778-824
Iñigo
Saldise Alda
Para mí y
muchos otros compatriotas, el 15 de agosto representa el día de nuestra
autodeterminación, de nuestra independencia o sencillamente el día de la
libertad de nuestra amada Patria. Esto es debido a la acción bélica realizada
en el año 778 por nuestros antepasados, los vascones libres o nabarros, que
perpetraron una de las hazañas bélicas más importantes de la historia mundial,
al infringir la única derrota conocida del ejército más poderoso de la época,
la huestes francas del todo poderoso Carlomagno, tras la ruin acción imperial
de éste al quemar la ciudad de los nabarros, Iruinea, Pamplona o Pampelune.
A pesar
de que pueda parecer a primera vista un acto vengativo, tiene un gran
transformo político y deja de manifiesto el honorable recelo que poseían los
nabarros de su libertad. También, si analizamos de forma profunda la batalla y
el resultado victorioso de la misma, nos demuestra el gran compromiso de todo
el pueblo nabarro, mediante unas impresionantes vías comunicación que
alcanzaron todos los rincones de la geografía de Baskonia. Sin olvidarnos la
gran organización de las tropas libertarias nabarras y su más que bueno arsenal
armamentístico, pues de no haberlo poseído la victoria habría sido inaccesible.
Todo esto
nos muestra a una sociedad uniforme bajo la misma nacionalidad, donde se estaba
germinando un proceso de autodeterminación, el cual comenzó a llevarse a cabo
durante el periodo histórico del Ducado de Vasconia, el cual fue creado por los
francos con el único propósito de controlar a los vascones. Pero los francos al
igual que los visigodos anteriormente, jamás lo lograron.
Así pues,
aunque parezca lo contrario, la batalla de Orreaga no fue un hecho aislado más de
resistencia ante los invasores imperialistas, sino que fue realmente un acto
demostrativo de autodeterminación por parte de los nabarros, los cuales, como
vascones libres querían tener su propio Estado dentro del marco político
europeo y mundial.
Pero como
en todos los lugares de este mundo, el proceso de la formalización de un
Estado, en este caso propio de los nabarros, no fue sencillo, tanto por
presiones externas, astures, musulmanes y francos, como también por
“rivalidades” internas, que incluso algunos de ellos se mostraron
procarolingios.
Finalmente,
en al año 824, ante un nuevo ataque de los francos, esta vez dirigidos por
Pipino, la unidad volvió al pueblo nabarro pues había de volver a defender su
amada libertad. Nuevamente derrotaron a un numeroso ejército francés, que a las
órdenes esta vez de Pipinio habían asesinado a numerosos habitantes de la
ciudad de los nabarros. Los traidores vascones Eblo y Aznar fueron apresados
durante la batalla, donde destacó Eneko Haritza por su forma de mandar a las
tropas y luchar junto a ellas, encontrándose nabarros de toda la geografía de
Baskonia, incluidos los Banu Qasi, vascones musulmanizados de la Ribera del
Ebro.
Posteriormente
a la batalla del año 824, Eneko Haritza fue alzado como rey de Pamplona, iniciándose
con él y de forma soberana, el periplo independiente de nuestra Nación,
Nabarra.