Francia, regente de Navarra, tiene que seguir manteniendo la guardia alta contra una nueva amenaza por parte del imperio castellano El rey de Francia, Felipe III, muere en el año 1284. Antes de morir el monarca francés, Juana de Navarra es casada con el heredero al trono franco, otro Felipe, conocido como el Hermoso. La reina de Navarra se convertía en reina de Francia, pero con ello, comienza el reinado de la dinastía francesa Capeta en el Estado vasco(n).

Alfonso X de Castilla y León, se reúne con el rey de Aragón, Pedro III entre las localidades de Agreda y de Tarazona, en el término conocido como el Campillo, con un plan de día claro y habitual para ambos reinos, el reparto del Reino de Navarra, llegando rápidamente aun completo acuerdo. El señor de Bizkaia, está dispuesto a todo tipo de compromisos y realiza un extraño movimiento y se compromete a servir primero al rey de Francia en la Gascuña, y al de Aragón de manera particular en el Reino de Navarra.

El nuevo gobernador de Navarra, Guerin de Amplepuis, aprovecha la minoría de edad del nuevo monarca castellano, Fernando IV, para reclamar a la madre de este, los terrenos navarros ocupados por los castellanos, que se extendían hasta Atapuerca. El infanzón navarro, Juan Alfonso de Haro, pasa a los hechos y se apodera de la judería de Nájera por la fuerza, pero es en vano, ya que la enérgica regente castellana se niega a esta operación y acaba por doblegar al infanzón navarro.

Juan Núñez de Lara III, rebelde de Castilla, busca el retorno de la Rioja al Reino de Navarra, pero es capturado por tropas castellanas cerca de Alfaro. El rey de Francia, Felipe IV el Hermoso, tiene otras preocupaciones en Flandes, así que prefiere negociar con los castellanos. Así el gobernador Alfonso de Robray firma el acuerdo o más bien capitulación de Vitoria del año 1301.

Las quejas de la Nabarreria continuaban abiertas, siendo las indemnizaciones las reclamaciones más importantes de los Burgos de Iruñea. Estas son atendidas, incluidas la de los judíos de la ciudad, rebautizándose la judería, pero con una mezcla de estos con la población de la ciudad, lo que propicia nuevos incidentes provocados por las autoridades eclesiásticas cristianas de la ciudad.

Las únicas reclamaciones que no son atendidas son las del cabildo y la población de la Nabarreria. Tras la muerte del obispo Armengol, uno de los hostigadores de la guerra, su sucesor Miguel Sánchez de Uncastillo viaja a Paris, demandando justicia para los inocentes y clemencia para los exilados. Creo conseguirlo, pero comprobando que no fue así, tras su regreso a Iruñea, ya que el gobernador no efectúa ninguna reparación a favor de los habitantes de la Nabarreria. El obispo de Iruñea vuelve a marchar a Paris, sin conseguir nada nuevo.

El Cabildo cede la mitad de los Burgos al Reino, algo que no es aceptado por Roma hasta 10 años después, pero el obispado conserva las importantes fortalezas de Oro y Monjardín, disputadas desde la antigüedad por el titular del Reino de Navarra y el obispado pamplonés. El rey se reserva el derecho de acuñar moneda, justicia sobre los infanzones, jurisdicción penal y los derechos sobre las casas de los cuatro Burgos o villas de Iruñea.

El acuerdo es suscrito por el obispo Miguel Pérez de Legariz y los reyes Juana I y Felipe en el año 1291 y es confirmado por el emperador de Roma, Bonifacio VIII, cinco años más tarde. Esto supone un yugo más fuerte, aun si cabe, para los Burgos. Un yugo proveniente del rey Felipe IV de Francia y no de su esposa la reina de Navarra y Francia, palatina de Champaña y Brie, Juana.

La reina Juana I de Navarra es para los navarros un símbolo de legitimidad y la cuidan como la niña de sus ojos. La reina muere en la plena flor de la vida, un 6 de junio de 1305, a la edad de treinta y cuatro años, ocasionando un terrible pesar para los navarros.

Los navarros eligen un nuevo rey, el hijo de Juana, Luís el Obstinado, el Testarudo o Pendenciero. Luís se casa en primeras nupcias con Margarita de Borgoña, a la que acusa de adulterio y manda asesinarla por asfixia. Los representantes de las buenas villas del Reino de Navarra, se reúnen con él en Paris en el año 1305, para invitarle al Reino de Navarra, donde debe jurar los Fueros para poder ser el rey de Navarra.

