Iñigo Saldise Alda
Durante el reinado de Alfonso I de Pamplona y Aragón se alcanzó la máxima territorialidad del Estado nabarro, tanto al norte como al sur y de este a oeste. El 7 de septiembre del año 1134, el monarca nabarro es derrotado y muerto en Fraga, cuando junto a tropas nabarras se enfrentaba a una alianza formada entre los musulmanes de la ciudad y el conde de Barcelona y maestre de la Orden del Temple Ramón Berenguer IV. La muerte le llegó a Alfonso I el Batallador, sin tener descendencia y su testamento otorgaba el Reino de Pamplona y Aragón, a tres órdenes cristiano-militares de Palestina: la orden del Santo Sepulcro, la orden de San Juan de Jerusalén y la orden del Temple.
Con ello, todos los castillos y fortalezas del Reino de Pamplona y Aragón eran cedidos a las tres órdenes militares, intentando justificar con ello sus actos en vida y de paso servirle como ofrenda para la redención de sus pecados, pero también de su alma y la de sus parientes. Este testamento perjudicaba seriamente los intereses del Reino de Pamplona y Aragón, mientras que por el contrario era muy favorable para la iglesia católica-romana, por lo que poco después de su muerte y de la inmediata crisis sucesoria planteada, este testamento fue rechazado por los señores nabarros.
Este hecho es aprovechado velozmente por el mayor enemigo de los nabarros, el rey de León y Castilla Alfonso VII, autoproclamado ya emperador, e invade el territorio del Reino de Pamplona y Aragón, ocupando Naiara-Nájera, poco antes del 10 de noviembre del año 1134. Tras eso, se pone al acecho de otra plaza nabarra, concretamente la de Logroño, de donde pasó rápidamente a Zaragoza en diciembre del mismo año.
Alfonso VII de León y Castilla, con todo su ejército entró en Zaragoza el 2 de diciembre del año 1134, confirmando las posesiones a los nobles, infanzones y eclesiásticos, dándoles inclusive privilegios que no tenían en el régimen nabarro. Ese mismo mes de diciembre Ramiro el Monje, hermano de Alfonso I de Pamplona y Aragón, se presentó en Zaragoza y confirmó los derechos de los mismos nobles a heredar las tenencias salvo caso de traición a su persona. Dichos privilegios fueron otorgados antes por Pedro I de Pamplona y Aragón, pero anulados por Alfonso I el Batallador durante su reinado.
En plena crisis sucesoria se llevó a cabo a comienzos del año 1135 el Pacto de Vadoluengo, que básicamente pretendía una cohabitación de Poderes. La iglesia gobernaba a través de Ramiro el Monje, mientras que García Ramírez era colocado como jefe supremo del Ejército, para que este último seguirá combatiendo al Islam. Si embargo, la última voluntad real no se llevó a cabo al no llegarse a un acuerdo entre García Ramírez y las Órdenes Militares; así los nabarros se decantan por García Ramírez, señor de Tutera como rey.
La chancillería pontificia lanzó una enérgica represalia contra el rey nabarro, negando su condición de rex y otorgándole únicamente el título de dux, considerando en la práctica quel Reino quedaba libre para ser invadido y ocupado por el mejor postor existente dentro de los príncipes cristianos.
Los intereses de la Iglesia de Roma en la cruzada contra los musulmanes en el valle del Ebro, apoyada por el obispo de Barbastro y Roda Ramiro el Monje y el arzobispo de Tarragona, primado de la Tarraconense, influyeron en la operación barcelonesa; por el contrario en Jaca, Huesca, Cinco Villas, Val de Onsella, Sos y resto de los valles pirenaicos, el monasterio de San Juan de la Peña, así como los eclesiásticos del interior – el obispo de Huesca y Sancho de Larrosa de Pamplona-, apoyaron la continuidad de la unión del Reino de Pamplona y Aragón, bajo la Corona de García Ramírez el Restaurador, frente a la disolución pretendida por el rey Alfonso VI de León y Castilla y del ambicioso Berenguer IV conde de Barcelona.
Ramiro el Monje, al verse apoyado por castellanos y barceloneses, creyó en la posibilidad de formar una monarquía teocrática, del mismo tipo que la existente en Roma, para todo el Reino de Aragón y Pamplona. Por lo cual convocó a diferentes caballeros y obispos en la catedral de Huesca, donde los asesinó ante su negativa a reconocerle como rey de Pamplona y Aragón. Los señores y clérigos de Jaca, Huesca, Cinco Villas, Val de Onsella, Sos y resto de los valles pirenaicos, del monasterio de San Juan de la Peña, e incluso el mismísimo obispo de Huesca, son decapitados por orden de Ramiro el Monje. Ante estas maniobras, García Ramírez fue proclamado rey en Pamplona, como restaurador de todo el Reino de Alfonso el Batallador.
