Interiorización
del ser político
Iñigo
Saldise Alda
Para
realizar una correcta interiorización del ser político, es
necesario un conocimiento elemental de nuestra historia. No solo del
pasado inmediato y la “política” realizada hace 5, 10, 20, 50,
100 ó 200 años, sino de todo nuestro periplo histórico.
Necesitamos ver, estudiar y conocer el largo devenir de nuestros
antepasados o ancestros, pues de lo contrario estaremos evadiendo y
ocultando una parte muy importante de nuestro ser político y de las
numerosas coincidencias o circunstancias, que provocaron y
facilitaron nuestro actual estado de esclavitud. Ya lo dijo con
certeza luminaria el crítico de arte, escritor y sociólogo
británico del siglo XIX John Ruskin; “existe
un único procedimiento para ver las cosas, verlas por completo”.
Dicho
esto y centrándonos en el término político de nabarros, hay que
remontarse hasta antes incluso de la creación del Reino de Pamplona,
posterior Nabarra, por nuestros antepasados, los vasco(ne)s libres e
independientes, pero antes debemos interiorizar que el término
nabarro, en los últimos dos siglos, está siendo
malintencionadamente interpretado. En la actualidad la citada
expresión política designa a los ciudadanos de una parte de la
colonia de Nabarra conocida como la Comunidad Foral de Navarra,
Nabarra reducida y residual que simplemente es una mera pro-vinci
más
dentro del Reino de España, donde la Ley de dicho Estado, al igual
que la de la República de Francia, niega este término para el resto
de nuestra Nación.
Así,
examinándonos cabalmente desde este presente indudablemente
impositivo, retrocedemos a lo largo y ancho de nuestra larga historia
política y entonces, encontramos la primera constancia escrita
conocida del término nabarro(s) es la cita de un cronista del
emperador franco Carlomagno, la cual está fechada nueve años antes
de la gloriosa batalla de Orreaga.
“Con
la advertencia de que, si no se atenía a lo mandado, tuviera por
cierto que penetraría por Vasconia en son de guerra y no se
retiraría de ella hasta que se pudiese un término a su
desobediencia. Aterrado Lupo por los emisarios del rey, entregó sin
dilación a Hunaldo y su mujer, prometiendo sobre eso que ejecutaría
cuando mandase”. (…) “Amplió... ciertamente el reino de los
Francos... Ya que, sin anteriormente este se limitaba a la parte de
la Galia que se extiende entre el Rhin y el Loira, y el Pontiente y
el mar baleárico, y parte de Germania..., él, mediante las guerras
referidas, se anexionó Aquitania y Vasconia y toda la altura del
monte Pirineo, y hasta el rio Ebro, el que naciendo en territorio de
los
Nabarros y
tras discurrir por los fertilísimos campos de Hispania, se derrama
en el mar baleárico bajo las murallas de la ciudad de Tortosa; luego
toda la Italia…”. Tomás
Urainqui Mina en su obra Navarra
Estado europeo
del año
2003.
Con
esta inicial referencia al término nabarro(s), allá por el siglo
VIII, rápidamente podemos y debemos interiorizar la diferencia real
y política entre vasco(ne)s y nabarros. La primera denominación es
estrictamente étnica y cultural y servía para llamar a aquella
parte del los Pueblos vasco(ne)s que entonces estaban sometidos por
el control político-militar del reino de los francos, mientras que
el término nabarros es político, ya que sirve para designar a
aquellos vasco(ne)s que se mantenían libres e independientes de
ellos y de los demás pueblos extranjeros. Estos vasco(ne)s libres e
independientes, antepasados políticos nuestros a los cuales ya se
les conocía como nabarros, finalmente crearon el Reino de Pamplona,
posterior Nabarra, alzando a Eneko Aritza como su máximo
representante ante los Estados vecinos existentes, los cuales ya
poseían reyes, emperadores y/o califas, pero a su vez diferenciados
en las formas y tratamiento al jefe del Estado, ya que el rey de los
nabarros era igual al resto del Pueblo gracias al Derecho Pirenaico.
El
Reino de Nabarra sufrió diferentes y desiguales invasiones
militares, que consiguieron inicialmente dividirla, perdiendo así
numerosos moradores del País el término político de nabarros,
manteniendo aún el término étnico y cultural de vasco(ne)s, pero
sufriendo la imposición de otra terminología política como
ingleses, franceses, castellanos y aragoneses. Para entender mejor
estos dolorosos sucesos, es interesante viajar al periodo de la
invasión del Reino de Nabarra sucedida entre los años 1512 y 1524 y
repasar brevemente los sucesos políticos más relevantes de la vida
de los personajes vascos históricos, uno español y el otro nabarro;
Iñigo de Loyola y Frantzes de Jasso.