Las peticiones realizas por las diferentes instituciones navarras, reclamando su presencia en el Reino, no son atendidas. Los navarros irritados se niegan a dar fidelidad a Luís, hasta que este jure los Fueros navarros. Roma se ve obligada a intervenir para exigir paciencia. En la Corte de Erriberri la tormenta estalla de nuevo, siendo esta vez el vicario general, quien vuelva a pedir paciencia a los navarros.

Esto obliga, en cierta media, la aparición de Luís en el Reino de Navarra, cuando ya transcurría el año 1307. La jura de los Fueros fue sin fausto, ni entusiasmo, recorriendo las diferentes ciudades navarras durante un mes, para ponerse tras ello, rumbo a Paris. Algunos caballeros navarros fueron apresados y conducidos a la prisión de Toulouse, como Fortín Almoravid y Martín Ximénez de Aibar, ocupando sus puestos clérigos y funcionarios franceses.

Mientras los navarros aceptan al señor de Xiberoa, Oger de Mauleón, en el puesto de alférez del Reino de Navarra, los gobernadores, inquisidores y encargados franceses de reprimir a la junta de infanzones de Navarra, que se habían convertido en la expresión de opinión, de la totalidad del pueblo navarro, son mal vistos. La presencia francesa en cargos importantes del Estado vasco(n), conllevaba una situación humillante para los navarros, a la par de peligrosa.

Esto es aprovechado por el reino de Aragón, que invade el Estado navarro por Zangoza. La reacción heroica de la población al realizar una contra ofensiva, obliga a las tropas aragonesas a levantar el sitio de Pitilla, siendo los aragoneses derrotados las orillas del río en San Adrián, arrebatándoles los navarros un estandarte, cuyas barras figuran desde entonces en el escudo de la ciudad de Zangoza.

Se funda la ciudad fortificada de Etxarri-Aranaz en la Burunda, para prestar refugio a los habitantes del valle en caso de ataques de malhechores castellanos. Al norte del Reino de Navarra, concretamente en Labastida-Clairence se realiza la misma operación, ante la frontera inglesa de la Gascuña. Luís I de Navarra, otorga los fueros a los habitantes de Rabastens, con ferias los días de San Miguel y San Martín, surgiendo así dentro del Reino de Navarra, un burgo gascón.

El prisionero navarro, Fortún Almoravid, jefe militar de Reino de Navarra, muere en una oscura celda de la cárcel de Toulouse. La intervención de Carlos de Valois, hermano de Luís X de Francia y I de Navarra, permite la liberación de Martín Ximénez de Aibar. Durante el mes de viaje por el Estado de Navarra, Luís el Obstinado, realiza numerosas destituciones, una lluvia de multas exorbitadas, de las cuales no se salvan ni los infanzones, clérigos y agricultores navarros.

La construcción de una fortaleza adosada a la Nabarreria se debe al obstinamiento de este rey, sin duda, más francés que navarro. Tras un breve y violento reinado, el joven gallo galo, muere a la edad de 25 años, sin suscitar lágrima alguna en las gentes del Reino de Navarra.

El hijo del enlace matrimonial entre Luís X de Francia y I de Navarra con la hija del rey de Hungría, Clemecia, y de nombre Juan, nace tras la muerte de su padre, pero apenas vive cinco días. Es reconocido “post mortem” por las Cortes de Erriberri, titulando Juan I de Navarra, el Póstumo.

La ley sádica con la que se prohibía que una mujer ocupe el trono real, es aplicada en Francia por primera vez, pero esto, no es de derecho en el Reino de Navarra, la cual no podía aplicarse directamente en el Reino vasco(n) independiente, por lo que el trono de Navarra corresponde a Juana, hija de Luis I el Obstinado y sobrina de Felipe el Largo.

Los navarros, pese a su reputación de listos, son cogidos desprevenidos. Felipe es nombrado rey de Francia, ante el disgusto del duque Odon de Borgoña, partidario de la niña Juana. El Rey de Francia maniobra con habilidad, casándose con la hija del duque, lo que provocó que fuera considerado rey de Navarra automáticamente. Esto suponía una violación del Derecho de Navarra, pero nadie en dicho Reino dijo ni Pamplona.