La presencia de Alfonso VII de León y Castilla en Zaragoza durante la Natividad de 1134-1135, echaba por tierra las pretensiones de crear una monarquía teocrática por parte de Ramiro el Monje. Pero no solo eso, ya que la presencia castellana en Zaragoza se enfrentaba directamente a los Derechos que tenía García Ramírez el Restaurador, sobre el Reino de Zaragoza desde su recuperación para la cristiandad llevado a cabo por el Reino de Pamplona y Aragón.
García Ramírez el Restaurador, a diferencia de Ramiro el Monje, pretendía mantener el mismo criterio con los tenentes, en contra de las costumbres existentes en Castilla-León y Barcelona de dar las tenencias de carácter hereditario. La invasión castellana y la intromisión de los magnates de la Iglesia alteraron drásticamente el panorama político en el Reino vascón.
Los partidarios de García Ramírez el Restaurador y de Ramiro el Monje se aproximaron, y hubo una reacción ante el caos producido por la guerra civil y la partición del Reino de los nabarros. Desde Castilla-León buscan la partición del reino vascón tras la invasión y ocupación de las tierras riojanas y alavesas, intentando forzar a García Ramírez a negociar con Castilla-León. En la primavera del año 1135, Alfonso VII acordó en Nájera una paz con García Ramírez, reconociéndolo como rey de Pamplona y Aragón. En el texto se hacía alusión a una paz firme y duradera.
Lo cierto es que realmente, el rey de León y Castilla, pretendía repartirse el Reino Pirenaico con Ramón Belenguer IV conde de Barcelona, algo que sellaron en el tratado de Carrión de los Condes de Febrero del año 1140. Promovieron la boda del obispo Ramiro con la hija del conde de Poitou y el posterior casamiento de la hija de estos, de apenas dos meses de edad, con el conde de Barcelona, dando así forma a la futura Corona de Aragón.
Ramiro I de Aragón el Monje (1), se enclaustró debido a los remordimientos de conciencia por su matrimonio, que contravenía su juramento de celibato y así, el príncipe de la Corona de Aragón Ramón Belenguer IV de Barcelona, tomó el caudillaje de la Corona de Aragón desde el año 1147. Cristianos barceloneses y castellanos reconquistan Fraga y Lleida en el año 1149, bajo la excusa de segunda Cruzada a Tierra Santa, predicada en el año 1147. Ambas ciudades constituyeron unos marquesados vinculados al condado de Barcelona.
A si pues, los nabarros, de nuevo, se ven presionados por todas las fronteras. La unidad con los vascones del norte de los Pirineos se vio nuevamente interrumpida por la acción inglesa y francesa. Y al sur, el Reino vascón es dividido entre Pamplona y Aragón, por las injerencias externas procedentes del Reino de León y Castilla, del condado de Barcelona y también del Estado Papal. La rica Rioja cae de nuevo bajo las zarpas imperiales castellanas.
El imperio cristiano de Roma no consideraba Reino al Estado de los nabarros, tras la división en dos de los Reinos de Aragón y Pamplona, y trató como dux al rey de Pamplona García Ramírez el Restaurador, lo que facilitaba e incentivaba, aún más si cabe, las ansias imperialistas de los demás Reinos cristianos. Por ello el Restaurador tuvo que ceder a la invitación del rey de Castilla y León, para realizar una cruzada a Córdoba y Almería en el año 1147. Aunque más que una cruzada en si, se trató de una acción furtiva contra el puerto de Almería, el cual era un nido de piratas. En dicha acción participaron castellano-leoneses, nabarros, aragoneses, genoveses y pisanos, estos últimos desde el mar.
García Ramírez el Restaurador logró mantener independiente al Reino vascón frente al emperador castellano Alfonso VII y a su vez, mantuvo una lucha constante con la emergente Corona de Aragón. La presión de la Corona de Aragón se acentuó con la retirada, de nuevo a un monasterio, de Ramiro I el Monje, facilitando el acceso a la corona aragonesa al príncipe de Aragón, el belicoso maestre de la orden del Temple y conde Berenguer IV de Barcelona.
En este proceso el emperador castellano se apoderaría de La Rioja, aunque rápidamente los nabarros recuperaron Logroño. También las Encartaciones son ocupadas por las tropas castellanas, pero momentáneamente los nabarros les hacen frente en el resto de Bizkaia, impidiendo que los castellanos penetren en Araba y Gipuzkoa.