Empezaremos
por el nabarro Frantzes de Jasso, más conocido en la actualidad como
Francisco de Javier. Este nabarro fue el hijo del presidente del Real
Consejo de Nabarra, Juan de Jasso, y de la que posteriormente
firmaría sus cartas como la triste María de Azpilkueta. Tenía
varias hermanas y hermanos, de nombres Magdalena, Ana, Miguel y Juan,
los dos últimos destacados combatientes por la libertad de la Patria
Nabarra y todos ellos, grandes defensores de la cultura vasca. Es
decir, toda la familia era vasca de linaje y nabarra de Nación.
Miguel de Xabier y Juan de Azpilkueta, atacaron en el año 1521 el
castillo que había construido el rey español Fernando II de Aragón
en la vieja ciudad vasc(on)a de Iruñea, una vez ocupada militarmente
ésta. La fortaleza era defendida por el que pasaría a la historia
como cofundador de la Compañía de Jesús Iñigo de Loyola.
Casualmente el otro cofundador fue Frantzes de Jasso. Iñigo de
Loyola también poseía una cultura tan vasca como la familia de
Francés de Jasso, pero el era políticamente español y servía
fielmente a la nación española. Durante la batalla, Iñigo de
Loyola cayó herido en combate y los caballeros nabarros enviaron al
español a su casa, en antiguo territorio del Reino de Nabarra, donde
se recuperaría de sus heridas, abandonando el vasco-español
posteriormente su vocación militar, sustituyéndola por la
religiosa.
Con
la brutal ocupación española de gran parte del Reino de Nabarra,
entre ella ya asentada en la Alta Nabarra, provoca que Francés de
Jasso se trasladara a estudiar a la Sorbona de París en el año
1525. Allí coincide con Iñigo de Loyola, pero antes de formar junto
al español la Compañía de Jesús, sus discusiones se centraron
plenamente en la política, pues uno era nabarro y el otro español,
pero de una cultura común, como demuestra el idioma que utilizan en
sus debates, que no podía ser otro más que el euskara, vascuence,
lingua
navarrorum.
En
la actualidad San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola son dos
santos católicos y además ambos son considerados como españoles,
siendo indudablemente indignante la imposición del término político
de español en el caso de San Francisco Javier. Estos, ambos santos,
no hay duda que eran vascos de linaje, cultura e idioma, pero
claramente nunca tuvieron, poseyeron u ostentaron la misma
nacionalidad política. Mientras que Francés de Jasso nació nabarro
y se puede llegar a decir o afirmar que murió portugués en el año
1552, Iñigo de Loyola nació patentemente nació castellano, es
decir español, y murió como tal en Roma en el año 1556, sin
olvidar por ello que era tan vasco como San Francisco Javier.
Tras
este pequeño, pero demostrativo ejemplo, hay que volver a la
actualidad, y reconocer que la ocultación de ese pasado histórico,
el cual fue así, nos guste o no, debemos reconocer que ha pesado
como una losa en la interiorización de nuestro ser político. Las
divisiones son numerosas y estas provocan innumerables
enfrentamientos entre individuos que están más cerca de lo que
ellos mismos creen. Un análisis real y correcto de nuestro pasado
nos hace mirar con no mayor claridad los pros
y contras de
los diferentes paradigmas que nos encontramos en la actualidad, que
de una forma más o menos consciente influyen en nosotros y nuestro
ser político.
Una
vez más, solo el conocimiento de nuestra historia política, nos
puede servir para descolonizarnos de aquellos paradigmas o ejemplos,
al comprobar que son falsos y/o erróneos. Hombre, algún lector del
presente trabajo, tal vez pueda llegar a pesar, que el tratar la
descolonización del Paradigma Aranista pueda ser una acción
política impetuosa o incluso exaltada hacia el aranismo, pero como
ya deberíamos saber todos a estas alturas del siglo XXI, los tres
paradigmas, el Nabarro el Foral y el ya mencionado Aranista o
Bizkaitarra, se basan en una manera muy diferente en interpretación
de la historia de nuestra amada Baskonia. Por eso, concluyentemente
considero necesaria la descolonización del imaginario aranista, como
un paso obligado para el acercamiento entre todas estas posturas, las
cuales ciertamente se encuentra más próximas de lo que muchos de
vosotros y vosotras os podéis llegar a creer o imaginar, pues
palpablemente cohabitan en el imaginario colectivo existente entre
los habitantes de nuestro País.
La
ideología presentada por los hermanos Arana Goiri, debemos recordar
que surge tras las dolorosas derrotas vasco-nabarras en las guerras
carlistas y del conocimiento que poseían de los movimientos
nacionales que sacudían por aquella época el continente europeo.