Juana era una niña de apenas seis años, lo cual no le impedía ser nombrada reina de Navarra, según las leyes ancestrales navarras. En cambio los navarros no protestan y aceptan a Felipe V Francia y conde de Poitiers, como II de Navarra.

Felipe II nunca se presenta en el Reino de Navarra, contentándose con enviar gobernadores, de carácter reformador, pero que son poco apreciados por la sociedad navarra. Solo se digna A convocar en Paris, a una delegación navarra, encargada de recibir su juramento de fidelidad, siendo aceptada por las Cortes navarras el 11 de junio de 1319. La delegación que se acerca hasta Paris, esta encabezada por el obispo de Iruñea, Arnaldo de Barbazán.

Es este obispo, quien convence al cabildo para poner fin a la guerra entre la iglesia y la Corona de Navarra. Se presenta ante el rey en Francia, junto al prior García de Egües y rápidamente logra un acuerdo. La jurisdicción de ciertos barrios de Iruñea, pasaban al Reino, junto a los castillos de Monjardín y Oro, así como los pueblos vecinos, a cambio de una renta de 500 libras tornesas y el compromiso del rey de reprobar la Nabarrería y el burgo de San Miguel. El rey muere en Longchamp, siendo aún joven y sin la conclusión definitiva del acuerdo.

Los navarros, pese a contar con su soberana legítima, la hija Felipe el Obstinado, reciben de nuevo una mala noticia, Carlos el Calvo, hermano de Felipe V de Francia y II de Navarra, va a ser su rey.

Carlos IV de Francia y I de Navarra, realiza una gran aportación para la estabilidad del Reino vasco(n), consiguiendo alcanzar la paz en el interior de sus fronteras, gracias a la reconstrucción total de la Nabarreria y la concesión del Fuero de Jaca para sus habitantes.

Los navarros se niegan a presentarse ante Carlos el Calvo, en Toulouse, donde habían sido invitados por el gobernador Alfonso de Roubray, ante la negativa del monarca a pisar suelo navarro.

En el año 1328 los navarros rechazan las pretensiones francesas tras la muerte de Carlos I de Navarra, impugnando la candidatura de Felipe de Valois al trono navarro, basándose en una ley sálica que no tenía nada que ver con la del Reino de Navarra.

Sin peder un instante, el 13 de marzo se celebra una gran asamblea en Gares. A ella no asisten ningún eclesiástico, un hecho a reseñar. La asamblea estaba formada por ocho ricos-hombres y cuarenta y tres caballeros, más los infanzones de Miluce, Iratxe, Ribera y Obanos. Pronto se suman cuarenta y cuatro villas o valles, entre ellos el de Baigorri, representado por su Vizconde.

Destituyen al gobernador Pedro Raimundo de Rabastens, el cual busca refugio en el castillo de Tutera. En su lugar se nombran dos regentes, el alférez Juan Corbaran de Lehet, Juan Martínez de Medrano, ambos navarros. También se edita una proclama exigiendo al futuro rey un juramento conforme al Fuero, usos y costumbres del Reino de Navarra. Los presentes, a su vez, prometen defender conjuntamente el Reino ante cualquier agresión, con ayudas mutuas en caso de necesidad, demostrando que el idealismo y el realismo, iban unidos y encaminados a defender la independencia del Estado de Navarra.

El 16 de abril, las buenas villas realizan una declaración separada. En ella se comprometen en hacer todo lo que está a su alcance, para defender el Reino de Navarra. Cuatro meses después, en Erriberri tiene lugar una nueva reunión de las buenas villas, para reafirmar lo escrito con anterioridad.

Las noticias provenientes del reino de Francia, no son muy halagüeñas, por lo que los dos regentes, reúnen a las verdaderas Cortes. Así pues, el 1 de mayo en Iruñea en la pradera de los dominicos, se celebra la reunión al aire libre por la gran cantidad de Diputados asistentes. En ella, de forma unánime se proclama a Juana, hija de Luís el Obstinado, la cual ya estaba casada con el conde de Evreux, legítima heredera al trono navarro. Esta mujer de 23 años, era la niña de 4 años durante la destrucción de la Nabarreria.

Juana de Angulema y Mortain, junto a Felipe de Evreux, son descendientes de San Luís IX de Francia, por vías paralelas. Una delegación navarra, formada por un franciscano, Pedro de Atarrabia y un dominico, Otxoa de Salinas, en un 4 de mayo se pone en camino para informar a los dos jóvenes monarcas. En sentido contrario se encaminaba una delegación francesa, para hacer valer sus pretensiones, algo que en Navarra ya no se quería a ningún precio.