El principal aliado de García Ramírez fue el obispo de Pamplona García de Larrosa, originario de un pueblo del mismo nombre, situado próximo a Jaca. La iglesia nabarra era la principal fuente ingresos de dinero, que sirvieron para pagar a los diferentes caballeros que defendían los castillos y las tenencias del Reino de Pamplona, recibiendo a cambio tierras, villas e incluso los propios castillos. El obispo era el verdadero señor de Pamplona, siendo el rey de Pamplona poco dado a residir en esa ciudad.
El abad de Irache fue una gran ayuda, salvándose el honor de los monasterios nabarros tras la deserción del abad de Leyre, que rindió homenaje al rey Ramiro I de Aragón. Algunos señores que se encontraban dentro de las tierras controladas por Aragón, le fueron leales al monarca nabarro, por lo que fueron cobijados en el Reino vascón. Los burgueses de Lizarra contribuyeron en gran medida a la tranquilidad en el Estado nabarro, mientras que Ladrón y Lope Iñiguez, establecidos en Bizkaia, Araba y Gipuzkoa, defendieron con éxito esas tierras nabarras ante las continuas acometidas castellanas.
Las tropas aragonesas atacaron Zango(t)za-Sangüesa y Lumbier, lo que provocó la reacción inmediata de los nabarros, derrotando a los aragoneses cerca de Zaragoza, llegando incluso a recuperar Tarazona para la Corona de Nabarra. Esta plaza pronto fue ocupada por las tropas aragonesas del conde barcelonés Berenguer IV príncipe de Aragón. Hubo algún intento de alianza, mediante un matrimonio concertado, que no llegaron a buen término, por los que los enfrentamientos se reanudaron y los aragoneses invadieron el Estado de los nabarros. La resistencia no se hace esperar y se recuperó por parte de las tropas de el Restaurador, los territorios del Roncal y Tutera, que se perdieron momentáneamente por la invasión de las tropas de la Corona de Aragón.
Las relaciones directas de los nabarros con Castilla y León, se sosegaron momentáneamente, después que el rey de Pamplona reconociese como emperador al castellano Alfonso VII, aceptando un vasallaje en Nájera, el cual consistía únicamente en presentarse en León para asistir a la coronación imperial del castellano. Un precio barato para dicho vasallaje y sin repercusiones para el territorio nabarro.
Pero Alfonso VII de León y Castilla intentó al menos en dos ocasiones sacar tajada de las tierras nabarras, con la complicidad del joven lobo de Barcelona. Ambos habían firmado el tratado de Carrión en el año 1140, donde buscaban la repartición del reino nabarro, entre Castilla-León y el condado de Barcelona. Pero la determinación y valentía de los nabarros solo permitió unos leves escarceos castellanos en territorio soberano del Reino de Pamplona, saldándose con el robo de algunas vacas y jumentos por parte de las hordas castellanas.
En el año 1150, el nabarro, volvió a acompañar al emperador castellano a una nueva incursión por Al-Andalus. Al poco de su regreso ese mismo año a tierras vasconas, el Restaurador falleció en Lorca, cerca de Lizarra, tras estrellarse la cabeza en un peñasco durante una cacería, quedando el Reino de Pamplona en manos de su hijo Sancho Garcés VI al que le llamaron el Sabio. Mientras engatusados por el seductor emperador castellano, numerosos tenentes nabarros desertan y se unieron al Reino de Castilla-León, destacando entre los traidores, Ladrón Iñiguez de Guebara.
Los demás Reinos cristianos de la Península Ibérica (Castilla-León y Aragón), no estaban dispuestos a admitir realmente la existencia del Reino de Pamplona, y más aún con el beneplácito de la bula Papal, la cual se mantuvo durante el reinado de Sancho IV el Sabio, que negaba el título de rey al soberano nabarro, otorgándole únicamente el título de duque. Esto permitía a los demás Reinos cristianos existente, la invasión y conquista de la tierra de los nabarros.
El Sabio, a la edad de 15 años, ya tuvo que hacer frente a los asaltos de castellanos y aragoneses, siempre conjugados contra el Reino de los nabarros, buscando continuamente un reparto del mismo. El punto de partida, o continuación más bien, lo podemos situar en Tudejen, cerca de Fitero en el año 1151. El emperador castellano y el príncipe de Aragón o conde de Barcelona, tuvieron como orden del día el reparto de Nabarra. Dicha operación se debía realizar el 29 de Septiembre del mismo año, festividad de San Miguel, casualmente patrón del ejercito nabarro.