Así no rechazan frontalmente el modelo o Paradigma Foral ya
existente, sino que ciertamente lo superan con una visión nacional.
Esto lo hacen desde un prisma exclusivamente bizkaitarra y sin
realizar una reflexión profunda sobre el Estado histórico que
habían tenido en el pasado los vasco(ne)s libre e independientes.
Esto le lleva a Sabino, a afirmar que “los
vascos no somos españoles ni franceses”
y que de, per
se constituimos
una Nación, por lo que tenemos derecho a nuestro propio Estado
independiente. En cambio, la realidad política en aquellos tiempos y
por supuesto en estos que nos toca vivir, e incluso repasemos el
ejemplo de los fundadores jesuitas, nos dicen claramente que un vasco
puede ser español, francés, argentino, mexicano, etcétera, ya que
vasco es un término étnico y cultural, mientras que los otros son
gentilicios políticos. Así estos importantes hermanos para el
devenir de nuestra historia, se inventan una hermosa bandera
ignorando los símbolos que ya existían en el Estado político de
Baskonia, además con ello, se vieron obligados a asignar una
denominación política para ese Estado de los vascos que ellos
defendían se inventaron una palabra para el mismo, contando además
con una errónea territorialidad, claramente inexistente al comprobar
la larga historia de la vida soberana del correcto Estado de los
vascos, aceptando con ello las fronteras que se nos impusieron desde
el Reino de España y la República de Francia, como hoy todavía
incomprensiblemente hacen muchos.
Por
el contrario, la ideología formulada desde el Paradigma Nabarro,
está basada en la centralidad política que otorga nuestro histórico
Estado, que es concretamente el Reino de Nabarra a la totalidad
territorial de Baskonia. Con unos planteamientos iniciales anteriores
incluso al aranismo, ya que inicialmente fueron expuestos por Agosti
Xaho, estos fueron ampliados y mejorados por la fundamental
aportación ideológica existente en los trabajos y estudios
históricos realizados por personas contemporáneas de los hermanos
Arana. Estos eran Arturo Kanpion, Serafín Olave, Juan Iturralde y
Suit, Hermilio de Oloriz, entre otros miembros que conformaron la
insigne Asociación Euskara de Nabarra. Posteriormente, incluso
observamos el Paradigma Nabarro en los mensajes políticos realizados
por claros nacionalistas vascos como Anacleto Ortueta, Manuel
Irujo,... Tampoco podemos olvidarnos de Federico Krutwig y Pierre
Narbaitz, hasta llegar a nuestros días donde destacan en esta labor
ideológica personajes de la actualidad tan ilustres como, Tomás
Urzainqui, Pello Esarte, Mikel Sorauren, Iñaki Sagrado, Joseba
Asiron, Aitor Pescador, Iñaki Perurena, Aitzol Altuna, Joseba
Ariznabarreta, Kepa Anabitarte, Joserra Rezio, Fernando Sanchez
Aranaz, Joxemari Unzueta, Iñigo Domaika, Raúl Arkaia, Jesús
Valencia, Gaizka Aranguren, Erlantz Urtasun, Eneko del Castillo, Peio
J. Monteano e indiscutiblemente otros muchos.
Es
cierto que el erróneo imaginario del Paradigma Aranista rápidamente
se extendió entre la mayoría del Pueblo vasco a lo largo del pasado
siglo, aunque por el contrario no entró tan bien en otros Pueblos
que cohabitan con los vascos dentro de Baskonia y que incluso en su
día fueron políticamente nabarros. Manifiestamente las estrategias
propuestas y realizadas desde esta ideología, no han logrado ningún
resultado para la emancipación del Pueblo vasco. Por consiguiente,
los actuales defensores del aranismo, si lo que verdaderamente
quieren conseguir es la recuperación de la libertad y de la
independencia, como la mayoría del Pueblo vasco sigue reclamando en
esta parte de Europa, deben aceptar de una vez por todas la realidad
histórico-política que nos da nuestro Estado de Nabarra y dejar en
las bibliotecas la ideología de los hermanos Arana Goiri, la cual
tuvo una importante función en su época, pero que evidentemente no
ha conseguido que los vascos dejemos de ser esclavos de las
metrópolis española y francesa. Deben tener presente e interiorizar
que la libertad llegará a los vascos de esta parte de Europa
únicamente mediante la recuperación del gentilicio político de
nabarros.