El alférez de Navarra da orden de cerrarles el paso en Donibane Garazi, pero uno de ellos se escabulle y se presenta en Orreaga. Los regentes improvisan una nueva asamblea el 12 de mayo en Iruñea, consintiendo ese mismo día, una reunión en la Colegiata de Roncesvalles con sire Ferri de Picquigny y Juan de Marigny, obispo de Beauvais. En esta reunión se acepta sacar de la fortaleza de Tutera, al antiguo gobernador.

Esto fue lo único que consiguen los franceses, teniendo que regresar con las manos vacías a su país, pues Navarra prefería al rey consorte Felipe de Evreux, en contraposición de Felipe de Valois, al estar casado con la legítima heredera, la reina Juana II de Navarra.

De grado o por la fuerza, pronto se llega a un acuerdo entre los dos Felipe. Un acuerdo por el cual, el rey de Francia recibe los condados de Champaña y Brie, en compensación de los ducados de Angulema, Mortain y Longuelle que pasaban a vincularse al título del rey de Navarra. Todo parecía ir bien, ya incluso el emperador de Roma, Juan XXII, satisfecho, felicita a los nuevos reyes de Navarra.

Bueno, no todo iba tan bien. A pesar de romper con la subordinación francesa, los nuevos reyes eran totalmente franceses, cuyos métodos de gobierno no pueden resentirse de ello. Así pues, los navarros lo empiezan a advertir el día 20 de julio, con la llegada de tres franceses como lugartenientes en Navarra. Estos franceses son: Enrique señor de Sully, Felipe de Melun, archidiácono de Reims y Aimar señor de Archiac. El señor de Sully presenta cartas credenciales a los regentes, el día 30 de noviembre en Orreaga.

Tras una reunión de las Cortes en Larrasoaña. el día 27 de febrero de 1329, los regentes se niegan a entregar sus poderes a los señores de Sully y de Archiac. Los nuevos monarcas son nombrados soberanos de Navarra, tras la jura de los Fueros navarros. Dicha ceremonia se desarrolló el 5 de marzo de 1329, bajo la presidencia de Arnaldo de Barbazán. Fueron alzados tres veces del pavés, al grito de Real, Real, Real.

Días más tarde, los nuevos reyes reciben el vasallaje de Ultrapuertos, a través del vizconde de Baigorri, del vizconde de Tartas por el país de Mixe y el de Ostabarret y del señor de Agramont junto a sus dos castillos.

Felipe III de Evreux, es un hombre prudente, magnánimo y generoso, lo que le otorga el sobrenombre de buen conde, por parte de las gentes de Evreux y de Noble, por parte de los navarros. Realiza el Amejoramiento del Fuero General y el concurso de una comisión legislativa para esa finalidad.

Las innovaciones realizadas fueron recomendadas por las buenas villas y el nuevo texto es aprobado por las Cortes de 10 de septiembre de 1330, en el palacio episcopal de Iruñea. Pero debido a la cultura de los monarcas, afrancesada, estos parten al condado de Evreux, confiando el gobierno a su representante Enrique de Sully, desempeñando estas funciones hasta el año 1335.

Pese a todo, los reyes de Navarra no desatienden el Reino y nombran unos reformadores para vigilar la conducta de los funcionares. Lo que lleva a cierto Juan de Paris, tesorero del Reino, a prisión, por acuñar moneda falsa. Es sustituido por el celebre reformador Guillermo de Soterel. Tras manifestarse la inocencia del tal Juan, este es restituido en sus funciones.

Al comienzo del reinado de Juana II y Felipe III, se desatan graves y sangrientos incidentes con los judíos del Reino. Esta matanza de judíos desentonaba en territorio navarro, el cual era tradicionalmente hospitalario con los hijos de Israel

Es un religioso, fray Ollogoyen, quien más atiza este incendio interno. Las llamas de la ira se dieron con gran crudeza en Lizarra, Funes y San Adrian. En Iruñea y Tutera, las llamas fueron apagadas rápidamente, para el bien de todos. Los reyes tomaron cartas en el asunto y se sanciona con duras multas a Lizarra, Falces, Andosilla y Biana, siendo reconstruidas todas las sinagogas.