Sancho VI de Nabarra no tuvo ningún reparo en declararse vasallo del emperador, buscando frenar las ansias expansionistas del castellano. En el año 1153 es nombrado caballero por el castellano, que le concede la mano de su hija Sancha. Esta fue toda la “generosidad” mostrada por Alfonso VII, ya que no cedió ni una pulgada de la Rioja. El emperador de Castilla y León, colmaba de bienes a monasterios y villas, además fundaba el Reino de Nájera para su hijo Sancho, propiciando las deserciones en tierras nabarras con su supuesta generosidad, que incluso llegaba hasta el mismo corazón de Nabarra, con el denominado Reino de Artajona, al que estaban vinculadas Larraga, Miranda, Olite y según parece, incluso Tafalla.
La Gascuña que estaba bajo la legítima soberanía nabarra pese a la presión francesa, fue ocupada por tropas inglesas en el año 1154. Esto fue debido a la unión matrimonial entre el rey de Inglaterra, Enrique Plantagenet y Leonor de Aquitania en el año 1152. Las tropas inglesas ocuparon esta tierra vascona, buscando con ello la defensa de la dote que aportaba la duquesa de Aquitania, lo que provocó una separación de estos territorios del resto del Reino de Nabarra, realizada en gran medida por la fuerza de las armas. Claro ejemplo de ello es la toma sangrienta de Baiona por parte inglesa.
Al morir Alfonso VII en el año 1157, le sucedió Sancho III de Castilla, aunque no por mucho tiempo, ya que murió un año después. Al menos se restituyó el Reino de Artajona a Nabarra. Sancho VI de Nabarra se decidió a intentar reconquistar las tierras de la rica Rioja. Fue una campaña vigorosa y con éxito para los nabarros. Esta victoriosa campaña emprendida en el año 1162 es concluida un año después. Se recuperó nuevamente Logroño, después Navarrete, Pazuengos y la mayor parte de los puestos situados sobre la orilla derecha del Ebro.
Por desgracia para los nabarros Nájera se resistió, así como Calahorra, por lo que prosiguieron la campaña por Araba y de allí hasta Durango y la antigua vascona Bureba, desde Miranda de Ebro hasta Briviescas, pasando por Grañón, Cerezo, Salinas de Añana, llegando hasta los arrabales de Burgos. A continuación procedió a consolidar las defensas de estos territorios recientemente reconquistados y entrando en buenas relaciones con Fernando II de León y Galicia, tío del joven Alfonso VIII de Castilla.
Alfonso VIII rey de Castilla, tras alcanzar la mayoría de edad, comienza a preparar su matrimonio con la hija del monarca inglés Enrique II Plantegenet. El rey castellano ofreció en el año 1170, a la princesa inglesa las plazas nabarras de Logroño, Berañón, Belorado, etc… que acaban de ser recuperadas para el Reino de Navarra por el rey vascón. Así, la guerra entre Castilla y Nabarra es abierta desde el año 1173, produciéndose un doble ataque castellano, uno hacia la Bureba y otro hacia Artajona y Pamplona. El propio rey de Nabarra sufrió un asedio de dos día en el fuerte de Leguín, cercano a Urroz, mientras que el nuevo rey de Aragón Alfonso II, se entrometió favoreciendo a los castellanos, atacando y destruyendo la villa y el castillo de Milagro.
Tras un breve respiro en el año 1176, las tropas del ejército castellano volvieron a cruzar el Ebro, llegando de nuevo hasta el fuerte de Leguín, conquistándolo y volviendo a Nájera después de dejar una guarnición en la fortaleza. El rey nabarro se vio obligado por ello a pactar, pero como Castilla no había combatido para no conseguir nada y Nabarra no estaba dispuesta a renunciar a sus Derechos legítimos, indiscutibles y regularmente escarnecidos desde tiempos de Alfonso VI de Castilla, se tomó la decisión de acudir a London-Londres, donde reinaba el suegro del castellano y poseedor de las tierras vasconas del norte del Pirineo que anteriormente formaban parte del Reino de Nabarra.
Dos obispos presidieron ambas delegaciones, Ramón de Palencia por Castilla y Pedro de Pamplona por Nabarra, acompañados de diversos nobles y señores. A la vez acudieron dos valientes caballeros, con sus caballos y armas, uno por cada Reino, en caso que el rey de Inglaterra decidiera que el asunto se tenía que elucidar en un torneo de campeones, algo común en la Edad Media. Pero el inglés solicito que ambas delegaciones presentaran sus alegaciones por escrito, ya que los laicos ingleses no entendían las lenguas de los litigantes, el castellano y el euskara. El litigio cayó finalmente del lado castellano.
NOTA
1. Ramiro I el Monje: La historiografía española lo titula como Ramiro II al aceptar la falsa premisa de que el bastardo de Sancho el Mayor, fuera el primer rey de Aragón.