No
solo hay que descolonizar el Paradigma Aranista, sino que también es
obligada la descolonización de la ideología foralista, encuadrada
en el Paradigma Foral, pues también convive con el Paradigma
Aranista y el Paradigma Nabarro en la actualidad, dándose incluso
algunas pequeñas semejanzas entre ellos, principalmente palpables en
el planteamiento inicial de dicha tendencia. El pensamiento foralista
tiene su origen en el mantenimiento de los Fueros y privilegios
tradicionales frente a la política centralizadora del régimen
liberal proveniente del Reino de España, teniendo su máxima
expresión en las denominadas guerras Carlistas del siglo XIX. Según
dicha ideología originaria, las regiones debían mantener sus
instituciones de gobierno autónomas, esto significaba el
mantenimiento de título estatal de Reino en el caso de la Nabarra
residual, su propio sistema de justicia, además de la exención
fiscal y de quintas para el servicio militar español. Antes de nada,
hay que saber que este paradigma no existe al norte del Pirineo.
Volviendo
a los defensores de este paradigma, estos se basan en las primitivas relaciones,
supuestamente existentes entre el Reino de Castilla (y León) y las
provincias Vascongadas. Estas relaciones habían sido imaginariamente
pactadas,
siendo varios los historiadores defensores de esta hipotética visión
política, destacando entre ellos el interesado Esteban de Garibay,
cronista de la monarquía autoritaria española durante el reinado de
la casa de Austria. Incluso en el siglo XVIII, Manuel Larramendi, en
sus reflexiones ideológicas, mezcla la defensa del foralismo con
pequeños apuntes a los cuales ya se les puede considerar como un
proto-nacionalismo vasco. Antes de desmostar la falsa hipótesis del
pacto entre las provincias Vascongadas y el Reino de Castilla,
debemos observar el planteamiento foralista o mejor dicho fuerista,
que surge en la Nabarra reducida, cuando ésta aún contaba con el
título de Estatal de Reino, durante el siglo XVII. Hay que matizar,
que el inicio de este planteamiento ideológico comienza una vez
perdido el correcto referente Estatal soberano existente hasta el año
1620 al norte del Pirineo. Así surge después de un oscuro siglo de
post-incorporación al Reino de España, en el cual los patriotas
nabarros eran proscritos en los diferentes cargos públicos y con la
intencionada introducción en un documento de Ley español de la
siguiente frase en el año 1645: “(…)
no fue por modo de supresión, sino por el de unión principal”.
Con
esta mal llamada normalización de la situación, hay una especia de
repunte identitario en la Nabarra residual, al cual no le podemos
considerar ni nacionalista, ni patriótico y ni siquiera nabarrista,
pero si se puede considerar como germen del fuerismo, e incluso
también del posterior regionalismo foralista, al tratarse
exclusivamente de un intento de recuperación de las señas de
identidad propias nabarras, que con la incorporación a la Corona de
Castilla se habían difuminado, ya que los cargos públicos, sobre
todo entre el clero, obispos, etc., estaban ocupados por castellanos,
señales estas principales y plausibles del gran contrafuero
existente en la Nabarra residual tras la ocupación militar española.
En
el fuerismo, el falso sintagma de unión principal es aprovechado
para defenderse del atropello castellano a semejanza del pactismo
predicado en las provincias Vascongadas entre vascongados y
castellanos. Posteriormente, aparece en el siglo XIX el término
latino de union
aeque principaliter,
siendo acuñado por los fueristas de ese siglo marcado por las
guerras carlistas. Pero no está demás recordar que esto, casi de
forma natural, pasa de inmediato a todas las ingentes compilaciones
de la jurisprudencia existentes en la Nabarra reducida ya a una mera
provincia del Reino español tras la imposición de la Ley
Paccionada. En esta ley se aceptan todas las reformas políticas,
institucionales, legislativas y judiciales realizadas por la
Monarquía Liberal española, significando desde entonces una
aceleración clara de la perdida identitaria política del Pueblo
Nabarro en ese territorio reducido y residual.
El
Paradigma Foral, tanto en las Vascongadas como en la Nabarra
residual, parte de la simulación ostensible de la aparente
existencia de un pacto o pactos con el Reino de Castilla,
posteriormente denominado de España. La verdad histórica en cambio
nos demuestra la falsedad manifiesta de esta premisa, ya que el Reino
de Castilla atacó militarmente al Reino de Nabarra en numerosas
ocasiones, con continuadas invasiones sin previas declaraciones de
guerras, la consiguiente ocupación militar, conquista con genocidio
y colonización de los nabarros. El reconocimiento y la
interiorización de esta realidad histórico-política, no solo
desmontan las tesis nacionalistas españolas que actualmente se
esconden tras la defensa de una ideología supuestamente regionalista
y foralista, sino que ciertamente demuestra la unidad política de
Baskonia existente en nuestra historia entorno al Reino de Nabarra y
facilita el auto-reconocimiento individual y colectivo del gentilicio
político de nabarros.