Poco a poco las cosas fueron calmándose, para satisfacción de reyes y gobernantes. También el pueblo navarro agradece la vuelta a su modo de vida liberal y razonable, con las creencias ajenas. Mientras esto ocurre dentro del Reino vasco(n), las relaciones exteriores son inteligentes y relativamente pacíficas, evitando las reivindicaciones navarras y manteniendo buenas relaciones con Aragón, y algo peor con Castilla-León.

La reina Juana y su esposo Felipe, preparan en el año 1331 el matrimonio de su hija mayor, de nombre Juana, con el príncipe Pedro de Aragón. Este pacto matrimonial es llevado a cargo de Enrique de Sully, por parte navarra y del Arzobispo de Zaragoza por parte aragonesa. En el año 1333 todo esta preparado para el enlace, cuando la princesa Juana, se escapa a la abadía de Longchamp, donde ingresa como religiosa.

De todas maneras, el pacto matrimonial se llevó a cabo, al comprometer a otra princesa navarra, María, con Pedro IV de Aragón, en el año 1338. Ese mismo año Alfonso XI de Castilla y León, sitia el castillo de Tudejen y el Monasterio de Fitero. Rápidamente los navarros y su aliado Gastón de Bearne, acampan cerca de Biana, antes de atacar Logroño. La intervención del arzobispo de Reims, Juan de Viena, que se encontraba en peregrinación a Compostela, junto a la del mismísimo papa Benito XII, hace que callen las armas. Aunque hasta el año 1373, el Reino de Navarra no consigue recuperar Fitero.

Al norte, en la Baja Navarra, también hay enfrentamientos, provocados por las disputas del rey de Francia y del rey de Inglaterra. A su vez, se recrudecen los conflictos entre navarros y castellanos junto a la frontera de la tierra de Gipuzkoa. Estos sucesos son atizados desde la corte de Castilla y León, al igual que alimenta el conflicto en Oñaz y Ganboa, estos últimos partidarios de esas tierras vasc(on)as al Estado de Navarra.

Los enfrentamientos fronterizos se saldan con la ocupación castellana del castillo navarro de Ausa. La perdida de este enclave estratégico, origina que a su último tenente navarro, el guardián Pedro Ladrón de Gebara, le fueran confiscados sus bienes por el gobernador de Navarra.

Felipe de Evreux, que no residió mucho en Navarra, vuelve, sin embargo, a pasar por ella, para ir a participar en la conquista de Algeciras. Esta será la última participación navarra, en una cruzada. El rey de Castilla y León, tras la victoria del Salado en el año 1340, acepta la colaboración de príncipes no españoles o extranjeros. El ejército navarro esta encabezado por el mismísimo rey Felipe III de Evreux, por Gastón de Bearne y por Roger de Castelbon.

La expedición navarra, cuenta con innumerables recurso de dinero, provisiones y caballos, provenientes en su mayoría de la Merindad de Lizarra. Cruzando Sevilla y Jerez, la expedición navarra llega a Algeciras, donde el rey castellano-leonés, Alfonso XI los recibe con honores. Una vez allí, el rey de Navarra participa en una emboscada junto a 100 caballeros y 300 infantes navarros, para luego caer enfermo y fallecer en Jerez, el 26 de septiembre del año 1343. Su cuerpo es trasladado a Iruñea, siendo inhumado en la Catedral el 29 de octubre.

Mientras la reina de Navarra, Juana II seguía residiendo en Francia. Continúa el gobierno del Reino de Navarra, a través de sus gobernadores, Guillermo de Brie y Juan de Conflans. Estos logran poner fin al conflicto entre la Corona y la iglesia y persiguen la corrupción en la administración navarra. Santiago Liceras, administrador del Reino, es encerrado y más tarde condenado y arrastrado por las calles de Iruñea, con la lengua arrancada, para finalmente colgarlo en un árbol en el prado de Barañain.

La reina Juana II, consigue del rey de Castilla y León, Alfonso XI, la pacificación de las gentes de Alfaro, que no se sabe por qué, tenían la costumbre de hostigar a los navarros de Corella. La reina de Navarra se muestra feliz ante el enlace matrimonial de su hija Inés, con Gastón Febo, conde Foix y Vizconde de Bearne.

Juana II de Navarra muere poco después, el 6 de octubre de 1349 y es enterrada junto a su padre, Luís el Obstinado.



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