Obanos-eko Infanzoiak, Nabarrako Estatua 2011
Una cuestión que suscita el debate entre los que hemos abrazado la idea de la recuperación del Estado Europeo de Nabarra, gira sin duda en la delimitación territorial de dicho Estado. A mi entender, un territorio no se define, si entendemos por definir el fijar con claridad y exactitud la significación de una palabra, enunciando las propiedades que designan unívocamente un objeto, individuo, grupo o idea. La recuperación de la territorialidad está sujeta a la fuerza de que disponga un grupo social para legislar sobre ese territorio. La acción de legislar requiere, ante todo el consenso de los pobladores de dicho territorio que desarrollan la violencia suficiente para ser tenidos en cuenta y van cogiendo cotas de poder ante otro grupo social, en nuestro caso, que impide con todos los medios a su alcance que ese consenso se materialice. Se produce entonces el enfrentamiento entre los dos grupos. La diferencia entre el primer y segundo grupo aquí mencionados es que en el segundo caso su poder de violencia esta institucionalizado y adquiere poder de legislar sobre el territorio mientras que en el primer caso, el grupo social no ha institucionalizado su poder político por carecer, no necesariamente de fuerza, sino de estrategia política para llevar a cabo este paso indispensable para la consecución de sus objetivos. Si un territorio no se define, pienso en cambio de que sí se traza, sí se marca en el ideario-imaginario colectivo. Los defensores del sabinianismo tienen en su imaginario el zazpiak bat como referencia y meta a conseguir. Los defensores de la recuperación del Estado de Nabarra tenemos en el imaginario el mapa trazado que es de una extensión mucha más amplia que el zazpiak bat, basándonos en la referencia histórica y política que nos da el hecho de haber conformado un Estado soberano. Nuestro mapa es y será el que fue antes de las invasiones sucesivas y escalonadas de las potencias ocupantes, desde Bordele hasta el alto Aragón, desde Foix hasta Atapuerca, yendo la Nabarra marítima hasta el último pueblo de lo que hoy llaman Cantabria. En cualquiera de los dos casos, sabiniano o estatal nabarro, el territorio será que el imponga la fuerza popular, que tiene que ser la suficientemente violenta para precisamente tener el control sobre el territorio. Una cosa es el imaginario, necesario para tener puntos de referencia, y otra el desarrollo estratégico para lograr el objetivo. Apuntar también que en la constitución de los Estados existentes en el hemisferio, estos no delimitan nunca sus territorios, sabedores de que en algún momento pueden engullir alguno más robándoselo a otro Estado. Caso de España, mirando de reojo a Portugal o Francia con Alemania, en los casos de Alsacia y Lorena, que han pasado de un Estado a otro en estos últimos sesenta años.
